Capítulo 3

—Perdone, señora, pero no puedo bailar ahí.

—¿Y qué te lo impide?

—No sé hacerlo.

—Lo harás. Ya aprenderás.

—¡He dicho que no haré tal cosa!

—¡Escúchame, muchachita! —sostuvo mi rostro con mano firme, apretándolo con fuerza—. Que yo haya sido amable hasta ahora no significa que sea una idiota. Harás todo lo que te ordene, porque no tienes otra m*****a opción. Enfádame y te haré conocer los límites del dolor.

Permanecí en silencio, conteniendo las lágrimas que amenazaban con traicionarme y revelar cuán débil me sentía. Las retuve, decidida a no dejarme vencer, porque si lo hacía, conocerían mis debilidades. Y eso es algo que no puedo permitirme, especialmente ahora.

—¿Has entendido, niña?

Asentí ligeramente con la cabeza, y ella sonrió de lado, satisfecha.

—Entonces ven aquí.

Me llevó hasta una tarima donde una joven bailaba con facilidad y soltura.

—Stella, acércate.

La joven dejó de bailar y se acercó a nosotras.

—¿Quién es ella? —preguntó, mirándome de arriba abajo.

—Ella será tu nueva alumna. Le enseñaras una coreografía y te asegurarás de que la haga bien. Mañana será su estreno en este lugar.

—Qué lata, ¿hasta cuándo tendré que ser la niñera de todas las tontas que traen nuevas?

—De ella no por mucho, eso sí, si haces bien tu trabajo. Mañana viene una buena cantidad de gente importante y tipos ricos. Si ella destaca, tal vez la compren y se la lleven.

—Está bien —rodó los ojos, visiblemente irritada.

—La dejo en tus manos. Cuida de ella, que aquí hay millones.

La mujer se marchó, y volví mi mirada hacia Stella. La joven subió a la tarima y me ofreció la mano. La tomé y subí tras de ella.

—Bien, te enseñaré cómo bailar aquí.

—Parece difícil.

—Solo es cuestión de práctica. Además, no necesitas aprender mucho; con que hagas bien una sola coreografía, es suficiente —su tono era irritante, como si se sintiera agobiada.

—Está bien.

—Te mostraré primero la manera correcta de sostenerte.

Ella se sostuvo con firmeza, yo la imité. Luego, me mostró cómo posicionar mis piernas para mantener el equilibrio. Eso me resultó fácil, pero la coreografía pronto se complicó con piruetas y giros que me resultaron más difíciles. La noche avanzó, y seguimos ensayando. La coreografía aún no estaba lista, así que decidimos continuar por la mañana antes de que abriera el lugar.

Me fui a dormir a una pequeña habitación que me indicó Christal. En el lugar había alrededor de seis chicas más. Me duché en un pequeño baño y, con la ropa que me dieron, me acomodé para dormir.

A la mañana siguiente, los llamados de Christal me despertaron. Al abrir los ojos, noté que las demás chicas no estaban.

—Es hora de despertar. Ya deberías estar ensayando —anunció con desgano.

Realmente esperaba que todo esto fuese un mal sueño. Pero resultaba ser una dolorosa realidad.

—Toma esto —me ofreció ropa, un cepillo de dientes y una bandeja de desayuno—. Come algo, prepárate; te quiero ensayando en 20 minutos.

Rápidamente consumí lo que me ofreció. Entré al baño, tomé una ducha y me lavé los dientes. Me vestí con la ropa que ella me había dado: unos shorts deportivos cortos, una blusa blanca también corta y unos converse de mi talla.

Bajé corriendo directo al salón donde Stella me esperaba.

—Espero que estés lista, porque hoy esa coreografía debe quedar perfecta.

—Sí —respondí, sin convicción.

Horas después, la coreografía quedó impecable. A Christal le gustó tanto que decidió que sería el número especial de la noche.

Normalmente, cuando te dicen que harás algo frente a un gran número de personas, te pones nervioso. Pero yo no sentía nada de nervios, porque esto no era algo que quisiera hacer ni que me emocionara.

La noche llegó, y las personas comenzaban a llenar el lugar. Todas las muchachas estaban ajetreadas, maquillándose, peinándose y vistiéndose. Yo me encontraba completamente fuera de lugar, observándolas. Hasta que Christal se acercó a mí, apresurada.

—¿Qué haces aquí todavía? Tienes que alistarte.

—¿Qué me pongo?

—Toma este conjunto. Date una ducha y ven enseguida para que te maquillen y peinen para el show.

Entré y tomé una ducha. El conjunto era realmente extraño: de dos piezas, negro y casi parecía ropa interior, mostrando la mayor parte de mi cuerpo. Salí del baño cubriendo mi cuerpo con una toalla.

—¿Qué pasa ahora, niña?

—¡De ninguna manera me pondré esto!

—Creí que ya te lo había advertido —se acercó amenazante—. Más te vale vestirte y destacar en este show, porque si no te compran, te pondré a prostituirte y acostarte con los viejos más asquerosos del lugar.

De ninguna manera, preferiría bailar frente a esa multitud de depravados que tener que estar con ellos. Solo pensarlo me provoca repulsión.

—Dame aunque sea algo que muestre menos.

—¡No, ahora ponte esa ropa!

Enojada, entré nuevamente al baño, me desnudé frente al espejo y observé mi cuerpo desnudo. Era la primera vez que me miraba bien después de la operación, y no había notado lo proporcionadas que eran ahora mis curvas. Realmente tenía un cuerpo hermoso, pero no era mío. No soy yo.

Me vestí con el provocativo traje. El conjunto dejaba mis piernas expuestas, al igual que la mitad de mi trasero, y era extremadamente ajustado.

Salí del baño algo avergonzada, y al verme, Christal sonrió de manera ladina.

—Definitivamente hoy te irás de aquí. Ahora ven, que te voy a maquillar.

Me senté frente a ella, cerré los ojos y dejé que me maquillara. Luego, peinó mi largo cabello castaño oscuro. Al terminar, me miré en el espejo. Mi cabello caía en hermosos rizos por la espalda. El maquillaje era llamativo y brillante, con labios de un intenso color rojo. Stella llegó con unos zapatos de tacón altos y negros para mí, que combinaban con el conjunto.

—Perfecta. Ahora solo falta esperar para que salgas a bailar. Vendré a avisarte, solo espera aquí.

Asentí y tomé asiento, aunque estaba inquieta y no quería quedarme allí hasta que me tocara. Tomé una bata de las que usan las bailarinas, me la puse por encima para cubrir mi cuerpo y, escabulléndome, salí del lugar.

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