Berlín, AlemaniaEmiliaEl sonido del agua corriendo llena la cocina mientras lavo los platos del desayuno. Mis manos se mueven de forma automática, sin que mi mente realmente procese lo que estoy haciendo. Estoy tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me molesto en secar una lágrima solitaria que se desliza por mi mejilla y cae en el agua jabonosa.No puedo evitarlo. No después de lo que pasó con Konstantin, menos después de la forma en la que me ahogó una y otra vez hasta que estuvo satisfecho. Tengo pesadillas todas las noches, aún puedo sentir el agua helada, la desesperación de no poder respirar, la certeza de que iba a morir y que nadie vendría a salvarme. Cierro los ojos y sacudo la cabeza, tratando de desterrar esas imágenes. Helena me dijo que el dolor se entumece con el tiempo. Yo solo quiero que ese momento llegue rápido.—Se supone que deberías estar descansando.El sonido de su voz me hace sobresaltarme. Suelto el plato que estoy lavando y el impacto contra el fre
Berlín, AlemaniaViktorObservo la espalda de Emilia mientras desaparece por la puerta, su respiración agitada resonando en el silencio del gimnasio, lo que me hace sonreír. Lo que vi en sus ojos no era solo sorpresa, sino confusión. Era esa lucha interna que tanto disfruto ver en las personas que creen saber qué es lo correcto y lo incorrecto.Emilia no es la excepción. No huyó por miedo. Huyó porque su propio cuerpo la traicionó. Cruzo los brazos sobre mi pecho y dejo escapar un leve suspiro, sintiendo la satisfacción del primer paso bien ejecutado. Por supuesto, la duda intenta meterse en mi cabeza. ¿Y si lo que sintió fue asco? Sin embargo, lo descarto de inmediato.No es asco. He visto ese lenguaje corporal antes. La rigidez, la respiración entrecortada, el latido desbocado que salta en la base de su cuello. Emilia está intentando convencerse de que me odia. Y eso es perfecto porque el odio y el deseo están separados por una línea tan fina que a veces ni siquiera se pueden disti
Berlín, AlemaniaEmiliaLos días pasan al igual que las semanas y con cada una de ellas, mi confusión crece. No sé qué pretende Viktor. No sé por qué de repente parece… diferente.Es decir, no me refiero a grandes cambios, porque no los hay. Sigue siendo el mismo hombre dominante, intimidante y difícil de leer. Sigue teniendo la misma mirada de acero, la misma postura imponente, la misma voz fría.Pero hay algo en él, en su manera de tratarme, que no encaja con la imagen que tengo de él. Desde aquella noche en el gimnasio, cuando me arrastró hasta la sala de entrenamiento y me obligó a aprender a defenderme, algo cambió.No me trata como una prisionera, tampoco me trata como una carga. Mucho menos me trata como una molestia que simplemente debe soportar. Me trata… con una aparente consideración que no debería existir.Cada mañana, cuando bajo a la cocina para empezar con mis labores, me lo encuentro en el comedor, terminando su desayuno. Siempre está ahí y me ve. Y siempre, siempre, m
Berlín, AlemaniaViktorLa confianza es un arma de doble filo. En las manos equivocadas, puede destruir imperios. En las correctas, puede moldear el destino de alguien sin que siquiera se dé cuenta. La clave no es otorgarla, sino hacer que el otro crea que la tiene.Y eso es exactamente lo que estoy haciendo con Emilia.Todo este juego de cordialidad, de pequeños gestos que la descolocan, de demostrarle que no soy el monstruo que imaginó al principio, tiene un propósito. No porque quiera ganarme su confianza por el simple hecho de hacerlo, sino porque necesito que ella confíe en mí más de lo que confía en sí misma.La segunda parte de mi plan comienza hoy. Darle una probada de libertad y hacerle creer que tiene poder de decisión para ver qué hace con ello.Por eso la llevo al centro comercial. No porque sea un gesto de buena voluntad, sino porque quiero ver hasta qué punto ha bajado la guardia. Porque quiero que se acostumbre a la idea de que soy su única salida, su única opción.Desd
Berlín, AlemaniaEmiliaAl llegar a la mansión, subo directo a mi habitación con la bolsa de ropa sujeta con fuerza en mis manos. No me detengo en ningún lado ni miro a nadie. Me siento extraña, confundida, atrapada en una maraña de pensamientos que no sé cómo desenredar.Desde que Viktor me dijo que podía elegir ropa para mí, algo dentro de mí ha estado en constante tensión. La simple idea de salir de esta casa me había parecido una quimera durante meses, algo inalcanzable. Y, sin embargo, hoy lo hice. Hoy respiré aire distinto, caminé entre personas que no sabían quién era ni la situación en la que me encontraba. Por un instante, me sentí como antes… como si fuera libre.Pero no lo soy.Y lo peor es que, aunque debería estar aterrada por lo que esto significa, una parte de mí está emocionada.Abro la bolsa con torpeza y saco el vestido que elegí. Lo sostengo frente a mí, observándolo con una mezcla de culpa y asombro. No es nada fuera de lo común, solo una prenda sencilla, pero el h
Berlín, Alemania ViktorEl escritorio frente a mí está cubierto de papeles, contratos y reportes. Demasiados. Cada uno parece gritarme que no estoy haciendo lo suficiente, que no tengo el control que debería tener.Respiro hondo y trato de concentrarme en el informe que tengo en las manos, pero las palabras empiezan a perder sentido en cuanto las leo. Mi mente está en todas partes, menos donde debería.Desde que destituí a Konstantin como mi segundo al mando, las cosas se han vuelto más complicadas de lo que esperaba. Siempre supe que manejar mi negocio requería esfuerzo, pero no había previsto cuántas tareas asumía él sin que yo tuviera que mover un dedo. La logística de los envíos, las rutas seguras, los sobornos a las personas correctas… Konstantin se encargaba de todo eso, y ahora esas responsabilidades caen sobre mí.Y como si no fuera suficiente, también tengo que lidiar con Emilia.La idea de mantenerla cerca parecía buena en un principio: confundirla, hacer que baje la guardi
Berlín, Alemania EmiliaLa habitación está oscura, pero no es eso lo que me mantiene despierta. Es mi mente la que no se detiene y odio en lo profundo cuando pasa eso. No importa cuánto me esfuerce por apagar mis pensamientos, la imagen de Viktor inclinado sobre mí sigue apareciendo una y otra vez. Puedo sentir todavía el calor de su cuerpo, la intensidad de su mirada clavándose en mis labios. Fue solo un instante, pero bastó para dejarme aturdida.¿Por qué no me aparté? ¿Por qué, en lugar de alejarme, me quedé allí como una estúpida esperando que me besara? Si ese soldado no hubiera aparecido…Me revuelvo entre las sábanas, frustrada conmigo misma. Tal vez Helena tenía razón… tal vez acercarme a él sería lo más inteligente. Si él… No. Sacudo la cabeza, como si el movimiento pudiera borrar mis pensamientos. No puedo confiar en Viktor. No puedo olvidar quién es.Sin embargo, parece que ya lo estoy haciendo…Me giro en la cama y cierro los ojos con fuerza, intentando forzarme a dormir.
Berlín, Alemania ViktorLa tenue luz de la lámpara sobre el escritorio apenas ilumina la habitación, pero no necesito más. Estoy sentado frente a mi portátil, con el teléfono pegado a la oreja y la mandíbula tan tensa que siento que se me va a partir.—¿Y bien? —gruño.—Nada aún, jefe, —responde Boris desde el otro lado de la línea. Su tono es cauteloso, como si temiera que le escupa fuego en cualquier momento—. Estamos revisando las cámaras de seguridad y…—No quiero excusas, —le corto, apretando el teléfono con tanta fuerza que mis nudillos se vuelven blancos—. Quiero resultados. Si alguien logró entrar a esta casa sin que ninguno de ustedes se diera cuenta, es porque no están haciendo bien su maldito trabajo.El silencio incómodo que se forma después solo aviva mi furia.—Quiero que busquen en cada rincón de la ciudad. Hablen con sus contactos, sobornen a quien sea necesario, pero tráiganme el nombre del imbécil que intentó entrar aquí esta noche.—Sí, jefe. No se preocupe.—Eso n