21

Jim me llevó a su mesa, y nos sentamos. Frente a nosotros, Giorgio estaba junto a la rubia y su hermano, que observaba todo como un halcón, con una calma que resultaba inquietante. La rubia me miró, y su expresión se endureció como si quisiera clavarme en el sitio. Aparté la mirada y me concentré en Jim, que me estaba haciendo preguntas, aunque apenas podía procesar lo que decía.

—¿Dónde está el insufrible de Pietro? —preguntó con una nota de burla en la voz.

Me encogí de hombros, incómoda. No quería hablar de Pietro, pero mi mirada traicionera volvió hacia Giorgio. Él ahora me miraba directamente y me dedicó una media sonrisa cargada de intenciones. Mi respiración se entrecortó.

—Creo que vendrá pronto con Lucrecia —murmuré finalmente.

Jim, sin previo aviso, tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo a los ojos, como si intentara sacarme de ese trance.

—Ese tipo al que estás devorando con la mirada es un gran hijo de puta. Si Pietro es nefasto, este lo es aún más. ¿Qué les ves a los hom
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