Pietro me detuvo en la sala de reuniones. Quería salir de allí lo más rápido posible, pero él me sujetaba con una fuerza inesperada, impidiéndomelo.—Quiero el divorcio —le dije, con la voz temblando, pero resuelta. Ya no podía soportarlo más, no podía tenerlo tan cerca.Él me miró con una rabia que me heló la sangre.—Te gusta ese tipo, ¿verdad? —preguntó, su tono cargado de veneno.Me solté de su agarre, pero intentó retenerme. Corrí hacia la puerta, pero de repente, sentí su mano apoderándose de mi cabello, tirándome hacia atrás con brutalidad. Un alarido de dolor se escapó de mi garganta.—¡Suéltame! —grité, pero él no me escuchó.Me soltó, y caí al suelo con fuerza. El dolor en mi espalda me recorrió, pero él se acercó, poniéndose de cuclillas frente a mí. Sus ojos, llenos de desprecio, se clavaron en los míos.—Jamás te librarás de mí —dijo, su voz como un susurro amenazante.Levanto la mano como si fuera a golpearme, y mi cuerpo se paralizó. Cerré los ojos, esperando el impacto
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