Erys estaba maldita, de eso no había duda, su familia la repudiaba por eso, temían que aquella maldición, pudiera ponerlos en peligro, así que su padre optó por venderla, llegando así al castillo, quedando al servicio del príncipe Rhett, un guerrero despiadado, un heredero cruel y temido por todos. Rhett al ver a Erys y su particular belleza, ve la oportunidad para eliminar al Rey, su padre y así tomar el trono. Erys no sabe que hacer ante la orden de el príncipe, el castillo oculta mas de lo que aparenta, enredada en mentiras, secretos y sangre, descubre que el mundo es más de lo que ella pensaba y que nada es lo que parece, incluido el mismísimo heredero al trono.
Leer másPasamos el día encerradas, porque no nos permiten salir del palacio de las concubinas, ayudo a Lily a bañarse, le lavo el cabello.—Camelia.—¿Sí? —¿Tú crees que un día seremos libres?—No lo sé. —Ojalá, es cansado hacer todas las noches lo mismo. —Lo sé.Sale de la bañera, se envuelve el cuerpo con una toalla, volvemos a la habitación, entre todas nos ayudamos a vestirnos, las primeras en ir con el rey son Daisy y Dalia. —Que espanto, está borracho y diciendo obscenidades —Daisy dice frotándose la piel. —¿Las toco? —Jazmine les pregunta. —No, pero con la pura mirada que tiene basta y sobra —Dalia dice. —¿A quien mando a llamar? —No pidió a nadie en específico, solo dijo que quiera que Camelia fuera la ultima —Daisy me mira.—No quiero ir —Jazmine dice. —Pero pues ya que. Se marcha, no pasa mucho antes de que regrese, todas las vemos confundidas.—Se quedó dormido, así que no creo que pase nada más.—Genial —Lily sonríe acostándose en su cama. Nos quedamos charlando un rato
La Camelia Roja así me llaman, todos los de aquí dicen que los hipnotizo, que mi baile podría revivir a los muertos y calmar a las bestias, me ofrecen montones de dinero solo por una noche conmigo, pero cuando me niego dicen que es parte de mi encanto. La Camelia Roja.La Flor besada por el fuego.Eso soy, después de decenas de noches bailando, la sangre se me hizo fría, la piel se me hizo dura, tanto como el hierro, montones de manos me tocan cada noche, pero no las siento, cada noche, ojos lujuriosos me miran y cada noche, me permito volver al bosque, solo en pensamientos, no soy consciente de sus ojos, de sus manos, de sus gritos y aplausos. —Mi dulce Camelia, otra vez, fuiste una completa Diosa. —Mía me sonríe dándome una bolsa de tela con mi paga.—Sorpréndete cuando lo haga mal —le sonrió de lado.Mía me da una parte de mis ganancias, pero solo me sirven para comprar más vestuarios, ropa, comida y cosas personales, no puedo escaparme, siempre hay vigilancia, tampoco se si quie
Mia me lleva a la planta alta de la casa, hay mujeres por todos lados, me miran y me sonríen, me lleva a un cuarto, donde hay tres mujeres rubias, un montón de ropa y un espejo gigante de cuerpo completo. —Ella es Lily. —Encantada de conocerte. —Ellas son, Daisy y Dalia. —Me señala a cada una. —Son mellizas y dos de mis más queridos retoños. Ambas me sonríen, les devuelvo la sonrisa con timidez. —Tu a partir de ahora te llamarás Camelia, ¿entendido? —Sí, Mía. —Serás la sensación, ya lo verás, ahora desnúdate. —¿Qué? -digo asustada. —Tranquila, solo es para ver que estés en perfecta calidad. —No creo que disfrutes lo que veras. —Me sincero. Alza una ceja, me desata el vestido y lo jala para que caiga sobre mis pies. –¡Por amor a los Dioses! ¿Quién te hizo esto? Mira las cicatrices de mi espalda y brazos, aunque puede que las recientes se curen, aún así tengo marcas blancas permanentes, tengo moretones en los brazos y en las piernas. —Tu padre no recibirá ni un sol
Mi padre me arroja al suelo haciéndome caer boca arriba, escucho el grito de mis hermanas cuando el azote golpea mi espalda, una y otra vez, aprieto la mandíbula, tragándome el llanto.—¡Estás maldita, no sé qué hicimos para merecer esto! —grita tomándome por el cuello, clavando sus ojos llenos de ira en mi.—Papá yo… —¡Callate, no podrás casarte, ni siquiera puedo venderte cual yegua, porque no eres una verdadera hembra! —grita en mi cara.Su palma se impacta con mi cara, abriéndome el labio, saboreo mi propia sangre, me toma por el cabello y me lleva arrastras afuera. —Un mes más Erys, te doy una luna más para que sangres, si no lo haces, yo mismo te mataré. Cierra la puerta de la casa, me quedo en el suelo temblando, me limpio la sangre de la cara, la espalda me quema, pero no puedo hacer nada, me acuesto en la entrada, abrazando mis rodillas y me duermo, cuando amanece, es mi madre quien me recoge, me prepara un baño caliente y limpia mis heridas, no me dirige la palabra, no su