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23 chapters
21
Jim me llevó a su mesa, y nos sentamos. Frente a nosotros, Giorgio estaba junto a la rubia y su hermano, que observaba todo como un halcón, con una calma que resultaba inquietante. La rubia me miró, y su expresión se endureció como si quisiera clavarme en el sitio. Aparté la mirada y me concentré en Jim, que me estaba haciendo preguntas, aunque apenas podía procesar lo que decía.—¿Dónde está el insufrible de Pietro? —preguntó con una nota de burla en la voz.Me encogí de hombros, incómoda. No quería hablar de Pietro, pero mi mirada traicionera volvió hacia Giorgio. Él ahora me miraba directamente y me dedicó una media sonrisa cargada de intenciones. Mi respiración se entrecortó.—Creo que vendrá pronto con Lucrecia —murmuré finalmente.Jim, sin previo aviso, tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo a los ojos, como si intentara sacarme de ese trance.—Ese tipo al que estás devorando con la mirada es un gran hijo de puta. Si Pietro es nefasto, este lo es aún más. ¿Qué les ves a los hom
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Aunque estaba con Jim, la molestia me carcomía por dentro. Pietro me observaba con su cara de pocos amigos, mientras Lucrecia prácticamente vaciaba todo el licor del lugar. Más allá, él estaba con esa rubia artificial de piernas largas. Era como si el universo quisiera ponerme a prueba.Me levanté y me dirigí al baño, buscando un respiro, un lugar donde pudiera armarme de fuerzas para soportar este lugar un par de horas más. Aunque, siendo honesta, dudaba que pudiera resistir tanto.Cerré la puerta detrás de mí, pero apenas había soltado un suspiro cuando Giorgio entró al baño con una expresión de seriedad. Se acercó rápidamente, me agarró del brazo y me arrastró a uno de los cubículos, cerrando la puerta tras nosotros con seguro.—Estoy empezando a creer que tienes una fijación con los baños —le solté, el sarcasmo como mi único escudo.—Tal vez —respondió, con esa indiferencia que lograba que quisiera golpearlo.Puse los ojos en blanco, intentando mantener la compostura.—Eres un idi
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Me subí al coche y arranqué de inmediato. El coche de Alessandro empezó a seguirme. Mañana, cuando estuviese más tranquila, lo iba a regañar; no tenía por qué haberle dicho nada a ese imbécil de Giorgio.Apreté el acelerador con fuerza. Necesitaba llegar a casa con urgencia. Jamás en mi vida me había sentido tan encendida, tan ardiendo desde lo más profundo. Era como si un instinto dormido hubiera despertado por culpa de él, rugiendo, quemándome por dentro.—Estúpido Giorgio, pero me las vas a pagar —mascullé, soltando el volante por un instante para golpearlo con ambas manos, desahogando mi frustración al aire vacío.Al entrar a la autopista, me di cuenta de que estaba más oscura que de costumbre. Eché un vistazo al retrovisor. El coche de Alessandro seguía detrás, manteniendo una distancia prudente, lo que me tranquilizó un poco. Bajé la velocidad; con esta oscuridad, cualquier cosa podía pasar.Encendí la radio, y una melodía suave llenó el coche. Tarareé la canción con esfuerzo, t
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