Alanna.El día de la boda había llegado, y mi corazón latía con una mezcla de nervios y emoción. Mientras me preparaba, podía escuchar el murmullo de los invitados y el suave susurro del viento entre los árboles.El vestido blanco que llevaba puesto se sentía como una segunda piel.—¿Estás lista, mi niña? —preguntó mi padre, esperándome en la puerta de la cabaña.—¿Alguna vez te viste llevándome al altar? —reí, agarrando su brazo.—Pues, digamos que sí. Sabía que este momento algún día llegaría.—Ay, papá. Muchas gracias por estar siempre presente.—Para eso soy tu padre. Y me tendrás más presente una vez que nazcan los niños, porque su abuelo se encargará de darles diversión —comentó, con orgullo.—Estaré encantada de verlo, papá.—¡Pareces una princesa! —chilló Sofía, ella entró a la cabaña acompañada de Marta y Bryan.Ambas chicas estaban vestidas iguales, ya que eran mis damas de honor ese día. Ayudaron bastante en cuanto a la decoración del lugar.—De verdad eres toda una princes
*Un tiempo después*—¡Dorian! El niño se está babeando, ¿puedes limpiarlo? Son los protagonistas de la fiesta —pidió Alanna, pasando un pañal de tela por su boca.Su esposo estaba cargando a uno de los niños, y ella al otro. Ambos habían llegado a la mansión porque Caleb había decidido hacerle una fiesta de cumpleaños a sus dos nietos: Dylan y Lucas.—Oh, el pequeño Dylan siempre se ensucia con todo —resopló el hombre, agotado.Tenía muchas ojeras porque él era el que se despertaba en la madrugada a atender a los pequeños para que Alanna pudiera descansar, ya que en el día ella tenía que cuidarlos la mayor parte del tiempo.—¡Alanna! —La voz de Marta se coló en sus oídos.Ella ya había cumplido sus dieciocho y conseguido su transformación, pero su mate aún no aparecía. Corrió para saludar a los pequeños y a su amiga.—¿Cómo has estado? ¿Y tus padres? —le preguntó Alanna.—Están ayudando a Caleb con los últimos detalles, pero ya varios invitados están en la sala.—¿Y qué tal está Sofía?
Laia.Siempre pensé que yo había nacido como una simple humana, sin ningún tipo de poder en mi interior. Era parte de una manada de hombres y mujeres lobos, pero mi madre era una humana completa.Mi padre creyó, y me hizo creer que existía la posibilidad de que mi loba interior nunca saliera a la luz y yo así me mentalicé para no ilusionarme. Por desgracia, mamá había muerto cuando yo nací, así que no la conocí.A mis veintidós años, bajo el cielo nocturno y la brillante luna llena, se manifestó.—¿Q-qué me sucede? —balbuceé, sintiendo hormigueos en mi cuerpo.—No puede estar pasando —soltó mi padre, con intriga en sus ojos.Era muy normal que la transformación se presentara entre los diesiséis a los dieciocho años, no después.Ese día estaban haciendo el típico procedimiento para los jóvenes de la manada, el cual salió con éxito. Pero no se esperaban que yo también estuviera incluida en el proceso.Sentí un poderoso tirón en mi interior, como si algo quisiera salir de mi cuerpo, o mo
Laia.No imaginé que los ShadowMoon vivieran en una jodida mansión. Habían paredes brillando y puertas de oro, por no decir que el ambiente dentro del lugar era bastante movido.Las personas iban de un lado a otro, tanto en su forma de humanos como la de lobos. Yo seguí al alfa, porque técnicamente era el único en el que podía confiar si el resto eran puros desconocidos.Caleb también lo era, pero estábamos unidos por el vínculo de la diosa, y eso lo volvía una persona confiable para mí. Mi corazón me decía que él no me haría daño.—Te llevaré a tu habitación —habló, separándose de los otros.—¿Estaremos separados? —cuestioné, extrañada.No lo veía mal, pero por lo menos deberíamos conocernos un poquito más.—Sí.Vaya hombre más seco.Lo detallé de reojo y a pesar de que su actitud me desagradaba un poco, su belleza me tenía hipnotizada. Esa nariz respingada se veía perfecta de perfil. Noté que sus pestañas eran mucho más largas que las mías, envidiables.—¿Qué tanto miras? —inquirió,
*Seis meses después*Laia.Me encontraba sentada en el patio de la mansión. Había una especie de montaña a lo lejos, en donde exploradores solían descartar peligros.Seis meses habían pasado desde que Caleb me llevó a su mansión. Solo me mantuvo encerrada los primeros días, pero ya después me dio más libertad.Mi loba interior no había sido conocida como quería. Todavía me costaba transformarme y no podía controlarlo. Por más que le rogué a Caleb que me ayudara, nunca quiso hacerlo.El hombre que pensé que se convertiría en el amor de mi vida, me terminó desilusionando poco a poco. Nunca tuvimos intimidad, ni siquiera me había dado un mísero beso que me calmara la ansiedad de poder tener su amor.—Laia, ¿qué haces por aquí? —cuestionó una exploradora que acababa de llegar.Ya la conocía, y a veces notaba que se quedaba viendo a Caleb con los mismos ojos que yo...Deseosos, ansiosos por tener un poco de contacto con esa bestia.—Claire... Solo quise tomar el aire, ¿cómo les fue? —pregu
Laia.—¿Vas a dejar a la manada? —cuestionó, ofendido.—Como si yo hiciera mucho aquí —bufé, en tono burlón—. ¡No me dejas hacer nada como una loba! ¿De qué sirve que lo sea? Si me voy, tendré más oportunidades de descubrir mi poder —añadí, palpando mi pecho.Era la verdad.Caleb me estaba poniendo un par de cadenas desde que llegué ahí. Me limitaba tantas cosas que dudaba en que fuera por protección.Tal vez era su impulsividad de tenerlo todo. Querer apropiarse de una persona para él seguro resultaba normal.—¿En serio vas a abandonar la vida que te estoy dando? —inquirió, sin poder entenderlo—. ¡Vives con tantos lujos que ni en toda tu vida hubieras obtenido sola!—¡¿Crees que me importan los lujos?! —exclamé, con el ceño fruncido—. Por la diosa, Caleb, se nota que no me conoces en nada.—Laia, no puedes irte así —habló, más calmado—. Afuera es muy peligroso, no conoces las amenazas que pueden existir.Trató de colocar su mano en mi hombro, pero se la quité de inmediato. No iba a d
Laia.Mi padre había muerto en mis brazos y yo no pude hacer nada para evitarlo. Me sentía inútil, débil, la peor hija, por más que él pensara lo contrario.El hecho de no poder controlar mi poder, ya me volvía un blanco fácil para cualquiera. Toda la manada Eclipse estaba muerta. Lo que una vez fue mi hogar, se desvaneció entre la penumbra de la noche.Esa noche juré tomar venganza cuando pudiera.Me fui de ahí, sin saber a dónde ir porque no conocía ningún otro lugar, y tampoco planeaba regresar con Caleb después de lo que pasó.Emprendí rumbo a lo desconocido. Iba a ciegas, pero era algo que no me importaba, ya no tenía nada en el mundo.—Padre... —balbuceé.Terminé sentándome debajo de un árbol con forma de banca. Me dejé caer y hundí mi cara entre mis rodillas, lamentando no tener la suficiente fuerza.¿Cómo iba a defenderme estando sola?Ni siquiera sabía cuáles eran mis habilidades, más allá de escuchar los sonidos a larga distancia.Una pesadez me invadió, como si mi cuerpo se
Caleb.—¿No te gusta lo que te hago? —cuestionó Claire.Me estaba tocando un poco en mi zona más íntima, pero la misma no le quería responder como ella esperaba.Me levanté de la cama, dispuesto a ponerme la ropa después de que nuestro encuentro no diera los frutos que deseaba.Habían semanas desde que Laia dejó la manada, y muchos estuvieron impactados, pero no dudaron de mi decisión, ni de la suya.—Vístete —ordené.—Pero ni siquiera hemos terminado —se quejó, cubriendo su torso desnudo.—Tengo cosas que hacer.—Es por ella, ¿verdad? ¿Acaso se te ablandó el corazón? Porque te recuerdo que tú fuiste el que me buscó ese día —masculló, señalándose a sí misma.Claire y yo teníamos una relación casual. Nos dábamos el placer que necesitábamos, sin tener que llegar a una relación seria. Yo no podía comprometerme con nadie, ni con mi propia luna.Me juré que jamás lo haría, porque no iba a pasar por lo mismo otra vez.—No pidas explicaciones a esta relación fantasma, Claire. Sabes bien lo q