Isabela ya no creía en el amor, menos en las fechas navideñas, pero cuando Gabriel apareció en sus vidas, ella volvió a dejarse atrapar por él amor, y por la navidad. Cuando cree que ha encontrado al hombre perfecto, se encuentra con una escena que le rompe el corazón. Su hombre, a quien volvió a entregarle su corazón, está besandose con otra mujer, pero de pronto, su amado Gabriel aparece por detrás y le quita todas esas dudas.
Leer másGabriel e Isabela estuvieron trabajando toda la mañana en la misma oficina, mirándose de vez en cuando, dándose besos cada vez que se detenían a mirarse, como dos adolescentes enamorados.—Es hora de almuerzo, vamos —Gabriel se puso de pie, extendió la mano para ayudarla a levantarse y así, tomados de la mano salieron de la oficina, bajo el escrutinio de todos los empleados que se alegraban por la felicidad de Isabela.Dentro del ascensor, Gabriel recostó su espalda en el metal, mientras a ella la agarró de la cintura y la apegó.Isabela inhaló profundo, lanzó la cabeza hacia atrás y lo miró. Él le acarició la mejilla, mientras sus ojos se clavaban en los de ella.—Eres muy hermosa —la besó, con profundidad y gran deseo.El tintineo del ascensor cortó el beso. Inflando sus pulmones, salieron del ascensor, para dirigirse a la entrada principal y esperar el coche que, al verlos, el guardia sabía que debía traer.—Señorita Montero, que bueno que sale acompaña, así ese hombre no volverá a
Por la tarde de ese mismo día, cuando Isabela salió de su empresa, que fue al anochecer, vio el coche de Daniel parqueado en frente, cuando la vio salir, salió del auto y fue hacia ella, Isabela no lo detuvo, permitió que se acercara a ella, pero antes de que hablara, le lanzó una bofetada que retumbó en el aire nocturno. —¡Entiende de una vez por todas que ya no quiero verte, me fastidia tu presencia, me frustra tu cinismo de esperarme! ¡Entiende que no quiero saber de ti, que ya no me importas! —Isa… —¡Que ya no me digas así! —lo fulminó con la mirada, mientras rugía. —Estás así porque ella te visitó… pero déjame decirte que nada de lo que dijo es cierto, que ella y yo ya no estamos casado… —Fue exactamente eso lo que dijo —expuso Isabela con irritación—. Pero no me importa, ni siquiera me importa si sigues casado, porque tú eres parte de mi pasado. —Isa… eso no es cierto… tú, tú me amas. —¡Te amaba, Daniel! —rugió super molesta— Ya no te amo, ya no me importas,
La luz del día se filtró por la delgada línea de las cortinas. Primero de enero amaneció con un sol radiante en Madrid. Isabela se estiró mientras poco a poco abría los ojos.Respiró profundo al ver la espalda de Gabriel, que seguía durmiendo profundamente. Se acercó, lo abrazó afirmando su rostro en la espalda, depositando un beso en la línea de la columna espinal, y respirando de su piel.Al sentir los labios de Isabela, Gabriel se removió, elevó el brazo pasándolo sobre la cabeza de ella, mientras se giraba para abrazarla mejor.Le presionó la nariz, mientras la observaba con los ojos achicados y le daba los buenos días.—¿A qué hora sale tu vuelo?—En seis horas.—Tenemos tiempo para desayunar —depositó un beso en su frente— ¿Segura no quieres venir conmigo a Barcelona? —Isabela negó.—Los niños necesitan pronto su hogar, por lo tanto, tengo que regresar y agilizar las cosas —Gabriel le dio un beso corto, suspiró cerca de ella.—Amo tu responsabilidad por el trabajo.—Y yo amo tu
Tomados de la mano ingresaron a la cafetería, para reunirse con Helena y Marcos. Cuando estos vieron a Gabriel e Isabel, se acercaron a recibirlos.Desde cerca, Isabela notó cuan idéntico era Marcos, a Gabriel. No podían juzgarla por creer que era su amado Gabriel, si ese hombre parado frente a ella, era el vivo retrato.—Gusto en conocerte, Isabela —Marcos la saludó con dos besos, uno en cada mejilla, por consiguiente, presentó a su novia— Ella es Helena Martínez, mi novia.—Mucho gusto en conocerte, Isabela —se saludaron, por consiguiente, se acomodaron en sus respectiva sillas.La conversación fluyó con naturalidad. El chocolate caliente se convirtió en vino caliente, y las risas llenaron la cafetería mientras discutían sobre cómo celebrar la llegada del nuevo año.—Deberíamos hacer algo especial esta noche —sugirió Helena, mirando a cada uno de ellos—Podemos ir a la Puerta del Sol y ver las campanadas.—Yo estoy pues para las que sea. Soy una visitante aquí, voy para donde me llev
Al ver a su hermano observando a Helena, que los miraba con intriga, Marcos se acercó y le susurró a su hermano.—Ella es mía, la que está a su lado, está disponible —Gabriel comprendió lo que ocurría, y sonrió.—Tranquilo, que no vine a buscar una aventura, porque hay alguien que me espera allá.—¿En serio? ¿Y por qué no la trajiste? Hubiéramos salido los cuatro y pasado muy bien.—Bueno, porque ella es una mujer muy trabajadora, y no le gusta faltar a sus compromisos, además, quería que este momento solo fuera de nosotros dos —Gabriel miró de nuevo a Helena que seguía sin saber quién era quien— ¿Cuánto tiempo llevas con ella? —Marcos dirigió la mirada a Helena— Supongo que no mucho, para que no te reconozca aún.—Pues sí, en realidad la conozco desde que regresé a Madrid, solo que no me había atrevido a hablarle, ni acercarme.—¿Por qué?—La vi tronar con alguien, luego llorar y llorar, y creía que no era el momento.Gabriel sonrió y se levantó, para calmar la angustia de Helena. Es
Antes de la víspera del viaje de Marcos a Barcelona, Helena decidió preparar algo especial. Invitó a Marcos a quedarse mientras ella cocinaba.—¿Me vas a revelar finalmente los secretos de tu abuela? —preguntó Narcos, sentado en la barra de la cocina, observándola moverse entre ollas y especias.—Mejor —respondió Helena, sacando ingredientes—. Te voy a enseñar a hacerlo.—Excelente, siempre quise aprender a hacer mi propio chocolate.La cocina pronto se llenó de aromas: chocolate derritiéndose, canela, un toque de chile, y algo más que Marcos no podía identificar. Helena le explicaba cada paso con la paciencia de quien ha enseñado esta receta muchas veces antes.—El secreto —dijo mientras removía la mezcla—, no está solo en los ingredientes. Es en el tiempo que le dedicas, y la intención que pones.Marcos se acercó por detrás, mirando por encima de su hombro.—¿Y qué intención estás poniendo ahora?Helena sintió su presencia, cálida y sólida a sus espaldas.—¿Cuál crees tú? —le miró s
—¿Vamos a entrar? ¿Es legal? —inquirió Helena, mirando a su alrededor.—Completamente legal —aseguró él, abriendo una puerta lateral—. Soy el arquitecto a cargo de la restauración.El interior del palacio era un testimonio del esplendor pasado de Madrid. Incluso en la penumbra, Helena podía distinguir los elaborados frescos en los techos y las molduras doradas que adornaban las paredes.Marcos encendió algunas luces, revelando un espacio que parecía sacado de un cuento de hadas.—Es increíble —murmuró Helena, girando sobre sí misma para absorber cada detalle—. Nunca pensé que estaría a esta hora de la noche en este lugar..—Espera a ver la mejor parte —dijo, tomándola suavemente de la mano y guiándola por una escalera.El contacto de sus manos envió un hormigueo por el brazo de Helena.Subieron hasta el último piso, donde Marcos abrió una puerta que daba acceso a una terraza. La vista que los recibió dejó a Helena sin aliento.Madrid se extendía ante ellos como un mar de luces, con la
Mientras preparaban el local para abrir, Helena le contó a María sobre Marcos, sobre la conexión instantánea que sintió, sobre la manera en que hablaron como si se conocieran de toda la vida.—¿Y dices que volverá hoy? —preguntó María, arreglando los pasteles en la vitrina.—Eso dijo —respondió Helena, intentando que su voz no revelara la ansiedad que sentía—. Aunque probablemente solo estaba siendo cortés. Que yo haya sentido esa conexión, no quiere decir que él también —suspiró.—Pues, lo descubriremos al finalizar el día.La mañana transcurrió con el ajetreo habitual. El café se llenó de clientes que buscaban refugiarse del frío. El aroma a pan recién horneado y chocolate caliente que flotaba en el aire los invitaba a adentrarse a ese local.Helena se mantuvo ocupada entre pedidos y preparaciones. Pero en los momentos que tenía descanso, no podía evitar mirar con ansiedad hacia la puerta en el momento que sonaba la campanilla.Cerca del mediodía, mientras Helena decoraba unas galle
Las horas pasaron lentas mientras transformaba su café en un rincón navideño. Colocó pequeños abetos en las mesas, colgó estrellas doradas del techo y dispuso velas aromáticas estratégicamente. Poco a poco el local iba dando una forma mágica navideña.Cuando llegó al último tramo de luces para el escaparate, ya eran casi las nueve de la noche. Fue entonces, mientras ajustaba la última sección de luces, cuando lo vio en el reflejo del cristal: un hombre alto y abrigo negro, con una bufanda blanca y muy abrigada envuelta en su cuello. Aquel extraño se había detenido al otro lado de la ventana y quién sabe desde cuándo la estaría contemplando. En cualquier otra circunstancia, quizás se habría sentido intimidada por un desconocido observándola a esa hora, y de esa forma, pero había algo en su mirada que la mantuvo inmóvil e hipnotizada.En el momento que sus ojos se encontraron a través del reflejo, Helena sintió una extraña conexión, como si alguien dentro de ella hubiera presionado un b