Capítulo 31

Caminé hasta él, que estaba tumbado sobre una silla. Pasé mi mano por su hombro y lo ayudé a ponerse de pie.

—Te he dicho que no necesito ayuda —gruñó mientras se removía.

—Y yo te he dicho que lo haré, así que quédate quieto porque eres pesado.

Protestó, pero se quedó tranquilo. Eché a andar rumbo a su habitación, aún sosteniéndolo, ya que parecía incapaz de mantenerse en pie; estaba muy ebrio. Al subir las escaleras, el dolor en mi pie aumentó, pero decidí ignorarlo y seguir adelante.

Llegué a su habitación, abrí la puerta y caminé hasta la cama, dejándolo caer suavemente sobre ella. Respiré aliviada; realmente pesa mucho, y yo soy una débil.

—Necesitas tomar un baño de agua tibia para que se te pase la embriaguez.

—Ya voy —dijo, intentando levantarse, pero se tambaleó. Rápidamente lo sostuve.

—Mírate, ni siquiera puedes estar en pie.

—Entonces tendrás que darme un baño tú.

—Ni hablar —me apresuré a responder.

—Aunque sea, acompáñame hasta el baño para que no me caiga —a p
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