Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. Llegamos al final de la historia de Alanna y por lo tanto, se finaliza este libro. Estoy muy agradecida por el apoyo que le han brindado a ambas historias, en los próximos días estaré subiendo uno de mafia, les encantará. Disfruté mucho escribiendo este género, un abrazo y nos vemos en próximas historias ❤
Laia.Siempre pensé que yo había nacido como una simple humana, sin ningún tipo de poder en mi interior. Era parte de una manada de hombres y mujeres lobos, pero mi madre era una humana completa.Mi padre creyó, y me hizo creer que existía la posibilidad de que mi loba interior nunca saliera a la luz y yo así me mentalicé para no ilusionarme. Por desgracia, mamá había muerto cuando yo nací, así que no la conocí.A mis veintidós años, bajo el cielo nocturno y la brillante luna llena, se manifestó.—¿Q-qué me sucede? —balbuceé, sintiendo hormigueos en mi cuerpo.—No puede estar pasando —soltó mi padre, con intriga en sus ojos.Era muy normal que la transformación se presentara entre los diesiséis a los dieciocho años, no después.Ese día estaban haciendo el típico procedimiento para los jóvenes de la manada, el cual salió con éxito. Pero no se esperaban que yo también estuviera incluida en el proceso.Sentí un poderoso tirón en mi interior, como si algo quisiera salir de mi cuerpo, o mo
Laia.No imaginé que los ShadowMoon vivieran en una jodida mansión. Habían paredes brillando y puertas de oro, por no decir que el ambiente dentro del lugar era bastante movido.Las personas iban de un lado a otro, tanto en su forma de humanos como la de lobos. Yo seguí al alfa, porque técnicamente era el único en el que podía confiar si el resto eran puros desconocidos.Caleb también lo era, pero estábamos unidos por el vínculo de la diosa, y eso lo volvía una persona confiable para mí. Mi corazón me decía que él no me haría daño.—Te llevaré a tu habitación —habló, separándose de los otros.—¿Estaremos separados? —cuestioné, extrañada.No lo veía mal, pero por lo menos deberíamos conocernos un poquito más.—Sí.Vaya hombre más seco.Lo detallé de reojo y a pesar de que su actitud me desagradaba un poco, su belleza me tenía hipnotizada. Esa nariz respingada se veía perfecta de perfil. Noté que sus pestañas eran mucho más largas que las mías, envidiables.—¿Qué tanto miras? —inquirió,
*Seis meses después*Laia.Me encontraba sentada en el patio de la mansión. Había una especie de montaña a lo lejos, en donde exploradores solían descartar peligros.Seis meses habían pasado desde que Caleb me llevó a su mansión. Solo me mantuvo encerrada los primeros días, pero ya después me dio más libertad.Mi loba interior no había sido conocida como quería. Todavía me costaba transformarme y no podía controlarlo. Por más que le rogué a Caleb que me ayudara, nunca quiso hacerlo.El hombre que pensé que se convertiría en el amor de mi vida, me terminó desilusionando poco a poco. Nunca tuvimos intimidad, ni siquiera me había dado un mísero beso que me calmara la ansiedad de poder tener su amor.—Laia, ¿qué haces por aquí? —cuestionó una exploradora que acababa de llegar.Ya la conocía, y a veces notaba que se quedaba viendo a Caleb con los mismos ojos que yo...Deseosos, ansiosos por tener un poco de contacto con esa bestia.—Claire... Solo quise tomar el aire, ¿cómo les fue? —pregu
Laia.—¿Vas a dejar a la manada? —cuestionó, ofendido.—Como si yo hiciera mucho aquí —bufé, en tono burlón—. ¡No me dejas hacer nada como una loba! ¿De qué sirve que lo sea? Si me voy, tendré más oportunidades de descubrir mi poder —añadí, palpando mi pecho.Era la verdad.Caleb me estaba poniendo un par de cadenas desde que llegué ahí. Me limitaba tantas cosas que dudaba en que fuera por protección.Tal vez era su impulsividad de tenerlo todo. Querer apropiarse de una persona para él seguro resultaba normal.—¿En serio vas a abandonar la vida que te estoy dando? —inquirió, sin poder entenderlo—. ¡Vives con tantos lujos que ni en toda tu vida hubieras obtenido sola!—¡¿Crees que me importan los lujos?! —exclamé, con el ceño fruncido—. Por la diosa, Caleb, se nota que no me conoces en nada.—Laia, no puedes irte así —habló, más calmado—. Afuera es muy peligroso, no conoces las amenazas que pueden existir.Trató de colocar su mano en mi hombro, pero se la quité de inmediato. No iba a d
Laia.Mi padre había muerto en mis brazos y yo no pude hacer nada para evitarlo. Me sentía inútil, débil, la peor hija, por más que él pensara lo contrario.El hecho de no poder controlar mi poder, ya me volvía un blanco fácil para cualquiera. Toda la manada Eclipse estaba muerta. Lo que una vez fue mi hogar, se desvaneció entre la penumbra de la noche.Esa noche juré tomar venganza cuando pudiera.Me fui de ahí, sin saber a dónde ir porque no conocía ningún otro lugar, y tampoco planeaba regresar con Caleb después de lo que pasó.Emprendí rumbo a lo desconocido. Iba a ciegas, pero era algo que no me importaba, ya no tenía nada en el mundo.—Padre... —balbuceé.Terminé sentándome debajo de un árbol con forma de banca. Me dejé caer y hundí mi cara entre mis rodillas, lamentando no tener la suficiente fuerza.¿Cómo iba a defenderme estando sola?Ni siquiera sabía cuáles eran mis habilidades, más allá de escuchar los sonidos a larga distancia.Una pesadez me invadió, como si mi cuerpo se
Caleb.—¿No te gusta lo que te hago? —cuestionó Claire.Me estaba tocando un poco en mi zona más íntima, pero la misma no le quería responder como ella esperaba.Me levanté de la cama, dispuesto a ponerme la ropa después de que nuestro encuentro no diera los frutos que deseaba.Habían semanas desde que Laia dejó la manada, y muchos estuvieron impactados, pero no dudaron de mi decisión, ni de la suya.—Vístete —ordené.—Pero ni siquiera hemos terminado —se quejó, cubriendo su torso desnudo.—Tengo cosas que hacer.—Es por ella, ¿verdad? ¿Acaso se te ablandó el corazón? Porque te recuerdo que tú fuiste el que me buscó ese día —masculló, señalándose a sí misma.Claire y yo teníamos una relación casual. Nos dábamos el placer que necesitábamos, sin tener que llegar a una relación seria. Yo no podía comprometerme con nadie, ni con mi propia luna.Me juré que jamás lo haría, porque no iba a pasar por lo mismo otra vez.—No pidas explicaciones a esta relación fantasma, Claire. Sabes bien lo q
Laia.Había pasado un mes en la manada DarkMoon, y no esperé que me recibieran con tanta amabilidad. Como no había jerarquía, todos se sentían iguales de poder, sin ser superiores a nadie.El señor Charles fue el que me rescató y me dio una oportunidad ahí. Se trataba de un hombre bastante mayor, que había estado en muchas manadas antes, hasta que decidió forjar la suya.—¡Buen día, Laia! —exclamó una pequeña.Bueno, era una chica de quince años que ya había logrado transformarse. Todos pensábamos que sería una prodigio por haberlo conseguido a una temprana edad.Además, ambas compartíamos la misma cabaña, muy poco espaciosas eran, pero no me quejaba. Por lo menos tenía cama.—Hey, Zoé, ¿qué tal estás? —pregunté.—Muy bien, pero el señor Charles quiere verte —resopló, con ambas manos detrás de su nuca.La joven tenía el cabello negro como el carbón y largo. Sus ojos eran diminutos y a penas se notaba el color marrón en estos. Todavía seguía teniendo un cuerpo de niña, pero era entendi
Laia.Entré junto al señor Charles a su cabaña. La misma en donde me había salvado la vez que me desmayé. Se sentó en medio del lugar, invitándome a tomar asiento frente a él.Dejó su bastón a un lado.—¿Qué te dijo en tu sueño? —preguntó, directo al grano.—Eh... Bueno, que el equilibrio natural estaba en peligro —respondí, nerviosa.—Laia, debes saber que soñar con la diosa es mucho más importante de lo que imaginas —explicó, juntando sus manos—. Significa que quiere darnos un mensaje importante.—Pero no pude escuchar más, así como apareció, se desvaneció con esa simple frase —solté, sintiéndome frustrada por no poder recordar más.—Es difícil lograr recibir sus mensajes, pero si ella te eligió a ti para transmitirlos, debes estar pendiente porque no va a rendirse —demandó, con unos ojos serios.—¿Dice que volveré a soñar con ella? —cuestioné—. Es imposible. Eso fue hace un mes.—Puede llevar el tiempo que sea necesario, Laia. Un mes, o un año —aclaró, con la voz profunda—. Lo impo