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Sangre Criminal
Sangre Criminal
Por: Marriam Nieves
Capítulo 1: Biondo Diavolo

Azzura

Es una locura descomunal estar en un club clandestino de luchas, pero mi cuerpo quiere ir hacia ese ring. Los dedos de Itala se hunden en mi antebrazo y nos abro paso entre los hombres eufóricos. Mi mejor amiga —prácticamente, hermana— no soporta estar en sitios concurridos. La he traído a rastras. No solo es malo que entremos dos mujeres a este sitio de mala muerte, lo peor es que estamos en territorio enemigo. Un borracho me derrama su bebida en el brazo —el que abre camino en la ola de hombres— y lo empujo furiosa. Continúo empujando con el antebrazo y por más que trato de igualar su fuerza; es complicado. Los hombres brincan y rugen hacia los dos luchadores. Todo hubiera sido sencillo si no nos hubiéramos escapado del hotel en Reggio. Conseguir que el padre de Itala nos trajera a Italia fue un gran logro. El Quintino de Canadá me ha abierto las puertas de su hogar y por más tenebroso que sea; lo admiro. Él ha sido como un padre en ausencia del mío. El dilema es que nos pidió que no saliéramos del hotel. El Don iba a encontrarse con mi padre y ponerlo al tanto de que su hija ha perdido la cabeza. Es sencillo, me cansé de seguir en el anonimato. Mi apellido es Minniti. Tengo sangre criminal. He sido entrenada para esta vida.

Aprecio que Itala me ayude a abrir el paso y logramos llegar al frente del cuadrilátero.

—¡El hedor es insoportable! —grita por encima de los rugidos.

—No exageres, solo huele a tus calcetines. —La molesto y me saca el dedo malo.

“Che bruta”. —Itala me dice fea en italiano y entorna los ojos.

La multitud se agita y ambas observamos hacia el frente. El revuelo se debe a que el rubio con tatuajes y rostro de diablo tiene la lucha ganada. Conecta su puño con el contrincante y la cabeza gira hacia el otro lado por el impacto. El tipo pronto se caerá, sus piernas se tambalean y su cara está llena de carmesí. No hay signo de agotamiento en el biondo (rubio). Examino al diablo y su cara no tiene golpes. El pobre infeliz, todo ensangrentado intenta atacar y el diablo lo esquiva con facilidad. Sin embargo, ese no es el caso del otro y es atacado por el biondo sin opción de escapatoria. Me fijo que solo tiene los puños vendados y golpea sin piedad. Desde mi posición veo dientes volando y sangre salpicando. Las manos arrojo a la reja, mi cuerpo recibe un hormigueo desde la planta del pie hasta mi cabello oscuro. El rubio es una máquina de destrucción y reconozco que su propósito es matarlo. El biondo tiene el cuerpo fibroso y tonificado. Los movimientos son de un profesional y conecta puño tras puño. El pobre hombre cae al suelo con un golpe seco, pero el rubio no se detiene. Es un sádico. Se arroja a la lona y trepa al cuerpo del moribundo. El biondo está a horcajadas, pillando el cuerpo de su enemigo y lo destroza con sus puños llenos de sangre. La sangre del casi cadáver y la suya se han mezclado. Presenciar como el hombre es ambidiestro me deja alucinando. Él es una mole de destrucción. Puedo detectar mucha rabia en ese cuerpo todo sudado. Él usa la lucha para canalizar.

—Me… me… rindo —tartamudea, pero su ruego se pierde entre los nudillos de su verdugo.

Las personas se alebrestan y empiezan corear:

—¡Mátalo, mátalo!

No puedo permitirlo y corro hacia el portón. Empujo a los hombres y tiro de uno por el cabello. Ignoro los insultos y con un arranque de fuerza llego hacia el portón. Hay un enorme hombre con traje elegante que me impide el paso y saco mi lado de luchadora. Le doy un derechazo y aprovecho para asestar un rodillazo en su miembro.

—¡¿Azzura, qué haces?! —brama Itala a mi espalda, pero ya estoy abriendo el portón.

Corro con todas mis fuerzas y me zampo como un toro en el costado del despiadado músculo. Funciona mi elemento sorpresa y su cuerpo sale despedido hacia la lona. No le doy tiempo y le doy una patada en su cara perfecta. El hombre se desorienta, pero lo veo espabilarse en un segundo y posa sus ojos verdes en mí. Esos ojos son como presenciar las colinas de la Toscana y respiro agitada. Él me desestabiliza. No había tenido la oportunidad de evaluar su cara. M****a, es… No encuentro las palabras adecuadas para describirlo. Este hombre resuma peligro, es un diablo en vivo y a todo color. El biondo te advierte que pronto explotará, pero… «Azzura, despierta», sermoneo a mi pazzo (loca) cabeza. El ruido aumenta, los hombres golpean las rejas y hay mucho movimiento fuera del ring. Mi corazón compite con todo el caos a mi alrededor y su palpitar me ensordece.

«Demonios, ¿qué he hecho?»

Alzo la barbilla, no le temo y coloco mis puños en posición para combate. Mi padre me enseñó todo tipo de deportes y he sido entrenada como un varón, pero siempre vuelvo a las luchas. Ese amor por lo clandestino lo llevo en la sangre. Las fosas nasales del rubio se dilatan y se incorpora sin ningún problema. Mi patada no le afectó en nada. Los hombres en traje de vestir entran e intentan atraparme, pero no se los pongo fácil. Le rompo la nariz al primero y arrojo una patada en el estómago del otro. Por el rabillo del ojo alcanzo a ver a mi amiga peleando. Las dos hemos tenido el mismo entrenamiento y somos muy buenas.

—¡Alto! —la voz ruda del biondo hace que sus hombres trajeados se paralicen.

Los aullidos continúan, las personas solo quieren que derrame sangre.

El tipo alza la mano y mueve el puño como si estuviera atrapando el aire en un círculo y el silencio se hace. Todos callan de sopetón por ese movimiento y mi corazón salta desbocado. La reacción de estas personas me asombra. Eso debe ser porque este hombre tan intimidante es poderoso.

—¡Suéltame, maldito! —rompe el silencio Itala y se abre paso hacia mí.

Ella nunca me abandona, incluso, si la he metido en un gordo embrollo. Nos miramos. Ojos oscuros y ojos miel hablando sin hacerlo. En los ojos de mi amiga está escrito mi padre nos matará y en los míos lo siento.

—¿Quién eres? —ruge el biondo y su acento siciliano reconozco.

Es extraño ver un biondo siciliano. Me pregunto: ¿por qué es tan espeluznantemente bello? El biondo diablo viene pisoteando hacia nosotras y doy un paso adelante. Es más alto que yo, pero no me intimidará. Observo su rostro tallado por los dioses. Este diablo tiene mandíbula fuerte, nariz perfilada y ojos verdes que te hacen querer sumergirte en ellos. Estoy delirando y mis manos sudan. Este biondo me pone los nervios de punta y a la vez sus descargas de ira hacen que mi cuerpo se rebele.

—Soy mejor que tú —hablo el italiano fluido.

He pasado mi vida entre Italia y Canadá, pero no olvido mis raíces. Lo talo como él hace conmigo.

—Eres una gacela, pero una cosa pequeña para luchar conmigo —dijo con ironía y su boca se arquea con malicia.

—Te puedo partir ese rostro bello que cargas sin ningún esfuerzo…

El hombre se mueve y mi instinto de atacar me guía a conectar mi puño con su quijada. Mis nudillos reciben el punzante dolor, pero me doy el lujo de saltar a su alrededor y al plantarme en su rostro; una sonrisa se dibuja en mis labios. Estoy satisfecha de hacer que su ceño se frunza y que su boca; abra y cierre. Mi puño duele horrores, pero me contengo de echar un vistazo a mi mano. No puedo demostrarle mi debilidad.

—Traigan a las damas a mi oficina —ordena y los hombres agarran por el pelo a Itala.

Cuando iba a ir hacia ella para poner en su sitio al imbécil, le colocan un arma en su sien. Mis pies se detienen y escaneo el rostro del hombre. Soy buena memorizando, el tipo tiene una cicatriz en la ceja derecha y su cabello lo tiene en una coleta en alto.

—Te aconsejo que vayas sin problemas o tu querida amiga sufrirá —murmura seco el bello y pasa por mi lado.

No mira en mi dirección y se detiene delante del moribundo. El pobre no se ha parado y solo se retuerce en la lona. El diablo lo patea y se dobla a su nivel.

—Te salvas por hoy —dice el biondo y sale del ring.

Uno de los tipos viene por mí, apuntándome con una pistola y le hago muecas.

—Puedo ir sola —aseguro furiosa.

Las personas nos abren el paso como si el biondo fuera Moisés cuando dividió el Mar Rojo. Este hombre de seguro es uno de los grandes en la organización Cosa Nostra.

«Tranquila, él no sabe quién eres. Nadie lo sabe». Mi padre me dará un gran sermón si salgo viva. «Azzura, cállate. Saldrás de este negocio de mala muerte, así tengas que vender tu alma al biondo diablo», afirmo en mi cerebro.

 Estaba segura de que mi regreso a Reggio de Calabria era pura discusión, pero… Merda, ahora tienen excusa para mandarme de nuevo a la sombra. Soy un problema para los ‘Ndrangheta. Y eso, sin contar que mi abuelo es tradicional. Las mujeres de la familia son únicamente para conseguir un contrato de matrimonio jugoso. No pienso ser una marioneta en la familia Minniti. «He venido a gobernar, no seré una alianza».

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