Capítulo 5: Miedo a lo desconocido

Laia.

Mi padre había muerto en mis brazos y yo no pude hacer nada para evitarlo. Me sentía inútil, débil, la peor hija, por más que él pensara lo contrario.

El hecho de no poder controlar mi poder, ya me volvía un blanco fácil para cualquiera. Toda la manada Eclipse estaba muerta. Lo que una vez fue mi hogar, se desvaneció entre la penumbra de la noche.

Esa noche juré tomar venganza cuando pudiera.

Me fui de ahí, sin saber a dónde ir porque no conocía ningún otro lugar, y tampoco planeaba regresar con Caleb después de lo que pasó.

Emprendí rumbo a lo desconocido. Iba a ciegas, pero era algo que no me importaba, ya no tenía nada en el mundo.

—Padre... —balbuceé.

Terminé sentándome debajo de un árbol con forma de banca. Me dejé caer y hundí mi cara entre mis rodillas, lamentando no tener la suficiente fuerza.

¿Cómo iba a defenderme estando sola?

Ni siquiera sabía cuáles eran mis habilidades, más allá de escuchar los sonidos a larga distancia.

Una pesadez me invadió, como si mi cuerpo se sintiera ligero y estuviera flotando en el cielo. Mis párpados se estaban cerrando en contra de mi voluntad y terminé cayendo rendida ante el sueño que me dominó.

Sola, en medio del bosque.

¿Qué era lo peor que podía pasarme?

***

No sabía dónde estaba. Mis pasos eran ligeros y la maleza me rodeaba, pero caminé hacia el frente, siguiendo una poderosa luz que me guiaba.

Llegué al final de un acantilado, por alguna razón, había un lobo blanco y enorme en la punta, mirándome como si yo fuera una intrusa.

Me asusté, pero a la vez sentí que esa era una realidad totalmente diferente.

¿Qué era ese lugar?

—Disculpa, ¿sabes dónde estoy? —pregunté, sabiendo que podía ser una persona.

El lobo movió sus orejas. Ese brillante pelaje hacía juego con la luz de la luna llena detrás de él.

Espera... ¿Luna llena?

No, no podía ser posible. Esa noche la luna no podía distinguirse en el cielo nocturno, estaba segura.

Me sobresalté en cuanto el lobo dio un salto ágil que lo terminó dejando frente a mí. Un montón de escarcha extraña apareció a su alrededor, dejándome más sorprendida y asustada de lo que estaba.

Poco a poco, empezó a transformase en una persona humana. En una mujer, para ser precisa.

—Laia —habló.

Su voz fue una melodía para mis oídos. Su cabello blanco le llegaba por las caderas, y llevaba puesto un largo vestido del mismo color, que fluía como si se tratara de agua.

Era demasiado hermosa para mis ojos, y sentía que mi corazón estaba conectado a ella, de alguna manera.

Me quedé con los ojos abiertos, sin saber qué decirle.

—Laia. El equilibrio natural del mundo está en peligro —proclamó, inclinando ambas cejas.

—¿Q-quién eres? —solté.

—Tienes que ayudarme, solo tú puedes conseguirlo —pidió, con seriedad.

Ella empezó a desvanecerse con la fuerte brisa que sopló de repente. Alcé mi mano en su búsqueda al notar que se convertía en un montón de polvo brillante, causando pánico en mi interior.

—¡Espera! —exclamé.

Fue muy tarde. Se había ido y el terreno a mis pies empezó a romperse, formando grietas que me dejaron pasmada.

¿Qué carajos?

Me caí en el vacío, tratando de sostenerme de la nada.

***

Desperté. Una fuerte agitación en el pecho hizo que me levantara de golpe, jadeando como nunca antes y con el sudor recorriendo mi frente.

Mis ojos exploraron el lugar, no estaba en el bosque. Me encontraba encima de una cama, y a mi alrededor habían cuatro paredes de madera.

—Despertaste —Una voz desconocida me alteró.

Me eché hacia atrás, golpeando mi cabeza con el espaldar de la cama. Había un señor frente a mí, sentado en una silla.

Tenía un largo cabello blanco, pero se notaba que eran canas. Sus expresiones estaban adornadas con arrugas, propio de haber tenido una larga experiencia y tenía una cicatriz en la mejilla.

—¿D-dónde estoy? —pregunté, presa del miedo.

—Estabas inconsciente cuando te encontramos —respondió, recién me di cuenta que tenía un bastón.

—¿Quiénes? —repetí.

Quería respuestas.

—La manada DarkMoon —soltó—. No somos muy reconocidos, pero nuestra caridad ha ayudado a muchos, haciendo que nos devuelvan el favor.

No los conocía. De tantas manadas que me había explicado mi padre, los DarkMoon no formaban parte de mis recuerdos.

—¿Por qué me ayudaron?

—Mientras más personas tengamos, más posibilidades hay de que la manada sobreviva —comentó, sin emoción—. Además, estabas herida. Tus pulmones habían respirado demasiado humo.

Tal vez esa fue la razón de mi desmayo en medio camino, y tampoco pude transformarme por lo débil que me sentía.

—No creo que sirva de algo estando aquí —murmuré—. Pero aprecio su ayuda.

Después de todo, me habían salvado la vida. Lo menos que podía hacer era darle las gracias. Aunque, mi mente seguía entre el sueño y la realidad.

—Todos han llegado como tú, y esta manada los ayuda a encontrar su propósito —alegó, levantándose con ayuda del bastón.

—¿Y quién es el alfa? —cuestioné.

—Nosotros no nos basamos mucho en la jerarquía que siempre han tenido los hombres lobo —informó, se veía mucho más pequeño que yo por su joroba—. Nos enfocamos en la igualdad. Nadie es superior a nadie. Aunque si gustas conocer a un líder y el que formó esta manada, aquí estoy.

—¿Alguna vez ha visto a un lobo blanco? —pregunté, recordando mi sueño.

No sabía qué me quiso decir esa mujer, pero algo dentro de mí me decía que era importante. El señor me inspeccionó, con unos ojos analíticos.

—¿De dónde sacaste eso? —soltó, como si hubiera dicho algo malo—. Ningún lobo ha heredado el color de la diosa Luna. Ella era la única que poseía esa característica.

—¿Dice que la diosa Luna podía transformarse? —cuestioné.

Pensé que sabía toda su historia, pero al parecer nunca se sabía algo por completo. Ese anciano tenía el doble de experiencia que mi padre, se notaba.

—Niña, ¿tu manada no te contó la historia de la diosa? —resopló—. Porque es lo que se le enseña a todos desde pequeños.

—Sí, pero no creo que sepa toda la historia. La diosa le otorgó parte de su poder a varios humanos que consideró dignos, encargados de proteger el equilibrio de la naturaleza... —murmuré lo último.

Esa frase... Me lo dijo la mujer de mi sueño, que el equilibrio natural estaba en peligro.

¿Por qué?

Mi cabeza quería explotar de tanto darle vueltas a ese sueño. Tal vez al final no significaba nada y yo me estaba matando por dentro para averiguarlo.

—No te preocupes, todas las noches nos reunimos en la hoguera a recordarle a los pequeños la importancia de no ir por el mal camino y seguir con la misión que nuestra diosa nos otorgó —aclaró, caminando hacia la puerta—. Te recomiendo que descanses por hoy. Mañana puedes conocer al resto de la manada. Recuerda, no tienen ninguna posición social y se consideran todos iguales —recordó.

—¿Va a permitir que me quede? —cuestioné, alzando ambas cejas con sorpresa.

—Por supuesto, no veo ningún problema —comentó—. Además, hay algo diferente en ti...

—No sé controlar mi poder —dije, apretando la sábana sobre mí.

—Eso podemos arreglarlo en esta manada, no te preocupes —zanjó y se marchó.

Me dejó muy pensativa. No esperaba que otra manada me adoptara sin ningún problema, pero, tal vez podía preguntarle a ese señor sobre la profecía que mencionó mi padre...

Seguro sabía algo al respecto.

Apreté mis labios cuando la imagen de mi padre llegó a mi mente. Me acomodé en la cama para intentar volver a dormir y que esas imágenes se borraran de mi cabeza.

No quería estar atormentada por su partida. Me dolía, me desgarraba el alma saber que nunca más volvería a verlo, pero él confiaba en mí, en que podía salir adelante por mi cuenta.

Tenía que creer eso.

Por más difícil que fuera mi situación, me aferraba a la esperanza de encontrar mi lugar en ese mundo, de encontrarme a mí misma.

Descubrir de lo que era capaz de hacer con mi poder se convertiría en mi objetivo principal, solo así podría tomar venganza.

Caleb...

—Imbécil... —susurré, cerrando los ojos con fuerza.

Hasta en el último segundo pensé que se arrepentiría al verme partir. Pensé que Caleb me llamaría, pidiendo perdón y rogando que regresara con él.

¿En qué mundo podía suceder algo así?

Era imposible que Caleb me amara de un momento a otro, por lo que me vi obligada a suprimir esos sentimientos hacia él para seguir con mi vida...

Por más que me doliera desprenderme de esa emoción, tenía que hacerlo.

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