Baldassare
La amiga se ubica a su costado y enrosca su mano en el antebrazo de la gacela.
—Vinimos de visita a Italia y en el hotel conocimos a dos chicos que nos hablaron del sitio. —La chica hongo es la que contesta.
Me hierve la sangre.
—Mi club es clandestino, esos chicos no son buena compañía para dos damas como ustedes. —Las apunto con el mentón.
Detesto que hayan tan siquiera hablado con esos tipejos.
—Fue mi culpa, amo las luchas —habla la gacela.
—Es cierto, Bonfilia, quería ver e investigar si las mujeres compiten —informa la chica hongo.
Dejo caer la otra venda y la gacela se pierde en mis nudillos. Al darse cuenta de que la atrapo; esquiva sus ojos.
—¿Te gusta luchar? —Mi lengua no se controla.
—Es mi pasión, cada puño liberado es una manera de romper con los parámetros que nos exigen —susurra, perdida en su mente.
Mi corazón da un salto por sus palabras. Este negocio lo abrí en contra de la negativa de mi viejo. Me esforcé en que lo aceptara. Todo eso lo hice porque quiero algo mío. Algo que solo yo tenga el control. Este club se ha convertido en mi escape. Cuando mi ira me cubre tengo la certeza de que ese cuadrilátero me dará esa libertad. Allá arriba soy solo Baldassare. Nadie espera mucho de mí. Solo reto al valiente que se atreva a tocarme y siempre sube alguien. No falta el loco que quiere golpearme, aunque sea un poco.
—No había pensado en lucha de mujeres, pero lo tendré presente —digo y ella agranda los ojos.
—Sería estupendo. —Su emoción es palpable y su amiga carraspea.
—Nos tenemos que ir, nos escapamos del hotel en Reggio y nuestros padres deben estar enojados.
—Las llevo hacia el Ferry —indico y doy la vuelta.
Me encamino hacia la silla, detrás del escritorio y agarro mi camisa oscura que estaba en el espaldar.
—No te preocupes, tomaremos un taxi —habla la gacela y paso la camisa por mi cabeza.
Busco en la gaveta el arma y la pillo en mi cintura. Los ojos de estas mujeres los siento encima, pero no las miro.
—Saldremos de incógnita, evitamos los murmullos. Y, por si no lo saben el último Ferry sale en… —miro el celular y digo—: veinte minutos.
—Demonios, si no llegamos nos matan. —La chica hongo se ve asustada, no la vi así conmigo, pero se aterra por su sangre.
—Las llevaré, vamos. —Guardo mi celular y paso por delante de ellas—. Síganme.
No las llevaré por una salida típica. Iremos por un laberinto secreto que nos llevará a mi sótano. Muevo un cuadro y presiono mi dedo pulgar en el panel. La pared se desliza dejando una puerta negra a la vista; con el mango dorado. Un silbido me hace mirar para encontrar a la chica hongo sonriendo por mi puerta secreta.
—Ustedes, no tienen sentido de supervivencia —afirmo y agarro el pomo.
—¿Irás solo? —pregunta la gacela y con una sonrisa de lobo; giro sobre mis talones—. Digo, sin tus hombres —intenta arreglar su error.
La gacela tiene conocimiento de mi familia. Tal vez no de mí, pero sí de lo poderoso que son los Vitale. La chica finge ser una tonta que ama la lucha, pero no me creo el cuento. Empujo la puerta y las invito a pasar con la mano.
—Pazzo (Loco), entra primero. ¿Y si es una trampa? —niega la chica hongo y se cuadra al lado de la gacela.
Las alcanzo y las miro detenidamente. Saboreo su miedo y aspiro en sus narices.
—Quiero que sepan que no pido permiso, soy un Vitale y me muevo a mis anchas.
Les doy la espalda y una vez que paso el umbral la luz se enciende. A cada paso un foco brilla y sus pasos resuenan detrás de mí. A la mitad de camino, oprimo un botón en la pared y la puerta cierra a nuestras espaldas.
—¡Biondo Diavolo, podrías avisar sobre la puerta! —dice con la mano en el pecho la gacela—. No juegues con nosotras —agrega seria, intenta mostrar rudeza, pero su voz la delata.
«Y eso que solo fue el ruido de la puerta», bromeo en mi cerebro.
—Merda, no me gusta este pasillo de la muerte —replica la chica hongo.
—Tranqui, soy un hombre de honor —hablo divertido de haber roto su fachada osada y coloco mi dedo pulgar en el sensor; al llegar al final del pasillo—. No quiero que su papá las castigue —bufo y abro la puerta sonriendo.
Demonios, no soy de reír y estas dos mujeres me han sacado una puta sonrisa. No la han visto y coloco mi cara de diavolo. Sostengo la puerta para que ellas pasen y la gacela mira la oscuridad.
—Oh, cierto. —Estiro la mano y enciendo la luz.
Me ciega y parpadeo para ajustarme a la invasión. La gacela es la primera en pasar y se queda viendo las escaleras. Apresuro con la mano a la chica hongo y ella me hace muecas.
—Es un sótano. Ahí tengo mis autos seguros.
Cierro la puerta y las adelanto.
—¿Seguro de qué? —La gacela hace esa tonta pregunta.
—De explosivos —comunico mientras bajo de dos en dos los escalones.
Llego enseguida, solo es un piso por debajo y enciendo otra luz. Busco en el panel la llave del Phantom Rolls-Royce. Ellas examinan mis autos y desactivo la alarma del que utilizaremos.
Las damas van fascinadas hacia el vehículo y les abro la puerta de la parte de atrás.
—Adelante, damas. —Como todo un caballero, alargo el brazo y señalo el asiento.
—¡Serás nuestro chofer! —chilla la chica hongo y se ve relajada.
La gacela observa en silencio los asientos en cuero; con tonos negros y rojos. Su amiga sube al auto y los ojos oscuros de la gacela recaen en los míos. Ella se ve preocupada, pero mantengo su mirada.
—¿Tienes miedo? —Hago la pregunta que sé que la hará recuperar su lado valiente.
Ella se acerca y desvía sus ojos a la mano que sostiene la puerta. «¿Mis nudillos la tienen angustiada o teme a la sangre?», dudo en mi cabeza.
—¿Debo tenerlo? —rebota mi pregunta y sonrío sin poder evitarlo.
Es una m*****a sonrisa y recupero la cordura; cortando de sopetón esta brujería. De seguro, esos ojos como caldero son un brebaje que va directo a mi lado irracional.
—No puedo responder —la gacela alza las cejas y añado—, se supone que sea un hombre bueno y te aconseje que corras, pero…
—¿Pero? —interroga con voz trémula.
La gacela alterna sus ojos entre los míos y mi boca.
—Pero el Bionbo Diavolo se niega a responder. Averígualo si eres tan valiente como te mostraste en el ring.
El celular suena y aunque quiera ignorarlo, en mi mundo es imposible. La gacela sube al asiento con su amiga y en la pantalla; el nombre de mi viejo parpadea.
—Viejo —saludo y cierro la puerta.
—Baldassare, requiero tu presencia ahora —su voz es contenida, y ese tono me indica que hemos sido atacados.
—De acuerdo. —Nunca se cuestiona, ni se hacen preguntas por la línea.
La famiglia lo resuelve en persona. Somos muy discretos. En la organización han muerto personas por hacer mapas de estrategias y utilizar nuestros nombres. Esa regla es irrompible. No se puede dejar evidencia para los carabineros (fuerza policial). Rodeo el auto y al subir; enciendo el auto con el sensor.
—¿Ocurre algo? —La gacela investiga y cruzo la mirada con la suya; por el espejo retrovisor.
—Asuntos familiares —murmuro con el semblante impenetrable.
El apodo de la gacela se queda corto cuando atacan a los míos. El único que le puede dar problemas soy yo; los demás no tienen el derecho.
AzzuraEn el transcurso hacia el Ferry no se dijo ni una palabra. Hemos sido entrenadas para detectar cuando debes callar y dentro de este auto el aire es viciado. Hasta nosotras sabemos que Baldassare Vitale ha alzado sus barreras con esa llamada. No ha parado de tamborilear sus dedos contra el volante. A falta de palabras, observo su perfil. El tablero del auto refleja su cara. Retuerzo los dedos en mi regazo para no alargar la mano y rozar sus pómulos. Itala me saca de mi evaluación con un codazo en el brazo y apunta la ventana con la barbilla. Ella se encarga de examinar que nos lleve al Ferry y no seamos secuestradas. Es absurdamente ridículo; después de ser la primera en subir al auto. No tenemos alternativa. Estamos sin armas y sin protección. En otras palabras, nos tiene a su merced. La realidad es que no teníamos idea de que era un Vitale. Escuchamos en el hotel a dos chicos mencionar el club y usamos nuestros atributos. Coqueteamos con ellos hasta sacar la información del si
BaldassareLa imponente vista de la villa histórica de mi familia, me recibe y oprimo el botón del control; que abre el portón. La Fortalezza se encuentra ubicada en una colina en Taormina, centro.—Avanza —apuro al portón.La falta de paciencia es uno de mis mayores defectos y tamborileo los dedos en el volante; esperando que abra el maldito portón.Intento bloquear a la gacela, pero su voz no sale de mi puto cerebro.«Limpia tus nudillos», se repite como un coro de una canción.Los veinte minutos que me eché desde el Ferry a la villa se fueron controlando el impulso de dar marcha atrás. Ella se preocupó por mí y eso causó un revuelo en mi interior.El problema es que mi famiglia requiere mi presencia y no soy de dar la espalda a mi sangre. Por eso la despedí secamente, usé mi carta de diavolo y la empujé lejos. Soy un bastardo por naturaleza, no me cuesta sacar ese lado, pero con ella…Joder, esa gacela consigue realzar otro de mis defectos y lo intensifica. «Soy muy obsesivo». La ob
Baldassare—Pronto lo averiguaré —aseguro y Chris se acomoda los anteojos de montura circular en el tabique—. ¿Qué sabes sobre la llamada del viejo?Felice besa la espesa barba con candado de mi hermano y él le roba un beso en la boca.—Iré con Esmeralda —informa Felice y se despega de mi hermano; dándonos privacidad.—¡No le muestres a madre la foto! —grito a su espalda y ella me mira por encima del hombro.—Madre siempre tiene conocimiento de lo que acontece con sus tres biondos —agrega Felice, riendo y se da la vuelta.—Retrásalo —murmuro y ella se despide con la mano en alto.La mirada intensa de Chris me taladra y camino hacia el almacén. El jardín está alumbrando por faroles y pasamos una fuente con la estatua de un niño sentado en el medio.—Papá, te sermoneará por la vestimenta —dice mientras se acopla a mi paso.La organización debe vestir con traje oscuro y sombrero.—No trajiste el sombrero —rebato.—Tu ropa atraerá a papá.—No respondiste referente a la llamada del viejo —l
AzzuraMi padre me sujeta con demasiada fuerza por la muñeca y me saca del lobby a grandes zancadas. Trato de mantener su paso y troto para no caerme. El corazón lo tengo agitado, no solo por el esfuerzo de seguirlo, sino por lo que mis palabras han desatado. Afuera llovizna y las gotas me hacen estremecerme. —Llévanos a la Villa en Polistena —ordena mi padre y el hombre nos abre la puerta del auto blindado—. Entra. —Libera mi muñeca e Itala coloca la mano en mi espalda baja.—Querrás decir a tu hogar —hablo contrariada por su formalidad.—Antes de hablar piensa —susurra Itala en mi lóbulo y se aleja.El consejo lo desecho, no pienso meditar. La veo irse hacia el otro auto blindado y conecta sus ojos con los míos. Itala se preocupa por mí y mi bocota. Su papá la apresura y sube al auto.—Azzura, espero por ti —insta mi padre.—Ya era hora —contesto, siendo una niña malcriada y acaricio el techo. Es una maravilla de todoterreno, un Inkas Sentry Civilian—. Hasta este auto consigue más a
Azzura—Lo dudo. —Ladea la cabeza y examina mi rostro—. Ahora entiendo por qué se perdía tanto en Canadá.Libera mi mano y se inclina respetuosamente. Itala aparece y me agarra la mano.—Dime que la pasaste mejor que yo en el auto…El soldado de la cicatriz aprovecha para esfumarse.—Darío mencionó que no estoy preparada —admito y veo a Gaetano haciendo una llamada.—Gaetano no me permitió explicar nada. —Nosotras siempre nos referimos por los nombres de nuestros padres cuando estamos en líos—. El asunto se hablará en el almacén de Darío —resopla y continúa—. Se pasó el camino hablando por el celular —dice triste.—Déjame solucionarlo —pido, pero Itala coloca su dedo índice en mis labios.—No necesito que corras con la culpa. Nadie me puso una pistola en la cabeza para ir a Sicilia. —Suelta mi mano y pasa el brazo por mi hombro—. Solo intenta ser menos directa.—No prometo serlo.Reímos y se acaba la paz con los gritos de la esposa de Darío.—¡Imbecille, te odio! ¿Cómo te atreviste a t
AzzuraVittorio saca su pistola y decide que su nieta es su rival. No le doy el gusto de verme suplicar y alzo los hombros, restando importancia al asunto.—Padre… —dice Darío, y el rugido de mi abuelo lo calla.—¡En este instante soy el capo bastone! —demanda el respeto que merece—. No puedo tolerar que te sigas burlando bajo mi nariz…—En ningún momento me burlé de ti. Solo protegí a mi hija —escucharlo por segunda vez me enorgullece.—Papá —lo llamo, pero él no desvía los ojos del arma—, no te preocupes…—Azzura, solo cállate y sal del almacén.—Puedo morir feliz. Has dado la cara por mí. Ya no soy un fantasma…—Muy pronto lo serás —amenaza Vittorio y mi padre se interpone delante de mi cuerpo—. Muévete, Darío, no me detendré —advierte.—Haz lo que tengas que hacer. Me enseñaste a proteger a la familia, así sea con mi vida. —Mi padre alza las manos en rendición; intento salir de su protección, pero me bloquea el paso—. La joven que apuntas es mi hija…—Te tardaste en protegerla —sac
AzzuraItala da miradas hacia atrás, y al estar bastante retiradas, se recupera para dar guerra a su amiga.—Te volviste loca, has tratado como m****a al Don, no a cualquiera —pelea.—Es la única opción. No seré la nieta que venderá al mejor postor —prometo.—Darío impidió que recibieras un castigo. —Itala me retiene a mitad de camino y se planta en mi cara—. Temo por ti, cosa que tú no haces.—Para eso te tengo en mi vida. —La acerco a mi cuerpo y abrazo fuerte.—¿Qué harás cuando regrese a Canadá?No quiero ir a ese tema, aunque es nuestra realidad.—Te conozco. Te encargarás de que sienta tus regaños, así estés a miles de kilómetros. —La alejo y jalo de la mano—. Entremos. Hace frío y debemos buscar nuestras habitaciones.—Buscaré la manera de tirar de tu oreja —afirma y se deja guiar hacia la casa.Recorro con la vista el área del frente: hay un bohío, varias tumbonas y una piscina al aire libre.—Antes de irme tenemos que probarla —propone Itala, y asiento.—Lo haremos —acepto, so
BaldassareEnterarme de que la chica hongo es la hija de un Don de los ‘Ndrangheta me puso en máxima alerta, pero no he recibido ataque en mi club. Conseguir el rastro de la gacela fue complicado, pero no imposible. Ella no dejó sus huellas en mi despacho, pero en mi auto sí. Se llama Azzura Serra, y según mis informantes solo es amiga de la hija del Don de Canadá e hija de la doctora de la organización.Entrar a su territorio y averiguar sobre las damas me costó una gran suma de dinero. No me importó la cantidad, tenía que saber si se habían ido de Italia. Para mi satisfacción, no habían vuelto a Canadá. Me contuve dos semanas para dar este movimiento. Resultó que el dueño de este local fue fácil de comprar —es uno de los mejores gimnasios de Reggio de Calabria— y le pagué una fortuna por ser el propietario tras bambalinas. El trato entre nosotros es básicamente protección cuando se enteren de su traición. El tipo no tiene respeto hacia la organización ‘Ndrangheta. Según el señor, pe