Giorgio me envió el número de una agencia de seguridad, pero antes de que pudiera llamarlos, me llegó un mensaje suyo. Decía que ya tenía a un hombre de confianza, alguien muy bueno en su trabajo, y me dio su contacto. No perdí tiempo y llamé de inmediato. Alessandro, como se presentó, fue amable, directo y profesional. Me aseguró que estaba listo para comenzar cuando yo lo indicara, así que acordamos reunirnos al día siguiente en un restaurante cercano.Colgué la llamada, pero no tuve tiempo para pensar demasiado. La puerta de mi habitación se abrió de golpe, y Pietro apareció con un enorme ramo de rosas rojas en las manos. Sin pedirme permiso, avanzó hacia la cama donde yo estaba sentada y dejó las flores frente a mí.—Perdón, amor mío. Sé que fui un poco agresivo hoy, pero quiero que me disculpes —dijo con una sonrisa que me resultó más calculada que genuina.—Tus cosas están en la habitación de invitados, y no fuiste "solo un poco agresivo" —respondí con frialdad, clavándole los o
Al día siguiente, llegué a la empresa de Abigail donde me reuniría con los demás inversionistas. Apenas crucé la entrada, me topé con Pietro. Su mirada despectiva, de arriba a abajo, me hizo arquear una ceja, pero decidí ignorarlo. Me acerqué con calma y lo saludé.—¿Ya están todos esperando? —pregunté con aparente indiferencia.Él asintió de manera casi mecánica y me guio hacia la sala de reuniones. Al entrar, mi mirada recorrió rápidamente el lugar, buscando a Abigail. No estaba. Me sentí un poco decepcionado al no verla, pero decidí no mencionarlo. Me senté en uno de los asientos vacíos, manteniendo una expresión imperturbable.Pietro tomó la palabra desde la cabecera de la enorme mesa, hablando sobre el proyecto con un entusiasmo que se sentía falso, incluso irritante.—Es un honor tenerlo como inversionista —añadió, buscando una reacción que no obtuvo.—¿Dónde está la señorita Greco? —interrumpí, cortando su monólogo.Su rostro se tensó, pero lo disimuló rápidamente.—La señora A
Pietro me detuvo en la sala de reuniones. Quería salir de allí lo más rápido posible, pero él me sujetaba con una fuerza inesperada, impidiéndomelo.—Quiero el divorcio —le dije, con la voz temblando, pero resuelta. Ya no podía soportarlo más, no podía tenerlo tan cerca.Él me miró con una rabia que me heló la sangre.—Te gusta ese tipo, ¿verdad? —preguntó, su tono cargado de veneno.Me solté de su agarre, pero intentó retenerme. Corrí hacia la puerta, pero de repente, sentí su mano apoderándose de mi cabello, tirándome hacia atrás con brutalidad. Un alarido de dolor se escapó de mi garganta.—¡Suéltame! —grité, pero él no me escuchó.Me soltó, y caí al suelo con fuerza. El dolor en mi espalda me recorrió, pero él se acercó, poniéndose de cuclillas frente a mí. Sus ojos, llenos de desprecio, se clavaron en los míos.—Jamás te librarás de mí —dijo, su voz como un susurro amenazante.Levanto la mano como si fuera a golpearme, y mi cuerpo se paralizó. Cerré los ojos, esperando el impacto
Los días pasaron volando. Pietro y yo dormíamos en habitaciones separadas, y lo mejor era que ya había encontrado un lugar para vivir, un precioso apartamento cerca de la empresa. Por el momento, dejaría que Lucrecia y Pietro vivieran aquí; no quería levantar más sospechas, así que tendría un perfil bajo estos días, hasta que el investigador que contraté me entregue lo que averiguó sobre ellos.Esta noche tenía un evento importante con varios empresarios, así que debía estar más que presentable, debía causar la mejor impresión. Pasé el día buscando el atuendo perfecto, con el único objetivo de impresionar.Un precioso vestido rojo largo, con un escote no muy pronunciado en v, tenia una abertura en la pierna derecha, era sexy, pero no vulgar, era más que perfecto.Cuando la hora llegó, bajé las escaleras. Pietro estaba abajo junto a Lucrecia. Él me quedó mirando, su boca se abrió ligeramente. Lo miré de reojo, le sonreí con leve indiferencia y pasé de largo, sin querer irme con él.—De
Jim me llevó a su mesa, y nos sentamos. Frente a nosotros, Giorgio estaba junto a la rubia y su hermano, que observaba todo como un halcón, con una calma que resultaba inquietante. La rubia me miró, y su expresión se endureció como si quisiera clavarme en el sitio. Aparté la mirada y me concentré en Jim, que me estaba haciendo preguntas, aunque apenas podía procesar lo que decía.—¿Dónde está el insufrible de Pietro? —preguntó con una nota de burla en la voz.Me encogí de hombros, incómoda. No quería hablar de Pietro, pero mi mirada traicionera volvió hacia Giorgio. Él ahora me miraba directamente y me dedicó una media sonrisa cargada de intenciones. Mi respiración se entrecortó.—Creo que vendrá pronto con Lucrecia —murmuré finalmente.Jim, sin previo aviso, tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo a los ojos, como si intentara sacarme de ese trance.—Ese tipo al que estás devorando con la mirada es un gran hijo de puta. Si Pietro es nefasto, este lo es aún más. ¿Qué les ves a los hom
Hace un par de semanas, tuve un pequeño mareo, así que decidí hacerme un chequeo general. Estaba segura de que era un embarazo y fui ilusionada a mi médico de cabecera. Sin embargo, nada me preparó para la noticia que llegó. No estaba embarazada, pero habían encontrado una masa extraña en mis ovarios. Mi doctor intentó tranquilizarme, pero yo ya sabía lo que eso significaba. A pesar de todo, conservaba una pequeña esperanza... esperanza que se desvaneció por completo el día de hoy.Era estéril. Esa masa jamás me dejaría ser madre. Sentía que mi vida estaba arruinada. Siempre había soñado con ser madre, con formar una familia junto a Pietro. Ahora, ese sueño se había desmoronado en mil pedazos.Me tragué un sollozo. Desde hace un par de años, Pietro y yo empezamos a tener problemas. Él me reclamaba el no poder darle una familia, y eso me destrozaba el alma, así que insistía en que tal vez Dios no quería darnos hijos por el momento. Pero descubrí que si era yo la del problema.Subí al c
Tomé algunas cosas de mi armario y salí de casa. Algunos de los empleados me miraron, pero no dijeron absolutamente nada. Ahora solo tenía que buscar un hotel mientras encontraba un lugar tranquilo donde replantear mi vida. Llegué al hotel en tiempo récord, casi como si el dolor me empujara hacia adelante. Pedí una habitación sin mirar al recepcionista. Cuando me entregaron la llave, fui directamente al ascensor. Lo único que deseaba era tumbarme en la cama y enfrentar el vacío que me esperaba. Mientras subía, mis pensamientos eran un torbellino. Tenía que llamar al abogado, discutir los detalles del divorcio. Apenas entré a la habitación, fui directa a la cama. Me acosté en ella y me hice un ovillo. Me sentía tan cansada. Traté de calmarme hasta que el sueño me venció. Mañana pensaría en cómo llevar mi vida de ahora en adelante, pero, por ahora, solo quería descansar. El sonido del celular me despertó de golpe. Me incorporé en la cama, desorientada, y busqué a tientas dentro de m
Salí de la empresa hecha pedazos, con el corazón completamente destrozado. Jamás pensé que algo podría doler tanto, ni siquiera cuando me dijeron que nunca podria tener hijos. Esto era diferente; era como si el aire se hubiera convertido en cristales que cortaban cada vez que intentaba respirar.Caminé rápidamente hacia el estacionamiento. Quería salir de ahí, dejar atrás ese lugar que ahora olía a traición y falsedad. Todo en mí gritaba huir, alejarme para siempre.—¡Abigail! —La voz de Pietro rompió el silencio.No me detuve. Aceleré el paso, transformando mi andar en una carrera desesperada. No quería verlo, no quería escucharlo, no quería estar cerca de alguien tan ruin, tan despiadado.Pero su mano me alcanzó. Fuerte, fría y firme, se cerró alrededor de mi brazo, deteniéndome de golpe y obligándome a girarme para enfrentarlo.—Tenemos que hablar ¿Qué escuchaste? Déjame explicarlo—dijo con una calma aterradora.Sin pensarlo, descargué toda mi rabia contra él, golpeándolo en el pec