Mi vida siempre ha sido un escenario de lujo cubierto de sombras. El apellido Mancini no era solo un nombre, era un yugo, una maldición que se arrastraba por generaciones. Desde pequeña, aprendí que la familia no era solo un refugio, sino una prisión de la que no podía escapar. Mi padre desapareció en las sombras de su propio imperio, dejando un vacío que mi madre intentó llenar con su frialdad. Y, sin embargo, la herencia de esa oscuridad seguía creciendo dentro de mí.La mansión Mancini era una fortaleza, pero sus paredes nunca me dieron refugio. Siempre sentí que respiraba aire viciado, envenenado por los secretos y traiciones que se tejían entre sus paredes. Las cenas familiares eran una puesta en escena: sonrisas vacías, miradas frías, palabras medidas. Mi padre nunca asistía; sus negocios estaban en otro mundo, un mundo donde yo no importaba. Mi madre, en cambio, estaba en todas partes. Era la reina, pero su reino estaba hecho de hielo y poder. Y yo, su hija, la heredera, solo e
Leer más