Caleb.*Un año después*No había visto a Laia desde hace más de un año. Sabía que estaba viva porque de alguna manera sentía el latido de su corazón resonar en mis oídos cada vez que pensaba en ella.Ninguna otra loba me volvió a satisfacer como lo hacía Claire, aunque la terminé exiliando porque me aturdía cada vez que hablaba.—Alfa Caleb, hemos tenido un ligero contacto con Orión en el sur, pero se retiró al instante —informó uno de mis exploradores.—Sigan su rastro. Tarde o temprano tendré que enfrentarme a él otra vez —ordené, dejando el plato vacío a un lado.Había terminado de comer y estaba dispuesto a ir a mi habitación para dormir.Orión era otro dolor de cabeza. Quería encontrarlo y arrancarle el corazón de una vez por todas. Llevaba años buscándolo, y él a mí. Lo único que encontraba de él eran mínimos rastros. Ese imbécil sabía esconderse.Era el líder de la mejor organización de cazadores: La Orden Plateada.—Sí, señor —acató el joven, marchándose.—Disculpe, alfa... ¿L
Laia.Un año había pasado y seguía teniendo sueños con la diosa, en donde me repetía lo mismo. Aunque no eran muy frecuentes.Me había vuelto mucho más fuerte, dominando mi sentido de la audición, el olfato y mi fuerza. Lo único que no logré descifrar en el proceso, fue aquél poder que se desató cuando acabé con la vida de un cazador.—Laia, hoy habrá reunión en la hoguera —comentó Charles, pasando por mi lado.Yo iba cargando una cesta con manzanas sobre mi hombro sin ningún problema.—Recibido —acaté—. ¿De qué se hablará?—En vista de que todos han estado entrenando duro, haremos una pequeña celebración con lo que hemos podido conseguir. Para eso las manzanas —indicó, aguantándose de su bastón.—A Zoé le encantará —respondí, con una sonrisa.Seguí con mi camino y dejé la cesta en donde me lo habían pedido. Me di cuenta que habían varias mujeres de la manada preparando la comida.Ya casi atardecía, así que fui a la cabaña para ponerme una ropa adecuada.Suspiré.¿Cómo le estaría yend
Laia.¿Iba a morir? ¿Era ese mi final?Porque empecé a escuchar un pitido en mis oídos que me hizo ignorar todo a mi alrededor. Ver que la mano de Charles caía como lo había hecho la de mi padre... Me rompió el corazón otra vez.Sus ojos se cerraron y dejó escapar su último aliento, dejándome igual de devastada porque lo consideraba un segundo padre para mí, a pesar de que solo nos habíamos conocido un año.¿Por qué me quitaban todo lo que quería? ¿Por qué?¡Me la iban a pagar todos!Apreté mi pecho, sintiendo uno, dos, tres latidos, feroces y llenos de una ira descomunal que se estaba cargando como una batería.—¿No vas a defenderte? —cuestionó el hombre.Me giré en su dirección. Pude analizarlo en cuestión de segundos y el miedo no era parte de su expresión. No sabía cuáles eran los rangos de los cazadores, pero estaba claro que ese no era un simple novato.¿Por qué sentí una pizca de fuerza sobrenatural dentro de él?Era imposible.—Me la vas a pagar... —mascullé, subiendo mis mang
Caleb.—¿Estás seguro de ir por ella? Si son los Cuervos Rojos, no sabemos de qué son capaces —cuestionó Xavier, caminando de un lado a otro—. Todavía no puedo creer lo que le hicieron a Claire.Estábamos en la entrada de la mansión ShadowMoon y yo estaba dispuesto a ir por Laia después de la amenaza que me escribieron.Haber mandado la cabeza de Claire, fue algo que jamás pensé que los cazadores serían capaces de hacer. Se suponía que ellos buscaban proteger el mundo a su manera, en donde nos consideraban enemigos, pero ellos no tendrían tanta maldad en su corazón.Esos Cuervos Rojos eran superiores, tenía que descubrir qué ocultaban o por qué de repente apareció esa organización.—¿Vas a cuestionarme, Xavier? —inquirí, alzando una ceja.—No, alfa —Se inclinó.—Solo iremos nosotros dos. No envíes ni a un solo ejecutor, mucho menos algún explorador que nos cubra el culo —ordené, saliendo de la mansión junto a él—. Terminaremos perdiéndolos. Es mejor ir con cuidado y evitar pelear si n
Laia.Desperté somnolienta y con el cuerpo entumecido. Por un momento creí que no podía moverme, pero con lentitud logré mover mis dedos.Exploré mi alrededor con mis ojos, sintiendo un agite en mi pecho cuando recordé todo lo que sucedió. ¿Cómo fue que llegué a una habitación lujosa?Me di cuenta que no estaba sola. Una mujer desconocida me acompañaba, colocando un trapo húmedo sobre mi frente.—¿Dónde estoy? —cuestioné, al ver que ella actuaba con tranquilidad.—No te asustes. Soy una sanadora —respondió, con la voz más suave que había escuchado—. Estás en la mansión ShadowMoon.Abrí mis ojos al escuchar eso.No podía creer que estaba de vuelta en el lugar del que una vez me fui. Significaba que Caleb me había ayudado, pero yo recordé de inmediato que Zoé estaba conmigo.Me exalté y seguí buscando en esa enorme habitación un mínimo rastro de ella.—¡¿Dónde está Zoé?! —exclamé, con el corazón a mil.No quería perder a la única especie de familia que me quedaba. Ya estaba harta de per
Laia.Habían pasado varios días y no estaba orgullosa de ser parte de los ShadowMoon durante ese período de tiempo.Estaba de camino a la oficina de Caleb porque teníamos que hablar de lo que había ocurrido, aunque trataría de omitir lo de la profecía. Era mejor que él no se entrometiera.Cuando fui a cruzar una esquina, choqué de lleno con un duro pecho que me hizo sobarme la nariz. Alcé el mentón y lo que vi me dejó sin voz.Mi boca quedó ligeramente abierta. Era un hombre de cabello naranja y lacio, le llegaba por las orejas. Sus verdosos ojos brillaban al verme, o solo era mi imaginación... Quedé tan hipnotizada por su sonrisa que me preguntaba cómo es que no lo vi antes.—Discúlpame, Laia —Se inclinó un poco, haciendo que un mechón de su pelo cubriera su ojo.—¿S-sabes mi nombre? —titubeé.Estaba muy nerviosa y no tenía idea del por qué. Ese hombre me había dejado con la boca abierta por tanta belleza. Sentí una chispa en mi corazón, pero no al grado de la conexión con Caleb...T
Caleb.Estábamos más que listos para partir a la ciudad y camuflarnos entre los humanos para evitar sospechas de nuestra verdadera identidad.Elegí a mi mejor ejecutor para que nos acompañara. Se trataba de un hombre con el que solía luchar y congeniábamos muy bien en el campo de batalla.—Aquí estoy, alfa —habló Leo, en cuanto llegó a la salida de la mansión.Ya habíamos preparado todo. Nos iríamos en un auto que tenía guardado, solo lo usábamos en ocasiones como esa. Me encargué de pedir dos habitaciones en un hotel muy cerca del restaurante para no tener inconvenientes por si nuestra estadía era larga.No sabía muy bien qué bruja nos ayudaría sin pedir algo grande a cambio. Algunas eran más pícaras y arpías que otras. Siempre buscaban salirse con la suya.—¿Todo listo? Nos iremos ya mismo —pregunté, viendo el reloj de mi celular—. Xavier, te dejo a cargo.El beta asintió e hizo una leve reverencia en respuesta. Pude ver que Zoé estaba a punto de llorar cuando abrazó a Laia, sin que
Laia.Leo estaba frente a mí en la mesa. Fingíamos ser clientes importantes, de esos con los que cualquiera querría hacer negocios.Por suerte, nuestras vestimentas apoyaban en esa idea. Ese hombre me tenía sintiendo unas extrañas mariposas y no sabía si era un simple capricho fugaz, o se trataba de algo mayor.—¿Crees que Caleb se enoje conmigo? —cuestionó, casi en un murmuro.—Leo —reproché, susurrando—. Recuerda que aquí debemos llamarlo Elías.Tanto el nombre de Caleb como el mío, eran conocidos por los Cuervos Rojos y quién sabe qué más. Por lo que decidí cambiarme el nombre en la ciudad, justo como me recomendó Caleb antes de irnos.—Lo siento, se me había olvidado —Se rascó la nuca con nervios—. Suelo ser un poco despistado.—No sabía que eras un ejecutor... —comenté—. Imaginé que serías un explorador.—¿Así de débil me ves? —inquirió, alzando una ceja con diversión.Reí.Por un momento sentí la mirada clavada de alguien que ya conocía. Me giré en esa dirección y noté que Caleb