Elizabeth nunca había deseado nada más que escapar del orfanato en el que había crecido. Su única esperanza era tener una vida mejor y más próspera. Con sus metas claramente trazadas y su determinación inquebrantable, Elizabeth estaba decidida a tomar las riendas de su destino. Pero cuando se ve envuelta en una red de tráfico de mujeres y es vendida al mejor postor, su mundo se desmorona. ¿Se verá atrapada en un nuevo ciclo de sufrimiento o encontrará la luz en medio de la oscuridad? Únete a Elizabeth en esta emocionante historia, mientras se embarca en un viaje para descubrir la verdadera libertad y el amor en medio de un mundo lleno de incertidumbres.
Leer másDesperté en la mañana con un ánimo inesperadamente animado. Tomé una ducha, me vestí con un bonito y sencillo vestido blanco de mangas largas, ajustado al cuerpo, y unas botas altas de color gris. Solté mi cabello, dándole un poco de forma a las puntas, y me apliqué un poco de maquillaje. Cuando estuve lista, me senté a leer para matar el tiempo mientras esperaba a que Kirsten viniera a buscarme.A los quince minutos, ella llegó, luciendo muy entusiasmada. La entendía; hoy sabría si sus sentimientos eran correspondidos.—¿Nos vamos? —preguntó alegre.—Claro, pero antes voy a ver a tu hermano.—Está bien, te espero abajo. No tardes.—Sí.Kirsten se fue y yo me dirigí a la habitación de Henrik. Llamé a la puerta y, al escuchar un "adelante", entré. Él estaba en su escritorio revisando algunos documentos. Al verme, me dedicó una cálida sonrisa que le devolví.—Buenos días —dije mientras me acercaba a él.—Buenos días, preciosa.—¿Estás ocupado?—Para ti, nunca —sonreí, sintiéndome tonta.
Con el apoyo de Henrik, Kirsten decidió hablar con su familia. Justamente hoy, durante la cena. Ella estaba muy nerviosa, y debo admitir que yo también lo estaba. Solo esperaba que la velada transcurriera en paz y armonía.Me preparé y bajé a cenar. Todos estábamos sentados en la mesa, y levanté la mirada hacia Kirsten, que estaba justo frente a mí. Parecía lista para hablar.—Abuela, mamá, quiero decirles algo muy importante —comenzó, con una seriedad palpable.—¿Qué sucede ahora, Kirsten Eleanor Von Karlfeldt D'Ascoli? —respondió su madre, rodando los ojos.—Sabes que odio que digas mi nombre completo, mamá.—Dirás qué te sucede o no.—Sí —tomó una larga inspiración y levantó la cabeza—. Soy lesbiana.La señora Dorothea dejó caer los cubiertos y Anna se atragantó con su bebida. Ambas la miraron con sorpresa y desaprobación.—Si esto es una de tus bromas, te advierto que no tiene gracia.—No es una broma, mamá —Kirsten la miró con seriedad.—Solo eso debe ser, porque realmente es ina
—Lo dices tan fácil —murmuró, bajando la mirada afligida.—Porque es muy fácil. Solo ve allí y dile a tu familia: "Soy lesbiana, me gustan las mujeres, así soy, y tendrán que aceptarlo porque soy su familia." Y a Jeann le dirás lo que sientes por ella. Si no siente lo mismo, al menos que continúen siendo amigas.—¿Crees que funcione? —sus ojos se llenaron de lágrimas. Debe ser realmente duro para ella.—Nada pierdes con intentarlo.—Lo dices porque no conoces bien a mi familia.—Tal vez, pero te aseguro que no son malas personas; te comprenderán. Pero si quieres, puedo hablar primero con tu hermano, así él te ayudará a tratar con tu madre y tu abuela.—¿Con mi hermano? —negó, asustada.—Sí, no temas, él te comprenderá.—¿Y si no lo hace?—No seas pesimista, Kirsten. Sé que temes perder su amor por este tema, pero te aseguro que no será así.—Está bien, confiaré en ti.—Hablaré con él hoy mismo. No te preocupes, te aseguro que lo convenceré.—Confío en ti. Y Elizabeth —tomó mis manos—,
Kirsten me llevó a un bonito café que, según ella, visita con frecuencia.Tomamos asiento en una de las mesas exteriores; la vista era encantadora y el ambiente, genial. Había dejado de nevar, pero aún hacía frío, así que un café bien caliente nos sentaría de maravilla.Mientras disfrutábamos de nuestras tazas, comenzamos a conversar. Ella me hacía preguntas a las que, sinceramente, no sabía bien cómo responder. Así que, simplemente, me inventaba las respuestas. Sé que no está bien mentir, pero no sabía qué decir.—¿Cómo se conocieron mi hermano y tú?—Fue en Estados Unidos.—¿Dónde exactamente?—En un evento al que ambos asistimos —casi era cierto.—Ya veo —levantó la mirada, su semblante se tornó serio—. ¿Le quieres de verdad? —si supieras que me he estado preguntando eso desde hace unos días.—Sí, y mucho —debía mentir, ya que supuestamente éramos pareja.—Lo sé —sonrió. ¿Lo sabe? ¿A qué se refiere con eso? —. He notado la forma en que lo miras; tus ojos lo demuestran —¿lo hacen? —
Cuando finalmente recobré un poco la compostura, tomé la camisa y me la puse. Me levanté de la cama y comencé a caminar hacia la puerta. Justo cuando iba a abrirla, escuché su voz.—¿A dónde vas?—A mi habitación, necesito tomar un baño y cambiarme de ropa —respondí, aún de espaldas.—¿Estás enojada?—Más conmigo misma.—Perdón por forzarte, es solo que...—No hace falta que digas nada. La verdad no estoy enojada contigo; si me enojara, sería conmigo misma —al final le dejé hacer lo que quiso, porque si realmente me lo hubiera propuesto, lo habría apartado.—¿Entonces seguimos como antes? —me giré y lo miré a los ojos.—Claro —sonreí, viendo cómo el alivio inundaba su rostro. Sinceramente, no permitiría que algo así cambiara nuestra relación. Además, ¿a quién pretendo engañar? Me gustó demasiado. Así que no me voy a hacer la ofendida. —Nos vemos luego entonces.Asentí y salí de la habitación. Caminé suavemente por los pasillos cuando choqué de frente con alguien. Por favor, que no se
No sé en qué momento me quedé dormida, pero entre la somnolencia, sentí cómo alguien me llevaba en brazos. Abrí un poco los ojos y vi a Henrik avanzando hacia la habitación.—No debes llevarme, debo pesar —me removí, intentando bajarme, pero él me sostuvo con más firmeza.—No te preocupes, además eres muy ligera. Solo descansa.—Quiero dormir contigo —dije, medio adormilada, y su mirada se iluminó de sorpresa.—¿Conmigo? —su tono denotaba extrañeza.—Sí, por favor —bostecé, sintiendo cómo el sueño me abrazaba de nuevo.—Está bien.Volví a cerrar los ojos y hundí mi rostro en su pecho, dejándome llevar completamente por el sueño.Desperté por la mañana de buen humor. Miré a mi alrededor, confirmando que estaba en lo que parecía ser la habitación de Henrik, pero él no estaba presente.Me senté en la cama, intentando despejarme, ya que aún estaba algo adormilada. Escuché el sonido de la puerta del baño abriéndose y dirigí mi mirada hacia allí. Abrí los ojos como platos ante la vista que
—No me hagas esto, Elizabeth —gruñó, mirándome fijamente.—Entonces no me mires —respondí, simple.—Más fácil sería prenderle fuego al agua.—Espera aquí.Tomé ropa del armario y volví al baño para vestirme. Elegí un atuendo completamente negro, que combiné con una gabardina roja. Al salir del baño, recogí mi cabello en un moño y me maquillé.—¿Crees que a tu madre le guste mi manera de vestir? —me miré en el espejo.—Da igual lo que piense. Además, ¿cómo podría no gustarle? Estás preciosa.Me acerqué y le di un tierno beso en los labios. Ahora que lo pienso, no me di cuenta en qué momento nuestra relación avanzó tanto. Se supone que somos una pareja falsa, pero actuamos como tal y, además, nos besamos.—Vamos —susurré, pegada a sus labios.—Solo uno más.—No, vamos.Se quejó, pero finalmente se separó. Me tomó de la mano y bajamos directo al salón, donde encontramos a la señora Anna discutiendo con una joven. La observé; seguramente, ella es la hermana de Henrik. No se parecen mucho.
El chofer regresó poco después, cargando unos aperitivos. Durante el resto del recorrido, me limité a mirar el paisaje mientras disfrutaba de un helado que habían traído. Después de unas horas de viaje que se me hicieron eternas, finalmente llegamos a Brujas, y quedé completamente fascinada. La ciudad era bellísima, mucho más de lo que había imaginado. Estaba asombrada, y cómo no, con un paisaje así. —¿Hermosa, verdad? —preguntó Henrik, observando mi reacción. —Definitivamente —suspiré, embelesada. —En las noches es aún más bella. —Debes mostrarme —exigí, haciendo un puchero. —No te preocupes, lo haré. El auto se detuvo frente a una enorme casa. Debo admitir que era preciosa; no se veía tan antigua como la de Henrik, pero tenía un diseño colonial encantador. Bajamos del auto y, aunque intenté mantener la calma, no pude evitar sentirme nerviosa. La idea de conocer a esas mujeres, seguramente muy refinadas y educadas, me ponía los nervios a flor de piel. Además, Henrik h
—Y seré el hombre más afortunado del mundo al ser el primero en ver ese bello cuerpo desnudo.—No serías el primero —confesé, mordiendo mi labio con un poco de vergüenza.—¿A qué te refieres?—Dejémoslo aquí —me reproché mentalmente por haberlo mencionado.—No, ahora dímelo.—Mejor no, no quiero que te dé otro de tus ataques.—Habla de una buena vez —inquirió, mostrando un leve tono de irritación.—Está bien —me resigné—. Ya te hablé de Víctor, el chico que fue mi novio en el orfanato. Bueno, durante ese tiempo, las cosas avanzaron más allá de solo besos. Éramos dos jóvenes de 16 años en pleno apogeo hormonal y... —bajé la mirada, sintiendo el rubor en mis mejillas.—Ya entendí, querían sexo. Pero, ¿qué pasó? ¿Por qué aún eres virgen? —suena algo molesto.—Estuvimos a punto, solo que no pasó.—¿Te retractaste en el momento?—No, en realidad, él lo hizo.—Ahora ya sé que ese tal Víctor es un tonto —se burló.—Lo hizo porque creyó que aún no era el momento. Y tenía razón.—Dejando eso d