CAPÍTULO 24

La luz del día se filtró por la delgada línea de las cortinas. Primero de enero amaneció con un sol radiante en Madrid. Isabela se estiró mientras poco a poco abría los ojos.

Respiró profundo al ver la espalda de Gabriel, que seguía durmiendo profundamente. Se acercó, lo abrazó afirmando su rostro en la espalda, depositando un beso en la línea de la columna espinal, y respirando de su piel.

Al sentir los labios de Isabela, Gabriel se removió, elevó el brazo pasándolo sobre la cabeza de ella, mientras se giraba para abrazarla mejor.

Le presionó la nariz, mientras la observaba con los ojos achicados y le daba los buenos días.

—¿A qué hora sale tu vuelo?

—En seis horas.

—Tenemos tiempo para desayunar —depositó un beso en su frente— ¿Segura no quieres venir conmigo a Barcelona? —Isabela negó.

—Los niños necesitan pronto su hogar, por lo tanto, tengo que regresar y agilizar las cosas —Gabriel le dio un beso corto, suspiró cerca de ella.

—Amo tu responsabilidad por el trabajo.

—Y yo amo tu
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