Capítulo 2

Elizabeth.

—Vamos evacuando y despejando los pasillos, gracias.

Que obsesión la de gritarme en el puto oído.

Voy caminando hacia la entrada del aeropuerto en la cual me espera Rafael, mi conductor-guardaespalda, aunque es como un amigo para mí.

—¡Elizabeth, un gusto verla por acá!—lo abrazo para después ayudarme a subir los equipajes.

—Gracias por venir a recogerme.

—¿Al apartamento o quiere que la deje en la empresa?—niego avisándole que directamente al apartamento, ya que estoy muy cansada y exijo un reposo antes de llegar a saturarme de trabajo.

De camino una camioneta azul blindada se nos cruza y con dificultad Rafael logra desviarla.

—¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No ve o qué?— Mi insulto sale disparado con cara de disgusto.

«Si nos hubiera chocado, tú misma hubieras resucitado para matarlo y tener paz.»

Para ser sincera.

—Tranquila, debe ser que aceleró un poco y no lo tuvo en cuenta.—Rafael me mira por el retrovisor y en voz baja me dice que esté calmada.

Al final ya no se interpone más un carro loco en medio de la carretera así que pudimos llegar.

Ayudo a bajar las maletas y estás terminan cayéndose por completo.

—Si está estresada puede ir entrando. Las chicas vendrán por tus cosas. Sigue no te preocupes.— Insiste y solo me queda agredecerle.

No comprendo el por qué estoy tan agotada, me duele la cabeza y creo que fue por los gritos de aquella azafata.

«Maldita, si me duele»

—Bienvenida, señora. Es agradable tenerle entre nosotros después de varios años.— expresan los señores de la limpieza y sonrio para seguir con mi camino.

Ingreso a la sala del departamento y no identifico el olor mezclado entre rosas o uvas, no lo diferencio. Inhalo tres veces hasta que ya no me titila tanto la cabeza.

Un hombre alto con traje de limpieza entra.

— Disculpe, su baño está listo para cuando quiera disponer de él, permiso.— Literalmente corre y lo llamo.

—Digale a todos incluyendo a Rafael que los espero en media hora aquí, sin correr porque te puede suceder algún accidente.— Baja la cabeza lamentado y acaba por irse.

Solo espero que los demás empleados no sean como él. Estuvo paranoico todo el tiempo que le hable no hallo el error, le hable en voz baja y suma delicadeza.

No presto atención a lo que me dice mi instinto patético. Dejaré que con el tiempo me tengan confianza suficiente para que me expresen sus incomodidades.

Entro a mi habitación y está como la dejé hace siete años que estuve aquí, sólo le cambiaron el color morado por uno negro con blanco.

Relajo los hombros, me bajo el sujetador y las bragas hasta quedar sin nada. Envuelvo mi cuerpo en una toalla blanca para ir hacia la ducha.

Ya dentro paso jabón por mi cuerpo y dejo champú en mi cabello.

Luego de veinte minutos repitiendo el proceso, seco mi cabello y me dispuse a vestir el traje negro para la conversación con los ayudantes de la casa.

—¿Están todos?—pregunte haciendo resonar mi voz por toda la sala y bajaron la cabeza todos a la misma vez perfectamente congeniados.

—Respondan tranquilos, ¿Están todos?—vuelvo a repetir y el único que se atrevió a contestar fue Rafael.

—No Elizabeth, falta Ethan el cheff.— cruza sus brazos.—Avisó con anticipación que no podía asistir hoy. Asuntos personales.

— Gracias por contestarme, ahora dejaremos que ellos logren darme la excusa de por qué que no quieren hablar.

Los miro a todos y pido que levanten la cabeza.

—No creo...

Levanto la mano negando.

—No, déjalos que hablen, quiero conocerlos.—aliso mi traje esperando— Pueden decirme lo que quieran. Entiendo que algunos me están conociendo y prefieren mantenerse en silencio, pero denme la oportunidad de ganarme su confianza.

Nadie hace el ademán de hablar y de una vez dejo en claro.

—No soy como mi madre, se que sobrepasó los límites la última vez que estuvo aquí explotandolos con mucho trabajo en exceso, lo sé. Por esto, pido disculpas. Estando yo ahora en el apartamento no sucederá más.—Aseguro—No tiene en sus planes volver estos meses, pueden estar tranquilos.—admito con una sonrisa.

—Si aún se sienten incómodos estando indecisos pueden irse no los detendré.

Levantan poco a poco la cabeza mirándome con una sonrisa genuina que devuelvo.

—Acepto quedarme con usted.

Dice una chica y van colocandose a mi lado cada vez más integrantes.

—Yo también.

—Igual yo.

No pasan todos por lo cual quedan dos personas dudando hasta que se deciden.

—Me retiro lo siento.—El señor suelta el delantal. Está cansado y su rostro me confirma que ha anhelaba este momento. Le agradezco con un asentimiento.

Paso al siguiente.

—Puedo quedarme, necesito mucho el trabajo y no tengo experiencia alguna, pero puedo aprender rápido.— su voz sale nerviosa y lo calmo dándole la mano rectificando su bienvenida.

Si mi madre observara esto estoy completamente segura que me enviaría a lavarme de pies a cabeza.

—Gracias por quedarse y ayudarme. Pueden ir a sus respectivos lugares.

Agradecen felices nuevamente antes de irse y yo por mi parte dejo escapar un gran suspiro.

—¿Usted irá mañana a la oficina?— pregunta Rafael.

—Si, seis en punto.

Me alza la mano en forma de agradecimiento y río por lo exagerado que está moviendo mi brazo.

—Descansa.

Esto será agotador, demasiado agotador, aún así, no me iré sin haber cumplido una vez mi trabajo.

Vuelvo a mi habitación colocandome la pijama viendo en el proceso por séptima vez la temporada de Stranger Things hasta que el sueño me vence.

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