Azzura Minniti, hija del poderoso Quintino de la 'Ndrangheta, ha sido entrenada para el crimen y la supervivencia desde su infancia. Oculta entre Italia y Canadá, sueña con reclamar su lugar en Reggio de Calabria. Tras un ataque de la Cosa Nostra, Azzura decide volver a su tierra natal para exigir su derecho y ser aceptada por su abuelo, enfrentándose a un mundo de peligros y traiciones. Baldassare Vitale, el rebelde hijo del capofamiglia de la Cosa Nostra, busca emoción y peligro para escapar de la monotonía de su vida estructurada. Una noche, en una lucha clandestina, se encuentra con una misteriosa mujer que lo desafía con valentía. Intrigado y cautivado por su sonrisa, Baldassare no sabe que esta mujer es Azzura, y que su encuentro desencadenará una serie de eventos explosivos. En un mundo donde la lealtad y la venganza son la moneda corriente, Azzura y Baldassare se ven envueltos en una atracción prohibida y peligrosa. ¿Podrá el amor superar la lealtad familiar? ¿Qué oscuros secretos descubrirán en su búsqueda? ¿Estarán dispuestos a sacrificarlo todo por estar juntos?
Leer másConstantino—Constantino, cierra la boca y sígueme —ordena Neri.A pesar de que ha dejado el puesto de capodecina, no desaparece su voz de mandato.—Neri es un cachorro ladrando —tira pulla Itala, y suelto su mano.—Acaricia mi rabo para que veas lo que es capaz de hacer este cachorro —le advierte Neri, y me confirma que esta hermosa dama está fuera del menú.Los Vitale no nos entrometemos en las conquistas del otro. Itala no es indiferente a mi primo, la delata el rubor en su mejilla. Neri no lo ve porque está delante y de espaldas a nosotros, pero me lo bebo todo para luego hacerle un resumen de lo que se perdió.—Soy Felice —mi cuñada se presenta y trae de la mano a mi hermano—, y este Dios griego es mi hombre, Christoph.Felice coloca su mano en su pecho; como siempre. No trata de lucirse, ellos son así: nunca separados. Los dos deben tener contacto, uno encima del otro.—¡Hacen la pareja perfecta! —chilla Itala, y Azzura se acerca curiosa.Esta chica es preciosa. «Pero es de tu he
ConstantinoEl sitio tiene la fachada que los Sovrano aman. No me alarma. Para ser territorio de ellos, debe haber: pobreza y distracción. Admito que saben jugar en el bajo mundo. Incluso más que las organizaciones grandes. Me cansé de ser ignorado, sigo con el teléfono en la oreja, pero los malditos no se cansan de batearme. Baldassare y Neri. Tal para cual. Baldassare, desde que perdió a ese amigo —el hijo de un soldado en la organización— se cerró.Solo nos permitía a sus hermanos entrar. Nunca dejó que Neri entrara, pero ese bastardo empujó hasta conseguirlo.—Salgo ahora —responde Neri, sin darme opción a gruñir, y desconecta la llamada.Christoph está protegiendo la puerta de la camioneta del lado de su novia. Sus nervios son comprensibles. Felice es su vida. Yo también tuve a alguien. Confié en ella. Pensé que era mi todo… hasta que los Minniti lo arruinaron. Unas marcas y me convirtieron en una bestia. Chiara resultó ser superficial. No le sirve un hombre con cicatrices.Mi fre
BaldassareLa enfermería de los Sovrano huele a alcohol, metal y secretos. Immacolata me recibe con una mirada de reprimenda. El cabello lo tiene metido en un gorrito y me apunta con la barbilla hacia la camilla que está al fondo. Apartada. Ideal para mí. Antes de ser obediente, le doy una mirada a los asiáticos.Filipa está vendando el brazo de unos de los chicos. No veo a Carmina por ningún lado y termino posando los ojos en el líder, Kenta. No tiene que contarme su tristeza, porque su semblante es un letrero. Tiene la pierna vendada.—El clan Corvi se levantará —recita, más para él que para mí—. Puede que me veas débil. Tal vez pienses que somos un cero a la izquierda…—No pongas palabras que no he dicho en mi boca —refuto.Filipa me observa.—No hace falta que grites para verlo en tu jeta —dice con los dientes rechinando.—Lo que veo es una profunda tristeza —hablo con la verdad y prosigo—. Algo completamente válido. No te juzgo. Tengo famiglia. —Coloco la mano en mi pecho—. Descan
BaldassareEscucho a mis hermanos discutir por la ruta que deben tomar. Merda, vienen hacia la Roca. Debo notificarle al Capi. No vaya a pensar que vienen con malas intenciones.—Ya no hay manera que se devuelvan —afirmo mientras observo como bajan los heridos por las escaleras.Los Sovrano tienen su clínica en los sótanos. Lo bueno es que, si viene uno grave en camilla, lo entran por una puerta secreta. Eso me trae recuerdos de Constantino siendo traslado por ese túnel. En ese instante no le di importancia, pero fue escalofriante.—Negativo, vamos a ver lo bien que estás —responde Chris.—Me informaron que apagaron el fuoco —agrega por la línea Felice.—¿Traes a la cuñada?—Por supuesto. No te emociones mucho —alza la voz la alocada mujer de Christoph.—Tengo que colgar.No me despido y cierro la llamada. Me acerco al rellano, al lado de Carmina, y sus ojos fuertes me enfrentan.—Debo informar al Capi de la llegada de mis hermanos —hablo con prisa.Ella solo me observa con su rostro i
AzzuraEl gruñido posesivo de Baldassare me saca de mis delirios por él.—Primo, es mi Gacela —dice mi obsesivo, y mi mamma pone los ojos en blanco—. Y con mucho gusto cometo ese peccato hasta que me muera —acepta que sea su cruz y consigue que me derrita sin tocarme, solo con su declaración.Es visceral, porque desde que lo conocí supe que él era mi peccato y mi rovina.Carmina sonríe de oreja a oreja, y con ese gesto compruebo que este hombre ha logrado entrar en nuestras vidas. Se ha ganado a mi mamma demasiado rápido, y al mirar a Narciso veo su tristeza. Ella vino a aceptarlo cuando ya no éramos nada. Pero con el Biondo Diavolo se nota la aceptación a gran escala.—Santito, ven a abrazarme —habla Immacolata mientras se acuclilla y abre sus brazos para él.Él pasa como un celaje por mi lado y se arroja con fuerza a su cuerpo. La mujer cae al piso con el niño. El hombre de las gafas oscuras, el Capi, deja de ser una estatua y se dobla a despeinar el cabello de Santito.—Dame un segu
AzzuraBaldassare me lleva de la mano a la vivienda llamada Roca, en Rosarno. No se molestaron en vendarnos los ojos, porque no es su hogar. Nos permitieron observar el camino, pero no lo considero confianza, cuando nos están llevando a un experimento. Puedo entender la desconfianza, pero traer a mi famiglia a un barrio peligroso no creo que sea protección. Me daría miedo si viniera sola, pero estoy con ellos.La Roca se encuentra al final de una calle sin salida. Es una estancia de tres pisos, derruida. Guido nos guía al interior, y me quedo con la boca abierta al toparme con el piso de mármol. Afuera no hay lujos, solo se ve hediondez, pero adentro la elegancia grita en cada rincón. El olor a cerrado me golpea en las fosas nasales, mezclado con un cítrico fuerte. De seguro limpiaron a toda prisa por nuestra abrupta llegada.Se oyen murmullos desde dentro, y caminamos por un pasillo adornado con cuadros de paisajes italianos. Son impresionantes. Entramos a una sala acogedora, y recono
BaldassareNo puedo creer que tenga en mis brazos a Azzura. Mi Gacela. Mi mujer. Demonios, mi corazón va a estallar de felicidad. Soy el despachador, el diavolo despiadado cuando amerita. Estaba decidido a irme, para no darle más problemas. Aunque sabía que no duraría mucho mi distancia. La buscaría. Continuaría demostrándole lo bien que la pasamos juntos. Nuestros cuerpos son imanes. Mi vida es mejor con una Gacela retándome. Mis sentimientos son tan fuertes que, si la pierdo, el fuego de la villa se quedaría corto comparado con el mío.Los asiáticos han decidido salir en sus motocicletas. Amerigo está con la puerta del conductor abierta, apoyando el brazo en ella.—Los seguimos —anuncia Amerigo.No sé cómo se tome el Capi y los demás la llegada de tantas personas. Extraños. Incluso para mí. Tengo que consultarlo como el equipo que somos. No puedo exponerlos. La cueva es su hogar.Guido llega con la camioneta, se baja y trota hasta ubicarse delante de nosotros.—El Capi dice que son b
Azzura«¿Qué hace un Vitale en mi propiedad?», la pregunta flota en mi mente.—No quiero ser aguafiestas —responde el Biondo Diavolo, pero no da la respuesta correcta—, pero el incendio debe apagarse.—Ya llamé a emergencias —informa Kenta.La tensión corta el aire y un teléfono suena, sumando más drama.—Es el Don —comunica Terzo con voz amortiguada.«¿Algo peor puede suceder?».—Infórmale que tienes al enemigo en tu territorio y no lo has matado —dice con burla Maddelena.Esto se me ha salido de las manos. Maddelena usará esa carta en mi contra. Lo puedo leer en su mirada de hiena.—No es lo que piensas —discute Terzo, mintiendo en mi defensa mientras aprieta el celular en su mano.El maldito aparato finalmente calla. Su semblante lo delata: puro alivio. Recorro con la mirada a mi alrededor hasta que mis ojos se pierden en Baldassare. Merda, odio verlo abatido. No tiene que gritar al viento que lo lastimé porque lo puedo leer. «Azzura, ya le has hecho mucho daño». Baldassare se ha en
AzzuraLa villa se incendia y con ella mi fortaleza. Escuchar a mi madre suplicando por el Biondo Diavolo me sofoca. «Per favore», se repite en mi cerebro. Dudé de él y mi madre lo protegió. Estoy anonadada. El disparo no me despertó. Me siento vagando fuera de mi cuerpo.—Déjame ver la herida —la voz de mi madre tira de mi alma.Me obligo a mirar. La profesión la mueve y examina el brazo de Baldassare. Merda, sus ojos me penetran el alma. El pecho se me comprime al ver lo que ocasioné.—Nadie preguntó, pero ahí les va el dato. —Scarido me salva por enésima vez y desvío los ojos hacia él—. El ataque no es por parte de Cosa Nostra —hace una pausa para restregármelo en la cara—, sino por los albaneses.Scarido patea al tipo, aplastando con la suela su espalda hasta que presiona su mejilla en el pavimento.—Su vestimenta es de Cosa Nostra —refuta Terzo.—No es mi culpa que no puedas apreciar el buen gusto de Cosa Nostra —murmura con soberbia el Biondo Diavolo.—La bala solo rozó el área —