Azzura Minniti, hija del poderoso Quintino de la 'Ndrangheta, ha sido entrenada para el crimen y la supervivencia desde su infancia. Oculta entre Italia y Canadá, sueña con reclamar su lugar en Reggio de Calabria. Tras un ataque de la Cosa Nostra, Azzura decide volver a su tierra natal para exigir su derecho y ser aceptada por su abuelo, enfrentándose a un mundo de peligros y traiciones. Baldassare Vitale, el rebelde hijo del capofamiglia de la Cosa Nostra, busca emoción y peligro para escapar de la monotonía de su vida estructurada. Una noche, en una lucha clandestina, se encuentra con una misteriosa mujer que lo desafía con valentía. Intrigado y cautivado por su sonrisa, Baldassare no sabe que esta mujer es Azzura, y que su encuentro desencadenará una serie de eventos explosivos. En un mundo donde la lealtad y la venganza son la moneda corriente, Azzura y Baldassare se ven envueltos en una atracción prohibida y peligrosa. ¿Podrá el amor superar la lealtad familiar? ¿Qué oscuros secretos descubrirán en su búsqueda? ¿Estarán dispuestos a sacrificarlo todo por estar juntos?
Leer másAzzuraSu pregunta me obliga a sentarme en la camilla. Balanceo las piernas buscando qué hacer con mis nervios.Este hombre es una eminencia. Su sonrisa es moja-bragas y, al mismo tiempo, desestabiliza a la quintina. Sus labios son un arma letal.Baldassare no despega los ojos de la tableta mientras yo intento encontrar la mejor respuesta a su pregunta.«¿Qué hago?».De todo.—Me haces dudar —respondo llanamente.El Biondo Diavolo alza la mirada y me remuevo en la camilla. No hay nada más precioso que perderse en sus pupilas.—Es al contrario —refuta, seguro.Enarco una ceja ante su convicción.—Te hago ver la realidad entre nosotros.—Eso no borra que seamos de familias enemigas —me aferro a nuestro amor imposible.—Acuéstate, tengo el dibujo.—Muéstralo —pido, nerviosa.—Será una sorpresa.Se pone los guantes de látex y mi cara debe indicarle mi negativa.—Confía en mí.—¿Y si me tatúas…? —Escribo en el aire con el dedo—: Eres mía, Gacela.Baldassare se da toques en la barbilla.—No
BaldassareElla ha gemido.Por mí.Mi lado posesivo se golpea el pecho.Soy un animal territorial.Nada de ella pasa desapercibido ante mis ojos. Puedo ver su cuerpo cediendo al mío, y eso me desquicia. Rompo la distancia y presiono el cañón del arma contra mi pecho. No temo que me dispare. Si lo hace, lo aceptaré.Estar cerca sin tocarla es inconcebible. Mis manos pican por sentirla y obedezco, posándolas en su cintura.—No tienes derecho a tocarme —gruñe, luchando contra nuestra conexión—. Me has hecho daño, ¿no te conformas?Su pregunta me toma con la guardia baja. Odio que sus ojos se humedezcan. No puedo deshacer la muerte de su padre, pero sí enseñarle lo bien que nuestros cuerpos se acoplan.—Mis planes nunca han sido herirte.Coloco mi mano sobre la suya y guio el arma entre mis cejas.—Acaba conmigo. Cobra tu vendetta —la aliento, y ella se muerde el labio inferior—. Es tu oportunidad.—¿Tú detonaste el lanzacohetes?Puedo ver el deseo de que lo niegue. Azzura quiere convencer
AzzuraEstoy absorta, observando mi reflejo en la vidriera del local de tatuajes. El cristal es tintado; seguramente me miran desde el interior. Rozo con el dedo la calavera que se desintegra en el medio del vidrio. Sobre ella, se lee: Segnati (Márcate).—Le falta originalidad —comento con mordacidad.—Hubiera esperado algo como: Tatuato sulla mia anima (Tatuado en mi alma). —Itala me sigue el ritmo.—Lo importante es el arte —aboga Terzo.Lo empujo para poder ver su cuello.Nunca he visto completo su tatuaje de alas. Con el dedo, trazo el contorno del ala derecha. Su nuez de Adán se mueve al tragar, y mi dedo se queda suspendido.—Lo siento, es que nunca me has mostrado tus alas.De repente, siento la necesidad de justificar mi atrevimiento. Su sonrisa se ensancha.—Azzura, no te voy a comer. —Terzo se inclina y se mofa de mi reacción—. No eres mi tipo —susurra en mi cara.Entrecierro los ojos y decido seguirle el juego. Llevo los dedos a su corbata y la aflojo. Terzo no se aparta; su
AzzuraAl salir de la gelateria, un joven desaliñado y desconfiado aparece frente a nosotros. Parece estar escapando; mira en todas direcciones y mantiene la mano dentro del abrigo oscuro. Mis hombres lo acorralan, pero Santo se interpone, cubriéndolo con su pequeño cuerpo.—Es mi primo —dice, y el niño, con cara de bravucón, les hace mala cara a mis hombres—. No lo toquen.—Santito, ¿qué merda haces por estos lados? —le reclama el joven sin dejar de vigilar su entorno. Noto sus pupilas dilatadas—. ¿Estás en problemas con la quintina?El tipo está drogado, pero me reconoce, y eso me gusta. Comparto una mirada cómplice con Itala y chocamos las palmas. Sin embargo, la cabeza de Uzumaki se interpone entre nosotras. Ambas lo miramos.—¿Todavía no creen que esa transmisión llegó hasta Japón? —pregunta, divertido.—Allá fue el primer sitio donde llegó —lo molesto.—¡Tú, ladrón! —grita una mujer a nuestras espaldas.Giro sobre los talones y encuentro a una señora de mediana estatura, con la r
BaldassareEl celular de Neri suena y toma la llamada. Espero que mi plan no haya tenido bajas.—Lo arrojaron… perfetto… ¿No hubo problemas?El transmisor nos trajo a una gelateria en Polistena. Envié a Guido hacia el interior para ver si puede comunicarse con Santo. Neri cuelga la llamada y guarda el móvil en su chaqueta de vestir.—Tiraron el cuerpo en el portón de Vittorio Minniti —informa y baja el parasol—. Los tipos dispararon, pero sin afectar.Neri mueve la cabeza de lado, viéndose en el mini espejo del parasol.—Todo ha salido tal como lo planeé en mi inteligente cerebro —me jacto.—Bal, fue muy riesgoso —señala Neri y sube el parasol.—No me tomó mucho escribir el mensaje —refuto.—No siempre tendrás a Santo para que haga revuelo en la entrada.—Los mensajes serán en sitios estratégicos.—¿Cazarás a los Minniti, su sangre, para dejar mensajes de… —dobla sus dedos simulando entrecomillas— amor?Mi primo se refiere a que maté a uno soldado de Vittorio y usé su sangre para el me
AzzuraEstoy en la camioneta blindada —la que era la favorita de papá— y vamos por el sendero de la villa. Nos escoltan los chicos del clan Corvi: una camioneta adelante y otra en la retaguardia.Después de desayunar, los chicos fueron a tomar una siesta para recuperar fuerzas por el vuelo. Mi madre se marchó a su habitación. Todavía no ha tenido el placer de encontrarse con la madrastra. Los tres iban a dormir. Le di instrucciones a Amerigo y Narciso de cuidarla si oyen los aullidos de la viuda.Me acompaña Itala. Por más que le pedí que se fuera a descansar, se negó.Al menos estoy conforme con que el encargado de la villa sea Kenta.Salimos por el portón, y el golpe en la ventanilla me hace brincar. Terzo frena y maldice, abriendo la puerta.—Sabandija, tiraré de tus orejas —gruñe Terzo mientras se baja del auto.Observo el embarre de algún resto de merda o algo parecido deslizarse por la ventanilla.—¿Eso es popó? —chilla Itala con la expresión asqueada.—Podría ser chocolate —brom
AzzuraEl colchón se hunde, y de inmediato muevo la mano debajo de la almohada, sacando la pistola. Apunto el lado izquierdo, hacia el movimiento, y la mano de la persona que se acerca se queda suspendida en el aire. Mis ojos se inundan de lágrimas. La persona se arroja a abrazarme.Mi madre.Se cuelga de mi cuello, me aprieta con fuerza mientras mis sollozos se intensifican. Le devuelvo el abrazo, aún con el arma en la mano. Ambas lloramos. Puedo sentir la vibración de su llanto. Besa mi cabello y acaricia mi espalda arriba y abajo, dándome consuelo.—Il mio combattente (Mi luchadora) —dice con la voz quebrada y se aparta para verme—. Mírate. —Sus manos enmarcan mi rostro—. Te pondré mascarillas —bromea con la verdad.Han pasado dos días desde mi iniciación.Los he pasado conociendo al clan Corvi y agradeciendo a los seis hombres de confianza de papá que decidieron quedarse conmigo.Así que sí, mi rostro es un espanto.Viro los ojos y mi madre ríe.—Mírate, de vuelta en Italia. —Juego
AzzuraNo esperaba encontrarme con una fiesta en la villa de Polistena.El clan Corvi espera mis instrucciones. Terzo habla con los pocos hombres que custodian el terreno. Tal vez intenta convencerlos de que me acepten como la quintina. Barro con la mirada el área y, en la piscina, capturo a la madrastra encima de un hombre. No me sorprende que no haga luto, pero su forma de pisotear la memoria de mi padre es algo que no permitiré.La música retumba y causa estragos en mi interior. Maddelena deja en claro que la muerte de Darío la hace muy feliz.Y eso jode.Las personas se concentran entre el bohío y la piscina. Debe haber alrededor de unas diez personas. Algunos nos miran llegar, otros siguen bebiendo.Kenta está a mi lado y lo volteo a ver.—¡Acabemos esto! —grito, para que pueda oírme por encima de la música.Kenta se inclina mientras frota sus manos, viéndose malvado. Pasa su lengua por sus incisivos superiores y levanta la mano, llamando a sus hombres con un leve movimiento de l
BaldassareLa noche nos oculta.Nos encontramos en el Lago di Ganzirri, y el Capi se asoma con los gemelos de guardaespaldas. Llevan abrigos con capuchas y gafas oscuras, ocultando su identidad en Sicilia. El Capi sabe moverse por el bajo mundo como una serpiente astuta. Nos detenemos a unos pasos, y yo ajusto mi sombrero de Borsalino.Neri me propuso usar nuestro distinguido estilo, aunque demos nuestros primeros pasos por nuestra cuenta. No me pareció descabellado.Somos los caballeros del bajo mundo. Eso no lo cambiará nadie. Demostraremos a nuestros padres lo que hemos aprendido en el entrenamiento. El mundo es demasiado grande, y todos tenemos cabida.—Te demoraste —dice el Capi, señalando mi impuntualidad.—Tuve que hacer una parada importante —respondo sin emoción y sin dar explicaciones—. Forza, nuestra rata nos espera —apuro y comienzo a caminar con Neri a mi costado.Los Lagos di Ganzirri son una maravilla natural y uno de los destinos más visitados por los turistas. Adoro v