Elizabeth Sanders, una mujer con un carácter simpático cuando lo requiera. Es capaz de hacer todo por su familia y eso conlleva el tener que viajar a París. Intenta convencerse de no enamorarse. Un viaje lleva empacado: un corazón intacto, no amar en el proceso o... ¿simplemente dejarse llevar? Maxin Cooper, hombre arrogante que solo está centrado en su empresa. Para él no es suficiente cuando imagina obscenidades con su nueva socia. Un corazón en proceso para ser restaurado ¿puede ser otra vez dañado?
Leer másElizabeth.Permanezco pacífica en mi puesto a la vez escrutando a Maxin. Su rostro no me da señales de humo y mantiene su agarre fuerte, lo que no me da opción para desatarme.—Suéltame.—murmullo con los dientes cerrados para los dos y no sirve de nada decirle la palabra, al contrario, este me mantiene pegada a él sin ofrecerme alguna escapatoria.Por supuesto que disfruta verme obstinada y frustrada. La aflicción me saluda atravesando mi cara cuando los presentes nos observan con ligereza para cambiar a un semblante honesto.—Ella es Elizabeth Sanders mi socia, por ende todo lo que discutamos a partir de este instante se le hará participe y aquel que esté en desacuerdo puede tomar sus pertenencias y largarse.Los dos hombres no paran der vernos en ningún momento hasta que uno de ellos da pasos hacia a mi arreglando su corbata para darme la mano aceptándola gustosa. El mismo procedimiento es con el otro chico que es sigiloso, calmado y empático.—Sean bienvenidos. Para nosotros es un
Maxin Nadie en absoluto se enamora en un instante y menos aún por la atención que te brindan y la delicadeza con que lo hacen. No seré el primero en esta falta de insensatez. Si, reconozco que fue una cogida provechosa para los dos, pero resultó ser solo eso: una cogida sin importancia. Admito que el placer mutuo no lo encontramos con cualquiera en particular, a cambio de que ella acepte lo contrario, y en este caso quisimos los dos sin obligaciones que nos comprometiera. Fue muy inesperado e irracional de mi parte el pedirle permiso para tocarla cuando no suelo hacer esto porque básicamente ya saben que busco, que quiero y lo que no. Con ella no va a pasar nada más, no tengo dudas. A pesar de eso tampoco la tendré como una excepción, sola en un pedestal viéndola con interés y obligando a mi cabeza a engañarse a si mismo. Minutos después de despertarme notifiqué que trajeran las pastillas anticonceptivas a la habitación antes de salir del hotel. Deduzco que ya deberíamos estar
Elizabeth. Únicamente era tan solo una noche, me ratifiqué. No tenía expectativas de su parte así que mi siguiente paso fue acercarme a él hallando la tensión del ambiente junto su reacción ante mi contacto. Nuestra respiración iba a la par, despacio, pero tampoco rápido. Comienzo a reírme cerca de su boca cuando no descubre más lugares de mi cuerpo por dónde besar hasta que se fija en el lunar expuesto en mi oreja. —No me salgas ahora con qué: “no había visto un lunar en mi vida”. Estamos en lo que estamos. Evita distraerte, Maxin.— Me mira alzando una ceja. Quería reírme, pero no pierdo el tiempo probando sus labios una, dos, tres veces y más sin sacearme del todo porque yo siempre quiero más hasta quedar satisfecha. Me repara con una puta mirada que lo admito, era lo que buscaba y ahora es lo que obtengo. Él espera mi confirmación comenzando a magrear mis nalgas lentamente. Asiento a lo que mi repuesta queda a medias cuando nos conduce a la cama. Me queda claro que de na
Elizabeth Le proporciono la toalla impactando en su pecho con fuerza a lo que oigo los latidos lentos de este y rápidamente me alejo para ingresar al baño. Soy una estúpida, me quedé ahí parada babeando delante de él y haciéndole ver que ganó obteniendo un punto a su favor. No es tan fácil... Paso varios minutos en el baño por un corto tiempo para retirarme no sin antes verificando que la toalla en mi cuerpo esté ajustada en su lugar. Gran error. Pase por alto que se hallaba aún aqui. —Pense... supuse que saldrías. —¿A dónde, Eliza?—Recorre por completo mi cuerpo con su mirada. Sé que tengo la toalla puesta, pero intuyo que después de todo me ve hasta el alma. Él tiene la suya en la cintura. —No tengo idea, tampoco soy adivina. Puedes ir afuera a tomar aire, caminar o cenar tal vez, aunque este es el lugar menos indicado ahora mismo para ti. —La cena la tendremos en la habitación.—Sigue mirándome, ahora cruzando sus brazos sin tomarse la molestia alguna en abandonar el cuar
Elizabeth No estamos ni a mitad de todo lo que nos falta por llegar y no lo niego, el hambre hace de las suyas así que me veo en la obligación de decirle a Maxin que estacione el auto frente al primer restaurante que salta a mi vista.—No te iba a decir que si podíamos parar, estaba esperando a que lo hicieras tú.—confiesa el troglodita que tengo a mi lado.—Eso es no ser cortés con una dama y más al ver que ya llevamos mucho recorrido, aún así no eres capaz de estacionar para almorzar.— me toco el puente de la nariz.El idiota cabeza de piedra, porque si lo es, no piensa cuando se necesita, me mira con una sonrisa cínica antes de bajar con las llaves rodando en sus dedos.Trato de abrir la puerta para salir y no me deja. No sé si lo hace a chiste, maldito idiota me dejó aquí encerrada. Intento dos veces más y ya logra abrir, Maxin me da la mano para salir del auto y obviamente no se la recibo.—¿Y ahora qué pasa?— pregunta arrugando la nariz. Me ac
MaxinSe hacen las seis de la mañana y todavía sigo esperando a Tanger «maldito bastardo» sabe que lo necesito urgente y no llega.Me tomo el siguiente trago que rasga un poco mi garganta e igualmente la refresca a su paso. Visualizo al miserable de mi hermano y retorna hacia a mi.—Sientate no me voy a levantar.— hablo seriamente golpeteando la mesa con los dedos.Hace lo que le digo, excelente que no me contradiga.—Primero es un: "Hola hermanito."—ironiza— ¿Cómo te va con Rebecca?— se ríe al mencionarla.Revuelvo el trago con el dedo y hago el ademán de girarme para verlo.—No te interesa, vengo aquí porque necesito tu ayuda.—lo miro paciente a la espera de que diga algo.Su mirada se vuelve inesperada ante mi petición. Prácticamente no le pido nada.—Así cómo lo oyes Tanger,—comienzo— necesito votos para las distribuciones de la empresa, no están reproduciendo y necesito a alguien que tenga asociaciones para que nos apoyen.—lo piensa y habla.
MaxinEs directa y obstinada, aún así tiene sus encantos.Muevo los planos y los enfoco en la luz para ver si llego a aclarar mis ideas, pero es difícil, me distraigo mirandola. Está hincada en la mesa verificando los correos que han llegado y me deja a la vista su escote.Prácticamente no he tenido cabeza para esto, lo que son mis padres me han estado presionando para casarme. Para ellos traerá beneficio, ya que necesitan un heredero que recibirá toda las acciones en el futuro.—No te distraigas, tenemos que dar resultados.La observo moviendo la mano al frente de mi cara y sonando los dedos para que reaccione.Casi sale una sonrisa, casi. Mis ojos viajan a los de ella, repaso cada una de sus facciones y capto que tiene un tic en la oreja izquierda.Enfoco bien la mirada y a ese mismo lado en la parte de abajo tiene un lunar.¿Qué como lo logro ver?, fácil, camino girando del otro lado donde está ella.¿A dónde más tendrá? Me intriga saber.—La
Elizabeth Sin necesidad de alarma me despierto, vaya que es un milagro. Me levanto con pereza y envuelvo mi cuerpo con una toalla para ir de camino a asearme.En media hora ya estoy lista para bajar por el desayuno.—Buenos días a todos.—saludo con una gran sonrisa para tomar asiento.—Buenos días señora Elizabeth, su desayuno.— Solo Elizabeth, no creo que me vea tan vieja.— reimos y levanto la tapa del plato.Los waffles con fresa y banano se ven tan deliciosos que ya la saliva se me hace agua.—Gracias.Pide permiso y se devuelve a la cocina. Inhalo el aroma del café y leche, esto simplemente me mantiene viva.Degusto la comida hasta que llega Rafael a recogerme. —Primer día, ¿lista?— asiento y termino de darle el último sorbo al café colombiano.—Si, vamos.Tomo mi cartera de la mesa y me retoco un poco antes de irnos. Aún esta nublado y el frío al hacer contacto con mi piel me hace querer maldecir.Carajo, es demasiado.—Llegamos rápido son s
Maxin La jornada laboral de hoy no resultó para un carajo y la secretaria que tengo es inservible. Mañana "supuestamente" llega mi aleada a lo que debe tener muy buenos argumentos del por qué no asistió hoy a la empresa. Me interesa una m****a si está cansada, su excusa no vale nada y quiero hechos. Odio la puta impuntualidad. El chófer me pasa las llaves del Bugatti y me pierdo directamente entre las avenidas de París. Conduzco a una velocidad que no considero relevante faltando a los semáforos con policías atrás, que rápidos para estos temas. Los desvío tres minutos después llegando a la casa de mis padres. No me doy la molestia de tocar de manera que le entrego las llaves a la sirvienta ingresando de una vez. —¿Dónde están?..—giro para la sala de estar y no se encuentran en ese lugar. Me dirijo a la biblioteca principal donde los visualizo a los dos en la mesa revisando no sé que. —Hablando del rey de roma.—ironiza mi madre levantándose para proceder a abrazarme cuando llego