Berlín, Alemania
Emilia
El ardor en mis ojos es lo primero que siento al despertar y con eso basta para saber que no necesito un espejo para confirmar que están hinchados y enrojecidos, testigos silenciosos de la noche que pasé llorando.
La impotencia todavía me pesa en el pecho, se siente como una piedra fría que se niega a desaparecer. La humillación de ayer sigue fresca.
Intenté huir. Fallé. Y Viktor se aseguró de que entendiera las consecuencias. Pero lo peor no fue solo el castigo. Lo peor fue la cena. Sentada en esa mesa, con él frente a mí, sabiendo que no podía rechazar la comida que puso en mi plato. Un pedazo de cordero.<
Berlín, Alemania Viktor El dolor que estoy experimentando es demasiado intenso, no es la primera vez que me disparan, pero esta vez fue con un rifle de asalto y duele como una perra. Una punzada ardiente me atraviesa el costado, abriéndose paso como una cuchilla al rojo vivo. Es un dolor denso y profundo, más allá de la piel, más allá del músculo. Siento su peso dentro de mí, latiendo con cada respiro que intento tomar.Ahogo un gruñido cuando algo presiona la herida. Hay voces y también luces demasiado brillantes. Siento algo frío contra mi piel e intento abrir los ojos, pero el mundo es borroso, manchas de colores que no tienen sentido. Todo me da vueltas.—Sujétenlo —dice una voz.Alguien me presiona contra una superficie dura. Mis músculos se tensan por instinto, pero el dolor vuelve a golpearme con fuerza. Mierda. Todo se pone oscuro y luego no escucho nada. Sé que pierdo el conocimiento varias veces, mi mente está confusa. Me han disparado. Los recuerdos llegan en fragmentos.
Berlín, AlemaniaEmilia Llevo tres días cuidando de él. Tres días viéndolo respirar, comer y dormir. Tres días enteros soportando sus comentarios, su presencia, su maldita sonrisa ladeada.Estoy agotada. De verdad. No me dejan hacer otra cosa. No puedo escapar, no puedo esconderme, y lo peor es que no puedo ni siquiera ignorarlo. Porque Viktor Albrecht, a pesar de estar herido, no es un paciente que pueda ser ignorado.En las mañanas, me toca llevarle la comida. En las tardes, vigilar que no se mueva demasiado. En las noches, sentarme en una silla junto a la puerta como si fuera su ridícula guardaespaldas personal. No sé en qué momento de mi vida pasé de ser una prisionera a ser la niñera de un mafioso egocéntrico.—Me estás mirando otra vez —su voz ronca interrumpe mis pensamientos.Parpadeo y mi mirada sube hasta su cara, encontrándome con esos ojos grises llenos de diversión. Me ruborizo, pero me niego a desviar la vista.—No te estaba mirando.—Lo hacías.—No lo hacía.—Claro qu
Berlín, AlemaniaEmilia Camino una y otra vez por toda la estancia. De una pared a la otra, midiendo con mis pasos el pequeño espacio en el que estoy atrapada. Este lugar es asfixiante.Las paredes de piedra son frías y húmedas, el aire huele a encierro y moho. El único sonido que me acompaña es el eco de mis propios pasos y el golpeteo esporádico del agua filtrándose por alguna grieta.No sé cuánto tiempo ha pasado desde que Konstantin me encerró aquí. Dado que no hay ventanas, no hay relojes ni forma de medir las horas. Solo el hambre y el cansancio dándome pistas. Me abrazo el cuerpo, frotándome los brazos para generar algo de calor. La celda está fría y mi ropa no es suficiente para protegerme del ambiente gélido.Konstantin no me ha dado ni una manta. Y tampoco comida. El estómago me ruge con fuerza, pero aprieto los dientes y lo ignoro. Nada de esto importa. Lo único que me importa es que Viktor despierte.Porque si no lo hace…Suelto un suspiro tembloroso y sacudo la cabeza. No
Berlín, AlemaniaViktorEl mundo se siente como un mar agitado, uno que está siendo sometido por una tormenta. Voy y vengo, flotando entre el sueño y la vigilia. Cuando logro despertar, no soy realmente yo. Mi cuerpo pesa toneladas y mi mente es un laberinto de sombras.La fiebre me arrastra a un abismo donde el dolor es un susurro constante en mi piel. Y ella está ahí.Mi madre.Se sienta en la orilla de mi cama con su cabello rubio cayendo en ondas sobre sus hombros y sus ojos tan grises como los míos están llenos de tristeza.—Mamá… —mi voz es apenas un murmullo.Ella me sonríe con esa dulzura que solía darme cuando era niño. Antes de que todo se desmoronara.—Mi niño hermoso —susurra, acariciando mi rostro con manos que ya no existen.Quiero hablarle. Quiero decirle tantas cosas, expresarle que lo siento. Que lamento no haber sido lo suficientemente fuerte. Lo siento por no haber podido protegerla. Lo siento por dejarla morir.Pero ella solo me mira, con una ternura que duele más
Berlín, AlemaniaEmiliaEl calor es tan sofocante que me siento como si estuviera atrapada en una hoguera, envuelta en llamas invisibles que lamen mi piel y se filtran en mis huesos. Es una sensación extraña, casi surrealista, porque lo último que recuerdo es el frío. Un frío que se aferró a mí como una garra de hielo, que entumeció mis sentidos hasta hacerme sentir como si estuviera muriendo.Y quizás estaba muriendo. Por culpa de Konstantin. El nombre atraviesa mi mente como un rayo y una oleada de recuerdos me golpea con fuerza.El agua helada. Las carcajadas crueles. El suelo de piedra mojado y mis huesos tiritando, incapaces de generar calor por sí mismos. Me cuesta creer que haya salido de ese lugar. Que haya sobrevivido.El solo hecho de poder abrir los ojos y ver algo distinto a la celda oscura me parece un milagro.Parpadeo varias veces, ajustándome a la luz tenue del cuarto. Me duele la cabeza, mis extremidades están pesadas y torpes, y cada músculo de mi cuerpo se siente co
Berlín, AlemaniaViktorEl día transcurre en una monotonía exasperante. El médico entra y sale, revisándonos a ambos con la misma expresión de calma ensayada que me empieza a sacar de quicio. No soporto estar encerrado en esta habitación con la única opción de mirar el techo o a Emilia, quien ha pasado la mayor parte del tiempo en silencio, sumida en sus propios pensamientos.Hago bromas, le digo cosas esperando su reacción, que me busque pelea, mas solo obtengo silencio e indiferencia.Odio admitirlo, pero ver cómo evita mirarme me irrita más de lo que debería. Finalmente, cuando el sol empieza a bajar, el médico se planta frente a nosotros con la expresión de un hombre que ha tomado una decisión inamovible.—Ambos pueden regresar a sus habitaciones —anuncia con firmeza.Frunzo el ceño. —¿Estás seguro?—Sí —afirma sin titubear—. No hay razón para que sigan aquí. Tú seguirás con los antibióticos y evitarás esfuerzos innecesarios. Y tú —mira a Emilia— debes tomarte las cosas con calma.
Berlín, AlemaniaEmiliaMe siento rota, agotada y entumecida. Respondí los comentarios de Viktor por puro impulso, mas no con sentimiento. Cuando el médico dijo que podía regresar a mi habitación, experimenté alivio porque implicaba que podría refugiarme, al menos por un momento. Y así lo hago. Tan pronto como ingreso a la habitación, camino hacia la cama, me dejo caer en ella y me cubro por completo con las cobijas, como si fueran una barrera para alejar el mal que me acecha. Lo primero que pasa es que mis ojos se inundan de agua; luego, una por una, van cayendo hasta que son una cascada, una que no parece estar a punto de agotarse. Todo el dolor viene en oleadas, ya ni siquiera me importa el secuestro, ni haber sido vendida y posteriormente comprada. Lo que me hace llorar es sentir que, a pesar de mi corta edad, mi vida parece estar a punto de terminar. Ya sea por la mano directa de cierto mafioso o por daño colateral. Lo que Konstantin me hizo pasar es una prueba fehaciente de e
Berlín, AlemaniaViktorEl sueño la reclama, y yo me quedo allí, observándola. Su respiración se vuelve más pausada, su cuerpo se relaja, y parece estar en paz.La observo dormir, permitiéndome analizar cada detalle de su rostro. Su piel sigue pálida, con rastros del tormento por el que pasó, y sus pestañas aún están húmedas, evidencia de las lágrimas que derramó antes de que yo llegara. Pero ahora… ahora su expresión se ha suavizado.Es extrañamente fascinante verla así. Vulnerable. Y es en ese momento cuando mi plan vuelve a ocupar mi mente.Lo he estado planeando toda la tarde, meditando cada posibilidad, cada movimiento que debo hacer. Emilia es joven, y por lo general, eso está relacionado con la ingenuidad. Puede que no lo parezca, pero en el fondo sigue siendo una chica que no ha vivido lo suficiente como para saber cuándo alguien está jugando con ella.Y voy a aprovecharme de eso. Porque la manera más efectiva de controlar a alguien no es con amenazas ni violencia.Es con amor