El aire en la habitación era denso, cargado con el miedo que emanaba de Bonnie. Abigail cerró la puerta tras de sí con un golpe seco, sus tacones resonando contra el suelo de cemento. La joven sentada en medio del cuarto se estremeció al escuchar los pasos acercarse. —No mereces estar aquí —murmuró Abigail, agarrándole con fuerza la barbilla y obligándola a levantar el rostro—. Pero te necesito. La persona que amas no es lo que piensas, y él merece una lección. Bonnie jadeó, intentando apartarse, pero las ataduras en sus muñecas y la venda sobre sus ojos la mantenían indefensa. —¡Déjame ir! ¡No sé de qué estás hablando! —gritó, la voz quebrada por el llanto. Abigail esbozó una sonrisa fría. —Sé que tienes una relación con Gabriele. El nombre hizo que Bonnie se paralizara. Y su corazón empezó a latir con mucha fuerza. — Por favor, déjame ir— Le suplico Bonnie. pero Abigail la necesitaba, ella era la clave para su venganza. — lo siento, pero no puedo— Le dijo Abig
Días después.Una tras otra, imágenes de Bonnie aparecían frente a Gabriele: atada, la mirada oculta, su piel perdiendo color día a día. Pero nunca un mensaje claro, nunca una demanda. Solo ese goteo lento de agonía, calculado para corroerlo por dentro. Y Gabriele, el hombre que nunca se doblegaba, el que jamás dejaba escapar un gemido de dolor, se estaba desmoronando. —¡Es él! ¡Solo Giorgio sería capaz de esto! —rugió, estrellando una foto contra la pared con tanta fuerza que el marco saltó en pedazos. No quedaban alternativas. Si su hermano quería guerra, la tendría. Pero esta vez, no habría reglas. salió de su oficina rumbo a la casa de Giorgio. {...} Gabriele irrumpió en la casa de Giorgio como un huracán, derribando a los guardias que intentaron frenarlo. El cañón de su arma brilló bajo la luz del vestíbulo. Giorgio que bajaba las escaleras quedó viendo a su hermano con el celo fruncido. —¡¿DÓNDE ESTÁ BONNIE?! —grito el con desesperación. dentro el estaba murie
Mi mente no dejaba de pensar en ella. Yo la vi en ese lugar, hecha nada. Vi la sangre en su cuerpo desnudo, los ojos apagándose. Ese maldito disparo parecía mortal. Y sin embargo, ahí estaba. Viva. Lo peor de todo era que nunca me buscó. Aunque lo entiendo… yo fui un bastardo con ella.¡CARAJO! Pensar en ella me estaba volviendo loco. Me carcomía por dentro imaginar que me odiaba.Me bebí otro trago. El whisky me quemaba la garganta, pero no lograba quemar las preguntas.No entendía nada. Si era ella... ¿cómo seguía viva? ¿Dónde había estado todo este tiempo? ¿Y por qué ahora estaba con esos malditos lobos? ¿Qué quería conseguir secuestrando a esa chica? ¿Acaso no entendía lo peligroso que era meterse con mi hermano?La botella se me resbaló. Cayó sobre la alfombra con un golpe seco. La levanté rápido. Me paré de golpe. No podía quedarme quieto. Todo se estaba yendo al carajo otra vez, y mi cabeza era un maldito caos.Pensé en Pietro. Ese cabrón siempre metido donde no lo llaman. Él s
Alessandro buscó a un par de hombres de confianza, aunque en el fondo sabía que era una locura lo que Giorgio le había pedido. Pero él era su alfa, y le había jurado lealtad. Así que, aunque no estuviera de acuerdo, no tenía más opción que obedecer. La noche era fría, demasiado oscura. En el fondo, algo le decía que todo estaba mal. Junto a los dos lobos más, esperaban a que el reloj marcara la medianoche. No había luna, solo la tenue luz de las farolas rotas que parpadeaban como si fueran a apagarse de un segundo a otro. Alessandro revisó su arma por última vez, sintiendo el peso metálico en sus manos. Los otros lo imitaron, tensos, listos para lo que viniera. Con cautela, se dirigieron al almacén abandonado donde, supuestamente, retenían a la chica. El lugar era un esqueleto de cemento y hierro gastado, cubierto de grafitis, con un aire viciado de humedad y podredumbre. Rodearon el perímetro, asegurándose de que no hubiera guardias. Alessandro dio la señal. David, un tipo c
Hace un par de semanas, tuve un pequeño mareo, así que decidí hacerme un chequeo general. Estaba segura de que era un embarazo y fui ilusionada a mi médico de cabecera. Sin embargo, nada me preparó para la noticia que llegó. No estaba embarazada, pero habían encontrado una masa extraña en mis ovarios. Mi doctor intentó tranquilizarme, pero yo ya sabía lo que eso significaba. A pesar de todo, conservaba una pequeña esperanza... esperanza que se desvaneció por completo el día de hoy.Era estéril. Esa masa jamás me dejaría ser madre. Sentía que mi vida estaba arruinada. Siempre había soñado con ser madre, con formar una familia junto a Pietro. Ahora, ese sueño se había desmoronado en mil pedazos.Me tragué un sollozo. Desde hace un par de años, Pietro y yo empezamos a tener problemas. Él me reclamaba el no poder darle una familia, y eso me destrozaba el alma, así que insistía en que tal vez Dios no quería darnos hijos por el momento. Pero descubrí que si era yo la del problema.Subí al c
Tomé algunas cosas de mi armario y salí de casa. Algunos de los empleados me miraron, pero no dijeron absolutamente nada. Ahora solo tenía que buscar un hotel mientras encontraba un lugar tranquilo donde replantear mi vida. Llegué al hotel en tiempo récord, casi como si el dolor me empujara hacia adelante. Pedí una habitación sin mirar al recepcionista. Cuando me entregaron la llave, fui directamente al ascensor. Lo único que deseaba era tumbarme en la cama y enfrentar el vacío que me esperaba. Mientras subía, mis pensamientos eran un torbellino. Tenía que llamar al abogado, discutir los detalles del divorcio. Apenas entré a la habitación, fui directa a la cama. Me acosté en ella y me hice un ovillo. Me sentía tan cansada. Traté de calmarme hasta que el sueño me venció. Mañana pensaría en cómo llevar mi vida de ahora en adelante, pero, por ahora, solo quería descansar. El sonido del celular me despertó de golpe. Me incorporé en la cama, desorientada, y busqué a tientas dentro de m
Salí de la empresa hecha pedazos, con el corazón completamente destrozado. Jamás pensé que algo podría doler tanto, ni siquiera cuando me dijeron que nunca podria tener hijos. Esto era diferente; era como si el aire se hubiera convertido en cristales que cortaban cada vez que intentaba respirar.Caminé rápidamente hacia el estacionamiento. Quería salir de ahí, dejar atrás ese lugar que ahora olía a traición y falsedad. Todo en mí gritaba huir, alejarme para siempre.—¡Abigail! —La voz de Pietro rompió el silencio.No me detuve. Aceleré el paso, transformando mi andar en una carrera desesperada. No quería verlo, no quería escucharlo, no quería estar cerca de alguien tan ruin, tan despiadado.Pero su mano me alcanzó. Fuerte, fría y firme, se cerró alrededor de mi brazo, deteniéndome de golpe y obligándome a girarme para enfrentarlo.—Tenemos que hablar ¿Qué escuchaste? Déjame explicarlo—dijo con una calma aterradora.Sin pensarlo, descargué toda mi rabia contra él, golpeándolo en el pec
Me hundí en la silla frente a Pietro, tratando de controlar mi respiración, secar las lágrimas que caían sin tregua, pero cada vez que lo miraba, su rostro y esa sonrisa cruel, mi rabia se encendía de nuevo, quemándome por dentro.—No voy a morir, y mucho menos voy a dejarte mi dinero —Mi voz temblaba, pero había una fuerza visceral en mis palabras—. Te juro, Pietro, que ambos sufriremos. Haré de tus días un infierno, uno que jamás olvidarás.Su mirada no cambió. Me observaba como si fuera alguien que pudiera ignorar, como si mis amenazas fueran humo. Pero yo sabía algo que él no: una mujer herida es capaz de cosas inimaginables.Me levanté lentamente, forzando una sonrisa que no alcanzaba mis ojos, mientras me limpiaba las lágrimas con la palma de la mano. Iba a ir a la policía y lo denunciaría a el y a mi madrastra.—Nadie te creerá si intentas acusarme de algo, todos han visto la manera en la que actuaste. todos creen que estas loca—me soltó de golpe como si leyera mis pensamientos