Abigail creyó haber encontrado el amor eterno en Pietro, pero al descubrir que su esposo solo la desea por su fortuna y que está detrás de la muerte de su padre, su mundo se desmorona. Una discusión llena de tensión los lleva al borde de un accidente, pero en lugar de morir, Abigail despierta en el pasado, justo el día de su boda. Con una segunda oportunidad en sus manos, decide desenmascarar a Pietro y hacer que pague por sus crímenes. Sin embargo, su plan toma un giro inesperado cuando Giorgio Rachad, un alfa enigmático y peligroso, se cruza en su camino. A pesar de la atracción prohibida, ambos deberán enfrentar un mundo que desprecia a Abigail por su naturaleza mestiza. Mientras secretos oscuros emergen y enemigos conspiran para separarlos, Abigail y Giorgio lucharán contra todo para defender lo único que podría salvarlos: un amor que desafía las reglas. ¿Podrá Abigail vengar a su padre y al mismo tiempo abrir su corazón a un futuro que jamás imaginó?
Leer másJim me llevó a su mesa, y nos sentamos. Frente a nosotros, Giorgio estaba junto a la rubia y su hermano, que observaba todo como un halcón, con una calma que resultaba inquietante. La rubia me miró, y su expresión se endureció como si quisiera clavarme en el sitio. Aparté la mirada y me concentré en Jim, que me estaba haciendo preguntas, aunque apenas podía procesar lo que decía.—¿Dónde está el insufrible de Pietro? —preguntó con una nota de burla en la voz.Me encogí de hombros, incómoda. No quería hablar de Pietro, pero mi mirada traicionera volvió hacia Giorgio. Él ahora me miraba directamente y me dedicó una media sonrisa cargada de intenciones. Mi respiración se entrecortó.—Creo que vendrá pronto con Lucrecia —murmuré finalmente.Jim, sin previo aviso, tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo a los ojos, como si intentara sacarme de ese trance.—Ese tipo al que estás devorando con la mirada es un gran hijo de puta. Si Pietro es nefasto, este lo es aún más. ¿Qué les ves a los hom
Los días pasaron volando. Pietro y yo dormíamos en habitaciones separadas, y lo mejor era que ya había encontrado un lugar para vivir, un precioso apartamento cerca de la empresa. Por el momento, dejaría que Lucrecia y Pietro vivieran aquí; no quería levantar más sospechas, así que tendría un perfil bajo estos días, hasta que el investigador que contraté me entregue lo que averiguó sobre ellos.Esta noche tenía un evento importante con varios empresarios, así que debía estar más que presentable, debía causar la mejor impresión. Pasé el día buscando el atuendo perfecto, con el único objetivo de impresionar.Un precioso vestido rojo largo, con un escote no muy pronunciado en v, tenia una abertura en la pierna derecha, era sexy, pero no vulgar, era más que perfecto.Cuando la hora llegó, bajé las escaleras. Pietro estaba abajo junto a Lucrecia. Él me quedó mirando, su boca se abrió ligeramente. Lo miré de reojo, le sonreí con leve indiferencia y pasé de largo, sin querer irme con él.—De
Pietro me detuvo en la sala de reuniones. Quería salir de allí lo más rápido posible, pero él me sujetaba con una fuerza inesperada, impidiéndomelo.—Quiero el divorcio —le dije, con la voz temblando, pero resuelta. Ya no podía soportarlo más, no podía tenerlo tan cerca.Él me miró con una rabia que me heló la sangre.—Te gusta ese tipo, ¿verdad? —preguntó, su tono cargado de veneno.Me solté de su agarre, pero intentó retenerme. Corrí hacia la puerta, pero de repente, sentí su mano apoderándose de mi cabello, tirándome hacia atrás con brutalidad. Un alarido de dolor se escapó de mi garganta.—¡Suéltame! —grité, pero él no me escuchó.Me soltó, y caí al suelo con fuerza. El dolor en mi espalda me recorrió, pero él se acercó, poniéndose de cuclillas frente a mí. Sus ojos, llenos de desprecio, se clavaron en los míos.—Jamás te librarás de mí —dijo, su voz como un susurro amenazante.Levanto la mano como si fuera a golpearme, y mi cuerpo se paralizó. Cerré los ojos, esperando el impacto
Al día siguiente, llegué a la empresa de Abigail donde me reuniría con los demás inversionistas. Apenas crucé la entrada, me topé con Pietro. Su mirada despectiva, de arriba a abajo, me hizo arquear una ceja, pero decidí ignorarlo. Me acerqué con calma y lo saludé.—¿Ya están todos esperando? —pregunté con aparente indiferencia.Él asintió de manera casi mecánica y me guio hacia la sala de reuniones. Al entrar, mi mirada recorrió rápidamente el lugar, buscando a Abigail. No estaba. Me sentí un poco decepcionado al no verla, pero decidí no mencionarlo. Me senté en uno de los asientos vacíos, manteniendo una expresión imperturbable.Pietro tomó la palabra desde la cabecera de la enorme mesa, hablando sobre el proyecto con un entusiasmo que se sentía falso, incluso irritante.—Es un honor tenerlo como inversionista —añadió, buscando una reacción que no obtuvo.—¿Dónde está la señorita Greco? —interrumpí, cortando su monólogo.Su rostro se tensó, pero lo disimuló rápidamente.—La señora A
Giorgio me envió el número de una agencia de seguridad, pero antes de que pudiera llamarlos, me llegó un mensaje suyo. Decía que ya tenía a un hombre de confianza, alguien muy bueno en su trabajo, y me dio su contacto. No perdí tiempo y llamé de inmediato. Alessandro, como se presentó, fue amable, directo y profesional. Me aseguró que estaba listo para comenzar cuando yo lo indicara, así que acordamos reunirnos al día siguiente en un restaurante cercano.Colgué la llamada, pero no tuve tiempo para pensar demasiado. La puerta de mi habitación se abrió de golpe, y Pietro apareció con un enorme ramo de rosas rojas en las manos. Sin pedirme permiso, avanzó hacia la cama donde yo estaba sentada y dejó las flores frente a mí.—Perdón, amor mío. Sé que fui un poco agresivo hoy, pero quiero que me disculpes —dijo con una sonrisa que me resultó más calculada que genuina.—Tus cosas están en la habitación de invitados, y no fuiste "solo un poco agresivo" —respondí con frialdad, clavándole los o
Después de comer algo y discutir sobre el trabajo, salimos del restaurante. Mientras íbamos hacia la salida, sentía las miradas clavadas en mi espalda. Cada paso parecía más pesado bajo el escrutinio de los presentes, y todo era culpa del hombre enorme caminando a mi lado. Quería ahorcarlo ahí mismo.—¿Quiere que la acerque a su coche? —preguntó, con una burla descarada en su voz.Volteé a verlo, y sí, ahí estaba esa maldita sonrisa que lograba ser tan irritante como encantadora.—No, gracias —respondí con la voz tensa, casi triturando las palabras.Me separé de él con rapidez y empecé a caminar hacia donde había dejado mi coche, un lugar lejano del restaurante, y todo por su maldita culpa. ¿Cómo podía alguien ser tan sexy y tan insufrible al mismo tiempo?Mi celular comenzó a sonar. Lo saqué apresurada del bolso y contesté al ver que era Jim.—¿Cómo estás? —saludé de inmediato.—Muy bien, ¿quieres almorzar conmigo? —preguntó con tono animado.Cuando estaba a punto de responder, una s
Esperé un par de minutos más por Abigail. Llegaba con un retraso de veinte minutos, y si algo me molestaba era la impuntualidad. Justo cuando estaba por levantarme y marcharme, ella apareció en el restaurante. Se veía distinta, como si algo le hubiese pasado.Se acercó y se sentó frente a mí. Su sonrisa me distrajo por un instante, pero las marcas en su cuello captaron toda mi atención, como un grito desesperado que no podía ignorar.Una llama ardió en mi interior. La furia creció, apretando mi pecho y exigiendo sangre, gritando que encontrara al malnacido que se había atrevido a lastimarla.—¿Ha esperado mucho? Lo siento, tuve un pequeño inconveniente —dijo, intentando justificar su retraso con una sonrisa que solo me pareció un débil intento de cubrir el dolor.No lo pensé más. Me levanté, agarré su brazo y, sin darle tiempo a protestar, la llevé al baño de hombres. Abigail intentó resistirse, pero al final cedió. Con cuidado la subí al lavabo, sujetándola por la cintura para que no
Cuando iba a salir de la habitación de invitados, la puerta se abrió de golpe, y Pietro entró como una fiera rabiosa. Sus ojos ardían, y antes de que pudiera reaccionar, me agarró del brazo y me estrelló contra la pared. El aire abandonó mis pulmones, y mi instinto fue levantar la mano para abofetearlo, pero él detuvo mi movimiento con una facilidad que me hizo sentir indefensa.Con su otra mano, apretó mi cuello. Su fuerza era demasiada. Mis ojos se abrieron de par en par mientras el miedo se deslizaba por mi columna. Estaba paralizada, atrapada en ese instante que parecía no terminar nunca, aterrorizada por lo que Pietro pudiera hacerme.—¿Dónde estabas? ¿Crees que soy un imbécil? —me espetó con una voz cargada de rabia mientras apretaba más.Reuní todo el valor que me quedaba, liberé mi mano de su agarre y lo empujé con toda la fuerza que mi cuerpo asustado pudo reunir.—¡¿Qué te pasa?! —le grité con un temblor que traicionaba mi intento de valentía.Pietro avanzó hacia mí, sus pas
Mientras íbamos rumbo a mi coche, lo observé durante un largo y desconcertante momento, preguntándome por qué me atraía tanto. Era ridículo, dado que no lo conocía. La sensación me quemaba por dentro, como si algo en él me jalara irremediablemente.—¿Quieres algo de mí?—me preguntó Giorgio de repente. Su voz me sacó de mis pensamientos, y aparté la mirada de inmediato, incapaz de soportar la tensión que crecía entre nosotros. Miré por la ventanilla, intentando calmarme, pero todo en mi cuerpo temblaba.—No sé de lo que hablas—le respondí rápidamente, y aunque intenté sonar indiferente, mi voz vaciló. Él se rió, esa risa que me calaba hasta los huesos, y me avergoncé aún más. Juraba que mis mejillas estaban ardiendo en ese instante.El coche se detuvo. Miré hacia mi vehículo, y un suspiro de alivio escapó de mis labios; ahora podía escapar de él, de esa presencia tan poderosa que me alteraba el alma…Abrí la puerta del coche y salí rápidamente, mis pasos apresurados reflejaban el caos