*Seis meses después*
Laia.
Me encontraba sentada en el patio de la mansión. Había una especie de montaña a lo lejos, en donde exploradores solían descartar peligros.
Seis meses habían pasado desde que Caleb me llevó a su mansión. Solo me mantuvo encerrada los primeros días, pero ya después me dio más libertad.
Mi loba interior no había sido conocida como quería. Todavía me costaba transformarme y no podía controlarlo. Por más que le rogué a Caleb que me ayudara, nunca quiso hacerlo.
El hombre que pensé que se convertiría en el amor de mi vida, me terminó desilusionando poco a poco. Nunca tuvimos intimidad, ni siquiera me había dado un mísero beso que me calmara la ansiedad de poder tener su amor.
—Laia, ¿qué haces por aquí? —cuestionó una exploradora que acababa de llegar.
Ya la conocía, y a veces notaba que se quedaba viendo a Caleb con los mismos ojos que yo...
Deseosos, ansiosos por tener un poco de contacto con esa bestia.
—Claire... Solo quise tomar el aire, ¿cómo les fue? —pregunté, al ver que su pecho subía y bajaba.
El sudor recorría su frente, ya que estábamos en pleno medio día. Ella no fue la única en llegar, también lo hicieron los demás exploradores poco a poco.
—Uff, que calor —Se abanicó con la mano—. Los alrededores siguen estando despejados. Iré a tomar un baño, nos vemos luego.
Sonrió de manera risueña y asentí. Me dejó sola de nuevo, pensando en cómo la había tratado Caleb en el pasado... ¿Con amor? ¿Deseo? ¿Cómo?
Hundí mi cara encima de la mesa, apoyada con mis brazos. Claire se había vuelto una especie de amiga para mí, al igual que la sirvienta que me asignaron, llamada Elena.
Interactuaba más con ellas dos que con el propio Caleb, eso era lo que más me frustraba.
—¿Qué estás haciendo? —Su voz me estremeció.
Levanté el mentón para que nuestros ojos se encontraran. Esas iris grisáceas me dejaron con la boca entre abierta y con el corazón a mil.
—C-Caleb —titubeé.
—No deberías estar afuera —dijo, cruzado de brazos—. Puede ser peligroso.
Alcé una ceja.
—Creí que me habías dado más libertad —le recordé—. ¿Desde cuándo te preocupas por lo que me suceda?
—No sabes defenderte, ¿qué esperas hacer por tu cuenta? —refutó, sentándose frente a mí—. Quería hacerte una petición.
—Usted no me ha querido ayudar... —murmuré, molesta por su actitud—. ¿Esperas que yo lo haga?
Golpeó la mesa, dejándome aturdida y de nuevo sentí una gran intimidación con solo ver sus ojos.
«No te atrevas a contradecirme»
Pude escuchar esas palabras en mi propia mente, distorsionadas entre mi voz y la suya.
¿Qué carajos había sido eso?
—Puedo saber lo que piensas y quieres decirme, Laia —aclaró, erizando mis vellos.
—¿Qué? —cuestioné—. ¿Es telepatía?
Empecé a sudar frío. Esa habilidad estaba casi extinta y los únicos que solían tenerla eran alfas con un poder inimaginable.
Él asintió.
Decidí comprobarlo por mi cuenta. Me crucé de brazos y lo miré, esperando que adivinara mi pensamiento hacia él.
—Sé que piensas que soy un imbécil, Laia —resopló.
Me acomodé en la silla, sintiéndome muy pequeñita delante de él. Mis labios empezaron a temblar porque eso significaba que había estado leyendo mis pensamientos en los últimos meses...
O sea que no le importé en lo absoluto.
—¿En serio no has sentido nada en estos últimos meses? —inquirí, cabizbaja.
—No pienso ilusionarte, Laia —confesó—. ¿Vas a escuchar mi petición?
—Bueno...
—Necesito que me des un cachorro —soltó. Casi me ahogué con mi propia saliva.
—¿Cómo puedes ser tan descarado? —cuestioné, levantándome de golpe—. Nunca formalizaste conmigo. No hubo esa boda bajo la luna que nos convertiría en una pareja legal. Para ti fue suficiente anunciarlo con unas pocas palabras y ya. Jamás me has puesto un dedo encima y se nota tu indiferencia hacia mí, ¿y me estás pidiendo un hijo? No me jodas.
Mis cejas estaban inclinadas y la rabia predominaba en mi interior. ¿Cómo se le ocurría semejante petición? Me sentí completamente ofendida.
Estaba dispuesta a marcharme sin esperar su respuesta, pero me detuvo. Su mano tocó mi muñeca por primera vez y una electricidad recorrió mi piel, pero hice lo posible para ignorarla.
—Deberías tomarlo como una orden —aseveró, frunciendo el ceño—. No voy a aceptar un no por respuesta. Te recuerdo que el que da las órdenes soy yo.
—¿Vas a abusar de mí, Caleb? —indagué, mordiéndome el interior del labio.
Él no respondió. Solo me quedó viendo con una extraña mirada de reproche. Era como si me quisiera hacer ver como la villana de la historia.
—Eso pensé —dije, soltándome de su agarre.
Esta vez, no me detuvo y me fui de ahí. Estaba furiosa porque durante esos meses no me había permitido hacer nada, ni siquiera usar mi transformación.
¡Nada!
Caleb era un imbécil sin remedio. No tenía corazón, ¿para que quería un hijo? Sería el peor padre del mundo, conociéndolo.
(...)
La noche había llegado en un abrir y cerrar de ojos. Estuve pensando todo el día en lo que me propuso Caleb.
¿Y si él lograba encontrar esa chispa cuando me tocara?
A pesar de que no habíamos formalizado ante la luna como esperaba, seguía teniendo la esperanza de recibir su amor.
Claire me había explicado que con ella solo tuvo intimidad, pero no le llegó a expresar ningún sentimiento más allá de eso.
Estaba de camino a su habitación, acomodando las palabras en mi mente para aceptar su propuesta. Yo nunca había estado con un hombre, así que me costaría, pero mi corazón me impulsaba a ir más allá para descubrirnos a nosotros mismos.
Me detuve en la puerta cuando escuché una risa femenina provenir del interior. Mi pecho se apretujó y mis cejas se hundieron porque esa voz me sonaba familiar.
Aproveché que la puerta estaba entre abierta y decidí acercar mi ojo para observar.
—No imaginé que volverías a buscarme después de encontrar a tu luna, Caleb —comentó Claire.
Mis ojos se abrieron ante la escena. Cubrí mi boca para no dejar escapar ese ahogado suspiro que quiso salir por la sorpresa.
Ambos estaban en la cama, con varias prendas en el suelo y casi desnudos. Caleb seguía teniendo esa seria expresión en su rostro, pero me dejó devastada ver cómo su mano acariciaba la clavícula de la pelirroja.
—Sabes mejor que nadie que mi corazón no podrá pertenecerle ni a mi luna —confesó.
En ese momento sentí cómo mi corazón se salió de mi pecho, cayó al suelo y se rompió en mil pedazos.
—¿Y por qué tardaste tanto en buscarme? Fueron seis meses en donde ningún otro lobo me llenaba como lo hacías tu, Caleb —aseveró ella, mirándolo.
—Solo eres un pasatiempo, Claire, te lo he dicho siempre. Tampoco siento nada por ti, así que no te ilusiones —resopló.
—¿Y ahora? Porque estás engañando a tu luna conmigo, querido —habló, con un tono cínico que me hizo cerrar los puños.
—Me sirves, por ahora.
La respuesta completa de él fue darle un apasionado beso que ni en mil años hubiera hecho conmigo. Esa fue la gota que derramó el vaso en mi interior.
De mis ojos brotaron las lágrimas de impotencia por no haber logrado cambiar sus sentimientos hacia mí. Me di cuenta de que nunca sería amada por mi mate, por más que lo intentara.
Entré de una vez.
—¿Y todavía querías un cachorro mío? —solté, entre el llanto.
Ambos se separaron y la que se vio avergonzada fue Claire. Mi mate seguía con su típica expresión neutral que no me decía nada.
—L-Laia... Puedo explicarlo —dijo ella, acomodando su ropa.
—Déjanos solos, por favor —pedí.
Ella asintió y tomó las pocas prendas que se había quitado, marchándose de la habitación con vergüenza.
—No recuerdo haberte dicho que podías entrar en mi habitación —habló, un poco indignado.
Abrí la boca.
—¿Una extraña puede entrar y tu luna no? —cuestioné, frunciendo el ceño.
—Claire no es ninguna extraña —defendió, levantándose.
Se puso de pie frente a mí. Tenía el pantalón puesto, pero estaba sin camisa y con su trabajado torso a la vista.
—Me acabo de dar cuenta de ello —solté, con ironía—. Vayamos al grano, Caleb. Tú y yo no vamos a congeniar.
—En eso estoy de acuerdo, pero no me hagas un drama por una tontería —apoyó.
—¡Quise aprender a amarte, idiota! —exclamé, exaltada y con el nudo en la garganta—. Pensé que lograría hacerte cambiar de opinión. Pensé que podríamos conectar en el camino. Pensé que nos amaríamos con locura, pero me equivoqué.
—Escucha, siento que tengas que darte cuenta de esta manera... Pero yo no sentiré una conexión así jamás. Con nadie —confesó, con los ojos vacíos.
—¡¿Y por qué me buscaste?! —chillé, con frustración.
No paraba de llorar porque me vi metida en un cuento de hadas, en un romance del cual estaría orgullosa, pero no fue así...
Jamás sería así.
—¡Porque eres mi luna! ¡Un alfa debería de tenerla cerca sin importar que la ame o no! —exclamó, cerrando los puños—. Supe que existías por el olor que me llegó en ese momento, pero cuando te encontré, mi corazón no sintió nada. Por eso no creo que pueda darte lo que deseas.
—Tú nunca podrás amarme... —murmuré, secando las lágrimas—. Eres muy cruel, arrogante, indiferente y solo te preocupas por ti mismo.
—No te voy a llevar la contraria en eso... —resopló—. Lo siento, pero la verdad es que no creo poder amarte, si es lo que buscabas de mí.
Esas palabras fueron suficiente para mí. Era todo lo que necesitaba oír para despertar de ese sueño inalcanzable en donde yo vivía una bonita historia de amor.
—Me iré de la manada, Caleb. Y ni se te ocurra decirme que no —Lo amenacé con mis ojos.
Laia.—¿Vas a dejar a la manada? —cuestionó, ofendido.—Como si yo hiciera mucho aquí —bufé, en tono burlón—. ¡No me dejas hacer nada como una loba! ¿De qué sirve que lo sea? Si me voy, tendré más oportunidades de descubrir mi poder —añadí, palpando mi pecho.Era la verdad.Caleb me estaba poniendo un par de cadenas desde que llegué ahí. Me limitaba tantas cosas que dudaba en que fuera por protección.Tal vez era su impulsividad de tenerlo todo. Querer apropiarse de una persona para él seguro resultaba normal.—¿En serio vas a abandonar la vida que te estoy dando? —inquirió, sin poder entenderlo—. ¡Vives con tantos lujos que ni en toda tu vida hubieras obtenido sola!—¡¿Crees que me importan los lujos?! —exclamé, con el ceño fruncido—. Por la diosa, Caleb, se nota que no me conoces en nada.—Laia, no puedes irte así —habló, más calmado—. Afuera es muy peligroso, no conoces las amenazas que pueden existir.Trató de colocar su mano en mi hombro, pero se la quité de inmediato. No iba a d
Laia.Mi padre había muerto en mis brazos y yo no pude hacer nada para evitarlo. Me sentía inútil, débil, la peor hija, por más que él pensara lo contrario.El hecho de no poder controlar mi poder, ya me volvía un blanco fácil para cualquiera. Toda la manada Eclipse estaba muerta. Lo que una vez fue mi hogar, se desvaneció entre la penumbra de la noche.Esa noche juré tomar venganza cuando pudiera.Me fui de ahí, sin saber a dónde ir porque no conocía ningún otro lugar, y tampoco planeaba regresar con Caleb después de lo que pasó.Emprendí rumbo a lo desconocido. Iba a ciegas, pero era algo que no me importaba, ya no tenía nada en el mundo.—Padre... —balbuceé.Terminé sentándome debajo de un árbol con forma de banca. Me dejé caer y hundí mi cara entre mis rodillas, lamentando no tener la suficiente fuerza.¿Cómo iba a defenderme estando sola?Ni siquiera sabía cuáles eran mis habilidades, más allá de escuchar los sonidos a larga distancia.Una pesadez me invadió, como si mi cuerpo se
Caleb.—¿No te gusta lo que te hago? —cuestionó Claire.Me estaba tocando un poco en mi zona más íntima, pero la misma no le quería responder como ella esperaba.Me levanté de la cama, dispuesto a ponerme la ropa después de que nuestro encuentro no diera los frutos que deseaba.Habían semanas desde que Laia dejó la manada, y muchos estuvieron impactados, pero no dudaron de mi decisión, ni de la suya.—Vístete —ordené.—Pero ni siquiera hemos terminado —se quejó, cubriendo su torso desnudo.—Tengo cosas que hacer.—Es por ella, ¿verdad? ¿Acaso se te ablandó el corazón? Porque te recuerdo que tú fuiste el que me buscó ese día —masculló, señalándose a sí misma.Claire y yo teníamos una relación casual. Nos dábamos el placer que necesitábamos, sin tener que llegar a una relación seria. Yo no podía comprometerme con nadie, ni con mi propia luna.Me juré que jamás lo haría, porque no iba a pasar por lo mismo otra vez.—No pidas explicaciones a esta relación fantasma, Claire. Sabes bien lo q
Laia.Había pasado un mes en la manada DarkMoon, y no esperé que me recibieran con tanta amabilidad. Como no había jerarquía, todos se sentían iguales de poder, sin ser superiores a nadie.El señor Charles fue el que me rescató y me dio una oportunidad ahí. Se trataba de un hombre bastante mayor, que había estado en muchas manadas antes, hasta que decidió forjar la suya.—¡Buen día, Laia! —exclamó una pequeña.Bueno, era una chica de quince años que ya había logrado transformarse. Todos pensábamos que sería una prodigio por haberlo conseguido a una temprana edad.Además, ambas compartíamos la misma cabaña, muy poco espaciosas eran, pero no me quejaba. Por lo menos tenía cama.—Hey, Zoé, ¿qué tal estás? —pregunté.—Muy bien, pero el señor Charles quiere verte —resopló, con ambas manos detrás de su nuca.La joven tenía el cabello negro como el carbón y largo. Sus ojos eran diminutos y a penas se notaba el color marrón en estos. Todavía seguía teniendo un cuerpo de niña, pero era entendi
Laia.Entré junto al señor Charles a su cabaña. La misma en donde me había salvado la vez que me desmayé. Se sentó en medio del lugar, invitándome a tomar asiento frente a él.Dejó su bastón a un lado.—¿Qué te dijo en tu sueño? —preguntó, directo al grano.—Eh... Bueno, que el equilibrio natural estaba en peligro —respondí, nerviosa.—Laia, debes saber que soñar con la diosa es mucho más importante de lo que imaginas —explicó, juntando sus manos—. Significa que quiere darnos un mensaje importante.—Pero no pude escuchar más, así como apareció, se desvaneció con esa simple frase —solté, sintiéndome frustrada por no poder recordar más.—Es difícil lograr recibir sus mensajes, pero si ella te eligió a ti para transmitirlos, debes estar pendiente porque no va a rendirse —demandó, con unos ojos serios.—¿Dice que volveré a soñar con ella? —cuestioné—. Es imposible. Eso fue hace un mes.—Puede llevar el tiempo que sea necesario, Laia. Un mes, o un año —aclaró, con la voz profunda—. Lo impo
Laia.***—Ayúdame, por favor...De nuevo esa angelical voz me llamaba. Yo estaba de pie en lo más alto de una montaña. La luna resplandecía como nunca y por más que volteara a mi alrededor, no conseguía a nadie.—¿Eres la diosa? ¡Dime qué necesitas! —exclamé, buscando respuestas.De pronto, todo se tornó silencioso y el suelo bajo mis pies se quebró. No me caí, más bien aparecí en otro escenario, frente al Roble de la Diosa, ese que Charles ya me había mostrado.Poco a poco, un remolino de mariposas se formó bajo el árbol, dejándome intrigada al ver que se formaba una figura humana. La misma mujer que vi en mi primer sueño.Si estaba soñando, tenía que aprovechar de resolver mis dudas.—Laia... Pronto empezará el caos en el mundo —expresó, su cabello se movía con el viento—. Debes detenerlo.—¿Detener qué? ¿Cómo? —pregunté.—No tengo mucho tiempo. Te guiaré como pueda, Laia... Pero todo depende de ti —confesó, y empezaba a desvanecerse.—¡Espera! —Estiré mi mano hacia ella, buscando
Caleb.*Un año después*No había visto a Laia desde hace más de un año. Sabía que estaba viva porque de alguna manera sentía el latido de su corazón resonar en mis oídos cada vez que pensaba en ella.Ninguna otra loba me volvió a satisfacer como lo hacía Claire, aunque la terminé exiliando porque me aturdía cada vez que hablaba.—Alfa Caleb, hemos tenido un ligero contacto con Orión en el sur, pero se retiró al instante —informó uno de mis exploradores.—Sigan su rastro. Tarde o temprano tendré que enfrentarme a él otra vez —ordené, dejando el plato vacío a un lado.Había terminado de comer y estaba dispuesto a ir a mi habitación para dormir.Orión era otro dolor de cabeza. Quería encontrarlo y arrancarle el corazón de una vez por todas. Llevaba años buscándolo, y él a mí. Lo único que encontraba de él eran mínimos rastros. Ese imbécil sabía esconderse.Era el líder de la mejor organización de cazadores: La Orden Plateada.—Sí, señor —acató el joven, marchándose.—Disculpe, alfa... ¿L
Laia.Un año había pasado y seguía teniendo sueños con la diosa, en donde me repetía lo mismo. Aunque no eran muy frecuentes.Me había vuelto mucho más fuerte, dominando mi sentido de la audición, el olfato y mi fuerza. Lo único que no logré descifrar en el proceso, fue aquél poder que se desató cuando acabé con la vida de un cazador.—Laia, hoy habrá reunión en la hoguera —comentó Charles, pasando por mi lado.Yo iba cargando una cesta con manzanas sobre mi hombro sin ningún problema.—Recibido —acaté—. ¿De qué se hablará?—En vista de que todos han estado entrenando duro, haremos una pequeña celebración con lo que hemos podido conseguir. Para eso las manzanas —indicó, aguantándose de su bastón.—A Zoé le encantará —respondí, con una sonrisa.Seguí con mi camino y dejé la cesta en donde me lo habían pedido. Me di cuenta que habían varias mujeres de la manada preparando la comida.Ya casi atardecía, así que fui a la cabaña para ponerme una ropa adecuada.Suspiré.¿Cómo le estaría yend