Siete años después de conquistar la paz que tanto les costó conseguir, las vidas de Nicola Moretti y su familia parecen finalmente estables. Pero la calma es solo la antesala de una nueva tormenta. Desde Nápoles, un rostro desconocido, pero con intenciones claras, emerge de las sombras. Durante años ha esperado el momento adecuado para destruir a la familia Moretti y todo lo que representan. Disfrazando su vendetta como una guerra entre organizaciones, sus verdaderos planes apuntan directamente a las personas que Nicola más ama. Los ataques comienzan sin dar tregua. Nicola y los demás se enfrentarán esta nueva amenaza juntos, pero... ¿lo será así hasta el final? En esta guerra, donde los lazos de sangre y la lealtad serán puestos a prueba, Nicola y los suyos aprenderán que no importa cuán fuertes se hayan vuelto, el pasado siempre encuentra la manera de regresar… y con él, sus secretos más oscuros.
Leer másBiancaDesde el momento en que se activó la alerta negra, Valentina me contactó directamente, dándome instrucciones para rastrear y monitorear los movimientos de los coches de seguridad. Los autos señuelo salieron de la casa de mi hermano uno tras otro, siguiendo rutas diferentes. Mis dedos se movían rápidamente sobre el teclado de la computadora, alternando entre las cámaras de tráfico y las radios de comunicación. Un solo coche regresó a la casa quince minutos después, llevando a Vittoria de vuelta a un lugar seguro.Suspiré aliviada cuando confirmé que estaba dentro de la propiedad, aunque sabía que la calma no duraría mucho. La mansión ahora parecía un lugar abandonado desde el exterior, pero estaba protegida por más de cien hombres, cada uno oculto. Nadie iba a acercarse sin ser detectado.Mientras mantenía un ojo en los monitores, escuché la conversación de Valentina con Greta. Vittoria se estaba comportando con una calma impresionante, como si esto fuera algo que ya entend
Nicola Mis hombres se mantenían en silencio, esperando mis órdenes. Un zumbido débil interrumpió el momento. La radio del rincón, conectada a los canales de seguridad, comenzó a emitir estática. Por un segundo nadie se movió, pero luego la voz que escuché me dejó paralizado.—¡Nicola! —era mi esposa. El tono de su voz me puso en alerta máxima.—¡Valentina! ¿Qué está pasando? —grité, mientras corría hacia la radio.Renzo se enderezó de inmediato, dejando de lado su actitud relajada. Los demás hombres intercambiaron miradas rápidas.—¡Cuida a Vitto! —su voz volvió a sonar, entrecortada, los sonidos de las detonaciones detrás me confirmaban que estaba en medio de un tiroteo.Sentí el aire escaparse de mis pulmones.—Amore, no… —intenté decir, pero ella me interrumpió.—Te amo. Nunca olvides lo que te dije en nuestra luna de miel en Sudamérica...La radio quedó en silencio, solo con la estática resonando alrededor. Me quedé inmóvil, solo mis manos temblaban a mis lados. Sus palabras se
Valentina Estábamos en la cocina, Vittoria y yo, cenando juntas.El sonido de pasos firmes interrumpió nuestra pequeña burbuja de normalidad. Un guardia entró en la cocina, su rostro tenso y sin rastro de la habitual neutralidad que mantenían frente a mí.—Código negro, señora —dijo manteniendo la calma a pesar de la urgencia—. Cinco minutos.Mi corazón se aceleró, pero mi rostro no mostró nada. No podía entrar en pánico frente a mi niña.—Entendido —respondí con un simple asentimiento.El guardia salió, y yo respiré hondo, obligándome a mantener la mente clara. Me giré hacia Vitto, que había dejado su tenedor en el plato.—Vamos a tu habitación, principessa —le dije con suavidad, tomando su mano.La llevé escaleras arriba, sin prisa, aunque por dentro cada segundo se sentía eterno. Al llegar a su habitación, abrí el armario y saqué la mochila que siempre tenía lista para este tipo de emergencias.Mientras revisaba que estuviera todo; agua, ropa, un arma pequeña que Nicola nunca debí
Nicola —Quiero que lleven a mi mujer y mi hija a los destinos seguros —dije al teléfono, sin apartar la mirada de la calle desde la ventana de mi oficina.Esto era parte del protocolo: en cuestión de minutos, cinco autos saldrían de mi casa, cada uno con una ruta que conocerían en el último momento.Uno llevaría a mi mujer, otro a principessa, y los demás serían señuelos. Si alguien nos estaba espiando, no sabría en cuál estaban.Escuché la afirmación al otro lado de la línea. Corté la llamada sin decir más, colocando el teléfono sobre el escritorio.Renzo y Lorenzo estaban en el sofá, mirándome en silencio. Ambos conocían la gravedad de la situación. Tener al enemigo en nuestro poder no era una victoria; era un movimiento calculado, y no por nosotros. Lo sabían tan bien como yo.—¿Qué tan grande crees que es la red? —preguntó Lorenzo inclinándose hacia adelante con las manos juntas.Mi mente estaba en las posibilidades, en los nombres que habían cruzado por mi escritorio los último
Gennaro Cada paso que daba, cada palabra que salía de mi boca, estaba diseñada para provocar, para plantar dudas y encender la furia en Nicola Moretti.No pude evitar sonreír mientras lo veía de lejos, tan rígido y controlado como siempre, siguiendo a su hija como si fuera un maldito perro guardián. Nicola era el hombre más peligroso de Palermo, eso lo sabía, pero también sabía que tenía un punto débil. Sus emociones. Su familia.Y yo había presionado justo donde dolía, sin esforzarme.Aún podía sentir la electricidad del enfrentamiento en el puesto de tiro al blanco. Su mirada, fría como el acero, me lo dijo todo. Si no fuera por la multitud de padres y niños, probablemente habría intentado arrancarme la garganta ahí mismo. Pero Nicola no era tan tonto. Era paciente, calculador.Claro, él pensaba que en cuanto pusiera un pie fuera del colegio sería un hombre muerto. Lo que no sabía era que yo también había planeado justo eso. Este juego lo llevaba controlado desde el principio.Ca
Nicola Tomé la pequeña pistola de aire que el encargado me ofreció, revisándola como si fuera un arma real. Era un hábito como lavar los dientes después de cada comida, algo tan natural.—¡Papi, tienes que ganar el oso más grande! —exclamó mi princessa, tirando de mi manga con emoción. Sus ojitos brillaban mientras señalaba al enorme muñeco.—¿Dudas de tu padre? —le respondí, arqueando una ceja mientras ajustaba mi postura frente a los blancos.Vittoria se rió, cubriéndose la boca con las manos. Su confianza en mí era absoluta, y no podía evitar sentirme orgulloso cada vez que me miraba como si fuera capaz de hacer cualquier cosa. Levanté el arma, alineando la mira con el primer objetivo, un pequeño círculo rojo. Contuve la respiración por un segundo, ajustando mi pulso, y disparé dando en el blanco. Me apronté para el siguiente objetivo cuando de repente una voz detrás de mí rompió mi concentración.—Nada mal, señor Moretti. Parece que tiene buena puntería.Reconocí el tono ante
Valentina Bianca estaba a mi lado, ordenando las bandejas de cupcakes. Gabriella organizaba los pequeños frascos con gomitas en la otra esquina del puesto. Todo estaba perfecto, como lo esperábamos. Pero mi mente no estaba aquí.Estaba distraída mirando a los niños correr de un lado a otro, preguntándome si Nicola ya habría amenazado al primer niño que se acercara demasiado a Vittoria. No me sorprendería; su sobreprotección hacia nuestra hija siempre rozaba lo ridículo.—¡Valentina! —exclamó Bianca, dándome un codazo.Giré la cabeza justo a tiempo para ver a Alessia acercándose al puesto. No venía sola. A su lado, un hombre alto, de cabello oscuro y mirada intensa, caminaba con una confianza que me puso en alerta de inmediato.Ella parecía nerviosa, aferrándose a su brazo, sin querer soltarlo. Pero él tenía una sonrisa despreocupada. Se detuvieron frente a nosotras y apartó suavemente su brazo del agarre de Alessia.—Buenos días, hermosas damas —dijo, con un tono tan suave que me hi
NicolaMi atención seguía en mi esposa, que aún estaba a mi lado, con su cuerpo relajado contra el mío.No quería soltarla. Después de todas las discusiones que habíamos tenido, este era un momento de tregua algo muy valioso como para dejarlo ir tan rápido.—Bueno, ya es hora de soltarla —dijo una voz conocida detrás de mí.Giré la cabeza y vi a Bianca acercarse con una sonrisa divertida.—¡Oye! Tú no me das órdenes —respondí, arqueando una ceja mirándola con fingida seriedad.—¡Claro que sí! Soy tu hermana favorita —dijo con una sonrisa descarada.Valentina sonrió apartándose de mí, pero no sin antes acariciar mi mejilla con una suavidad que hizo que toda mi frustración del día desapareciera.—Parece que la jefa ha hablado —murmuró, lanzándome una mirada divertida antes de girarse hacia Bianca.Iba a responderle cuando escuché un grito agudo a mi lado.—¡Tíos!Vittoria salió disparada hacia Lorenzo y Renzo, que acababan de llegar con sus hijos. Augusto y Marcello corrieron hacia el
NicolaMi teléfono vibró sobre la mesa, cortando la paz que tenía está mañana. Miré la pantalla: un número conocido, uno de mis científicos. Dejé la taza en el platillo con calma y deslicé el dedo para contestar.—Dime —dije, con mi tono habitual, frío y directo.Del otro lado, escuché la respiración entrecortada. Su miedo atravesaba el teléfono. Podría jurar que su frente estaba empapada en sudor, y sus manos temblaban mientras intentaba encontrar el valor para hablar.—Don... —vaciló, su nerviosismo era un insulto a mi tiempo—. Hay… —tartamudeó, mientras mis dedos golpeaban la superficie de la mesa, exasperado por su falta de convicción—. Hay un problema.Me recosté en la silla, cruzando una pierna sobre la otra mientras escuchaba y seguía el ritmo con mis dedos sobre el escritorio.—¿Qué problema?El hombre volvió a tartamudear, y podía escuchar cómo su lengua se estrellaba contra sus dientes en un desesperado intento de encontrar las palabras adecuadas.Respiré profundamente, un