Capítulo 3

Maxin

La jornada laboral de hoy no resultó para un carajo y la secretaria que tengo es inservible. Mañana "supuestamente" llega mi aleada a lo que debe tener muy buenos argumentos del por qué no asistió hoy a la empresa.

Me interesa una m****a si está cansada, su excusa no vale nada y quiero hechos. Odio la puta impuntualidad.

El chófer me pasa las llaves del Bugatti y me pierdo directamente entre las avenidas de París. Conduzco a una velocidad que no considero relevante faltando a los semáforos con policías atrás, que rápidos para estos temas. Los desvío tres minutos después llegando a la casa de mis padres.

No me doy la molestia de tocar de manera que le entrego las llaves a la sirvienta ingresando de una vez.

—¿Dónde están?..—giro para la sala de estar y no se encuentran en ese lugar.

Me dirijo a la biblioteca principal donde los visualizo a los dos en la mesa revisando no sé que.

—Hablando del rey de roma.—ironiza mi madre levantándose para proceder a abrazarme cuando llego hasta ellos.

Mi progenitor se pone de pie dejando los papeles a un lado para mirarme con seriedad.

—Ahora, ¿qué carajos sucede?—pregunto cabreado soltando a mi madre.

Respiro fuerte antes de lo que sea que saldrá de su asquerosa boca.

—A veces, ¡Tus preguntas son estúpidas!—estalla las palabras y golpea la mesa.— Tu prometida siempre viene con las mismas quejas de tí.

Claro, otra vez Rebecca.

Suelto un suspiro y me recuesto en el mueble sujetándome la cabeza.

—Rogelio, por favor.—mi madre intenta calmarlo porque ha estado mal del corazón, pero a él no le interesa y de mi parte se puede ir hoy mismo.— Maxin ya entiende que tiene que casarse con Rebecca lo antes posible.

—Exacto, no es necesario que me lo recuerden.—concluyo.—Un día pregúntenme cómo estuvo el dichoso trabajo. Siempre llego cansado y no estoy para peleas ni discusiones.

Mi madre baja la cabeza al instante dandome la razón.

—Deja tus estupideces y niñerias a un lado.—refuta cansado.—Prepara tu pedida de mano lo más rápido posible. Es importante que recibas mis acciones y dándome la dicha de tener un nieto, hombre.—me enojo ante lo que escucho.

¿Es en serio?

—Si lo único que quieres es un maldito nieto anda y pídeselo a Tanger. Él es experto acostándose con prostitutas.— mamá niega agrandando los ojos.

Mi padre está dispuesto a venir a mi y no se le es posible porque mi madre nuevamente interviene tomándolo con fuerza del brazo.

—Basta por Dios. Tú te casarás pronto.— súplica mirandome.— No provoques a tu padre, eres su mayor orgullo—«cuando le conviene»—. Ve hablar con Rebecca está arriba en tu habitación, nosotros nos iremos a descansar.

Me retiro subiendo directamente a la habitación, otra loca más que no se dará por vencida. La observó desde el rabillo de la puerta, acostada revisando el celular, no hace más nada.

Se incorpora cuando me ve llegar seguidamente viene a darme un beso en la boca que por supuesto desvío y termina en mi mejilla.

Se separa de mi incómoda.

—¿Cómo te fue?—pregunta sin un atisbo de interés y no me molesto en responder.

—Y si mejor te hago unos masajes. Dale, déjate complacer hoy.—se acerca y me voy al baño dando un portazo detrás de mi.

Su simple tacto me causa repugnancia.

Entro a la ducha mojando mi cabello de manera lenta y precisa, pasando jabón por este. Respiro tratando de no cavar mi propia tumba. El humo frío sale por mi boca y al final paso la esponja por mis pectorales y mi espalda.

—¿Maxin, ya saldrás?—grita y no me interesa lo más mínimo en contestar.

Cierro la llave para envolverme la toalla en la cintura. Al salir la contemplo en la cabecera de la cama con bragas y sin brazier a lo que procedo a arrojarle una cobija.

—Cubrete, no quiero nada contigo.

—Soy tu prometida, Maxin.—especula tocandome lentamente hasta el momento en que siento sus labios en mi cuello.

La aparto con sumo cuidado y la estúpida arranca a llorar.

«Por todo llora últimamente» me recuerdo.

—Somos parejas porque a mis padres les conviene y a tí también. Mantén tus manos fuera de mi hasta que se logre lo acordado.—expreso mis verdades con sutileza.

—Voy hacer como que no oí nada de lo que acabas de decir.—se levanta rindiendose—Descansemos.—va al armario sin mirar atrás. Es lo mejor.

Se coloca la ropa y yo me cambio en el baño.

No discutimos más por hoy así que me recuesto en el lado derecho y ella del lado izquierdo. Coloco la almohada en el medio haciendo el intento de caer rendido en medio de la espesa oscuridad.

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