YA NO QUEDA NADA

El ambiente en el bar era eléctrico, con luces tenues y música que invitaba a perderse en el ritmo. Ori se movía con una confianza renovada, sintiendo las miradas de admiración a su alrededor.

Damián, a su lado, no podía ocultar su orgullo y satisfacción al verla disfrutar. Ella dejó que el alcohol quemara su garganta mientras el ritmo vibrante de la música se apoderaba de su cuerpo. Se dejó llevar por la euforia del momento, moviéndose en la pista con la confianza de quien sabe que es observada.

A pesar de que se veía feliz, Damián se percataba de que la sombra de Miguel aún persistía.

—Sigues pensando en él —murmuró cuando Ori regresó a su lado, con las mejillas encendidas.

—No seas ridículo —respondió ella, tomando otro sorbo de su trago—. Estoy aquí contigo, ¿o no?

—No necesitas demostrarle nada a nadie, Ori. Mucho menos a ese imbécil.

Ella rodó los ojos y dejó el vaso sobre la barra.

—Si no vas a divertirte, me buscaré otro compañero de baile.

Antes de que Damián pudiera responde
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