Maxin
Se hacen las seis de la mañana y todavía sigo esperando a Tanger «maldito bastardo» sabe que lo necesito urgente y no llega. Me tomo el siguiente trago que rasga un poco mi garganta e igualmente la refresca a su paso. Visualizo al miserable de mi hermano y retorna hacia a mi. —Sientate no me voy a levantar.— hablo seriamente golpeteando la mesa con los dedos. Hace lo que le digo, excelente que no me contradiga. —Primero es un: "Hola hermanito."—ironiza— ¿Cómo te va con Rebecca?— se ríe al mencionarla. Revuelvo el trago con el dedo y hago el ademán de girarme para verlo. —No te interesa, vengo aquí porque necesito tu ayuda.—lo miro paciente a la espera de que diga algo. Su mirada se vuelve inesperada ante mi petición. Prácticamente no le pido nada. —Así cómo lo oyes Tanger,—comienzo— necesito votos para las distribuciones de la empresa, no están reproduciendo y necesito a alguien que tenga asociaciones para que nos apoyen.—lo piensa y habla. —¿Cómo cuáles?— alza la entre ceja esperando. —La turca. Sin haber completado ya estaba negando. —Ellos no.—se pasa las manos detrás del cuello—Sabes que hay que pagar una gran cantidad de dinero y yo no lo tomare de aquí, recuerda que también son un peligro y no podemos jugar con ellos.—me advierte de lo que ya se. — Y se pagará por ello cuando nos ayuden con lo suficiente de votos.—concluyo—Lo menos que tengo es miedo ya a estas alturas debes saber mi soy. No hemos tenido problemas ni lo habrá, solo necesito que te comuniques y los envíes a la empresa para llegar a un acuerdo limpio.—expreso en calma. —Lo haré no tengo más opción, pero te haces responsable Maxin no quiero líos.— asiento chasqueando la lengua. —No vayas a llorar si me muero, pendejo. Ya me voy, hoy viajaré con Elizabeth al Parlamento de Presupuestos haber si resolvemos todo esto.—paso el último trago de vodka y me levanto. —¿Elizabeth? mmm,—me mira con picardía—¿así que ya llegó? ¿Es realmente bonita? Soy mucho más alto que ella, para decir verdad, nuestra genética es un poquito fuerte. Tenemos nuestros encantos, pero ella también. —Cuidado Tanger, no es una de tus prostitutas y es mucho más positiva que tú a la hora de comentar algo.—le advierto. Ríe. —Ya después me contarás de ella. Hace el movimiento de abrazarme, pero me alejo antes de que lo haga, muy romántico hoy. Voy a la salida y obviamente no hay sol, nunca lo hay, solo un terrible frío que cala mis huesos. Al paso que voy amanecere muerto. Una hora pasa al llegar a mi casa, con cuidado de no levantar a Rebecca quien se mueve poco y logro escabullirme al baño y darme una ducha rápida. Me visto con rapidez y bajo encontrándome a mi madre quien está tomando su café y luego lo deja en la mesa al verme. —Hijo buenos días, creí que ya estabas en la oficina.— le doy un beso en la frente. —Fui a ver a Tanger.—examina todo lo que digo. Así como es de hermosa no se le escapa ninguna—Hoy viajaré para solucionar lo de los impuestos, mañana regreso.—me da un abrazo y termino por irme. —¡Avísame cuando llegues!—me grita y sonrio. Madre no supo comprenderme tanto como lo hizo Tanger, es la única persona que ha sabido lo que siento en realidad y la que siempre ha estado en todo momento, mi padre es todo lo contrario, solo se importa él. Abordo el auto y dejo de pensar en estupideces. No tardó nada en llegar a la empresa y al bajar ya está Elizabeth en la entrada con Rafael. —Buenos días.— cierro la puerta del Bugatti y arreglo el reloj en mi muñeca. —Quizás tarde.— expresa volteando los ojos. —Ya nos podemos ir, señorita.— habla su chófer y ella le afirma. «No, reina. Te vienes conmigo.» Dejo de pensar e intervengo cuando veo que abre la puerta del copiloto. —No vamos a ir ahí, vendremos en mi auto.— al oírme voltea seria. —La que decido soy yo— alza una ceja ladeando una sonrisa—y da la casualidad que hoy no quiero tomarte la contraria, iremos en tu carro.—dice con simpleza bajandose para empezar a caminar. —Gracias Rafael, revisa de vez en cuando el localizador de mi celular por si el señor le da por secuestrarme.—sube y cierro suspirando asintiendo a Rafael. Desde que he tenido el carro nadie se ha sentado en el puesto de copiloto, pero a ella no podría moverla, no sé, ni tengo la menor idea. Necesidad de tenerla allí y de montarla así como lo hace en el auto. Puede que sea por caprichosa. Me coloco en mi lugar y empieza la trayectoria que de por sí con la persona que tengo a mi lado va ser mucho más tediosa, tentadora, aún así soy muy sádico y... ¿Quién dice que no puedo mejorar el camino hasta llegar? Se dice que cuando es más lento es mucho mejor, en ocasiones... rápido en otras cosas que tendre que conseguir por mi propio mérito.Elizabeth No estamos ni a mitad de todo lo que nos falta por llegar y no lo niego, el hambre hace de las suyas así que me veo en la obligación de decirle a Maxin que estacione el auto frente al primer restaurante que salta a mi vista.—No te iba a decir que si podíamos parar, estaba esperando a que lo hicieras tú.—confiesa el troglodita que tengo a mi lado.—Eso es no ser cortés con una dama y más al ver que ya llevamos mucho recorrido, aún así no eres capaz de estacionar para almorzar.— me toco el puente de la nariz.El idiota cabeza de piedra, porque si lo es, no piensa cuando se necesita, me mira con una sonrisa cínica antes de bajar con las llaves rodando en sus dedos.Trato de abrir la puerta para salir y no me deja. No sé si lo hace a chiste, maldito idiota me dejó aquí encerrada. Intento dos veces más y ya logra abrir, Maxin me da la mano para salir del auto y obviamente no se la recibo.—¿Y ahora qué pasa?— pregunta arrugando la nariz. Me ac
Elizabeth Le proporciono la toalla impactando en su pecho con fuerza a lo que oigo los latidos lentos de este y rápidamente me alejo para ingresar al baño. Soy una estúpida, me quedé ahí parada babeando delante de él y haciéndole ver que ganó obteniendo un punto a su favor. No es tan fácil... Paso varios minutos en el baño por un corto tiempo para retirarme no sin antes verificando que la toalla en mi cuerpo esté ajustada en su lugar. Gran error. Pase por alto que se hallaba aún aqui. —Pense... supuse que saldrías. —¿A dónde, Eliza?—Recorre por completo mi cuerpo con su mirada. Sé que tengo la toalla puesta, pero intuyo que después de todo me ve hasta el alma. Él tiene la suya en la cintura. —No tengo idea, tampoco soy adivina. Puedes ir afuera a tomar aire, caminar o cenar tal vez, aunque este es el lugar menos indicado ahora mismo para ti. —La cena la tendremos en la habitación.—Sigue mirándome, ahora cruzando sus brazos sin tomarse la molestia alguna en abandonar el cuar
Elizabeth. Únicamente era tan solo una noche, me ratifiqué. No tenía expectativas de su parte así que mi siguiente paso fue acercarme a él hallando la tensión del ambiente junto su reacción ante mi contacto. Nuestra respiración iba a la par, despacio, pero tampoco rápido. Comienzo a reírme cerca de su boca cuando no descubre más lugares de mi cuerpo por dónde besar hasta que se fija en el lunar expuesto en mi oreja. —No me salgas ahora con qué: “no había visto un lunar en mi vida”. Estamos en lo que estamos. Evita distraerte, Maxin.— Me mira alzando una ceja. Quería reírme, pero no pierdo el tiempo probando sus labios una, dos, tres veces y más sin sacearme del todo porque yo siempre quiero más hasta quedar satisfecha. Me repara con una puta mirada que lo admito, era lo que buscaba y ahora es lo que obtengo. Él espera mi confirmación comenzando a magrear mis nalgas lentamente. Asiento a lo que mi repuesta queda a medias cuando nos conduce a la cama. Me queda claro que de na
Maxin Nadie en absoluto se enamora en un instante y menos aún por la atención que te brindan y la delicadeza con que lo hacen. No seré el primero en esta falta de insensatez. Si, reconozco que fue una cogida provechosa para los dos, pero resultó ser solo eso: una cogida sin importancia. Admito que el placer mutuo no lo encontramos con cualquiera en particular, a cambio de que ella acepte lo contrario, y en este caso quisimos los dos sin obligaciones que nos comprometiera. Fue muy inesperado e irracional de mi parte el pedirle permiso para tocarla cuando no suelo hacer esto porque básicamente ya saben que busco, que quiero y lo que no. Con ella no va a pasar nada más, no tengo dudas. A pesar de eso tampoco la tendré como una excepción, sola en un pedestal viéndola con interés y obligando a mi cabeza a engañarse a si mismo. Minutos después de despertarme notifiqué que trajeran las pastillas anticonceptivas a la habitación antes de salir del hotel. Deduzco que ya deberíamos estar
Elizabeth.Permanezco pacífica en mi puesto a la vez escrutando a Maxin. Su rostro no me da señales de humo y mantiene su agarre fuerte, lo que no me da opción para desatarme.—Suéltame.—murmullo con los dientes cerrados para los dos y no sirve de nada decirle la palabra, al contrario, este me mantiene pegada a él sin ofrecerme alguna escapatoria.Por supuesto que disfruta verme obstinada y frustrada. La aflicción me saluda atravesando mi cara cuando los presentes nos observan con ligereza para cambiar a un semblante honesto.—Ella es Elizabeth Sanders mi socia, por ende todo lo que discutamos a partir de este instante se le hará participe y aquel que esté en desacuerdo puede tomar sus pertenencias y largarse.Los dos hombres no paran der vernos en ningún momento hasta que uno de ellos da pasos hacia a mi arreglando su corbata para darme la mano aceptándola gustosa. El mismo procedimiento es con el otro chico que es sigiloso, calmado y empático.—Sean bienvenidos. Para nosotros es un
Elizabeth.Finalmente termino con el desayuno compuesto por una preparación de tortitas de arroz con aguacate. Este hombre cocina de maravilla.Ingresa para retirar el plato, lo detengo antes de que proceda dar su siguiente paso.—Todo, absolutamente todo el desayuno está delicioso, muchas gracias, Ethan.—agradezco sonriéndole.—Para mi no es ninguna molestia lavar el plato, no obstante, ahora se me es tarde para llegar a la oficina.—él baja la cabeza pacífico viéndome nuevamente antes de retirarme.Se asume que hace tres minutos tenía que haber llegado, no, tendría que estar en mi puesto de trabajo laborando. El tráfico en este país es un poco tardío.—Agarraré otro camino. Los de vigilancia me han comunicado que hay periodistas en la iniciación. Usted irá por el estacionamiento así no ocurrirá ninguna intervención a su persona.—Toma el camino que consideres necesario. Sobre el ingreso... Procede por la parte principal.— Rafael se fija en mi a través del retrovisor preocupado a lo qu
ELIZABETH Continuamente revisaba mi celular, mientras divagaba en varias publicaciones que a diario observaba. Me asusté en el sillón en tanto esperaba que mis padres se organizarán en la mesa para poder cenar.—¡Elizabeth, ya está colocada la mesa!— corrí escaleras abajo ante el llamado de mi madre.—Beth, en esta cena de hoy que quiero creer que no va ser la última de muchas aún así, te vamos a pedir un pequeño favor.—Con sólo mirar los ojos de mi padre ya estaba segura para asentir a ello.—Los voy ayudar hasta donde tenga la capacidad.—trague fuerte porque en efecto, no tenía nada que refutar.En conclusión, les tengo que agradecer todo lo que llevaron a cabo por mi en estos largos y tortuosos años.Mi madre toma la iniciativa de hablar.—Requerimos que viajes a París con prontitud. Las vídeoconferencias no están elevando la calidad de los impuestos. Créeme que nosotros podríamos ir allá, pero como te has enterado tenemos pendientes aquí mucho más graves.— expresa desanimada.Los
Elizabeth.—Vamos evacuando y despejando los pasillos, gracias.Que obsesión la de gritarme en el puto oído.Voy caminando hacia la entrada del aeropuerto en la cual me espera Rafael, mi conductor-guardaespalda, aunque es como un amigo para mí.—¡Elizabeth, un gusto verla por acá!—lo abrazo para después ayudarme a subir los equipajes.—Gracias por venir a recogerme.—¿Al apartamento o quiere que la deje en la empresa?—niego avisándole que directamente al apartamento, ya que estoy muy cansada y exijo un reposo antes de llegar a saturarme de trabajo.De camino una camioneta azul blindada se nos cruza y con dificultad Rafael logra desviarla.—¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No ve o qué?— Mi insulto sale disparado con cara de disgusto.«Si nos hubiera chocado, tú misma hubieras resucitado para matarlo y tener paz.»Para ser sincera.—Tranquila, debe ser que aceleró un poco y no lo tuvo en cuenta.—Rafael me mira por el retrovisor y en voz baja me dice que esté calmada.Al final ya no se inter