Capítulo 4

Caminé por el pasillo hasta llegar a una puerta que daba a un amplio y lujoso salón. Una gran cantidad de hombres llenaba el lugar; algunos bebían, otros estaban acompañados de jóvenes, y muchos más se congregaban alrededor de la tarima donde Stella bailaba con una gracia que parecía genuina. Me preguntaba si ella estaba allí por su propia voluntad o si, al igual que yo, había sido forzada a estar en ese lugar.

Decidí que era hora de regresar al camerino; Stella estaba a punto de terminar, y yo sería el espectáculo especial de la noche. Me dirigí rápidamente hacia el camerino, pero en mi apresurado andar, chocar contra alguien me hizo tambalear. Esa persona se estabilizó rápidamente, y al alzar la mirada, me encontré con unos penetrantes ojos verdes que me absorbieron por completo.

El hombre me sostenía firmemente de la cintura, mientras mis manos se aferraban a sus hombros para no caer. Él estaba ligeramente inclinado hacia adelante, sosteniéndome con una intensidad que me dejó momentáneamente paralizada. Reactivé mis sentidos y, sintiéndome algo avergonzada, me alejé rápidamente.

—Lo siento mucho, señor.

—No te preocupes —respondió con un marcado acento.

—¿Necesita algo? —pregunté, aún mirando al suelo.

Él llevó su mano a mi mentón, obligándome a levantar la cabeza para que nuestras miradas se cruzaran. Dios, era tan atractivo y parecía tan joven.

—En realidad, regreso del baño, pero me he perdido. Necesito llegar al salón —se encogió de hombros—. ¿Puedes indicarme cómo llegar?

—S... sí, claro —señalé en dirección al pasillo—. Siga recto por aquí, al final hay una puerta; del otro lado se encuentra el salón.

—Muchas gracias, señorita —dijo, comenzando a caminar.

Me quedé en mi lugar por un momento, tratando de recuperar la compostura. No podía creer que ese hombre fuera uno de los que pagaban por estar con las chicas de aquí. Sinceramente, parecía tan cortés, educado, y de alguna manera, me pareció diferente a la mayoría de los hombres que había visto allí.

—¡Elizabeth, qué haces aquí! Llevo tiempo buscándote! —La voz de Christal me sacó de mi ensueño.

—Lo siento, es que fui al baño —mentí, intentando evitar una reprimenda.

—Apresúrate, ya te toca.

La seguí hasta la parte trasera de la tarima. Me quité la bata que cubría la poca ropa que llevaba puesta. Las luces del lugar se apagaron, sumiéndolo casi en la oscuridad. Caminé y me coloqué frente al tubo, lista para comenzar la coreografía. Las luces volvieron a encenderse y la música lenta y sensual comenzó a sonar. Respiré hondo y comencé a bailar.

Mientras giraba en el tubo, mis ojos viajaron entre la multitud hasta encontrar esa mirada penetrante y misteriosa. Seguí bailando, esta vez sin apartar mis ojos de los suyos. Él estaba sentado al final del local, junto a la barra, sosteniendo una copa con una bebida. Me miraba fijamente, sin apartar la vista de mis ojos.

Justo como estipulaba la coreografía, realicé un lento movimiento de caderas contra el tubo, deslizándome hacia abajo para luego volver a subir. Lo observé mientras se lamía los labios con sensualidad. Me sentí avergonzada en ese instante, así que rápidamente aparté la mirada.

La música se detuvo, marcando el final de mi baile. La multitud comenzó a silbar y aplaudir. Inspeccioné rápidamente el lugar; todos me miraban, incluso él. Al verme, levantó la copa en mi dirección y luego se la llevó a los labios.

Realicé una leve reverencia y, dando media vuelta, me dirigí al camerino. Me dejé caer en una de las sillas, exhausta. Christal y Stella se acercaron rápidamente.

—¡Estuviste genial, muchachita! —exclamó Christal, luciendo satisfecha, mientras Stella me miraba con desdén.

—G... gracias —respondí. Aunque quería sentirme orgullosa, no podía evitar que el sentimiento de ser un objeto, algo destinado a satisfacer a esa multitud de depravados, me abrumara.

Un joven que parecía uno de los meseros entró al local.

—Christal, alguien la busca.

—Enseguida voy.

El chico asintió y se marchó. Ella, por su parte, me miró y volvió a felicitarme.

—Ya puedes cambiarte si quieres y tomarte un descanso.

Asentí y me dirigí a cambiarme. Tomé un vestido que encontré entre la ropa del camerino. Era de mangas largas, hasta la mitad de los muslos, de color negro y muy bonito. Al fin pude cubrirme, porque con la ropa anterior me sentía expuesta, como si estuviera desnuda.

Permanecí sentada en el camerino, perdida en mis pensamientos. Me preguntaba si habría una manera de escapar de aquí. Aun si lograra salir del burdel, no sabía cómo regresar a casa. Estaba en Europa y no tenía dinero para comprar un pasaje de avión desde España hasta Estados Unidos. Sin mencionar que no tenía pasaporte ni documentos. Ni siquiera hablaba bien el idioma; solo sabía decir "Hola" y "Adiós". Estaba realmente perdida.

Estuve un buen rato sumida en un fuerte y tormentoso debate mental, hasta que la presencia de alguien me hizo levantar la cabeza. Christal entró al lugar, luciendo una enorme sonrisa de felicidad.

—¿Pasa algo?

—Sí, algo fantástico —sus ojos brillaban con satisfacción.

—¿Qué sucedió?

—Sabía que no estarías mucho tiempo aquí. Al final tenía razón; has roto un récord, niña. Nadie se va de aquí tan rápido como tú lo acabas de lograr.

—¿Yo?

—Así es.

—¿Me iré? —¿A dónde iré?

—Acabas de ser comprada. Te marchas esta misma noche, de hecho, ahora mismo.

—¡¿Ahora?! —¿Cómo era posible que todo sucediera tan rápido y de repente?

—Así es, acaban de pagar millones por ti, niña.

—¡Pero no puedo irme así!

—Sí que puedes, y lo harás. Así que vamos.

Me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme hacia la salida del burdel. Apenas atravesamos las puertas, el aire frío me heló hasta los huesos.

—¿Qué hacemos aquí afuera?

—Esperando a que vengan por ti.

—¡Pero esto es muy rápido!

—Ese no es problema mío. Ya pagaron por ti, además, el cliente pidió que fueras entregada rápidamente, ya que mañana por la mañana parte del país y te llevará consigo.

¿Otro país? Solo esperaba que no fuera uno aún más lejano. Si fuera Estados Unidos, podría hallar la manera de escapar. Porque definitivamente no me convertiré en la esclava de nadie. No lo permitiré. Primero muerta que rebajada a ese nivel.

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