Hola mis queridas diablas, aquí devuelta retomando el universo Mancini.
Les dejare algunas advertencias, si eres nueva leyendo esta saga y también para recordarles el contenido que estas historias tienen.
Tercer libro de la saga Legado de Sangre/ Historia de Antonella Mancini.
Como muchas ya saben, es una historia de mafia, es parte de una serie de libros. No recomiendo leerlos por separados o salteados, se perderían mucho de la trama, ya que están unidos.
ADVETENCIA: Este libro contiene violencia, palabras explicitas y mucho sexo. Algunas palabras pueden no gustar. incluso ofender, pero no está creado con ese propósito, todo aquí es ficción y base a mi imaginación.
Queda a su criterio, si desean continuar con la lectura, bienvenidas y disfruten de la lectura.
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(NO ES UNA HISTORIA ROSA)
Si buscas una historia con final feliz y que te deje algún aprendizaje, este no es el lugar para ti.
**Leer bajo su propio riesgo**
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Sinopsis completa:
Antonella Mancini es la hija menor del poderoso líder de la mafia italiana. Intrépida, rebelde y audaz, Antonella lleva en su sangre el peligro y la pasión que caracterizan a su padre. Sin embargo, sus padres, conscientes de los riesgos del mundo en el que viven, hacen todo lo posible por mantenerla alejada de esa oscuridad. Desde pequeña, Antonella es enviada a un estricto internado de monjas, pero su espíritu indomable siempre encuentra la manera de desobedecer y causar problemas.
La familia Mancini se enfrenta ahora a un enemigo más poderoso que nunca, una amenaza que no solo pone en peligro los cimientos de su imperio, sino también la seguridad y el corazón de Antonella. A pesar de su valentía y habilidades letales, la joven Mancini descubre que incluso ella puede tener puntos débiles. En su camino, se reencuentra con alguien que la desafía y quien pondrá en duda su deseo de formar parte de la organización familiar.
¿Logrará Antonella ser aceptada en ese mundo, o tendrá que conformarse con el destino impuesto por su linaje? La lucha por su lugar en la organización criminal más temida de Italia apenas comienza para ella.
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PRÓLOGO
Odio este lugar infernal.
Todos aquí me observan, atentos, como esperando que cometa un error para señalarme y castigarme. Pero ya estoy acostumbrada; es algo que he aprendido a soportar con el tiempo. Cuando hago destrozos, lo hago con intención. Amo el caos, eso sin duda, pero por lo regular lo hago porque detesto estar aquí. Desde que era niña, he estado atrapada en este internado, un colegio de monjas que mis padres eligieron para mí supuestamente para controlarme.
Al principio me resistí, hice todo lo posible por escapar, incluso me escapé de casa para evitar que me obligaran a volver. En aquel entonces, solo tenía ocho años cuando lo hice. Desde la primera vez que vi llorar a mi madre, supe que no podía seguir huyendo. Le prometí que no lo haría más. Pero con el tiempo, volví a mis viejas andanzas.
Quizá mis padres ahora estén decepcionados de mí, pero esto es lo que soy, y tarde o temprano tendrán que aceptarlo. No fui hecha para estar encerrada, ni para obedecer sin cuestionar. Soy una Mancini, la única hija del diablo de Italia. Eso significa mucho para mí, y quiero que el mundo entero lo sepa.
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Dos meses después.
Un zumbido fuerte me acribilla la cabeza. No sé qué ha pasado. Lo último que recuerdo es que se oyeron detonaciones muy fuertes, luego se vio fuego, y de la nada un gas floto por el aire. No tuve tiempo de nada, mis ojos se cerraron de golpe y ahora me está costando abrirlos.
Parpadeo unas cuantas veces para acostumbrarlos de nuevo, y cuando lo consigo, mi vista se encuentra con solo paredes desgastadas. El lugar es oscuro, no hay ni un rayo de luz del exterior o alguna luz artificial de una lámpara, solo oscuridad.
En eso resuena una voz profunda:
―Nos volvemos a ver, piccolo diavolo –pronuncia “pequeño diablo” en italiano.
Y mis ojos se clavan en esa profundidad. Su mirada gris es un abismo sin fondo, tan intensa que parece capaz de penetrar el alma de quien la mira, excepto la mía. Esa profundidad es inquietante, como si albergara secretos tan oscuros. En sus ojos hay una sombra de maldad palpable, una frialdad que hela la sangre de cualquiera, no conocen la piedad y eso ya lo sé, porque yo misma lo vi antes. Ese gris es una ventana a un alma corrupta, un reflejo de un espíritu marcado por la crueldad y el desdén.
Y ahora yo estoy en sus manos, nuevamente…
El presenteMi respiración agitada no es todo lo que se escucha en el salón, el eco de los susurros de mis zapatillas de punta contra el suelo de madera marcado por incontables horas de esfuerzo y dedicación, se mezcla con la música que puse en mi reproductor móvil. Me encuentro sola en este sitio, aislada de cualquier ruido del internado, alejada de mis compañeras y esas mujeres que me observan todo el tiempo como si fueran buitres al asecho. Un encierro que detesto hasta en lo más profundo de mi ser, que sea convertido en mi santuario y calvario.El gran espejo frente a mí refleja más que mi figura; muestra esa seguridad en mí, esa determinación de luchar por lo que quiero, mis frustraciones y mis miedos lo dejo todo aquí, siempre que practico. La sala está bañada por la luz tenue que se filtra a través de las grandes ventanas empañadas por la llovizna típica de un crepúsculo londinense.A pesar de estar sola, siento la presencia de todos esos ojos puestos sobre encima de mí, sus vo
La noche está perfecta para romper reglas. La luna brilla con una intensidad que parece desafiar la oscuridad, y eso me llena de energía. No puedo quedarme quieta, mucho menos irme a dormir. Llevo desde los seis años encerrada en este internado, o como yo lo llamo, prisión. Aunque mis padres me dejan salir en ciertas temporadas para visitarlos en Italia, y mi madre viene una vez a la semana a verme, nada de eso me quita las ansias de escapar y sentirme libre, como lo es hoy.Tal vez el ballet me ayude a descargar algo de esta energía, pero ahora no está funcionando. Deseo salir, volar, buscar mi verdadero lugar, que por supuesto no es aquí. Me pongo de pie como si tuviera un resorte debajo de mí y me dirijo a mi dormitorio. Al llegar, entro de modo sigiloso, para no despertar a mi mejor amiga y compañera de dormitorio, Ginna.—¿Anto, eres tú? —dice, levantando la cabeza y frotándose los ojos para aclarar la vista por el sueño, después enciende la lámpara de la mesita de lado de su cam
Entro al lugar, es frío y sombrío, cosa que me atrae mucho. Nadie aquí sospecha quién soy; siempre que vengo traigo una sudadera con capucha para cubrirme la cabeza. ¿Quién podría ponerle atención a una chica menuda como yo? Aunque no voy a negar que ha habido uno que otro borracho que ha intentado sobrepasarse conmigo, pero yo misma los pongo en su sitio.Camino dirigiéndome a la barra, donde se encuentra la persona que vine a buscar. Veo al hombre robusto que está del otro lado del mostrador. Me detengo frente a él cuando llego allí. Él levanta la vista y, al notar mi presencia, dejando lo que está haciendo.—Otra vez tú aquí —masculla entre dientes—. Te he dicho repetidas veces que ya no te quería ver en este lugar.—Y yo te dije que no suelo obedecer a nadie —respondo, con mis ojos clavados en los suyos.El tipo se ríe bajo mientras niega con la cabeza.—No hay duda alguna, eres toda una Mancini, una diabla —asegura—. Pero no por eso voy a apostar mis bolas por un juego de niñas.
—¿Cómo demonios caí en esto? —continúa quejándose el grandullón llorón—. Si los putos rusos no me asesinan, lo hará tu padre en cuanto me vea.—Cállate, pareces un niño llorón —siseo, para que no nos oigan.—¿Qué? ¿A poco se te hace algo normal robarle a la Bratva?—Con un demonio —chasqueo—, ¿para ellos qué son, quinientos mil dólares? Nada, seguro los recuperan en unas horas con otro cargamento robaron.—Nosotros les estamos robando, ellos hasta un dólar te hacen que les pagues, y con intereses.—Nosotros no vamos a devolver nada. Aparte, no me dijiste que ese dinero era de un cargamento que le robaron a la mafia italiana. No creo que mi padre se moleste cuando sepa que le ayudé a recuperar el dinero de uno de sus cargamentos robados.—No debí haber soltado la lengua delante de ti, qué idiota fui.—¿Apenas te das cuenta de que eres un gran idiota?Siempre hago este tipo de cosas, pero ahora me estoy arriesgando a lo grande. Gente que le debe dinero a mi padre o que hace apuestas y p
Una vez que nos aseguramos de que nadie nos sigue, giro rumbo al club. Minutos después, estamos de vuelta en el estacionamiento. Corro hacia la puerta de ese sitio y me voy a la bodega que hay atrás. De allí saco mi scooter eléctrico que dejé aquí la última vez que vine.Me dirijo a la puerta y en el camino me encuentro al grandullón que viene ingresando en el club. En eso, me quito la mochila y se la lanzo.—¿Qué se supone que haga con esto? —pregunta luego de atraparla.—Entrégales todo el dinero a los hombres de mi tío Iván, sin que sepan realmente cómo lo conseguiste.—Es obvio que ellos me van a interrogar. Me preguntarán cómo demonios tengo una suma de dinero como esta en mis manos. Pensarán que desfalqué a una rata rusa.—No sé, invéntate algo —hago un ademán, luego me giro y comienzo a caminar para irme.—¡Hey, niña! ¿A dónde vas? —dice en tono alto.Ya no teme que nos oigan porque estamos en territorio que le pertenece a la mafia italiana.—De vuelta a mi prisión —respondo, e
Me observa con esos ojos grises mientras cruza sus brazos. No es del tipo de hermano que quisiera darme unas nalgadas o tirar de mi oreja por haberme portado mal. Adamo es obediente, pero lleva sangre Mancini, y he visto el fuego en su mirada cuando se trata de tomar el mando. Fue hecho para ser líder, y no quiero quitarle su lugar; solo lucho por lo que me corresponde como una Mancini.—Antonella, sabes que no puedes escapar siempre —la voz severa de Adamo me hace considerar mantener el respeto que le tengo.Lo miro a los ojos. Sin duda, está disfrutando de su tarea como hermano mayor regañón. Alessio siempre ha sido muy protector conmigo, tanto que nunca me apoyaba en mis aventuras. Es por eso que usaba a Santino; él me ayudó a convencerlo en muchas ocasiones.—¿Escapar? ¿Quién dijo que estoy escapando? Solo estoy tomando una pequeña excursión nocturna —respondo con una sonrisa sarcástica, aunque por dentro mi corazón late como un tambor.—Tu padre no está muy contento —continúa, ig
—No te hagas la difícil, chiquita, sé que tú también me extrañaste —dice el rubio con una sonrisa torcida—. Sabes que siempre eres bienvenida aquí.Chiquita ha de tener la polla, maldito imbécil. Hago un gesto de asco, lo ignoro y giro mis ojos hacia mi hermano.—¿Por qué estamos aquí, Adamo? —pregunto, tratando de mantener la calma. Aprieto mis manos en puños para no sacar mi daga y enterrársela a ese presumido.—Tengo asuntos importantes que conversar con Rosso —responde Adamo antes de que Rosso pueda hablar. Miro a ambos hombres, que intercambian miradas, algo ocultan—. Mientras tú, te vas a quedar quieta y me vas a esperar.—Odio esperar —resoplo.—No me importa —su voz es rígida, sigue molesto conmigo. Terminé por cabrear a mi hermano, no quería que eso pasara, pero tampoco voy a pedir disculpas.Sigo a los gorilotas y a mi hermano hasta uno de los vehículos en los que llegaron. Afortunadamente, el rubio presumido se fue en otra camioneta. Minutos después llegamos a lo que es un
Por un instante, pensé que podría patear los traseros de estos imbéciles, pero me doy cuenta de que no es así cuando una mujer de casi dos metros de estatura y con más de cien kilos de músculos sube al mismo ring donde estoy esperando a mi contendiente.—¿Qué es eso? —murmuro en dirección a Alan.No aparto mis ojos de esa enorme roca que, aunque algo me indica que pertenece al género femenino, su apariencia robusta y grotesca me deja pensando lo contrario.—Es una mujer al igual que tú —responde. —Ah no, se me olvidaba, tú no eres una mujer, tú eres una mocosa —sonríe el viejo verde.—No entrenaré con ella —replico.No sé qué tipo de entrenamiento está acostumbrada a tener, no creo que sea el mismo tipo de combate que yo haya aprendido desde más joven. Me hará papilla y solo les daré espectáculo a estos imbéciles. Lo que tanto quiere ver mi adorado perrito.—¿Qué, acaso tienes miedo? —pregunta con una ceja levantada.—Por supuesto que no —contesto de inmediato. —Pero no puedes compara