Capítulo 4

Elizabeth

Sin necesidad de alarma me despierto, vaya que es un milagro. Me levanto con pereza y envuelvo mi cuerpo con una toalla para ir de camino a asearme.

En media hora ya estoy lista para bajar por el desayuno.

—Buenos días a todos.—saludo con una gran sonrisa para tomar asiento.

—Buenos días señora Elizabeth, su desayuno.

— Solo Elizabeth, no creo que me vea tan vieja.— reimos y levanto la tapa del plato.

Los waffles con fresa y banano se ven tan deliciosos que ya la saliva se me hace agua.

—Gracias.

Pide permiso y se devuelve a la cocina. Inhalo el aroma del café y leche, esto simplemente me mantiene viva.

Degusto la comida hasta que llega Rafael a recogerme.

—Primer día, ¿lista?— asiento y termino de darle el último sorbo al café colombiano.

—Si, vamos.

Tomo mi cartera de la mesa y me retoco un poco antes de irnos. Aún esta nublado y el frío al hacer contacto con mi piel me hace querer maldecir.

Carajo, es demasiado.

—Llegamos rápido son solo veinte minutos.—me informa antes de subir a la camioneta.

Habíamos llegado a los minutos exactos. Respiro fuerte antes de bajar y miro el nombre de la empresa.

PEID (Personal Establecido en Impuestos Distribuidos.)

No hay ningún inconveniente, pero quedó muy formal para mí gusto.

Sin esperar más ingreso, no flaqueo, mis pasos resuenan firmes por el pasillo. Los empleados me miran y comienzan a susurrar entre ellos.

Una chica delgada con gafas se acerca a mí.

—Buen día, ¿usted es?..— junta las manos.

«Ya me cae mal»

—Elizabeth.

Me mira seriamente con una ceja enarcada y termino de decir.

—Elizabeth Sanders, dueña de la mitad de esta empresa y socia mayoritaria.

Su rostro al instante se vuelve pálido.

Al oir mi apellido baja la ceja y me regala una sonrisa que diría ya muy hipócrita de su parte. Coloca una distancia prudente y tiende su mano.

—Disculpe usted, aquí entran como perro por su casa. Bienvenida, soy Rocío.— no le devuelvo el saludo y solo sigo caminando.

Se queda a mi lado y su perfume no es que huela muy bien, al contrario, me da náuseas y las retengo.

Cuento en mi cabeza.

—Su oficina por acá.— señala el pasillo principal.

Entramos a otro más pequeño que por lo visto solo hay tres puertas y se me es suficiente con la biodiversidad que hay en este espacio. No sé que más decir al respecto porque todo es natural.

—La segunda, si desea cambiarse a otra parte me llama a recepción. La tercera puerta es del sótano, allí guardamos las cajas de todo lo que recibimos y la primera es del señor Maxin que en este momento la espera en sala de reuniones segundo piso, tome el ascensor.

—Gracias, ya te puedes ir.—murmuro.

Definitivamente será todo un reto. Voy hacia el ascensor y presiono el número hasta llegar al piso. Recorro con la mirada los letreros y pinturas abstractas que me tienen atónita y fascinada.

Sala de reuniones.

No espero y de una vez ingreso sin esperar a que den la orden.

—¿Un poco tarde no cree? — cierro la puerta completamente y volteó hacia la voz varonil que me desestabiliza por un micro segundo.

Me quedo unos minutos en mi lugar para observar su camiseta desabrochada, las manos hecha puños y el maldito cabello desordenado. Reacciono y procedo a sentarme.

«Esta cómo para chuparle todo lo que se llama el alma.»

No lo niego.

—Creo que no debería de pagar su rabia conmigo—articulo—, o en la noche no lo alimentaron lo suficiente— respondo sin titubear mientras me mira expectante.

Su semblante es serio por lo tanto el mío también. Nos retamos con la mirada y cruzo los brazos esperando a que hable.

—Usted es mi socia y está demás decirle que tiene una boca muy imprudente.—suelta y asiento.

— Somos socios, recuerda que mis padres apostaron por esta empresa primero, pero no viene al caso

Se levanta riendo irónicamente lo que hace enderezarme en mi lugar.

—No veo el chiste por ningún lado.

— Aquí el que da las órdenes soy yo.—espera por mi nombre.

— Elizabeth Sanders.— me levanto dándole un golpe a la mesa y encarandolo.—Ahora no solo serás tu, ¿Maxin, no?— cruza los brazos y da dos pasos a dónde estoy yo.

—Soy tu socia y merezco el mismo respeto que tú en esta empresa.— lo señalo.— Una lástima que me llegarás a retar en algún momento, todo saldria mal.

Me alejo con cuidado y vuelvo a mi lugar.

—Hablemos de lo que en realidad nos está complicando avanzar.— sugiero.

— Los impuestos están alterados y los ciudadanos no pueden pagar por tal cantidad.— explica en tanto me muestra las planillas y el computador con las gráficas en rojo.

—Muy exagerado, el año pasado no se excedieron tanto.— comento por lo bajo.

—Asi es. En las tardes me acechan periodistas.— veo su cara de preocupación que contagia muy rápido.

Repasó los planos de pies a cabeza y los números no están dando los resultados de tal modo que me infiltra desconfianza.

— El año pasado la tasa marginal era de veinticuatro, ochenta y tres porciento, hoy está a veintisiete, lo que conlleva pagar novecientos euros.—digo distorsionada, vaya cantidad.

Reviso planos, hojas con más gráficas, ajustamos números y la cuenta efectiva no nos da.

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