Maxin
Es directa y obstinada, aún así tiene sus encantos. Muevo los planos y los enfoco en la luz para ver si llego a aclarar mis ideas, pero es difícil, me distraigo mirandola. Está hincada en la mesa verificando los correos que han llegado y me deja a la vista su escote. Prácticamente no he tenido cabeza para esto, lo que son mis padres me han estado presionando para casarme. Para ellos traerá beneficio, ya que necesitan un heredero que recibirá toda las acciones en el futuro. —No te distraigas, tenemos que dar resultados. La observo moviendo la mano al frente de mi cara y sonando los dedos para que reaccione. Casi sale una sonrisa, casi. Mis ojos viajan a los de ella, repaso cada una de sus facciones y capto que tiene un tic en la oreja izquierda. Enfoco bien la mirada y a ese mismo lado en la parte de abajo tiene un lunar. ¿Qué como lo logro ver?, fácil, camino girando del otro lado donde está ella. ¿A dónde más tendrá? Me intriga saber. —La única solución sería que visitaramos las leyes que se relacionan con los impuestos distribuidos, tendríamos que rogar para que los bajarán, si no, una votación seria lo más lógico.—termina de decir y piensa—No habrá un acuerdo. —Me gusta lo de la votación, si esto no resulta hablaremos con los abogados, implica viajar mínimo durante dos días. —duda por un momento a lo que digo y en menos de cinco segundos ya acepta. Muy mala decisión. —Bien entonces. Quedamos en esa conclusión. —No podemos esperar, mañana temprano nos iremos.—me mira para ver mi rostro que no expreso ninguna mentira. Asiente. El mediodía nos tomo en la sala y decidimos terminar por hoy. Marqué a Rocío para que ingresara de una vez el almuerzo que solo pruebo tres bocados de este y lo demás se lo empaco a los animales de afuera. Cuando se trata de animales soy muy cariñoso y por mi parte nadie lo sabrá. La noche llega y voy a casa. Da la casualidad que en el ascensor me encuentro con Elizabeth bostezando y rio para mis adentros. —Demasiado trabajo el dia de hoy. — hablo en medio del silencio. —Estoy agotada, pero eso no me impide seguir. Gracias por preocuparse.—mueve la cabeza. —No me preocupo, esto puede ser mucha carga para usted y simplemente puede renunciar.— comento tranquilo. Me mira. —No, seguiré aquí.—dice con seguridad. Alzo los hombros demostrando que no me interesa. Al llegar al primer piso es la primera que sale y choca con mi hombro. Madre mía, es insoportable está chica, ojalá y estos meses sean rápidos en avanzar o puede... Llegó a mi auto y dispongo a acomodarme para llegar a la calle más peligrosa y restringida de París, Saint Denis. Una calle de extrema pobreza, personas que están irregularmente de salud debido a la droga que se produce fácil y nadie puede venir solo a este lugar, excepto yo. Enfer Mortel (Infierno Letal) Ya habia llegado al prostíbulo más oculto de la ciudad, aquí no solo se pagan las peleas, también por chicas y sobres. Nada de esto para mí es imposible, soy el hermano del dueño y un empresario reconocido. El guardia al verme no pensó en dejarme ingresar, sabe que conmigo son las cosas muy claras y si es al contrario, muerte. Entro y veo mujeres bailando, fumando, los hombres están a unos minutos de ser robados, otros inhalando cocaína y ruegan a las meseras por otra dosis, incluso si es apostando los papeles de su casa. Voy a la segunda planta VIP con ambiente más relajado. —Un vodka.—pido a una de las putas. —Enseguida señor. Se retira a servir las bebidas. Observo a Lionel quien camina hacia mi lugar y se sienta a un lado. —Pense que te había comido el lobo.—dice con ironía pidiendo un trago. —Tiempo sin venir aquí, después de todo el trabajo está pasando factura,— confiesa.—tu cara demacrada me lo confirma. Oigo todo lo que dice y la mesera llega con el trago que me l empino de una vez. —Hombre, hoy estás pesado.— me da palmadas en el hombro y le doy una mirada asesina. —No me vuelvas tocar pedazo de imbécil. Necesito descargar toda la m****a que traigo encima. —Relajate, ve con alguna de ellas.—señala a unas chicas que brindan y bailan al compás de la música.—Rebecca ya no te satisface lo suficiente.— me da una mirada pícara. —No seas payaso, Lionel.—ruedo los ojos— ¿Tanger está en la oficina?—pregunto y niega. —La respuesta ya la sabes.— señala con la cabeza la puerta negra cerrada. Me quedé toda una noche allí a esperar a que Tanger terminara todo su estúpido trabajo que ni siquiera lo es porque es el dueño.MaxinSe hacen las seis de la mañana y todavía sigo esperando a Tanger «maldito bastardo» sabe que lo necesito urgente y no llega.Me tomo el siguiente trago que rasga un poco mi garganta e igualmente la refresca a su paso. Visualizo al miserable de mi hermano y retorna hacia a mi.—Sientate no me voy a levantar.— hablo seriamente golpeteando la mesa con los dedos.Hace lo que le digo, excelente que no me contradiga.—Primero es un: "Hola hermanito."—ironiza— ¿Cómo te va con Rebecca?— se ríe al mencionarla.Revuelvo el trago con el dedo y hago el ademán de girarme para verlo.—No te interesa, vengo aquí porque necesito tu ayuda.—lo miro paciente a la espera de que diga algo.Su mirada se vuelve inesperada ante mi petición. Prácticamente no le pido nada.—Así cómo lo oyes Tanger,—comienzo— necesito votos para las distribuciones de la empresa, no están reproduciendo y necesito a alguien que tenga asociaciones para que nos apoyen.—lo piensa y habla.
Elizabeth No estamos ni a mitad de todo lo que nos falta por llegar y no lo niego, el hambre hace de las suyas así que me veo en la obligación de decirle a Maxin que estacione el auto frente al primer restaurante que salta a mi vista.—No te iba a decir que si podíamos parar, estaba esperando a que lo hicieras tú.—confiesa el troglodita que tengo a mi lado.—Eso es no ser cortés con una dama y más al ver que ya llevamos mucho recorrido, aún así no eres capaz de estacionar para almorzar.— me toco el puente de la nariz.El idiota cabeza de piedra, porque si lo es, no piensa cuando se necesita, me mira con una sonrisa cínica antes de bajar con las llaves rodando en sus dedos.Trato de abrir la puerta para salir y no me deja. No sé si lo hace a chiste, maldito idiota me dejó aquí encerrada. Intento dos veces más y ya logra abrir, Maxin me da la mano para salir del auto y obviamente no se la recibo.—¿Y ahora qué pasa?— pregunta arrugando la nariz. Me ac
ELIZABETH Continuamente revisaba mi celular, mientras divagaba en varias publicaciones que a diario observaba. Me asusté en el sillón en tanto esperaba que mis padres se organizarán en la mesa para poder cenar.—¡Elizabeth, ya está colocada la mesa!— corrí escaleras abajo ante el llamado de mi madre.—Beth, en esta cena de hoy que quiero creer que no va ser la última de muchas aún así, te vamos a pedir un pequeño favor.—Con sólo mirar los ojos de mi padre ya estaba segura para asentir a ello.—Los voy ayudar hasta donde tenga la capacidad.—trague fuerte porque en efecto, no tenía nada que refutar.En conclusión, les tengo que agradecer todo lo que llevaron a cabo por mi en estos largos y tortuosos años.Mi madre toma la iniciativa de hablar.—Requerimos que viajes a París con prontitud. Las vídeoconferencias no están elevando la calidad de los impuestos. Créeme que nosotros podríamos ir allá, pero como te has enterado tenemos pendientes aquí mucho más graves.— expresa desanimada.Los
Elizabeth.—Vamos evacuando y despejando los pasillos, gracias.Que obsesión la de gritarme en el puto oído.Voy caminando hacia la entrada del aeropuerto en la cual me espera Rafael, mi conductor-guardaespalda, aunque es como un amigo para mí.—¡Elizabeth, un gusto verla por acá!—lo abrazo para después ayudarme a subir los equipajes.—Gracias por venir a recogerme.—¿Al apartamento o quiere que la deje en la empresa?—niego avisándole que directamente al apartamento, ya que estoy muy cansada y exijo un reposo antes de llegar a saturarme de trabajo.De camino una camioneta azul blindada se nos cruza y con dificultad Rafael logra desviarla.—¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No ve o qué?— Mi insulto sale disparado con cara de disgusto.«Si nos hubiera chocado, tú misma hubieras resucitado para matarlo y tener paz.»Para ser sincera.—Tranquila, debe ser que aceleró un poco y no lo tuvo en cuenta.—Rafael me mira por el retrovisor y en voz baja me dice que esté calmada.Al final ya no se inter
MaxinLa jornada laboral de hoy no sirvió de nada, necesito una secretaria urgentemente. Mañana llega mi aleada, debe tener muy buenos argumentos de por qué no llego antes a la empresa.Me interesa una mierda si está cansada, quiero hechos. Odio la puta impuntualidad.El chófer me pasa las llaves del Bugatti y salgo directamente hacia las avenidas de París. Manejo a una velocidad que no me interesa faltar a los semáforos con la policía atrás. Logro desviarlos tres minutos después hasta que llego a la casa de mis padres.No me doy la molestia de tocar, así que le paso las llaves a la sirvienta entrando de una vez.—¡Mamá! ¿Dónde están?...— volteo para la sala y no están allí.Camino hacia la biblioteca principal y están los dos en la mesa revisando no se que.— Hablando del rey de roma.— habla mi madre levantándose para abrazarme cuando llego hasta ellos.Mi padre se levanta dejando los papeles en la mesa para verme seriamente.—¿Ahora que carajos
Elizabeth Sin necesidad de alarma me despierto, vaya que es un milagro. Me levanto con pereza y envuelvo mi cuerpo con una toalla para ir de camino a asearme.En media hora ya estoy lista para bajar por el desayuno.—Buenos días a todos.—saludo con una gran sonrisa para tomar asiento.—Buenos días señora Elizabeth, su desayuno.— Solo Elizabeth, no creo que me vea tan vieja.— reimos y levanto la tapa del plato.Los waffles con fresa y banano se ven tan deliciosos que ya la saliva se me hace agua.—Gracias.Pide permiso y se devuelve a la cocina. Inhalo el aroma del café y leche, esto simplemente me mantiene viva.Degusto la comida hasta que llega Rafael a recogerme. —Primer día, ¿lista?— asiento y termino de darle el último sorbo al café colombiano.—Si, vamos.Tomo mi cartera de la mesa y me retoco un poco antes de irnos. Aún esta nublado y el frío al hacer contacto con mi piel me hace querer maldecir.Carajo, es demasiado.—Llegamos rápido son s