Laia.
Mi padre había muerto en mis brazos y yo no pude hacer nada para evitarlo. Me sentía inútil, débil, la peor hija, por más que él pensara lo contrario.
El hecho de no poder controlar mi poder, ya me volvía un blanco fácil para cualquiera. Toda la manada Eclipse estaba muerta. Lo que una vez fue mi hogar, se desvaneció entre la penumbra de la noche.
Esa noche juré tomar venganza cuando pudiera.
Me fui de ahí, sin saber a dónde ir porque no conocía ningún otro lugar, y tampoco planeaba regresar con Caleb después de lo que pasó.
Emprendí rumbo a lo desconocido. Iba a ciegas, pero era algo que no me importaba, ya no tenía nada en el mundo.
—Padre... —balbuceé.
Terminé sentándome debajo de un árbol con forma de banca. Me dejé caer y hundí mi cara entre mis rodillas, lamentando no tener la suficiente fuerza.
¿Cómo iba a defenderme estando sola?
Ni siquiera sabía cuáles eran mis habilidades, más allá de escuchar los sonidos a larga distancia.
Una pesadez me invadió, como si mi cuerpo se sintiera ligero y estuviera flotando en el cielo. Mis párpados se estaban cerrando en contra de mi voluntad y terminé cayendo rendida ante el sueño que me dominó.
Sola, en medio del bosque.
¿Qué era lo peor que podía pasarme?
***
No sabía dónde estaba. Mis pasos eran ligeros y la maleza me rodeaba, pero caminé hacia el frente, siguiendo una poderosa luz que me guiaba.
Llegué al final de un acantilado, por alguna razón, había un lobo blanco y enorme en la punta, mirándome como si yo fuera una intrusa.
Me asusté, pero a la vez sentí que esa era una realidad totalmente diferente.
¿Qué era ese lugar?
—Disculpa, ¿sabes dónde estoy? —pregunté, sabiendo que podía ser una persona.
El lobo movió sus orejas. Ese brillante pelaje hacía juego con la luz de la luna llena detrás de él.
Espera... ¿Luna llena?
No, no podía ser posible. Esa noche la luna no podía distinguirse en el cielo nocturno, estaba segura.
Me sobresalté en cuanto el lobo dio un salto ágil que lo terminó dejando frente a mí. Un montón de escarcha extraña apareció a su alrededor, dejándome más sorprendida y asustada de lo que estaba.
Poco a poco, empezó a transformase en una persona humana. En una mujer, para ser precisa.
—Laia —habló.
Su voz fue una melodía para mis oídos. Su cabello blanco le llegaba por las caderas, y llevaba puesto un largo vestido del mismo color, que fluía como si se tratara de agua.
Era demasiado hermosa para mis ojos, y sentía que mi corazón estaba conectado a ella, de alguna manera.
Me quedé con los ojos abiertos, sin saber qué decirle.
—Laia. El equilibrio natural del mundo está en peligro —proclamó, inclinando ambas cejas.
—¿Q-quién eres? —solté.
—Tienes que ayudarme, solo tú puedes conseguirlo —pidió, con seriedad.
Ella empezó a desvanecerse con la fuerte brisa que sopló de repente. Alcé mi mano en su búsqueda al notar que se convertía en un montón de polvo brillante, causando pánico en mi interior.
—¡Espera! —exclamé.
Fue muy tarde. Se había ido y el terreno a mis pies empezó a romperse, formando grietas que me dejaron pasmada.
¿Qué carajos?
Me caí en el vacío, tratando de sostenerme de la nada.
***
Desperté. Una fuerte agitación en el pecho hizo que me levantara de golpe, jadeando como nunca antes y con el sudor recorriendo mi frente.
Mis ojos exploraron el lugar, no estaba en el bosque. Me encontraba encima de una cama, y a mi alrededor habían cuatro paredes de madera.
—Despertaste —Una voz desconocida me alteró.
Me eché hacia atrás, golpeando mi cabeza con el espaldar de la cama. Había un señor frente a mí, sentado en una silla.
Tenía un largo cabello blanco, pero se notaba que eran canas. Sus expresiones estaban adornadas con arrugas, propio de haber tenido una larga experiencia y tenía una cicatriz en la mejilla.
—¿D-dónde estoy? —pregunté, presa del miedo.
—Estabas inconsciente cuando te encontramos —respondió, recién me di cuenta que tenía un bastón.
—¿Quiénes? —repetí.
Quería respuestas.
—La manada DarkMoon —soltó—. No somos muy reconocidos, pero nuestra caridad ha ayudado a muchos, haciendo que nos devuelvan el favor.
No los conocía. De tantas manadas que me había explicado mi padre, los DarkMoon no formaban parte de mis recuerdos.
—¿Por qué me ayudaron?
—Mientras más personas tengamos, más posibilidades hay de que la manada sobreviva —comentó, sin emoción—. Además, estabas herida. Tus pulmones habían respirado demasiado humo.
Tal vez esa fue la razón de mi desmayo en medio camino, y tampoco pude transformarme por lo débil que me sentía.
—No creo que sirva de algo estando aquí —murmuré—. Pero aprecio su ayuda.
Después de todo, me habían salvado la vida. Lo menos que podía hacer era darle las gracias. Aunque, mi mente seguía entre el sueño y la realidad.
—Todos han llegado como tú, y esta manada los ayuda a encontrar su propósito —alegó, levantándose con ayuda del bastón.
—¿Y quién es el alfa? —cuestioné.
—Nosotros no nos basamos mucho en la jerarquía que siempre han tenido los hombres lobo —informó, se veía mucho más pequeño que yo por su joroba—. Nos enfocamos en la igualdad. Nadie es superior a nadie. Aunque si gustas conocer a un líder y el que formó esta manada, aquí estoy.
—¿Alguna vez ha visto a un lobo blanco? —pregunté, recordando mi sueño.
No sabía qué me quiso decir esa mujer, pero algo dentro de mí me decía que era importante. El señor me inspeccionó, con unos ojos analíticos.
—¿De dónde sacaste eso? —soltó, como si hubiera dicho algo malo—. Ningún lobo ha heredado el color de la diosa Luna. Ella era la única que poseía esa característica.
—¿Dice que la diosa Luna podía transformarse? —cuestioné.
Pensé que sabía toda su historia, pero al parecer nunca se sabía algo por completo. Ese anciano tenía el doble de experiencia que mi padre, se notaba.
—Niña, ¿tu manada no te contó la historia de la diosa? —resopló—. Porque es lo que se le enseña a todos desde pequeños.
—Sí, pero no creo que sepa toda la historia. La diosa le otorgó parte de su poder a varios humanos que consideró dignos, encargados de proteger el equilibrio de la naturaleza... —murmuré lo último.
Esa frase... Me lo dijo la mujer de mi sueño, que el equilibrio natural estaba en peligro.
¿Por qué?
Mi cabeza quería explotar de tanto darle vueltas a ese sueño. Tal vez al final no significaba nada y yo me estaba matando por dentro para averiguarlo.
—No te preocupes, todas las noches nos reunimos en la hoguera a recordarle a los pequeños la importancia de no ir por el mal camino y seguir con la misión que nuestra diosa nos otorgó —aclaró, caminando hacia la puerta—. Te recomiendo que descanses por hoy. Mañana puedes conocer al resto de la manada. Recuerda, no tienen ninguna posición social y se consideran todos iguales —recordó.
—¿Va a permitir que me quede? —cuestioné, alzando ambas cejas con sorpresa.
—Por supuesto, no veo ningún problema —comentó—. Además, hay algo diferente en ti...
—No sé controlar mi poder —dije, apretando la sábana sobre mí.
—Eso podemos arreglarlo en esta manada, no te preocupes —zanjó y se marchó.
Me dejó muy pensativa. No esperaba que otra manada me adoptara sin ningún problema, pero, tal vez podía preguntarle a ese señor sobre la profecía que mencionó mi padre...
Seguro sabía algo al respecto.
Apreté mis labios cuando la imagen de mi padre llegó a mi mente. Me acomodé en la cama para intentar volver a dormir y que esas imágenes se borraran de mi cabeza.
No quería estar atormentada por su partida. Me dolía, me desgarraba el alma saber que nunca más volvería a verlo, pero él confiaba en mí, en que podía salir adelante por mi cuenta.
Tenía que creer eso.
Por más difícil que fuera mi situación, me aferraba a la esperanza de encontrar mi lugar en ese mundo, de encontrarme a mí misma.
Descubrir de lo que era capaz de hacer con mi poder se convertiría en mi objetivo principal, solo así podría tomar venganza.
Caleb...
—Imbécil... —susurré, cerrando los ojos con fuerza.
Hasta en el último segundo pensé que se arrepentiría al verme partir. Pensé que Caleb me llamaría, pidiendo perdón y rogando que regresara con él.
¿En qué mundo podía suceder algo así?
Era imposible que Caleb me amara de un momento a otro, por lo que me vi obligada a suprimir esos sentimientos hacia él para seguir con mi vida...
Por más que me doliera desprenderme de esa emoción, tenía que hacerlo.
Caleb.—¿No te gusta lo que te hago? —cuestionó Claire.Me estaba tocando un poco en mi zona más íntima, pero la misma no le quería responder como ella esperaba.Me levanté de la cama, dispuesto a ponerme la ropa después de que nuestro encuentro no diera los frutos que deseaba.Habían semanas desde que Laia dejó la manada, y muchos estuvieron impactados, pero no dudaron de mi decisión, ni de la suya.—Vístete —ordené.—Pero ni siquiera hemos terminado —se quejó, cubriendo su torso desnudo.—Tengo cosas que hacer.—Es por ella, ¿verdad? ¿Acaso se te ablandó el corazón? Porque te recuerdo que tú fuiste el que me buscó ese día —masculló, señalándose a sí misma.Claire y yo teníamos una relación casual. Nos dábamos el placer que necesitábamos, sin tener que llegar a una relación seria. Yo no podía comprometerme con nadie, ni con mi propia luna.Me juré que jamás lo haría, porque no iba a pasar por lo mismo otra vez.—No pidas explicaciones a esta relación fantasma, Claire. Sabes bien lo q
Laia.Había pasado un mes en la manada DarkMoon, y no esperé que me recibieran con tanta amabilidad. Como no había jerarquía, todos se sentían iguales de poder, sin ser superiores a nadie.El señor Charles fue el que me rescató y me dio una oportunidad ahí. Se trataba de un hombre bastante mayor, que había estado en muchas manadas antes, hasta que decidió forjar la suya.—¡Buen día, Laia! —exclamó una pequeña.Bueno, era una chica de quince años que ya había logrado transformarse. Todos pensábamos que sería una prodigio por haberlo conseguido a una temprana edad.Además, ambas compartíamos la misma cabaña, muy poco espaciosas eran, pero no me quejaba. Por lo menos tenía cama.—Hey, Zoé, ¿qué tal estás? —pregunté.—Muy bien, pero el señor Charles quiere verte —resopló, con ambas manos detrás de su nuca.La joven tenía el cabello negro como el carbón y largo. Sus ojos eran diminutos y a penas se notaba el color marrón en estos. Todavía seguía teniendo un cuerpo de niña, pero era entendi
Laia.Entré junto al señor Charles a su cabaña. La misma en donde me había salvado la vez que me desmayé. Se sentó en medio del lugar, invitándome a tomar asiento frente a él.Dejó su bastón a un lado.—¿Qué te dijo en tu sueño? —preguntó, directo al grano.—Eh... Bueno, que el equilibrio natural estaba en peligro —respondí, nerviosa.—Laia, debes saber que soñar con la diosa es mucho más importante de lo que imaginas —explicó, juntando sus manos—. Significa que quiere darnos un mensaje importante.—Pero no pude escuchar más, así como apareció, se desvaneció con esa simple frase —solté, sintiéndome frustrada por no poder recordar más.—Es difícil lograr recibir sus mensajes, pero si ella te eligió a ti para transmitirlos, debes estar pendiente porque no va a rendirse —demandó, con unos ojos serios.—¿Dice que volveré a soñar con ella? —cuestioné—. Es imposible. Eso fue hace un mes.—Puede llevar el tiempo que sea necesario, Laia. Un mes, o un año —aclaró, con la voz profunda—. Lo impo
Laia.***—Ayúdame, por favor...De nuevo esa angelical voz me llamaba. Yo estaba de pie en lo más alto de una montaña. La luna resplandecía como nunca y por más que volteara a mi alrededor, no conseguía a nadie.—¿Eres la diosa? ¡Dime qué necesitas! —exclamé, buscando respuestas.De pronto, todo se tornó silencioso y el suelo bajo mis pies se quebró. No me caí, más bien aparecí en otro escenario, frente al Roble de la Diosa, ese que Charles ya me había mostrado.Poco a poco, un remolino de mariposas se formó bajo el árbol, dejándome intrigada al ver que se formaba una figura humana. La misma mujer que vi en mi primer sueño.Si estaba soñando, tenía que aprovechar de resolver mis dudas.—Laia... Pronto empezará el caos en el mundo —expresó, su cabello se movía con el viento—. Debes detenerlo.—¿Detener qué? ¿Cómo? —pregunté.—No tengo mucho tiempo. Te guiaré como pueda, Laia... Pero todo depende de ti —confesó, y empezaba a desvanecerse.—¡Espera! —Estiré mi mano hacia ella, buscando
Caleb.*Un año después*No había visto a Laia desde hace más de un año. Sabía que estaba viva porque de alguna manera sentía el latido de su corazón resonar en mis oídos cada vez que pensaba en ella.Ninguna otra loba me volvió a satisfacer como lo hacía Claire, aunque la terminé exiliando porque me aturdía cada vez que hablaba.—Alfa Caleb, hemos tenido un ligero contacto con Orión en el sur, pero se retiró al instante —informó uno de mis exploradores.—Sigan su rastro. Tarde o temprano tendré que enfrentarme a él otra vez —ordené, dejando el plato vacío a un lado.Había terminado de comer y estaba dispuesto a ir a mi habitación para dormir.Orión era otro dolor de cabeza. Quería encontrarlo y arrancarle el corazón de una vez por todas. Llevaba años buscándolo, y él a mí. Lo único que encontraba de él eran mínimos rastros. Ese imbécil sabía esconderse.Era el líder de la mejor organización de cazadores: La Orden Plateada.—Sí, señor —acató el joven, marchándose.—Disculpe, alfa... ¿L
Laia.Un año había pasado y seguía teniendo sueños con la diosa, en donde me repetía lo mismo. Aunque no eran muy frecuentes.Me había vuelto mucho más fuerte, dominando mi sentido de la audición, el olfato y mi fuerza. Lo único que no logré descifrar en el proceso, fue aquél poder que se desató cuando acabé con la vida de un cazador.—Laia, hoy habrá reunión en la hoguera —comentó Charles, pasando por mi lado.Yo iba cargando una cesta con manzanas sobre mi hombro sin ningún problema.—Recibido —acaté—. ¿De qué se hablará?—En vista de que todos han estado entrenando duro, haremos una pequeña celebración con lo que hemos podido conseguir. Para eso las manzanas —indicó, aguantándose de su bastón.—A Zoé le encantará —respondí, con una sonrisa.Seguí con mi camino y dejé la cesta en donde me lo habían pedido. Me di cuenta que habían varias mujeres de la manada preparando la comida.Ya casi atardecía, así que fui a la cabaña para ponerme una ropa adecuada.Suspiré.¿Cómo le estaría yend
Laia.¿Iba a morir? ¿Era ese mi final?Porque empecé a escuchar un pitido en mis oídos que me hizo ignorar todo a mi alrededor. Ver que la mano de Charles caía como lo había hecho la de mi padre... Me rompió el corazón otra vez.Sus ojos se cerraron y dejó escapar su último aliento, dejándome igual de devastada porque lo consideraba un segundo padre para mí, a pesar de que solo nos habíamos conocido un año.¿Por qué me quitaban todo lo que quería? ¿Por qué?¡Me la iban a pagar todos!Apreté mi pecho, sintiendo uno, dos, tres latidos, feroces y llenos de una ira descomunal que se estaba cargando como una batería.—¿No vas a defenderte? —cuestionó el hombre.Me giré en su dirección. Pude analizarlo en cuestión de segundos y el miedo no era parte de su expresión. No sabía cuáles eran los rangos de los cazadores, pero estaba claro que ese no era un simple novato.¿Por qué sentí una pizca de fuerza sobrenatural dentro de él?Era imposible.—Me la vas a pagar... —mascullé, subiendo mis mang
Caleb.—¿Estás seguro de ir por ella? Si son los Cuervos Rojos, no sabemos de qué son capaces —cuestionó Xavier, caminando de un lado a otro—. Todavía no puedo creer lo que le hicieron a Claire.Estábamos en la entrada de la mansión ShadowMoon y yo estaba dispuesto a ir por Laia después de la amenaza que me escribieron.Haber mandado la cabeza de Claire, fue algo que jamás pensé que los cazadores serían capaces de hacer. Se suponía que ellos buscaban proteger el mundo a su manera, en donde nos consideraban enemigos, pero ellos no tendrían tanta maldad en su corazón.Esos Cuervos Rojos eran superiores, tenía que descubrir qué ocultaban o por qué de repente apareció esa organización.—¿Vas a cuestionarme, Xavier? —inquirí, alzando una ceja.—No, alfa —Se inclinó.—Solo iremos nosotros dos. No envíes ni a un solo ejecutor, mucho menos algún explorador que nos cubra el culo —ordené, saliendo de la mansión junto a él—. Terminaremos perdiéndolos. Es mejor ir con cuidado y evitar pelear si n