Baldassare
La imponente vista de la villa histórica de mi familia, me recibe y oprimo el botón del control; que abre el portón. La Fortalezza se encuentra ubicada en una colina en Taormina, centro.
—Avanza —apuro al portón.
La falta de paciencia es uno de mis mayores defectos y tamborileo los dedos en el volante; esperando que abra el maldito portón.
Intento bloquear a la gacela, pero su voz no sale de mi puto cerebro.
«Limpia tus nudillos», se repite como un coro de una canción.
Los veinte minutos que me eché desde el Ferry a la villa se fueron controlando el impulso de dar marcha atrás. Ella se preocupó por mí y eso causó un revuelo en mi interior.
El problema es que mi famiglia requiere mi presencia y no soy de dar la espalda a mi sangre. Por eso la despedí secamente, usé mi carta de diavolo y la empujé lejos. Soy un bastardo por naturaleza, no me cuesta sacar ese lado, pero con ella…
Joder, esa gacela consigue realzar otro de mis defectos y lo intensifica. «Soy muy obsesivo». La obsesión por el control, por tener todo girando en torno a mi alrededor y según mis reglas; es de vital importancia para mantenerme apacible.
El problema que tengo con la gacela, en tan poco tiempo, es que no sé nada de ella y; eso me deja en desventaja. Lo cual no es aceptable en mi mundo. Un Vitale no puede ser ciego. Así que mi cabeza corre y busca soluciones. La más viable fue rastrearla. Llamé a uno —ignoré su pelea por haberme ido sin notificarle— y ordené que usara las huellas en el despacho para conseguir la identidad de las mujeres. La amiga tocó bastante en mi sofá de cuero y pienso dar con ellas. No me molesté en preguntar, ni siquiera su número. Ellas no son tontas. En el momento en que mis hombres las catearon noté su inteligencia. Ellas fueron entrenadas para no ser detectadas. Solo tenían en su poder dinero en efectivo. Nada de celular e identificación. Eso no es normal. A menos… que no quieras ser encontrada. La gacela tiene ventaja por ahora. Me esforzaré por nivelarla.
Al entrar a la villa, no me extraña que haya mucho movimiento de soldados. La Fortalezza siempre permanece reforzada. Mi madre vive aquí, se niega a irse de su hogar. Mi padre puede tener muchos defectos, pero ama a mi madre desmedidamente. Las personas piensan que un hombre de la mafia no puede ser fiel, ni amar, pero se equivocan. Mi padre, el que gobierna en Messina, tiene en un pedestal a mi madre. El amor existe, soy testigo de ello. Además, hemos sido inculcados a respetar a las esposas. La infidelidad en los Vitale no es bien vista. Derrapo, al lado del auto de mi hermano, el del medio. Mi hermano se llama Christoph y es el chiaccióne “charlatán” de la famiglia. Lo veo abrir la puerta del auto para que baje su novia molestosa.
Aparentemente, llegamos a la par y bajo de un salto. Los alcanzo y su sonrisa de payaso ya está adornando su rostro. Los tres somos muy parecidos y unidos.
—Baldassare —llama mi hermano y su tono socarrón es bien recibido—, el rumor de que una chica te puso en tu lugar llegó a mis orejas —insinúa mientras se acerca con su mujer colgando de su antebrazo.
Ellos dos son una pareja hermosa, que respeto. Felice es alocada y muy metiche, pero la soporto al verla hacer feliz a mi hermano.
—Deja de estar poniendo a hombres a espiarme —reclamo.
Felice observa la pantalla del celular.
—Para tu información ese puño en la quijada… —mi hermano se agacha a mirar el área— fue grabado. Lo han hecho circular. Prepárate que padre lo verá muy pronto.
Demonios, eso será un dolor en el trasero. Mi padre odia los escándalos que no son creados por él.
—Es bella —dice Felice y mi hermano asoma la cabeza en el móvil.
—No más que tú. —Bastardo listo, ella rodea su cuello y se pone de puntita para besarlo.
Aprovecho su derroche de miel y le quito el celular de la mano. Mi cuñada tiene la imagen de la gacela en su móvil y mi cuerpo se activa como si fuera un cable echando chispas. Mis dedos agrandan la foto y me deleito en su posición de combate. La gacela es ágil en el ring. Ella usó la velocidad y me dio dos veces. No olvido la m*****a patada ninja. Primero ardí en llamas al ser impactado; hasta que vi a la gacela. Un Vitale no emplea fuerza con las mujeres. Estoy seguro de que, si hubiera atacado, mi padre aparecería en mi negocio y me molería con sus propios puños. Los pocos problemas que hemos tenido con mujeres han sido solucionados por mi madre y Felice. Llevo por inercia mi mano al mentón y acaricio mi piel. Justo en donde golpeó. Merezco que sus labios borren ese moretón. Recuerdo cómo se deslizó alrededor de mi cuerpo. Los demás pueden creer que una mujer me humilló, pero no lo hizo. La gacela me dio diversión. Lo único que se me vino a la mente fue cómo lucharíamos en la cama.
—Está babeado viendo la foto —añade mi molestosa cuñada y no puedo negarlo.
Navego en su teléfono, ella se acomoda a mi costado y mi hermano en el otro.
—Baldassare, ¿harás lo que creo? —inquiere, asombrado, mi hermano.
Mis dedos abren el chat y envío la imagen.
—Lo hizo. Te lo dije —dice Felice, orgullosa y coloca la palma arriba en el medio—, paga.
—Ganaste —acepta Chris y saca su billetera—, ve de compras mañana. —Le entrega su tarjeta de crédito.
—Malnacidos, —devuelvo el celular a mi cuñada taimada—, ustedes, ¿no tienen nada divertido qué apostar o hacer? —cuestiono.
Felice guarda la tarjeta y el móvil; en su chaqueta de cuero.
—Por supuesto, recreamos el Kama Sutra una tras de otra vez —habla con sensualidad y exasperado cierro los ojos.
Ellos son tan para cuál.
—¿Quién es la chica? —pregunta Christoph, y su tono ha cambiado.
Ahora se presenta mi hermano protector.
Hola, espero que disfruten la historia conmigo.
Baldassare—Pronto lo averiguaré —aseguro y Chris se acomoda los anteojos de montura circular en el tabique—. ¿Qué sabes sobre la llamada del viejo?Felice besa la espesa barba con candado de mi hermano y él le roba un beso en la boca.—Iré con Esmeralda —informa Felice y se despega de mi hermano; dándonos privacidad.—¡No le muestres a madre la foto! —grito a su espalda y ella me mira por encima del hombro.—Madre siempre tiene conocimiento de lo que acontece con sus tres biondos —agrega Felice, riendo y se da la vuelta.—Retrásalo —murmuro y ella se despide con la mano en alto.La mirada intensa de Chris me taladra y camino hacia el almacén. El jardín está alumbrando por faroles y pasamos una fuente con la estatua de un niño sentado en el medio.—Papá, te sermoneará por la vestimenta —dice mientras se acopla a mi paso.La organización debe vestir con traje oscuro y sombrero.—No trajiste el sombrero —rebato.—Tu ropa atraerá a papá.—No respondiste referente a la llamada del viejo —l
AzzuraMi padre me sujeta con demasiada fuerza por la muñeca y me saca del lobby a grandes zancadas. Trato de mantener su paso y troto para no caerme. El corazón lo tengo agitado, no solo por el esfuerzo de seguirlo, sino por lo que mis palabras han desatado. Afuera llovizna y las gotas me hacen estremecerme. —Llévanos a la Villa en Polistena —ordena mi padre y el hombre nos abre la puerta del auto blindado—. Entra. —Libera mi muñeca e Itala coloca la mano en mi espalda baja.—Querrás decir a tu hogar —hablo contrariada por su formalidad.—Antes de hablar piensa —susurra Itala en mi lóbulo y se aleja.El consejo lo desecho, no pienso meditar. La veo irse hacia el otro auto blindado y conecta sus ojos con los míos. Itala se preocupa por mí y mi bocota. Su papá la apresura y sube al auto.—Azzura, espero por ti —insta mi padre.—Ya era hora —contesto, siendo una niña malcriada y acaricio el techo. Es una maravilla de todoterreno, un Inkas Sentry Civilian—. Hasta este auto consigue más a
Azzura—Lo dudo. —Ladea la cabeza y examina mi rostro—. Ahora entiendo por qué se perdía tanto en Canadá.Libera mi mano y se inclina respetuosamente. Itala aparece y me agarra la mano.—Dime que la pasaste mejor que yo en el auto…El soldado de la cicatriz aprovecha para esfumarse.—Darío mencionó que no estoy preparada —admito y veo a Gaetano haciendo una llamada.—Gaetano no me permitió explicar nada. —Nosotras siempre nos referimos por los nombres de nuestros padres cuando estamos en líos—. El asunto se hablará en el almacén de Darío —resopla y continúa—. Se pasó el camino hablando por el celular —dice triste.—Déjame solucionarlo —pido, pero Itala coloca su dedo índice en mis labios.—No necesito que corras con la culpa. Nadie me puso una pistola en la cabeza para ir a Sicilia. —Suelta mi mano y pasa el brazo por mi hombro—. Solo intenta ser menos directa.—No prometo serlo.Reímos y se acaba la paz con los gritos de la esposa de Darío.—¡Imbecille, te odio! ¿Cómo te atreviste a t
AzzuraVittorio saca su pistola y decide que su nieta es su rival. No le doy el gusto de verme suplicar y alzo los hombros, restando importancia al asunto.—Padre… —dice Darío, y el rugido de mi abuelo lo calla.—¡En este instante soy el capo bastone! —demanda el respeto que merece—. No puedo tolerar que te sigas burlando bajo mi nariz…—En ningún momento me burlé de ti. Solo protegí a mi hija —escucharlo por segunda vez me enorgullece.—Papá —lo llamo, pero él no desvía los ojos del arma—, no te preocupes…—Azzura, solo cállate y sal del almacén.—Puedo morir feliz. Has dado la cara por mí. Ya no soy un fantasma…—Muy pronto lo serás —amenaza Vittorio y mi padre se interpone delante de mi cuerpo—. Muévete, Darío, no me detendré —advierte.—Haz lo que tengas que hacer. Me enseñaste a proteger a la familia, así sea con mi vida. —Mi padre alza las manos en rendición; intento salir de su protección, pero me bloquea el paso—. La joven que apuntas es mi hija…—Te tardaste en protegerla —sac
AzzuraItala da miradas hacia atrás, y al estar bastante retiradas, se recupera para dar guerra a su amiga.—Te volviste loca, has tratado como m****a al Don, no a cualquiera —pelea.—Es la única opción. No seré la nieta que venderá al mejor postor —prometo.—Darío impidió que recibieras un castigo. —Itala me retiene a mitad de camino y se planta en mi cara—. Temo por ti, cosa que tú no haces.—Para eso te tengo en mi vida. —La acerco a mi cuerpo y abrazo fuerte.—¿Qué harás cuando regrese a Canadá?No quiero ir a ese tema, aunque es nuestra realidad.—Te conozco. Te encargarás de que sienta tus regaños, así estés a miles de kilómetros. —La alejo y jalo de la mano—. Entremos. Hace frío y debemos buscar nuestras habitaciones.—Buscaré la manera de tirar de tu oreja —afirma y se deja guiar hacia la casa.Recorro con la vista el área del frente: hay un bohío, varias tumbonas y una piscina al aire libre.—Antes de irme tenemos que probarla —propone Itala, y asiento.—Lo haremos —acepto, so
BaldassareEnterarme de que la chica hongo es la hija de un Don de los ‘Ndrangheta me puso en máxima alerta, pero no he recibido ataque en mi club. Conseguir el rastro de la gacela fue complicado, pero no imposible. Ella no dejó sus huellas en mi despacho, pero en mi auto sí. Se llama Azzura Serra, y según mis informantes solo es amiga de la hija del Don de Canadá e hija de la doctora de la organización.Entrar a su territorio y averiguar sobre las damas me costó una gran suma de dinero. No me importó la cantidad, tenía que saber si se habían ido de Italia. Para mi satisfacción, no habían vuelto a Canadá. Me contuve dos semanas para dar este movimiento. Resultó que el dueño de este local fue fácil de comprar —es uno de los mejores gimnasios de Reggio de Calabria— y le pagué una fortuna por ser el propietario tras bambalinas. El trato entre nosotros es básicamente protección cuando se enteren de su traición. El tipo no tiene respeto hacia la organización ‘Ndrangheta. Según el señor, pe
AzzuraEs una locura descomunal estar en un club clandestino de luchas, pero mi cuerpo quiere ir hacia ese ring. Los dedos de Itala se hunden en mi antebrazo y nos abro paso entre los hombres eufóricos. Mi mejor amiga —prácticamente, hermana— no soporta estar en sitios concurridos. La he traído a rastras. No solo es malo que entremos dos mujeres a este sitio de mala muerte, lo peor es que estamos en territorio enemigo. Un borracho me derrama su bebida en el brazo —el que abre camino en la ola de hombres— y lo empujo furiosa. Continúo empujando con el antebrazo y por más que trato de igualar su fuerza; es complicado. Los hombres brincan y rugen hacia los dos luchadores. Todo hubiera sido sencillo si no nos hubiéramos escapado del hotel en Reggio. Conseguir que el padre de Itala nos trajera a Italia fue un gran logro. El Quintino de Canadá me ha abierto las puertas de su hogar y por más tenebroso que sea; lo admiro. Él ha sido como un padre en ausencia del mío. El dilema es que nos pidi
BaldassareEstiro mi cuello con cada paso dado. Los puños abro y cierro. Mi cuerpo, zumba con energía y solo quiero dar la vuelta para acabar con ese cafone (perdedor). Él se atrevió a mear en la puerta de mi negocio, por supuesto, figurativamente. El tipo no va a volver a robar en su vida. La gacela solo le dio una breve esperanza, pero tan pronto termine con ellas regreso a liquidarlo. Mis hombres no lo dejarán ir hasta que de la orden. La puerta es abierta por uno de mis soldados para que pasemos y una vez cruzo el umbral los murmullos se desatan en el club. En el pasillo solo se oyen los pasos de nosotros. Lidero el camino y no me molesto en mirar hacia atrás. Paso varios cuartos hasta llegar a la última puerta, a mi despacho. Giro el pomo y me arrojo al asiento de cuero. Estiro el brazo y agarro la cubeta de hielo. Entierro el puño derecho y me reclino en el asiento. Entran las mujeres y solo dos de mis hombres. No me gusta tenerlos si no es necesario y ellos lo saben.—Imbecille