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Capítulo 6: Derribaremos a los Minniti

Baldassare

—Pronto lo averiguaré —aseguro y Chris se acomoda los anteojos de montura circular en el tabique—. ¿Qué sabes sobre la llamada del viejo?

Felice besa la espesa barba con candado de mi hermano y él le roba un beso en la boca.

—Iré con Esmeralda —informa Felice y se despega de mi hermano; dándonos privacidad.

—¡No le muestres a madre la foto! —grito a su espalda y ella me mira por encima del hombro.

—Madre siempre tiene conocimiento de lo que acontece con sus tres biondos —agrega Felice, riendo y se da la vuelta.

—Retrásalo —murmuro y ella se despide con la mano en alto.

La mirada intensa de Chris me taladra y camino hacia el almacén. El jardín está alumbrando por faroles y pasamos una fuente con la estatua de un niño sentado en el medio.

—Papá, te sermoneará por la vestimenta —dice mientras se acopla a mi paso.

La organización debe vestir con traje oscuro y sombrero.

—No trajiste el sombrero —rebato.

—Tu ropa atraerá a papá.

—No respondiste referente a la llamada del viejo —le recuerdo.

—Papá solo pidió mi presencia. —Peina su cabello con la mano.

Repaso mi reflejo en la ventana del almacén y echo para atrás los mechones sueltos. Mi padre odia que nos presentemos sin estar presentables, pero me encontraba a treinta minutos de la villa. Debe agradecer que he llegado en veinte.

—Entremos —murmuro y me preparo mentalmente para ser uno de los temidos.

Al pisar dentro del almacén, soy el hijo del capofamiglia de Cosa Nostra, Bernardino Vitale. Mi cuerpo entero se transforma, bloqueo a la gacela y solo muestro mi cara ruda. No hay bordes suaves, estoy hecho para ser respetado.

Nuestra entrada hace que giren a vernos, pero mis ojos se van a la mesa. Hay un hombre clavado en la superficie. Los clavos son reemplazados con cuchillos espetados en sus extremidades. El que controla la tortura es mi hermano mayor, el subjefe, tiene el pecho al descubierto salpicado por la sangre del enemigo. Al conectar con los ojos de Constantino —verdes— me da la bienvenida con su sonrisa torcida.

Mis pies me llevan hacia la mesa, ignoro a la decina (soldados) y me coloco al lado de mi hermano. Constantino me ofrece el cuchillo. Soy el menor de los tres, pero tenemos la misma complexión y altura. Es como si fuéramos trillizos. Somos muy parecidos. Pero lo que nos diferencia son los tatuajes en mi cuerpo, Chris usa anteojos por la ceguera y barba con candado; y Constantino es pulcro, se rasura fielmente y siempre está elegante.

—Este hombre colocó explosivos en unos de nuestros almacenes —informa Constantino y prosigue— y perdimos millones en heroína. —La mandíbula tranca y mi padre se acerca al cuerpo.

—Los Vitale detestamos perder —habla el viejo con voz pausada y tiene las mangas remangadas—. Hagamos que cante. —Sujeta su mandíbula y se inclina en la cara del hombre lloroso—. Te presento a mi hijo Baldassare, más conocido como el despachador.

Mi padre ríe duro y golpea la cara del tipo varias veces. Una vez conforme, da un paso atrás, se ajusta la corbata y me cede el turno; abriéndome el paso con el brazo.

—¡No hablaré, no lo haré! —brama el tipo con la cara amoratada y su pecho ensangrentado.

—Eso lo veremos —susurro y miro la sangre de la hoja—, empecemos. —Deslizo el filo por su oreja, está muy afilado y no cuesta sacarla de raíz.

 Los aullidos son ensordecedores.

No me detengo, uso el poder que me da el tipo al negarse y deslizo la punta de la navaja por su brazo derecho hasta que llego a su dedo pulgar.

—Despidámonos de tu pulgar —anuncio con alegría y alzo la navaja—. Ciao —me despido y dejo caer con fuerza el filo; haciendo que ruede el dedo por la mesa.

El tipo empieza a retorcerse y mis hermanos sujetan sus extremidades. Debido al dolor se ha zafado de la mesa con todo y cuchillos. En el proceso se ha desagarrado las partes que lo mantenían a la mesa. Pero no le doy tiempo a recuperarse y entierro la cuchilla en su miembro.

—La or… —balbucea y me inclino en su cara— orden fue…

—¿Quién? —interrogo y el tipo gira la cabeza hacia el jefe de la mafia albanesa.

No lo había visto. El albanés se deja ver, es de baja estatura y una cara de perro sabueso. Nunca me ha gustado. No confío en él. Lo observo a sus ojos oscuros y examino su cara con barba abundante.

—Habla, solo deja de hacerte el valiente —comenta con su voz ronca el albanés y detesto su pésimo italiano tanto como a él.

Me aseguro de retorcer el cuchillo en su miembro y el hombre libera un gemido agudo.

—Minniti… ¡Fueron los Minniti! —anuncia, golpeando su cabeza en la mesa y cansado de su arranque, llevo mis manos a su cara; y lo retengo—. Los ‘Ndrangheta son… mejores que ustedes… Ellos han crecido y gobernarán en Sicilia… —corto sus palabras; rompiendo su cuello.

No permito que alabe a nadie más en nuestras tierras.

—Tenías razón —murmura enfurecido el viejo y enfrenta al albanes—. Ellos quieren entrar a Sicilia.

—Los ‘Ndrangheta se han fortalecido y si no hacemos algo; se apropiarán de nuestros territorios —instiga, el líder enano de los albaneses.

—¡Negativo, sobre mi cadáver! —ruge mi padre y se gira hacia nosotros—. Los quiero preparados para la guerra. Vamos a atacar a los Minniti. Nadie nos quitará Messina. Derribaremos a los Minniti y nos quedaremos con Reggio de Calabria.

Admiro la determinación del viejo y palpo su ira en el aire. Sin embargo, tengo el presentimiento de que nos tomará mucha sangre y dolor abrir estar brecha. Somos poderosos, pero por lo que he oído de los Minniti no son unos bebés de cuna. Esa organización es muy poderosa y ha extendido sus negocios fuera de Italia. Son una fuerza eminente que temer. Mi mente calibra las opciones, hay mucho que perder, pero eso no me impedirá proteger a los míos. Seremos un clan pequeño, pero no tememos a saltar al vacío.

Marriam Nieves

Saludos, Baldassare es bien unido a su famiglia.

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