Emily Sinclair, ve su vida desmoronarse cuando su esposo la obliga a firmar el divorcio. La pérdida de su bebé y la muerte de su padre, que deja a su familia en deudas, la empujan al abismo. Al descubrir la oscura verdad detrás de esas muertes, Emily toma una decisión audaz: ¡venderse para matrimonio con el despiadado CEO, Franklin Robinson, en busca de dinero y venganza! Franklin, un manipulador que vela únicamente por sus egoístas intereses, no tarda en atraer a Emily hacia una intensa y peligrosa atracción que la consume por completo. Sin embargo, cuando se entera de que está embarazada nuevamente, Franklin exige que se deshaga del bebé. Decidida a no perder a su hijo, Emily se enfrenta a un hombre que no conoce límites. ¿Podrá conquistar el corazón de Franklin, y lograr su venganza, o su matrimonio está condenado desde el principio?
Leer más✧✧✧ Más tarde, esa noche en la mansión Robinson. ✧✧✧ —Mi tía cumple años, bueno, en realidad no es mi tía, es la mujer de mi tío Erik. Pero nos invitó… Él me hablaba del tema mientras me llevaba al hotel donde estabas —contaba Emily, mientras frente al largo espejo tomaba un vestido y lo colocaba frente a ella, aún sin ponérselo, pero viendo qué tal le lucía. La mujer pelirroja vistiendo una ligera bata corta negra de seda. Lanzó el vestido a una silla, y tomó otro que estaba amontonado sobre un mueble, junto a más elegantes vestidos. En su cuello, Emily llevaba puesto el collar que su marido le había obsequiado días atrás. Ese mismo de tono azul que iba a juego con sus grandes y hermosos ojos del mismo color. —¡Este tampoco me gusta!… —dijo, refiriéndose al vestido—. La familia de mi tío es muy exigente y… —No iré —la interrumpió Franklin en la distancia, recostado en la cama, viendo a Emily—. Un maldito que me quiere muerto, ¿qué te hace pensar que querría ir y perder
"M@ldita sea…" Pensó Franklin al ver a Emily sufriendo así. Sus lágrimas caían sin parar, y su desesperación era cada vez más evidente. Estaba embarazada, y sabía que no debía llevarla a esos límites. "Tampoco es como si… Tuviera que ocultarlo…" Ese CEO se rindió en esa batalla, permitiendo que su encantadora esposa le ganara. Con un gesto decidido, llevó su mano izquierda a la parte trasera del cabello pelirrojo de Emily y, en un movimiento firme, la atrajo más hacia él. —¡Ay! —exclamó Emily, un grito de dolor escapó de sus labios. Franklin limpió las lágrimas que caían por sus mejillas con su mano derecha, y ella se quedó quieta. Podía ver la furia en los penetrantes ojos grises de su marido. No estaba contento, pero hacía el esfuerzo de mantener la calma. —Deja de llorar, bella Emily… —susurró, su voz suave actuando como medicina para el corazón de Emily, que sintió cómo todo su dolor se aliviaba de golpe. Ella asintió lentamente, no porque él le pidiera que dejara
¡Franklin de inmediato frunció el ceño! —Emily, ¿qué estás haciendo aquí? —le preguntó el CEO, con tono exigente. Emily exhaló, se detuvo por un instante, dudó, pero finalmente continuó caminando y dejó caer las palmas de sus manos sobre la elegante mesa. —¡Mi esposo está grave, en recuperación y manda todo al demonio para venir a verse con esta mujer! —señaló Emily a Annia. Annia se levantaba apresuradamente de su silla, con expresión de nerviosismo y sosteniendo entre sus brazos su bolso de un tamaño mediano donde sobresalía su libreta y algunas carpetas. —¿No crees que merezco una explicación? Franklin mantuvo su calma habitual, mientras sostenía su copa de vino en la mano y daba un sorbo. —Emily… —él lo pensó por un segundo. Su ira le hacía hervir la sangre, a punto de dejar salir su molestia. No porque su esposa lo hubiese ido a buscar… sino por… ¡La desobediencia de Emily!, y el hecho de que… ¡LA DEJARON SALIR, CUANDO LO TENÍA PROHIBIDO! Pero Emily no titubeó, sí, estab
Sus ojos azules exploraban la habitación matrimonial. Esa noche parecía tranquila, pero un torbellino de emociones llenaba su corazón. Emily se levantó de la cama. No podía hacer como si nada estuviera pasando. Lo intentó. Intentó relajarse, tomó un baño de agua tibia, se puso su pijama y se acostó a dormir... Pero la cama se sentía más amplia y fría que nunca. Era su mente, lo sabía. "El amor es un sentimiento hermoso... cuando se es correspondido..." Pensó Emily mientras se dirigía al guardarropa. Tomó algo rápidamente: un vestido elegante y recatado. Se puso sus zapatos de tacón bajo, tomó su bolso y se dirigió a la planta baja. Al bajar las escaleras, vio al mayordomo caminando por el pasillo. —¡Patrick! —lo llamó. —Señora Robinson. ¿No se siente bien? —Yo... Saldré. El mayordomo se quedó pensativo. —Señora, tiene prohibido salir de la mansión sin el permiso del señor Robinson. —Iré donde mi madre. Ella me acaba de llamar, está muy grave. Haz que alguien
✧✧✧ Más tarde esa noche. ✧✧✧ Franklin se encontraba en su habitación, la luz suave de la lámpara iluminaba su rostro mientras se abotonaba la camisa de manga larga blanca. Cada botón que cerraba parecía ser un intento de recuperar el control sobre algo que se le escapaba. Sentado en el borde de la cama, respirando profundamente, intentando calmar los nervios que lo invadían. —Jack, ven aquí —dijo, con un tono que no admitía discusión. Jack, su asistente, se acercó inmediatamente. —Toma unas tijeras del cajón y corta el maldito vendaje de mi pierna. Ese hombre rubio de aspecto serio, siempre dispuesto a seguir las órdenes del CEO, a veces dudaba de la dirección que tomaban las decisiones de su jefe. —No debería quitarse el vendaje aún, señor Robinson —dijo Jack con preocupación—. Solo han pasado tres días desde la operación. Los médicos dijeron que es mejor esperar hasta el quinto día. Franklin lo miró con una mezcla de frustración y determinación. —Hazlo, Jack. No voy
La luz de la tarde se filtraba por las cortinas de la habitación matrimonial de la mansión Robinson, creando un ambiente cálido pero tenso. Emily estaba sentada en la cama, su rostro pálido y sus ojos un tanto apagados. El médico, el Dr. Steven Tyler, revisaba su historial médico mientras ella intentaba contener las náuseas que la asaltaban. —Señora Robinson, creo que es importante que se cuide más en este segundo mes que iniciará —dijo el doctor, con voz suave pero firme—. Los síntomas son normales, pero debe prestar atención a su cuerpo. Descansar y mantenerse hidratada es clave. Emily asintió, aunque sus pensamientos estaban lejos. Su mente giraba en torno a Franklin, quien había prometido estar a su lado en ese momento. —No entiendo por qué no ha venido —murmuró, más para sí misma que para el médico—. Dijo que hablaríamos y planearíamos juntos. Jack, el asistente de Franklin, estaba de pie cerca, con una expresión de preocupación en su rostro. Intentó intervenir. —Él no
—Este es un regalo de parte de Isabella —dijo Jameson mientras colocaba la caja sobre la mesa de jardín. Franklin soltó una risa cruel, una risa que resonó en el aire. —¿Isabella? ¿No le enseñaste a tu mujer que no debe andar enviando regalos a hombres casados, con los que una vez tuvo algo? —su tono era mordaz, lleno de veneno. Jameson frunció el ceño, sintiendo cómo la ira comenzaba a crecer en su interior. —No seas tan cruel, Franklin. Ella se siente mal por todo lo que pasó en la boda. Franklin se inclinó hacia adelante, su mirada fija en Jameson, casi retadora. —Deja de consentirla tanto. No me interesa nada que venga de Isabella o de ti —dijo, mientras tomaba el obsequio y, con un movimiento brusco, lo lanzaba hacia Jameson. Paf~ Éste lo atrapó en el aire, su expresión era una mezcla de sorpresa y frustración. —No tienes que actuar así. Ella se preocupa por ti —respondió Jameson, intentando mantener la calma. —¿Y crees que eso me importa?, es muy tarde para
✧✧✧ Dos días después. En la mansión del señor Robinson. ✧✧✧ Emily salía del baño, ya era la tercera vez en el día que había ido, debido a sus vómitos del embarazo. "El desayuno, realmente no me hizo nada bien…" Pensaba la mujer pelirroja haciendo un puchero mientras enjuagaba su boca en el lavamanos. Al salir de la habitación observó a una de las sirvientas caminando con una bandeja en la cual iba un hermoso y colorido vaso infantil de dragoncito verde. —Disculpa… —¿Si, señora Robinson? —se detuvo la sirvienta, viendo a Emily con una sonrisa. —¿Llevarás eso a Freddy? —Así es señora, una debida refrescante y algunos bocadillos para el joven Robinson, que ha estado jugando en el jardín trasero desde hace un rato. —Fran… Ejem… —se aclaró la garganta Emily—. ¿Mi marido está con él? —dijo, disfrutando más de llamarlo de ese modo, que por su nombre. La mujer asintió. —Sí. El señor Robinson le hacía compañía… ¿Gusta que le deje un mensaje? Emily recordó las palabras de
>>> Emily Robinson: ¡Ni siquiera yo misma lo podía creer!, decirle tales palabras, debí verme desesperada, ansiosa… Fácil… ¡Demonios!, pero… Mis manos continuaban soltando su camisa, lentamente, mis dedos temblaban un poco, mi concentración estaba totalmente puesta en él, o mejor dicho, en su pecho, mi hombre, mi esposo… Sentía su penetrante mirada en mí. —A este paso se hará de día, bella Emily~ —bromeó él, con un tono dulce que me sorprendió. Levanté mi mirada por un instante, y… ¿Para qué lo hice?, me sentí atrapada por la suya, por esos hermosos ojos grises. —No… Yo… Cállate —fruncí el ceño. Continúe, hasta que finalmente desabotoné su camisa. Metiendo mis manos, sentía su piel cálida bajo mis palmas, él tenía un leve aroma a vino—. No deberías tomar… No cuando no tienes ni una semana de operado y… —Emily, ¿vas a hablar de mi salud o vas a desvestirme?, estás haciendo que pierda la paciencia. —¡Eres exigente! —exclamé haciendo un puchero, ni siquiera lo pensé, cuan