A la mañana siguiente, me vestí lo mejor que pude. Este negocio significaba demasiado para mí, y no estaba dispuesta a perderlo por nada en el mundo. Con cada prenda que me ponía, sentía cómo mi confianza crecía. Me maquillé cuidadosamente, perfeccionando cada detalle, y al final sonreí frente al espejo. No estaba nada mal. De hecho, viéndome ahora, comparada con la mujer que era hace ocho años, me sentía completamente renovada. Mi cabello caía sedoso sobre mis hombros, brillando con una vitalidad que había olvidado que tenia. Mi rostro, iluminado por el maquillaje, parecía el de otra persona: hermosa, segura, poderosa. Por años, había descuidado mi apariencia, viviendo únicamente para Pietro. Me había convencido de que a él le gustaba mi "naturalidad", pero ahora entendía la verdad. No era amor ni preferencia, era control. Quería que me sintiera pequeña, insignificante, apagada, para que nunca pudiera reconocer mi propio valor. Pero hoy era diferente. Hoy, esa mujer rota había que
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