Kirsten me llevó a un bonito café que, según ella, visita con frecuencia.Tomamos asiento en una de las mesas exteriores; la vista era encantadora y el ambiente, genial. Había dejado de nevar, pero aún hacía frío, así que un café bien caliente nos sentaría de maravilla.Mientras disfrutábamos de nuestras tazas, comenzamos a conversar. Ella me hacía preguntas a las que, sinceramente, no sabía bien cómo responder. Así que, simplemente, me inventaba las respuestas. Sé que no está bien mentir, pero no sabía qué decir.—¿Cómo se conocieron mi hermano y tú?—Fue en Estados Unidos.—¿Dónde exactamente?—En un evento al que ambos asistimos —casi era cierto.—Ya veo —levantó la mirada, su semblante se tornó serio—. ¿Le quieres de verdad? —si supieras que me he estado preguntando eso desde hace unos días.—Sí, y mucho —debía mentir, ya que supuestamente éramos pareja.—Lo sé —sonrió. ¿Lo sabe? ¿A qué se refiere con eso? —. He notado la forma en que lo miras; tus ojos lo demuestran —¿lo hacen? —
—Lo dices tan fácil —murmuró, bajando la mirada afligida.—Porque es muy fácil. Solo ve allí y dile a tu familia: "Soy lesbiana, me gustan las mujeres, así soy, y tendrán que aceptarlo porque soy su familia." Y a Jeann le dirás lo que sientes por ella. Si no siente lo mismo, al menos que continúen siendo amigas.—¿Crees que funcione? —sus ojos se llenaron de lágrimas. Debe ser realmente duro para ella.—Nada pierdes con intentarlo.—Lo dices porque no conoces bien a mi familia.—Tal vez, pero te aseguro que no son malas personas; te comprenderán. Pero si quieres, puedo hablar primero con tu hermano, así él te ayudará a tratar con tu madre y tu abuela.—¿Con mi hermano? —negó, asustada.—Sí, no temas, él te comprenderá.—¿Y si no lo hace?—No seas pesimista, Kirsten. Sé que temes perder su amor por este tema, pero te aseguro que no será así.—Está bien, confiaré en ti.—Hablaré con él hoy mismo. No te preocupes, te aseguro que lo convenceré.—Confío en ti. Y Elizabeth —tomó mis manos—,
Con el apoyo de Henrik, Kirsten decidió hablar con su familia. Justamente hoy, durante la cena. Ella estaba muy nerviosa, y debo admitir que yo también lo estaba. Solo esperaba que la velada transcurriera en paz y armonía.Me preparé y bajé a cenar. Todos estábamos sentados en la mesa, y levanté la mirada hacia Kirsten, que estaba justo frente a mí. Parecía lista para hablar.—Abuela, mamá, quiero decirles algo muy importante —comenzó, con una seriedad palpable.—¿Qué sucede ahora, Kirsten Eleanor Von Karlfeldt D'Ascoli? —respondió su madre, rodando los ojos.—Sabes que odio que digas mi nombre completo, mamá.—Dirás qué te sucede o no.—Sí —tomó una larga inspiración y levantó la cabeza—. Soy lesbiana.La señora Dorothea dejó caer los cubiertos y Anna se atragantó con su bebida. Ambas la miraron con sorpresa y desaprobación.—Si esto es una de tus bromas, te advierto que no tiene gracia.—No es una broma, mamá —Kirsten la miró con seriedad.—Solo eso debe ser, porque realmente es ina
Desperté en la mañana con un ánimo inesperadamente animado. Tomé una ducha, me vestí con un bonito y sencillo vestido blanco de mangas largas, ajustado al cuerpo, y unas botas altas de color gris. Solté mi cabello, dándole un poco de forma a las puntas, y me apliqué un poco de maquillaje. Cuando estuve lista, me senté a leer para matar el tiempo mientras esperaba a que Kirsten viniera a buscarme.A los quince minutos, ella llegó, luciendo muy entusiasmada. La entendía; hoy sabría si sus sentimientos eran correspondidos.—¿Nos vamos? —preguntó alegre.—Claro, pero antes voy a ver a tu hermano.—Está bien, te espero abajo. No tardes.—Sí.Kirsten se fue y yo me dirigí a la habitación de Henrik. Llamé a la puerta y, al escuchar un "adelante", entré. Él estaba en su escritorio revisando algunos documentos. Al verme, me dedicó una cálida sonrisa que le devolví.—Buenos días —dije mientras me acercaba a él.—Buenos días, preciosa.—¿Estás ocupado?—Para ti, nunca —sonreí, sintiéndome tonta.
Después de unos minutos, las chicas salieron, y para mi sorpresa, iban tomadas de la mano. Al parecer, los sentimientos no eran solo de Kirsten.Los chicos las miraron, asombrados y confundidos ante la escena.—Chicos, Kirsten y yo queremos darles una noticia —anunció Jeann.—Somos novias —dijo Kirsten, radiante de felicidad. Los chicos comenzaron a aplaudir, silbar y felicitarlas.—No puede ser, Kirsten, y yo enamorado de ti —dramáticamente exclamó Marcus, provocando risas entre los demás—. Pero qué más da, me queda Elizabeth. —Tomó mi mano y me atrajo hacia su cuerpo, acercando su rostro al mío. Debía alejarme.—Lo siento, chico, pero ella ya tiene dueño —la potente voz de Henrik resonó a mis espaldas.Rápidamente me alejé de Marcus, consciente de que esto terminaría mal.—No te molestes, hermanito, Marcus solo bromeaba —Kirsten dio un paso al frente.—Podía bromear con otra chica que no fuera la mía. —¿La suya? Aish, ya comenzamos otra vez con lo del sello de propiedad.—Henrik, ya
Llegamos a la mansión, y sin esperar a que, como siempre, me abriera la puerta, bajé del auto y me dirigí rápidamente hacia el interior. Necesitaba estar sola. Debía reflexionar, encontrar respuestas que solo yo podía darme. Unas cuantas horas a solas conmigo misma eran justo lo que necesitaba.En mi apresurado andar, tropecé con Kirsten. Pensé que querría hablar o pedirme explicaciones, pero no; simplemente se hizo a un lado y me dejó pasar, un gesto que agradecí con una sonrisa desganada. Se lo agradecí de corazón, pues no quería ser atormentada en ese momento.Entré a mi habitación y cerré la puerta con seguro. Cerré todas las ventanas y apagué las luces. Me senté en el suelo, abrazando mis rodillas, con la espalda apoyada en el pie de la cama. Apoyé mi frente en mis rodillas, hundiendo mi rostro entre mis brazos. Sumida en la oscuridad y calidez de la habitación, cerré los ojos y dejé que mis pensamientos fluyeran. Solo había una pregunta que resonaba en mi mente, una que podría t
Caminé hasta él, que estaba tumbado sobre una silla. Pasé mi mano por su hombro y lo ayudé a ponerse de pie. —Te he dicho que no necesito ayuda —gruñó mientras se removía. —Y yo te he dicho que lo haré, así que quédate quieto porque eres pesado. Protestó, pero se quedó tranquilo. Eché a andar rumbo a su habitación, aún sosteniéndolo, ya que parecía incapaz de mantenerse en pie; estaba muy ebrio. Al subir las escaleras, el dolor en mi pie aumentó, pero decidí ignorarlo y seguir adelante. Llegué a su habitación, abrí la puerta y caminé hasta la cama, dejándolo caer suavemente sobre ella. Respiré aliviada; realmente pesa mucho, y yo soy una débil. —Necesitas tomar un baño de agua tibia para que se te pase la embriaguez. —Ya voy —dijo, intentando levantarse, pero se tambaleó. Rápidamente lo sostuve. —Mírate, ni siquiera puedes estar en pie. —Entonces tendrás que darme un baño tú. —Ni hablar —me apresuré a responder. —Aunque sea, acompáñame hasta el baño para que no me caiga —a p
¿Debería darle la oportunidad que pide? ¿Lo merece acaso? A pesar de su escenita en casa de Jeann, ha sido un mar de dulzura conmigo desde entonces. Anhelo perdonarlo.—Te daré una oportunidad, pero no vuelvas a decepcionarme de esa manera. No me trates así jamás.—Te lo prometo.Se levantó y se lanzó sobre mis labios con anhelo. Su beso fue tierno y dulce, pero también desbordante de pasión y deseo. Acuné su rostro entre mis manos, profundizando el beso. Cuando nos separamos, una sonrisa iluminaba su rostro, tan contagiosa que me hizo sonreír también.—Ahora ve a tu habitación y come la ensalada que te preparé.—Está bien, jefa.—No me mientas, quiero que lo comas todo.—He dicho que sí, ahora descansa. —Me besó la frente y se marchó.Sonriendo como una colegiala, me lancé sobre la cama. Era difícil conciliar el sueño después de todo lo sucedido.¡Oh, Henrik, ¿por qué tienes que gustarme tanto?! Cada cosa que hace, desde sonreír hasta esas expresiones traviesas, me deja suspirando co