Elizabeth.
—Vamos evacuando y despejando los pasillos, gracias. Que obsesión la de gritarme en el puto oído. Voy caminando hacia la entrada del aeropuerto en la cual me espera Rafael, mi conductor-guardaespalda, aunque es como un amigo para mí. —¡Elizabeth, un gusto verla por acá!—lo abrazo para después ayudarme a subir los equipajes. —Gracias por venir a recogerme. —¿Al apartamento o quiere que la deje en la empresa?—niego avisándole que directamente al apartamento, ya que estoy muy cansada y exijo un reposo antes de llegar a saturarme de trabajo. De camino una camioneta azul blindada se nos cruza y con dificultad Rafael logra desviarla. —¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No ve o qué?— Mi insulto sale disparado con cara de disgusto. «Si nos hubiera chocado, tú misma hubieras resucitado para matarlo y tener paz.» Para ser sincera. —Tranquila, debe ser que aceleró un poco y no lo tuvo en cuenta.—Rafael me mira por el retrovisor y en voz baja me dice que esté calmada. Al final ya no se interpone más un carro loco en medio de la carretera así que pudimos llegar. Ayudo a bajar las maletas y estás terminan cayéndose por completo. —Si está estresada puede ir entrando. Las chicas vendrán por tus cosas. Sigue no te preocupes.— Insiste y solo me queda agredecerle. No comprendo el por qué estoy tan agotada, me duele la cabeza y creo que fue por los gritos de aquella azafata. «Maldita, si me duele» —Bienvenida, señora. Es agradable tenerle entre nosotros después de varios años.— expresan los señores de la limpieza y sonrio para seguir con mi camino. Ingreso a la sala del departamento y no identifico el olor mezclado entre rosas o uvas, no lo diferencio. Inhalo tres veces hasta que ya no me titila tanto la cabeza. Un hombre alto con traje de limpieza entra. — Disculpe, su baño está listo para cuando quiera disponer de él, permiso.— Literalmente corre y lo llamo. —Digale a todos incluyendo a Rafael que los espero en media hora aquí, sin correr porque te puede suceder algún accidente.— Baja la cabeza lamentado y acaba por irse. Solo espero que los demás empleados no sean como él. Estuvo paranoico todo el tiempo que le hable no hallo el error, le hable en voz baja y suma delicadeza. No presto atención a lo que me dice mi instinto patético. Dejaré que con el tiempo me tengan confianza suficiente para que me expresen sus incomodidades. Entro a mi habitación y está como la dejé hace siete años que estuve aquí, sólo le cambiaron el color morado por uno negro con blanco. Relajo los hombros, me bajo el sujetador y las bragas hasta quedar sin nada. Envuelvo mi cuerpo en una toalla blanca para ir hacia la ducha. Ya dentro paso jabón por mi cuerpo y dejo champú en mi cabello. Luego de veinte minutos repitiendo el proceso, seco mi cabello y me dispuse a vestir el traje negro para la conversación con los ayudantes de la casa. —¿Están todos?—pregunte haciendo resonar mi voz por toda la sala y bajaron la cabeza todos a la misma vez perfectamente congeniados. —Respondan tranquilos, ¿Están todos?—vuelvo a repetir y el único que se atrevió a contestar fue Rafael. —No Elizabeth, falta Ethan el cheff.— cruza sus brazos.—Avisó con anticipación que no podía asistir hoy. Asuntos personales. — Gracias por contestarme, ahora dejaremos que ellos logren darme la excusa de por qué que no quieren hablar. Los miro a todos y pido que levanten la cabeza. —No creo... Levanto la mano negando. —No, déjalos que hablen, quiero conocerlos.—aliso mi traje esperando— Pueden decirme lo que quieran. Entiendo que algunos me están conociendo y prefieren mantenerse en silencio, pero denme la oportunidad de ganarme su confianza. Nadie hace el ademán de hablar y de una vez dejo en claro. —No soy como mi madre, se que sobrepasó los límites la última vez que estuvo aquí explotandolos con mucho trabajo en exceso, lo sé. Por esto, pido disculpas. Estando yo ahora en el apartamento no sucederá más.—Aseguro—No tiene en sus planes volver estos meses, pueden estar tranquilos.—admito con una sonrisa. —Si aún se sienten incómodos estando indecisos pueden irse no los detendré. Levantan poco a poco la cabeza mirándome con una sonrisa genuina que devuelvo. —Acepto quedarme con usted. Dice una chica y van colocandose a mi lado cada vez más integrantes. —Yo también. —Igual yo. No pasan todos por lo cual quedan dos personas dudando hasta que se deciden. —Me retiro lo siento.—El señor suelta el delantal. Está cansado y su rostro me confirma que ha anhelaba este momento. Le agradezco con un asentimiento. Paso al siguiente. —Puedo quedarme, necesito mucho el trabajo y no tengo experiencia alguna, pero puedo aprender rápido.— su voz sale nerviosa y lo calmo dándole la mano rectificando su bienvenida. Si mi madre observara esto estoy completamente segura que me enviaría a lavarme de pies a cabeza. —Gracias por quedarse y ayudarme. Pueden ir a sus respectivos lugares. Agradecen felices nuevamente antes de irse y yo por mi parte dejo escapar un gran suspiro. —¿Usted irá mañana a la oficina?— pregunta Rafael. —Si, seis en punto. Me alza la mano en forma de agradecimiento y río por lo exagerado que está moviendo mi brazo. —Descansa. Esto será agotador, demasiado agotador, aún así, no me iré sin haber cumplido una vez mi trabajo. Vuelvo a mi habitación colocandome la pijama viendo en el proceso por séptima vez la temporada de Stranger Things hasta que el sueño me vence.MaxinLa jornada laboral de hoy no sirvió de nada, necesito una secretaria urgentemente. Mañana llega mi aleada, debe tener muy buenos argumentos de por qué no llego antes a la empresa.Me interesa una mierda si está cansada, quiero hechos. Odio la puta impuntualidad.El chófer me pasa las llaves del Bugatti y salgo directamente hacia las avenidas de París. Manejo a una velocidad que no me interesa faltar a los semáforos con la policía atrás. Logro desviarlos tres minutos después hasta que llego a la casa de mis padres.No me doy la molestia de tocar, así que le paso las llaves a la sirvienta entrando de una vez.—¡Mamá! ¿Dónde están?...— volteo para la sala y no están allí.Camino hacia la biblioteca principal y están los dos en la mesa revisando no se que.— Hablando del rey de roma.— habla mi madre levantándose para abrazarme cuando llego hasta ellos.Mi padre se levanta dejando los papeles en la mesa para verme seriamente.—¿Ahora que carajos
Elizabeth Sin necesidad de alarma me despierto, vaya que es un milagro. Me levanto con pereza y envuelvo mi cuerpo con una toalla para ir de camino a asearme.En media hora ya estoy lista para bajar por el desayuno.—Buenos días a todos.—saludo con una gran sonrisa para tomar asiento.—Buenos días señora Elizabeth, su desayuno.— Solo Elizabeth, no creo que me vea tan vieja.— reimos y levanto la tapa del plato.Los waffles con fresa y banano se ven tan deliciosos que ya la saliva se me hace agua.—Gracias.Pide permiso y se devuelve a la cocina. Inhalo el aroma del café y leche, esto simplemente me mantiene viva.Degusto la comida hasta que llega Rafael a recogerme. —Primer día, ¿lista?— asiento y termino de darle el último sorbo al café colombiano.—Si, vamos.Tomo mi cartera de la mesa y me retoco un poco antes de irnos. Aún esta nublado y el frío al hacer contacto con mi piel me hace querer maldecir.Carajo, es demasiado.—Llegamos rápido son s
MaxinEs directa y obstinada, aún así tiene sus encantos.Muevo los planos y los enfoco en la luz para ver si llego a aclarar mis ideas, pero es difícil, me distraigo mirandola. Está hincada en la mesa verificando los correos que han llegado y me deja a la vista su escote.Prácticamente no he tenido cabeza para esto, lo que son mis padres me han estado presionando para casarme. Para ellos traerá beneficio, ya que necesitan un heredero que recibirá toda las acciones en el futuro.—No te distraigas, tenemos que dar resultados.La observo moviendo la mano al frente de mi cara y sonando los dedos para que reaccione.Casi sale una sonrisa, casi. Mis ojos viajan a los de ella, repaso cada una de sus facciones y capto que tiene un tic en la oreja izquierda.Enfoco bien la mirada y a ese mismo lado en la parte de abajo tiene un lunar.¿Qué como lo logro ver?, fácil, camino girando del otro lado donde está ella.¿A dónde más tendrá? Me intriga saber.—La
MaxinSe hacen las seis de la mañana y todavía sigo esperando a Tanger «maldito bastardo» sabe que lo necesito urgente y no llega.Me tomo el siguiente trago que rasga un poco mi garganta e igualmente la refresca a su paso. Visualizo al miserable de mi hermano y retorna hacia a mi.—Sientate no me voy a levantar.— hablo seriamente golpeteando la mesa con los dedos.Hace lo que le digo, excelente que no me contradiga.—Primero es un: "Hola hermanito."—ironiza— ¿Cómo te va con Rebecca?— se ríe al mencionarla.Revuelvo el trago con el dedo y hago el ademán de girarme para verlo.—No te interesa, vengo aquí porque necesito tu ayuda.—lo miro paciente a la espera de que diga algo.Su mirada se vuelve inesperada ante mi petición. Prácticamente no le pido nada.—Así cómo lo oyes Tanger,—comienzo— necesito votos para las distribuciones de la empresa, no están reproduciendo y necesito a alguien que tenga asociaciones para que nos apoyen.—lo piensa y habla.
Elizabeth No estamos ni a mitad de todo lo que nos falta por llegar y no lo niego, el hambre hace de las suyas así que me veo en la obligación de decirle a Maxin que estacione el auto frente al primer restaurante que salta a mi vista.—No te iba a decir que si podíamos parar, estaba esperando a que lo hicieras tú.—confiesa el troglodita que tengo a mi lado.—Eso es no ser cortés con una dama y más al ver que ya llevamos mucho recorrido, aún así no eres capaz de estacionar para almorzar.— me toco el puente de la nariz.El idiota cabeza de piedra, porque si lo es, no piensa cuando se necesita, me mira con una sonrisa cínica antes de bajar con las llaves rodando en sus dedos.Trato de abrir la puerta para salir y no me deja. No sé si lo hace a chiste, maldito idiota me dejó aquí encerrada. Intento dos veces más y ya logra abrir, Maxin me da la mano para salir del auto y obviamente no se la recibo.—¿Y ahora qué pasa?— pregunta arrugando la nariz. Me ac
ELIZABETH Continuamente revisaba mi celular, mientras divagaba en varias publicaciones que a diario observaba. Me asusté en el sillón en tanto esperaba que mis padres se organizarán en la mesa para poder cenar.—¡Elizabeth, ya está colocada la mesa!— corrí escaleras abajo ante el llamado de mi madre.—Beth, en esta cena de hoy que quiero creer que no va ser la última de muchas aún así, te vamos a pedir un pequeño favor.—Con sólo mirar los ojos de mi padre ya estaba segura para asentir a ello.—Los voy ayudar hasta donde tenga la capacidad.—trague fuerte porque en efecto, no tenía nada que refutar.En conclusión, les tengo que agradecer todo lo que llevaron a cabo por mi en estos largos y tortuosos años.Mi madre toma la iniciativa de hablar.—Requerimos que viajes a París con prontitud. Las vídeoconferencias no están elevando la calidad de los impuestos. Créeme que nosotros podríamos ir allá, pero como te has enterado tenemos pendientes aquí mucho más graves.— expresa desanimada.Los