Caleb.—¿Estás seguro de ir por ella? Si son los Cuervos Rojos, no sabemos de qué son capaces —cuestionó Xavier, caminando de un lado a otro—. Todavía no puedo creer lo que le hicieron a Claire.Estábamos en la entrada de la mansión ShadowMoon y yo estaba dispuesto a ir por Laia después de la amenaza que me escribieron.Haber mandado la cabeza de Claire, fue algo que jamás pensé que los cazadores serían capaces de hacer. Se suponía que ellos buscaban proteger el mundo a su manera, en donde nos consideraban enemigos, pero ellos no tendrían tanta maldad en su corazón.Esos Cuervos Rojos eran superiores, tenía que descubrir qué ocultaban o por qué de repente apareció esa organización.—¿Vas a cuestionarme, Xavier? —inquirí, alzando una ceja.—No, alfa —Se inclinó.—Solo iremos nosotros dos. No envíes ni a un solo ejecutor, mucho menos algún explorador que nos cubra el culo —ordené, saliendo de la mansión junto a él—. Terminaremos perdiéndolos. Es mejor ir con cuidado y evitar pelear si n
Laia.Desperté somnolienta y con el cuerpo entumecido. Por un momento creí que no podía moverme, pero con lentitud logré mover mis dedos.Exploré mi alrededor con mis ojos, sintiendo un agite en mi pecho cuando recordé todo lo que sucedió. ¿Cómo fue que llegué a una habitación lujosa?Me di cuenta que no estaba sola. Una mujer desconocida me acompañaba, colocando un trapo húmedo sobre mi frente.—¿Dónde estoy? —cuestioné, al ver que ella actuaba con tranquilidad.—No te asustes. Soy una sanadora —respondió, con la voz más suave que había escuchado—. Estás en la mansión ShadowMoon.Abrí mis ojos al escuchar eso.No podía creer que estaba de vuelta en el lugar del que una vez me fui. Significaba que Caleb me había ayudado, pero yo recordé de inmediato que Zoé estaba conmigo.Me exalté y seguí buscando en esa enorme habitación un mínimo rastro de ella.—¡¿Dónde está Zoé?! —exclamé, con el corazón a mil.No quería perder a la única especie de familia que me quedaba. Ya estaba harta de per
Laia.Habían pasado varios días y no estaba orgullosa de ser parte de los ShadowMoon durante ese período de tiempo.Estaba de camino a la oficina de Caleb porque teníamos que hablar de lo que había ocurrido, aunque trataría de omitir lo de la profecía. Era mejor que él no se entrometiera.Cuando fui a cruzar una esquina, choqué de lleno con un duro pecho que me hizo sobarme la nariz. Alcé el mentón y lo que vi me dejó sin voz.Mi boca quedó ligeramente abierta. Era un hombre de cabello naranja y lacio, le llegaba por las orejas. Sus verdosos ojos brillaban al verme, o solo era mi imaginación... Quedé tan hipnotizada por su sonrisa que me preguntaba cómo es que no lo vi antes.—Discúlpame, Laia —Se inclinó un poco, haciendo que un mechón de su pelo cubriera su ojo.—¿S-sabes mi nombre? —titubeé.Estaba muy nerviosa y no tenía idea del por qué. Ese hombre me había dejado con la boca abierta por tanta belleza. Sentí una chispa en mi corazón, pero no al grado de la conexión con Caleb...T
Caleb.Estábamos más que listos para partir a la ciudad y camuflarnos entre los humanos para evitar sospechas de nuestra verdadera identidad.Elegí a mi mejor ejecutor para que nos acompañara. Se trataba de un hombre con el que solía luchar y congeniábamos muy bien en el campo de batalla.—Aquí estoy, alfa —habló Leo, en cuanto llegó a la salida de la mansión.Ya habíamos preparado todo. Nos iríamos en un auto que tenía guardado, solo lo usábamos en ocasiones como esa. Me encargué de pedir dos habitaciones en un hotel muy cerca del restaurante para no tener inconvenientes por si nuestra estadía era larga.No sabía muy bien qué bruja nos ayudaría sin pedir algo grande a cambio. Algunas eran más pícaras y arpías que otras. Siempre buscaban salirse con la suya.—¿Todo listo? Nos iremos ya mismo —pregunté, viendo el reloj de mi celular—. Xavier, te dejo a cargo.El beta asintió e hizo una leve reverencia en respuesta. Pude ver que Zoé estaba a punto de llorar cuando abrazó a Laia, sin que
Laia.Leo estaba frente a mí en la mesa. Fingíamos ser clientes importantes, de esos con los que cualquiera querría hacer negocios.Por suerte, nuestras vestimentas apoyaban en esa idea. Ese hombre me tenía sintiendo unas extrañas mariposas y no sabía si era un simple capricho fugaz, o se trataba de algo mayor.—¿Crees que Caleb se enoje conmigo? —cuestionó, casi en un murmuro.—Leo —reproché, susurrando—. Recuerda que aquí debemos llamarlo Elías.Tanto el nombre de Caleb como el mío, eran conocidos por los Cuervos Rojos y quién sabe qué más. Por lo que decidí cambiarme el nombre en la ciudad, justo como me recomendó Caleb antes de irnos.—Lo siento, se me había olvidado —Se rascó la nuca con nervios—. Suelo ser un poco despistado.—No sabía que eras un ejecutor... —comenté—. Imaginé que serías un explorador.—¿Así de débil me ves? —inquirió, alzando una ceja con diversión.Reí.Por un momento sentí la mirada clavada de alguien que ya conocía. Me giré en esa dirección y noté que Caleb
Laia.Al final tuvimos que quedarnos en el hotel y Caleb no quiso alquilar otra habitación, por lo que terminé decidiendo yo.—No pensé que me haría caso —resoplé, sentada en la orilla de la cama.—¿Por qué no? Si Caleb está loco por ti —dijo Morgana, risueña.Desvié la mirada cuando la vi salir del baño sin ropa. Se había duchado, pero no pensé que no traería ni una toalla encima. Al parecer estaba orgullosa de su figura.Pechos firmes y redondos, caderas grandes, cintura de avispa y por no omitir sus glúteos. Tragué saliva al sentirme intimidada, aunque sabía que esa apariencia era falsa y la verdadera podía ser mucho más horrible.Leo y Caleb tuvieron que compartir habitación, menos mal que apareció ella o estaría en la misma que Caleb.—Caleb me hizo mucho daño —expresé, apoyando mis manos sobre el colchón—. Mi amor por él quedó en el pasado.—Ya me he dado cuenta de eso, querida —afirmó—. Pero su corazón está hecho un lío.—No me interesa si Caleb siente algo por mí, ya es muy ta
Laia.Caleb había decidido hacer una pequeña reunión para hablar sobre nuestro próximo paso. Estábamos los cuatro en una cafetería que quedaba cerca del hotel, y después de la discusión que tuve con él, no volvimos a intercambiar palabras.Yo tenía mi mentón apoyado sobre mi puño encima de la mesa. Removí el café con la mini cuchara que me dieron para echarle azúcar.—¿Por qué el ambiente tan tenso? —cuestionó Morgana, alzando una ceja—. Debo recordarles no interponer sus sentimientos mientras estemos tratando sobre un tema serio.—Cuéntanos, ¿cómo podemos encontrar a la guardiana inmortal? —preguntó Caleb, directo al grano.Sus cejas estaban inclinadas y sus brazos cruzados. No me miró ni por un mínimo segundo. Se notaba más que molesto por lo que pasó entre nosotros, pero él era el culpable.El pobre Leo jugaba con sus dedos de manera nerviosa, porque Caleb solía asesinarlo con sus ojos de forma obvia.—Pues yendo al bosque, por supuesto —aseveró la rubia, con ironía.—¿Sabes exacta
Caleb.Ya estábamos en la mansión y yo me encontraba tomando un baño... No podía dejar de pensar que dejé escapar a Orión, teniéndolo en la palma de mi mano.¿Por qué dudé?¿Por qué le hice caso a Laia?—Maldición... —murmuré, golpeando la pared.Los recuerdos empezaban a atormentar mi mente. Saber que no hice nada para salvar a Kate en el pasado, era lo que más me carcomía todos los días.Haberme encontrado con Orión solo fue una gota que se derramó, que me hizo revivir el dolor más profundo dentro de mi corazón...***—¡Caleb! ¡Por aquí! —exclamó la pequeña Kate.Mi querida y única hermana estaba corriendo hacia el bosque como solíamos hacerlo. Ella no podía transformarse, pues solo tenía trece años.Yo estaba transformado en lobo, persiguiéndola con lentitud para hacerle creer que era más rápida que yo.Después de que nuestros padres murieran, me encargué a la corta edad de dieciocho años de liderar a los ShadowMoon y juré proteger a Kate a toda costa.—Caleb, eres muy lento —se bu