Desperté en la mañana con un ánimo inesperadamente animado. Tomé una ducha, me vestí con un bonito y sencillo vestido blanco de mangas largas, ajustado al cuerpo, y unas botas altas de color gris. Solté mi cabello, dándole un poco de forma a las puntas, y me apliqué un poco de maquillaje. Cuando estuve lista, me senté a leer para matar el tiempo mientras esperaba a que Kirsten viniera a buscarme.A los quince minutos, ella llegó, luciendo muy entusiasmada. La entendía; hoy sabría si sus sentimientos eran correspondidos.—¿Nos vamos? —preguntó alegre.—Claro, pero antes voy a ver a tu hermano.—Está bien, te espero abajo. No tardes.—Sí.Kirsten se fue y yo me dirigí a la habitación de Henrik. Llamé a la puerta y, al escuchar un "adelante", entré. Él estaba en su escritorio revisando algunos documentos. Al verme, me dedicó una cálida sonrisa que le devolví.—Buenos días —dije mientras me acercaba a él.—Buenos días, preciosa.—¿Estás ocupado?—Para ti, nunca —sonreí, sintiéndome tonta.
Después de unos minutos, las chicas salieron, y para mi sorpresa, iban tomadas de la mano. Al parecer, los sentimientos no eran solo de Kirsten.Los chicos las miraron, asombrados y confundidos ante la escena.—Chicos, Kirsten y yo queremos darles una noticia —anunció Jeann.—Somos novias —dijo Kirsten, radiante de felicidad. Los chicos comenzaron a aplaudir, silbar y felicitarlas.—No puede ser, Kirsten, y yo enamorado de ti —dramáticamente exclamó Marcus, provocando risas entre los demás—. Pero qué más da, me queda Elizabeth. —Tomó mi mano y me atrajo hacia su cuerpo, acercando su rostro al mío. Debía alejarme.—Lo siento, chico, pero ella ya tiene dueño —la potente voz de Henrik resonó a mis espaldas.Rápidamente me alejé de Marcus, consciente de que esto terminaría mal.—No te molestes, hermanito, Marcus solo bromeaba —Kirsten dio un paso al frente.—Podía bromear con otra chica que no fuera la mía. —¿La suya? Aish, ya comenzamos otra vez con lo del sello de propiedad.—Henrik, ya
Llegamos a la mansión, y sin esperar a que, como siempre, me abriera la puerta, bajé del auto y me dirigí rápidamente hacia el interior. Necesitaba estar sola. Debía reflexionar, encontrar respuestas que solo yo podía darme. Unas cuantas horas a solas conmigo misma eran justo lo que necesitaba.En mi apresurado andar, tropecé con Kirsten. Pensé que querría hablar o pedirme explicaciones, pero no; simplemente se hizo a un lado y me dejó pasar, un gesto que agradecí con una sonrisa desganada. Se lo agradecí de corazón, pues no quería ser atormentada en ese momento.Entré a mi habitación y cerré la puerta con seguro. Cerré todas las ventanas y apagué las luces. Me senté en el suelo, abrazando mis rodillas, con la espalda apoyada en el pie de la cama. Apoyé mi frente en mis rodillas, hundiendo mi rostro entre mis brazos. Sumida en la oscuridad y calidez de la habitación, cerré los ojos y dejé que mis pensamientos fluyeran. Solo había una pregunta que resonaba en mi mente, una que podría t
Caminé hasta él, que estaba tumbado sobre una silla. Pasé mi mano por su hombro y lo ayudé a ponerse de pie. —Te he dicho que no necesito ayuda —gruñó mientras se removía. —Y yo te he dicho que lo haré, así que quédate quieto porque eres pesado. Protestó, pero se quedó tranquilo. Eché a andar rumbo a su habitación, aún sosteniéndolo, ya que parecía incapaz de mantenerse en pie; estaba muy ebrio. Al subir las escaleras, el dolor en mi pie aumentó, pero decidí ignorarlo y seguir adelante. Llegué a su habitación, abrí la puerta y caminé hasta la cama, dejándolo caer suavemente sobre ella. Respiré aliviada; realmente pesa mucho, y yo soy una débil. —Necesitas tomar un baño de agua tibia para que se te pase la embriaguez. —Ya voy —dijo, intentando levantarse, pero se tambaleó. Rápidamente lo sostuve. —Mírate, ni siquiera puedes estar en pie. —Entonces tendrás que darme un baño tú. —Ni hablar —me apresuré a responder. —Aunque sea, acompáñame hasta el baño para que no me caiga —a p
¿Debería darle la oportunidad que pide? ¿Lo merece acaso? A pesar de su escenita en casa de Jeann, ha sido un mar de dulzura conmigo desde entonces. Anhelo perdonarlo.—Te daré una oportunidad, pero no vuelvas a decepcionarme de esa manera. No me trates así jamás.—Te lo prometo.Se levantó y se lanzó sobre mis labios con anhelo. Su beso fue tierno y dulce, pero también desbordante de pasión y deseo. Acuné su rostro entre mis manos, profundizando el beso. Cuando nos separamos, una sonrisa iluminaba su rostro, tan contagiosa que me hizo sonreír también.—Ahora ve a tu habitación y come la ensalada que te preparé.—Está bien, jefa.—No me mientas, quiero que lo comas todo.—He dicho que sí, ahora descansa. —Me besó la frente y se marchó.Sonriendo como una colegiala, me lancé sobre la cama. Era difícil conciliar el sueño después de todo lo sucedido.¡Oh, Henrik, ¿por qué tienes que gustarme tanto?! Cada cosa que hace, desde sonreír hasta esas expresiones traviesas, me deja suspirando co
Al fin, mañana es el día que he esperado durante tantos años. No puedo contener la emoción de salir de aquí, del infierno que es este orfanato. Este lugar, donde lo inimaginable ocurre, está oculto tras la sotana de un cura. Desde que empecé a crecer, comprendí que las cosas no eran normales.Aquí nos encontramos los hijos de padres fallecidos o simplemente abandonados, como yo. En mi caso, fui hallada en la entrada del orfanato, sin ningún vínculo con una familia, apenas una bebé de unos días. Sin embargo, eso nunca me ha importado. Desde que empecé a crecer, lo único que he deseado es que llegue el momento de marcharme.El orfanato se encuentra a las afueras del pueblo, en medio de un campo. Desde el exterior, parece hermoso, rodeado de un extenso jardín lleno de flores, un bosque de pinos y, cerca, un pequeño lago donde me gusta ir a leer y estudiar. Pero, lamentablemente, la belleza de este lugar es solo superficial; dentro se esconde un verdadero infierno, uno que las personas de
—¡Elizabeth, estás tardando mucho! ¿Puedes salir? —¡Sí, enseguida, señor! Salí del baño y lo encontré hablando con un médico. El hombre me inspeccionó de arriba abajo y luego dirigió una mirada significativa hacia el cura. Asintió y salió de la habitación. —Elizabeth, querida, ha llegado la hora. —¿La hora de qué? —su frase me pareció cargada de un significado inquietante. —De tu operación. —Un grupo de médicos, que me parecieron extraños, entró en la habitación. —No hace falta ninguna operación, estoy bien, se lo aseguro. —Oh, no lo estás, querida. Pero no te preocupes, después de esto, sí lo estarás. —Una sonrisa lasciva se formó en su rostro. Me llenó de miedo. Los supuestos médicos se acercaron para llevarme, me acostaron sobre una camilla y comenzaron a hablar entre ellos. Lo extraño es que sus conversaciones parecían no tener nada que ver con una apendicitis. —Creo que le hará falta un poco más de busto —dijo uno de ellos. —Así es. Los labios no, así como los tiene, es
—Perdone, señora, pero no puedo bailar ahí.—¿Y qué te lo impide?—No sé hacerlo.—Lo harás. Ya aprenderás.—¡He dicho que no haré tal cosa!—¡Escúchame, muchachita! —sostuvo mi rostro con mano firme, apretándolo con fuerza—. Que yo haya sido amable hasta ahora no significa que sea una idiota. Harás todo lo que te ordene, porque no tienes otra maldita opción. Enfádame y te haré conocer los límites del dolor.Permanecí en silencio, conteniendo las lágrimas que amenazaban con traicionarme y revelar cuán débil me sentía. Las retuve, decidida a no dejarme vencer, porque si lo hacía, conocerían mis debilidades. Y eso es algo que no puedo permitirme, especialmente ahora.—¿Has entendido, niña?Asentí ligeramente con la cabeza, y ella sonrió de lado, satisfecha.—Entonces ven aquí.Me llevó hasta una tarima donde una joven bailaba con facilidad y soltura.—Stella, acércate.La joven dejó de bailar y se acercó a nosotras.—¿Quién es ella? —preguntó, mirándome de arriba abajo.—Ella será tu nu