¡No Soy Tuya!
¡No Soy Tuya!
Por: D. Meiler
Capítulo 1

Al fin, mañana es el día que he esperado durante tantos años. No puedo contener la emoción de salir de aquí, del infierno que es este orfanato. Este lugar, donde lo inimaginable ocurre, está oculto tras la sotana de un cura. Desde que empecé a crecer, comprendí que las cosas no eran normales.

Aquí nos encontramos los hijos de padres fallecidos o simplemente abandonados, como yo. En mi caso, fui hallada en la entrada del orfanato, sin ningún vínculo con una familia, apenas una bebé de unos días. Sin embargo, eso nunca me ha importado. Desde que empecé a crecer, lo único que he deseado es que llegue el momento de marcharme.

El orfanato se encuentra a las afueras del pueblo, en medio de un campo. Desde el exterior, parece hermoso, rodeado de un extenso jardín lleno de flores, un bosque de pinos y, cerca, un pequeño lago donde me gusta ir a leer y estudiar. Pero, lamentablemente, la belleza de este lugar es solo superficial; dentro se esconde un verdadero infierno, uno que las personas de afuera ni se imaginan. El supuesto cura encargado no es más que un estafador que se roba el dinero donado para los niños, que debería destinarse a alimentos, ropa y gastos médicos. Como se queda con todo, estamos obligados a usar los mismos harapos y ropas viejas, comemos cosas horribles, a veces incluso podridas, y cuando nos enfermamos, contrata a un médico de quinta que dudo que sea realmente médico. A causa de esto, más de tres niños han muerto por intoxicación.

Los que se atreven a rebelarse son brutalmente golpeados, sometidos a castigos horribles e incluso dejados sin comida y agua durante días.

La razón por la que he sobrevivido aquí ha sido, sin duda, mi astucia. No me quejo de las cosas; la comida que me dan apenas me la trago, aunque luego la vomite, lo que me ayuda a evitar las enfermedades. Siempre he sido bastante sana. Como no suelo comer mucho en el orfanato, en los momentos libres que tenemos para pasear, me alimento de algunas frutas silvestres, lo que me mantiene alimentada. Además, aprovecho mis tiempos libres para estudiar y leer.

Así he pasado estos 18 años de mi vida. Pero mañana, por fin, todo esto acabará. Seré libre de irme y empezar una nueva vida. Todos estos años de estudio me han servido para mucho. Apenas salga de aquí, buscaré un trabajo y una casa donde vivir, y simplemente me olvidaré de toda esta porquería.

Termino de leer mi libro y levanto la vista hacia el cielo. El sol se oculta en la llanura, y el agua del lago adquiere una tonalidad naranja, bañada por los rayos del ocaso. La brisa suave y fresca despeina mi largo cabello. Cierro los ojos e inspiro profundamente el aroma a pinos y flores que trae el aire. Tal vez una de las razones de mi alegría es precisamente que mañana me voy; mi maleta ya está lista y espero con ansias el amanecer que traerá consigo mi libertad y emancipación.

Saco mis pies del agua tibia del lago y me levanto, recojo mi libro del suave césped y me dirijo hacia el orfanato. A mitad de camino, me encuentro con Elena, una pequeña que llegó aquí hace un tiempo. Tiene apenas cinco años, es pura, inocente y hermosa. En este tiempo, nos hemos hecho muy cercanas; es para mí como una pequeña hermana, o incluso una hija. Siento una profunda necesidad de protegerla, y por alguna razón, eso se ha convertido en uno de mis objetivos de vida. Se lo prometí, no solo a ella, sino a mí misma. La sacaré de aquí un día y la llevaré conmigo.

—Hola, Liz —saluda, corriendo a abrazarme.

—Hola, pequeña —la abrazo de igual manera y tomo su mano para continuar caminando.

—Liz, si te vas mañana, me quedaré muy sola.

—Oh, no estés triste, pequeña —me arrodillo para quedarme a su altura y la miro a los ojos—. Te juro que te sacaré de aquí. Apenas encuentre un trabajo y una casa, te adoptaré y te llevaré lejos. Mientras tanto, debes ser fuerte y esperar por mí. Es mi promesa, y mi objetivo es darte una mejor vida, y lo cumpliré.

—Gracias, Liz —se lanza a abrazarme con fuerza. Sinceramente, amo a esta pequeña de ojos avellana.

Cuando me pongo de pie nuevamente, un intenso dolor en el abdomen me hace caer de rodillas. Empiezo a retorcerme y gritar, mi vista se nubla.

—¡Liz, qué te pasa! —grita Elena, pero su voz parece distante.

—Elena... busca... busca ayuda. Rápido.

La pequeña comienza a correr en dirección al orfanato. El dolor se apodera de mi cuerpo y pierdo el conocimiento.

......

Empiezo a abrir los ojos lentamente, con pesadez. Me duele la cabeza y estoy algo aturdida. Miro a mi alrededor y analizo la situación. Me encuentro en un cuarto de hospital. A mi lado está el cura, responsable del orfanato. Cuando logro estar completamente consciente, me siento despacio en la camilla.

—¿Cómo te encuentras? —pregunta con un tono amable, lo cual me sorprende, ya que acostumbra a ser muy agresivo con nosotros.

—Bien, o eso creo —me paso las manos por el rostro—. ¿Qué me pasó?

—Te desmayaste. Elena vino a avisarnos, te encontramos inconsciente en el campo. Al parecer, tienes apendicitis.

—Lo dudo.

—¿Qué has dicho? —su desagrado es evidente.

—Nada, lo siento. ¿Puedo ir al baño?

—Sí, claro, pero con cuidado.

Caminé hasta el baño y cerré la puerta con seguro. Toqué alrededor de mi ombligo y en mi abdomen, presioné y no sentí dolor. Es imposible que tenga apendicitis. Es cierto que sentí un fuerte dolor en el bosque, pero estoy segura de que no fue eso.

Me asomo por la ventana del baño, observando los pasillos del hospital. El lugar es muy lujoso, podría decirse que es una clínica de ricos. ¿Entonces por qué estoy aquí? Ese cura tacaño jamás pagaría por un lugar así solo por una apendicitis; es algo que cualquier hospital podría atender a un costo mucho menor. Además, estoy segura de que no tengo apendicitis.

¿Entonces, por qué todo esto?

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