Caleb.
—¿No te gusta lo que te hago? —cuestionó Claire.
Me estaba tocando un poco en mi zona más íntima, pero la misma no le quería responder como ella esperaba.
Me levanté de la cama, dispuesto a ponerme la ropa después de que nuestro encuentro no diera los frutos que deseaba.
Habían semanas desde que Laia dejó la manada, y muchos estuvieron impactados, pero no dudaron de mi decisión, ni de la suya.
—Vístete —ordené.
—Pero ni siquiera hemos terminado —se quejó, cubriendo su torso desnudo.
—Tengo cosas que hacer.
—Es por ella, ¿verdad? ¿Acaso se te ablandó el corazón? Porque te recuerdo que tú fuiste el que me buscó ese día —masculló, señalándose a sí misma.
Claire y yo teníamos una relación casual. Nos dábamos el placer que necesitábamos, sin tener que llegar a una relación seria. Yo no podía comprometerme con nadie, ni con mi propia luna.
Me juré que jamás lo haría, porque no iba a pasar por lo mismo otra vez.
—No pidas explicaciones a esta relación fantasma, Claire. Sabes bien lo que acordamos —le expliqué, abrochando mi pantalón.
Ella era una mujer hermosa, la más sexy de la manada. Tenía unos grandes atributos en su pecho, unos poros en perfecto estado y por no omitir su culo.
Pero, desde que Laia se fue, me dejó un sabor agrio en la boca. Esa fue la primera vez que mi miembro no respondió ante el contacto de Claire, por lo que me sentí frustrado al no controlarlo.
—¿Por qué no dejas de actuar como si no te importara? —inquirió, ya de pie cerca de mí—. Yo... Yo he empezado a sentir cosas por ti, Caleb.
No quería oír eso.
Me daba igual si terminaba lastimándola, desde un principio le dejé en claro la relación que tendríamos.
Yo era un hombre que pensaba que su luna nunca llegaría, por lo que busqué el placer en otras lobas.
La verdad, es que Laia no me causaba nada. En los seis meses que estuvimos juntos, no me atreví a tocarla. Si lo hacía, terminaría ahogado en un abismo del que nunca podría salir.
—No me importas de esa forma, Claire, lo sabes bien —resoplé, mirando la puerta.
—Ni siquiera consideras intentarlo —espetó—. Sé que encontraste a tu luna, pero no te importó que se fuera. ¿No significa que sientes algo por mí?
—No te hagas ilusiones —solté, en un tono frío—. Jamás sentiré algo por ti. Ni por ti, ni por nadie. ¿No entiendes que no soy capaz de amar?
Me giré en su dirección para verla a los ojos. Su expresión era única, esa misma humillación que seguro sintió Laia cuando se fue. Ambas quedaron devastadas por mí, y eso era lo que consideraba mejor.
No podía arriesgarme.
—¿Por qué te niegas tanto, Caleb? Terminarás solo por el resto de tu vida —proclamó.
Sus cejas estaban hundidas. Me concentré para leer sus más profundos pensamientos hacia mí, sus propias emociones.
Pensé que esa mujer comprendería la situación, pero al leerla, me di cuenta de que al final terminó desarrollando sentimientos por mí.
Se hizo amiga de mi luna para su propio beneficio, pude desenterrar en el lugar más profundo de su mente, en donde me decía un "te amo" que me obligó a apartar la mirada para no leer más.
—¿Me leíste? —cuestionó, con la voz quebrada—. Porque esa es la verdad, Caleb.
—No digas más y vete —ordené, señalando la puerta—. Estaremos bien si nos alejamos un tiempo. Ya encontraré a otra loba que me dé el placer que necesito.
—¡¿Por qué no abres tu corazón?! ¡No sabes lo bien que puede ser estar enamorado! —exclamó, presionando su pecho.
No...
¿Qué iba a saber ella de amor?
Estaba siendo destruida con mis palabras y todavía se atrevía a decir semejante locura. Era increíble.
—Amar te vuelve débil, Claire. ¿O es que no te has visto? —inquirí—. Olvida esos sentimientos.
—Caleb, sé que debiste de pasarla muy mal con Kate, pero... —No la dejé terminar.
Mi mano se fue automáticamente a su cuello y la pegué de la pared. Ella se lo tomó con sorpresa y un horror indescriptible en sus ojos.
Apreté su cuello con la fuerza suficiente para hacer que rogara por obtener de nuevo el aire. La saliva empezaba a salir de su boca, y sus uñas me rasguñaban las muñecas, pero no le di importancia.
—No te atrevas a mencionar ese nombre otra vez —aclaré, penetrándola con la mirada.
Tenía que ponerla en su lugar. Yo era el alfa y merecía respeto. La confianza que le di la hizo creerse superior a mí.
La solté, cuando trató de asentir.
—Vete.
Empezó a toser, pero no me contradijo y salió corriendo de la habitación, llena de lágrimas. Metí ambas manos en mis bolsillos. Estaba furioso, tanto como para golpear la pared y romperle un pedazo.
Estaba decidido en exiliar a Claire de la manada.
(...)
Escuché un sonido ensordecedor de un arma siendo disparada en las profundidades del bosque. Estuve explorando los alrededores por mi cuenta luego de que los exploradores me alertaran sobre posibles cazadores.
Teníamos una enemistad infinita. Ellos no escuchaban, y nosotros no íbamos a permitir que nos mataran.
Mi forma de lobo me permitía ocultarme en la oscuridad de la noche, saltando por los árboles y quedando enganchados a ellos gracias a mis largas garras.
—¡Déjenme ir, por favor, yo no soy ningún hombre lobo! —exclamó un extraño.
Estaba rajado en distintas zonas de su cuerpo. Suplicaba por su vida, estando frente a dos cazadores de la organización que tanto deseaba aniquilar.
Estaba claro que ese humano decía la verdad. No tenía ni una pizca de poder corriendo por sus venas.
—Cállate y dinos dónde se encuentra Caleb, seguro sabrás su paradero —ordenó un cazador, apuntándolo con una pistola.
—¡Se los juro, yo no sé nada! ¡Déjenme ir! —rogó, cubriendo su cuerpo con sus manos.
Pude oler el miedo abrasador de ese hombre. Miedo a la muerte, la cual fue inminente. Justo cuando iba a salir para atacar, un disparo me detuvo.
Le habían dado justo en la cabeza, sin posibilidad de sobrevivir. Decidí salir de mi escondite y a la velocidad de la luz, me llevé arrastrado a uno de los cazadores a la oscuridad que me proporcionaban los altos arbustos.
—¡Ah! —chilló, pero no me importó.
Lo arrastré, logrando que él clavara sus uñas en la tierra para tratar de detenerme. Pero era más que obvio que mi fuerza era superior.
¿A quién se le ocurriría mandar a dos novatos a buscarme?
Solo a él.
Mínimo deberían rodearme entre más de cien hombres para poder atraparme, y estaba seguro de que saldría ganando de todas formas.
Mi poder era inalcanzable. Yo era considerado uno de los alfas más fuertes, por lo que nadie se atrevía a enfrentarse a mí.
¿Cuándo entenderían los cazadores eso? No tenían oportunidad de ganarme, ni en un millón de años.
—¡Pablo! ¡¿Dónde estás?! —exclamó el otro, preocupado por el hombre que arrastré.
Me detuve y cuando estuvo a punto de responder, le rajé el cuello con una de mis garras. No iba a permitir que uno de ellos sobreviviera si quería conseguir pistas sobre su jefe.
La Orden Plateada, una de las mejores organizaciones, para ser sincero. Esos cazadores llevaban años buscándome, pero lo que no sabían era que yo también los estaba buscando a ellos.
Cada encuentro con sus miembros me daba más pistas. Salí de mi escondite y de inmediato me transformé en humano, sorprendiendo al que quedaba.
Se cayó de culo.
—Hola, ¿me buscabas? —solté, saludando con mi mano—. Me gustaría hablar con tu jefe.
El hombre empezó a temblar del miedo que le causó solo ver mis ojos. Caminé a pasos lentos, sin ninguna emoción en mi rostro.
Aborrecía a los cazadores.
—¡¿Q-quién eres?! —titubeó, apuntando su arma hacia mí.
—Vas a fallar todas las balas, ni lo intentes —defendí.
No me escuchó y disparó, pero falló justo como predije. Tenerlo cagado significaba poder, porque estaría tan nervioso que fallaría todo.
—¡¿Qué hiciste con Pablo?! —chilló, lleno de mocos.
—Lo maté.
—¡Eres un hijo de...! —Lo callé con mi mano.
Fui tan rápido que ni se dio cuenta de que llegué a su espalda. Su corazón latía con una velocidad impresionante. Pensé que le daría un infarto.
—Escucha con atención —ordené, en voz baja—. Te dejaré vivir, pero le mandarás saludos a tu jefe de mi parte. Quiero que le digas a Orión que no tenga miedo de venir a buscarme, porque estoy esperándolo —añadí.
Un olor peculiar llegó a mi nariz. Arrugué la misma cuando noté que el hombre se había orinado los pantalones, quedé asqueado al darme cuenta.
—Que asqueroso eres —dije, alejándome—. Ya sabes, no olvides darle mi mensaje a tu jefe.
Él asintió un montón de veces, para luego salir corriendo de ahí. Sonreí con malicia, ya que ningún humano podía conmigo. Ni el mejor cazador...
Lástima que no podía leer sus mentes, sino ya hubiera sabido su paradero desde hace mucho...
Me fui de ahí, pero me detuvo haber sentido el olor de Laia cerca... Una extraña punzada invadió mi corazón, tanto como para obligarme a apretar mi pecho.
—Maldición... Deja de pensar en ella —me regañé.
Alejé todo sentimiento que me vinculara. Seguía siendo mi luna, pero ya no era mi problema.
¿Por qué sentía un vacío al no tenerla cerca?
Laia.Había pasado un mes en la manada DarkMoon, y no esperé que me recibieran con tanta amabilidad. Como no había jerarquía, todos se sentían iguales de poder, sin ser superiores a nadie.El señor Charles fue el que me rescató y me dio una oportunidad ahí. Se trataba de un hombre bastante mayor, que había estado en muchas manadas antes, hasta que decidió forjar la suya.—¡Buen día, Laia! —exclamó una pequeña.Bueno, era una chica de quince años que ya había logrado transformarse. Todos pensábamos que sería una prodigio por haberlo conseguido a una temprana edad.Además, ambas compartíamos la misma cabaña, muy poco espaciosas eran, pero no me quejaba. Por lo menos tenía cama.—Hey, Zoé, ¿qué tal estás? —pregunté.—Muy bien, pero el señor Charles quiere verte —resopló, con ambas manos detrás de su nuca.La joven tenía el cabello negro como el carbón y largo. Sus ojos eran diminutos y a penas se notaba el color marrón en estos. Todavía seguía teniendo un cuerpo de niña, pero era entendi
Laia.Entré junto al señor Charles a su cabaña. La misma en donde me había salvado la vez que me desmayé. Se sentó en medio del lugar, invitándome a tomar asiento frente a él.Dejó su bastón a un lado.—¿Qué te dijo en tu sueño? —preguntó, directo al grano.—Eh... Bueno, que el equilibrio natural estaba en peligro —respondí, nerviosa.—Laia, debes saber que soñar con la diosa es mucho más importante de lo que imaginas —explicó, juntando sus manos—. Significa que quiere darnos un mensaje importante.—Pero no pude escuchar más, así como apareció, se desvaneció con esa simple frase —solté, sintiéndome frustrada por no poder recordar más.—Es difícil lograr recibir sus mensajes, pero si ella te eligió a ti para transmitirlos, debes estar pendiente porque no va a rendirse —demandó, con unos ojos serios.—¿Dice que volveré a soñar con ella? —cuestioné—. Es imposible. Eso fue hace un mes.—Puede llevar el tiempo que sea necesario, Laia. Un mes, o un año —aclaró, con la voz profunda—. Lo impo
Laia.***—Ayúdame, por favor...De nuevo esa angelical voz me llamaba. Yo estaba de pie en lo más alto de una montaña. La luna resplandecía como nunca y por más que volteara a mi alrededor, no conseguía a nadie.—¿Eres la diosa? ¡Dime qué necesitas! —exclamé, buscando respuestas.De pronto, todo se tornó silencioso y el suelo bajo mis pies se quebró. No me caí, más bien aparecí en otro escenario, frente al Roble de la Diosa, ese que Charles ya me había mostrado.Poco a poco, un remolino de mariposas se formó bajo el árbol, dejándome intrigada al ver que se formaba una figura humana. La misma mujer que vi en mi primer sueño.Si estaba soñando, tenía que aprovechar de resolver mis dudas.—Laia... Pronto empezará el caos en el mundo —expresó, su cabello se movía con el viento—. Debes detenerlo.—¿Detener qué? ¿Cómo? —pregunté.—No tengo mucho tiempo. Te guiaré como pueda, Laia... Pero todo depende de ti —confesó, y empezaba a desvanecerse.—¡Espera! —Estiré mi mano hacia ella, buscando
Caleb.*Un año después*No había visto a Laia desde hace más de un año. Sabía que estaba viva porque de alguna manera sentía el latido de su corazón resonar en mis oídos cada vez que pensaba en ella.Ninguna otra loba me volvió a satisfacer como lo hacía Claire, aunque la terminé exiliando porque me aturdía cada vez que hablaba.—Alfa Caleb, hemos tenido un ligero contacto con Orión en el sur, pero se retiró al instante —informó uno de mis exploradores.—Sigan su rastro. Tarde o temprano tendré que enfrentarme a él otra vez —ordené, dejando el plato vacío a un lado.Había terminado de comer y estaba dispuesto a ir a mi habitación para dormir.Orión era otro dolor de cabeza. Quería encontrarlo y arrancarle el corazón de una vez por todas. Llevaba años buscándolo, y él a mí. Lo único que encontraba de él eran mínimos rastros. Ese imbécil sabía esconderse.Era el líder de la mejor organización de cazadores: La Orden Plateada.—Sí, señor —acató el joven, marchándose.—Disculpe, alfa... ¿L
Laia.Un año había pasado y seguía teniendo sueños con la diosa, en donde me repetía lo mismo. Aunque no eran muy frecuentes.Me había vuelto mucho más fuerte, dominando mi sentido de la audición, el olfato y mi fuerza. Lo único que no logré descifrar en el proceso, fue aquél poder que se desató cuando acabé con la vida de un cazador.—Laia, hoy habrá reunión en la hoguera —comentó Charles, pasando por mi lado.Yo iba cargando una cesta con manzanas sobre mi hombro sin ningún problema.—Recibido —acaté—. ¿De qué se hablará?—En vista de que todos han estado entrenando duro, haremos una pequeña celebración con lo que hemos podido conseguir. Para eso las manzanas —indicó, aguantándose de su bastón.—A Zoé le encantará —respondí, con una sonrisa.Seguí con mi camino y dejé la cesta en donde me lo habían pedido. Me di cuenta que habían varias mujeres de la manada preparando la comida.Ya casi atardecía, así que fui a la cabaña para ponerme una ropa adecuada.Suspiré.¿Cómo le estaría yend
Laia.¿Iba a morir? ¿Era ese mi final?Porque empecé a escuchar un pitido en mis oídos que me hizo ignorar todo a mi alrededor. Ver que la mano de Charles caía como lo había hecho la de mi padre... Me rompió el corazón otra vez.Sus ojos se cerraron y dejó escapar su último aliento, dejándome igual de devastada porque lo consideraba un segundo padre para mí, a pesar de que solo nos habíamos conocido un año.¿Por qué me quitaban todo lo que quería? ¿Por qué?¡Me la iban a pagar todos!Apreté mi pecho, sintiendo uno, dos, tres latidos, feroces y llenos de una ira descomunal que se estaba cargando como una batería.—¿No vas a defenderte? —cuestionó el hombre.Me giré en su dirección. Pude analizarlo en cuestión de segundos y el miedo no era parte de su expresión. No sabía cuáles eran los rangos de los cazadores, pero estaba claro que ese no era un simple novato.¿Por qué sentí una pizca de fuerza sobrenatural dentro de él?Era imposible.—Me la vas a pagar... —mascullé, subiendo mis mang
Caleb.—¿Estás seguro de ir por ella? Si son los Cuervos Rojos, no sabemos de qué son capaces —cuestionó Xavier, caminando de un lado a otro—. Todavía no puedo creer lo que le hicieron a Claire.Estábamos en la entrada de la mansión ShadowMoon y yo estaba dispuesto a ir por Laia después de la amenaza que me escribieron.Haber mandado la cabeza de Claire, fue algo que jamás pensé que los cazadores serían capaces de hacer. Se suponía que ellos buscaban proteger el mundo a su manera, en donde nos consideraban enemigos, pero ellos no tendrían tanta maldad en su corazón.Esos Cuervos Rojos eran superiores, tenía que descubrir qué ocultaban o por qué de repente apareció esa organización.—¿Vas a cuestionarme, Xavier? —inquirí, alzando una ceja.—No, alfa —Se inclinó.—Solo iremos nosotros dos. No envíes ni a un solo ejecutor, mucho menos algún explorador que nos cubra el culo —ordené, saliendo de la mansión junto a él—. Terminaremos perdiéndolos. Es mejor ir con cuidado y evitar pelear si n
Laia.Desperté somnolienta y con el cuerpo entumecido. Por un momento creí que no podía moverme, pero con lentitud logré mover mis dedos.Exploré mi alrededor con mis ojos, sintiendo un agite en mi pecho cuando recordé todo lo que sucedió. ¿Cómo fue que llegué a una habitación lujosa?Me di cuenta que no estaba sola. Una mujer desconocida me acompañaba, colocando un trapo húmedo sobre mi frente.—¿Dónde estoy? —cuestioné, al ver que ella actuaba con tranquilidad.—No te asustes. Soy una sanadora —respondió, con la voz más suave que había escuchado—. Estás en la mansión ShadowMoon.Abrí mis ojos al escuchar eso.No podía creer que estaba de vuelta en el lugar del que una vez me fui. Significaba que Caleb me había ayudado, pero yo recordé de inmediato que Zoé estaba conmigo.Me exalté y seguí buscando en esa enorme habitación un mínimo rastro de ella.—¡¿Dónde está Zoé?! —exclamé, con el corazón a mil.No quería perder a la única especie de familia que me quedaba. Ya estaba harta de per