UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR

UNA OPORTUNIDAD PARA AMAR ES

Romance
Glory Autora  Recién actualizado
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10
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Resumen
Índice

Gabriela con el peso de un pasado sombrío, marcado por el abuso que sufrió y que la llevó a cometer el peor error de su vida: huir de su boda, dejando, a Ernesto, destrozado en el altar. Con el corazón roto y acosados por los fantasmas de sus demonios, ambos siguen caminos oscuros. Ernesto, convencido de que una nueva relación puede sanar sus heridas, se casa con Sandra Aguirre, pero nada logra reparar las grietas en su alma. Gabriela, por su parte, cae en la trampa de Rodrigo Allem, un hombre que oculta sus verdaderas intenciones detrás de una fachada de dulzura, convirtiéndose en el lobo disfrazado de oveja que condenará aún más su vida. Siete años más tarde, Ernesto y Gabriela se reencuentran, pero la posibilidad de un reencuentro feliz se ve amenazada.

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Svaqq16
Excelente, autora sube más capítulos.
2025-01-07 22:53:39
1
15 chapters
REVELACIÓN DOLOROSA
Año 2005 —¿Y bien? Díganme por qué querían verme aquí —preguntó Rosalía con una voz que intentaba sonar firme mientras observaba las manos temblorosas de su hija.—Vamos, cariño, no tengas miedo —Claudia se inclinó hacia Gabriela, su sobrina, y le dedicó una sonrisa cálida. Sus ojos decían que estaba allí para ayudarla a enfrentar su verdad.—Mamá, yo… —Gabriela intentó hablar, pero las palabras se ahogaban en su garganta. Sentía el sudor helado en su frente y su respiración se volvía cada vez más entrecortada; su corazón golpeaba desbocado en su pecho. Aunque tenía tanto por decir, no lograba encontrar la manera.—Adelante, mi cielo —Claudia la besó en la frente con ternura—. No olvides lo que siempre te he dicho: eres mi mayor tesoro, y te protegeré como una leona.—¿Qué demonios pasa aquí? —La tensión aumentaba y la voz de Rosalía temblaba con impaciencia—. Hija, habla ya. Desde hace meses te noto distante, no quieres hablar conmigo y siempre te refugias en tu tía. ¿Qué está suced
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LA ÚLTIMA DEFENSA DE UNA MADRE.
Horas después, Gabriela no podía ignorar el nudo que le apretaba el pecho. A pesar de todo, seguía amando a su madre. El temor por su seguridad la empujó a actuar. Llegó apresurada a la casa, sintiendo que el corazón le iba a estallar. Apenas cruzó la puerta, los gritos la golpearon como un balde de agua helada.—¡Habla ya! ¡No te quedes callado! —vociferaba Rosalía, fuera de sí. Su figura parecía más grande, amenazante, con un cuchillo temblando en su mano—. ¿Abusaste de ella? ¿Te atreviste a lastimarla?—Rosalía, por favor… —Federico, sudoroso y tambaleante, levantó las manos en un gesto de rendición—. Baja eso. No hagas algo de lo que puedas arrepentirte.—¡Cállate y responde! —gritó Rosalía, cada palabra impregnada de un odio visceral—. ¿¡Lo hiciste!?Federico tragó saliva, intentando encontrar algo, cualquier cosa, que lo librara de la furia que lo tenía acorralado.—Tu hija… me provocó. Yo no quería…—¡Maldito! —La voz de Gabriela irrumpió con fuerza desde el umbral. Avanzó con
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CAMINO SIN RETORNO
Recomponernos nunca es sencillo. Por mucho que intentemos arrancar las espinas que nos hieren, el ardor persiste, recordándonos constantemente el dolor.Gabriela lo sabía bien. Resistir los dos años que su madre pasó en prisión por un crimen que no cometió fue una prueba desgarradora. Sin embargo, incluso en medio de las tempestades, encontró un rayo de luz. Logró ingresar a la Universidad Santiago de Cali, donde el destino le presentó a Ernesto Paz Cáceres, hijo de uno de los abogados y empresarios más influyentes del país. Bastó solo un instante, una mirada fugaz, para que ambos quedaran atrapados en un torbellino de emociones. Con el paso de los meses, lo que comenzó como una chispa se transformó en una relación aparentemente irrompible.Gabriela se sentía plena por primera vez en mucho tiempo. Su madre y su tía estaban a su lado, el amor había llegado a su vida, y sus futuros suegros no solo la respetaban, sino que la admiraban. Todo parecía encajar perfectamente. Estaba lista par
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EN EL UMBRAL DEL RECUERDO
Mientras Gabriela estaba decidida a empezar una nueva vida, en la iglesia Ernesto se desmoronaba. Las flores, los invitados y los bancos adornados ahora eran testigos mudos de su desesperación.—¿Por qué lo hizo? ¡Respondan! —gritaba lleno de ira a Clara y Rosalía—. ¿Cómo es posible que me deje así?Rosalía intentó responder, pero sus palabras se quebraban antes de salir.—Hijo… nosotras no… —Su voz temblaba, buscando una explicación que ella misma no entendía—. Lo único que puedo asegurarte es que mi hija te ama. Has sido su primer amor, para ella eres todo su mundo.Ernesto se alejó unos pasos y se giró bruscamente hacia Rosalía, su rostro desbordado por la mezcla de dolor y furia.—¿Le parece que esto es amor? ¡Mire a su alrededor! Estoy siendo humillado frente a todos, aunque, la verdad, eso poco me importa. Si no estaba lista, debió decírmelo. No hacer esto.Las palabras cayeron como cuchillos en el aire. Rosalía y Clara intercambiaron una mirada desconcertada. Nadie entendía lo
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LO QUE NO SE VE
Gabriela bajó la mirada, como si cada palabra que pronunciaba arrancara un pedazo de su alma.—Todo lo que hice fue para protegerte —susurró, con una voz que apenas se sostenía.Ernesto soltó una carcajada seca, cargada de desdén.—¿Protegerme? —replicó, con una sonrisa torcida—. ¿Crees que abandonarme fue un acto noble? ¡Eres una hipócrita, Gabriela! Una cínica…—¡Un momento! —lo interrumpió, alzando la voz con inesperada firmeza—. Entiendo que estés molesto, que necesites desahogarte, pero no voy a permitir que me insultes. No cuando no sabes por lo que he pasado.Ernesto dio un paso al frente, sus ojos fijos en ella como si intentaran atravesar sus defensas.—Entonces, déjame pasar. Dame tus excusas, aunque sean mentiras.—¡No lo son! —respondió Gabriela, clavando su mirada en la de él. Se apartó, abriendo la puerta con un movimiento brusco—. Pasa.Por un instante, Ernesto vaciló. Pero entró, cargando el espacio con su presencia y la tensión de todo lo no dicho. Gabriela, sintiéndo
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HILOS DEL DESTINO
A la mañana siguiente, Ernesto despertó con una idea fija: recuperar a Gabriela. Aunque la humillación del día anterior pesaba como una losa en su pecho, estaba decidido a no rendirse. Se vistió rápido, repasando mentalmente las palabras con las que intentaría enmendar su error. El sol apenas comenzaba a bañar las calles cuando llegó a la puerta de Gabriela. Pero antes de que pudiera tocar, la tormenta se desató.—¡Fuera de aquí! —bramó Erica, interponiéndose en su camino—. Gabriela no tiene por qué oírte. ¿No te bastó con la humillación de ayer? Si no te marchas por las buenas, te sacaré por las malas.Ernesto sintió un golpe de ira en el pecho. Sus puños se cerraron con fuerza mientras la adrenalina recorría su cuerpo.—¿Quién te crees que eres? —gruñó, su voz profunda y amenazante—. ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera?Erica no retrocedió ni un paso. Su mirada era de fuego puro.—¡Soy su mejor amiga! Y no voy a permitir que alguien como tú la vuelva a lastimar.—¡No me import
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COMIENZOS Y AMENAZAS
Minutos después, mientras Ernesto aguardaba en el aeropuerto, perdido entre los anuncios de vuelos y los rostros de los viajeros apresurados, Gabriela cruzaba las puertas del bufete del padre de Erica. En su mente resonaba la posibilidad de un nuevo comienzo, uno que iluminara su futuro con promesas de estabilidad y éxito.En el despacho, William Brown la recibió con una sonrisa profesional.—Mucho gusto, soy William Brown. Mi amigo me comentó que buscas una visa de trabajo. Dime, ¿cuentas con experiencia laboral?Gabriela ajustó su postura y respondió con seguridad.—Aquí no he trabajado, pero en mi país fui secretaria en la oficina de un abogado mientras estudiaba. Ayudaba con cartas legales, peticiones de derecho, organizaba su agenda y realizaba otras tareas administrativas.William asintió, evaluando sus palabras.—Comprendo. ¿Puedo ver tu pasaporte?Ella le entregó el documento, y él lo examinó detenidamente antes de hablar.—Es nuevo y veo que este es tu primer viaje. Debes sab
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TRAGEDIA ANUNCIADA
—¡¿A dónde crees que vas?!La voz de Rodrigo retumbó como un trueno antes de que Gabriela sintiera el tirón en su cabello. El dolor la hizo tambalearse, pero lo que más la paralizó fueron las siguientes palabras:—Te lo dejé claro esta mañana. De aquí no sales viva. No voy a ser abandonado… y menos por un gusano como tú.Gabriela quedó congelada, su mente en blanco, como si el mundo se hubiese detenido. Pero no, el mundo seguía girando, solo que ahora parecía estar aplastándola. Un torbellino de pensamientos la asaltó: «Mis hijos. Si hago algo mal, está será una gran tragedia. Todos terminaremos muertos».Consciente de que cualquier paso en falso podría desencadenar una tragedia, tomó aire y optó por la única estrategia que tenía a mano: la sumisión.—Suéltame —suplicó, con un hilo de voz que apenas disimulaba el pánico—. Solo quiero ir al jardín. Ori está inquieta, necesita calmarse.Esperaba que usar el nombre de su hija pequeña ablandara, aunque fuera un poco, la coraza de Rodrigo.
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¿ES POSIBLE COMENZAR DE NUEVO?
Tres semanas después.Gabriela abrió los ojos con dificultad, sus párpados pesados, como si el peso de los días inconscientes la mantuviera atada a un abismo. La habitación blanca del hospital parecía una jaula fría y estéril. Su mirada, aún desenfocada, encontró la figura de Erica, su mejor amiga, quien sostenía su mano con fuerza.—Estás a salvo, Gabi. Estoy aquí contigo —murmuró Erica, su voz suave y llena de ternura. Pero aquellas palabras no alcanzaban el vacío oscuro que comenzaba a devorar el pecho de Gabriela.De repente, un recuerdo agudo y cruel atravesó su mente como un rayo: el rostro de su esposo, distorsionado por la ira, la violencia implacable, el dolor. Intentó moverse, pero el peso de la angustia la dejó clavada a la cama.—Mis bebés… ¡¿Dónde están mis hijos?! —preguntó, sintiendo el peso de la realidad.Erica apartó la mirada, su silencio hablaba más fuerte que cualquier explicación.—Ori está bajo mi cuidado —dijo al fin, casi en un susurro—. Está con tu madre y tu
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EL DESAFÍO DE UNA MADRE
El sonido de las gotas de lluvia que caía incesantemente sobre el techo despertó a Gabriela de un sueño intranquilo. Una sensación extraña recorría su cuerpo, una zozobra que se apoderaba de ella sin piedad. De repente, el sonido estridente de su celular rompió el silencio, haciendo que su corazón se acelerara.—¡Hola! ¿Quién es? —preguntó, con voz temerosa.—Iré por ti, no creas que te he olvidado. ¡Las perras como tú no pueden vivir sin su dueño! —La risa maquiavélica de Rodrigo resonó en su oído, colapsando su mundo en un instante.El celular se deslizó de sus manos temblorosas y cayó al suelo con un ruido sordo. Gabriela corrió al cuarto de Ori, donde dormían su madre y su hija.—¡Está aquí! —exclamó, tomando a su hija en brazos—. ¡Ya sabe dónde estoy! Tenemos que irnos.—Calma, mi vida. ¿Qué es lo que sucede? —preguntó su madre, aún adormilada.—Les digo que tenemos que marcharnos, no hay tiempo que perder —insistió Gabriela, con la voz desesperada.Rosalía y Clara la observaban
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