Por la tarde de ese mismo día, cuando Isabela salió de su empresa, que fue al anochecer, vio el coche de Daniel parqueado en frente, cuando la vio salir, salió del auto y fue hacia ella, Isabela no lo detuvo, permitió que se acercara a ella, pero antes de que hablara, le lanzó una bofetada que retumbó en el aire nocturno. —¡Entiende de una vez por todas que ya no quiero verte, me fastidia tu presencia, me frustra tu cinismo de esperarme! ¡Entiende que no quiero saber de ti, que ya no me importas! —Isa… —¡Que ya no me digas así! —lo fulminó con la mirada, mientras rugía. —Estás así porque ella te visitó… pero déjame decirte que nada de lo que dijo es cierto, que ella y yo ya no estamos casado… —Fue exactamente eso lo que dijo —expuso Isabela con irritación—. Pero no me importa, ni siquiera me importa si sigues casado, porque tú eres parte de mi pasado. —Isa… eso no es cierto… tú, tú me amas. —¡Te amaba, Daniel! —rugió super molesta— Ya no te amo, ya no me importas,
Gabriel e Isabela estuvieron trabajando toda la mañana en la misma oficina, mirándose de vez en cuando, dándose besos cada vez que se detenían a mirarse, como dos adolescentes enamorados.—Es hora de almuerzo, vamos —Gabriel se puso de pie, extendió la mano para ayudarla a levantarse y así, tomados de la mano salieron de la oficina, bajo el escrutinio de todos los empleados que se alegraban por la felicidad de Isabela.Dentro del ascensor, Gabriel recostó su espalda en el metal, mientras a ella la agarró de la cintura y la apegó.Isabela inhaló profundo, lanzó la cabeza hacia atrás y lo miró. Él le acarició la mejilla, mientras sus ojos se clavaban en los de ella.—Eres muy hermosa —la besó, con profundidad y gran deseo.El tintineo del ascensor cortó el beso. Inflando sus pulmones, salieron del ascensor, para dirigirse a la entrada principal y esperar el coche que, al verlos, el guardia sabía que debía traer.—Señorita Montero, que bueno que sale acompaña, así ese hombre no volverá a
El sonido de «All I Want for Christmas Is You» se filtraba insistentemente a través de las paredes de la oficina de Isabela Montero, provocándole una mueca de disgusto. Era apenas principios de diciembre, y ya todo el edificio parecía haber sido secuestrado por el espíritu navideño. En los pasillos de Montero y Asociados ya lucían guirnaldas doradas, y el aroma a canela y ponche flotaba desde la recepción, donde Lucía, su secretaria, había instalado un pequeño difusor de aceites esenciales “para crear ambiente”, según había explicado. Isabela se masajeó las sienes mientras intentaba concentrarse en los planos desplegados sobre su escritorio de caoba. A sus 28 años, se había convertido en una de las arquitectas más respetadas de la ciudad, y su firma, heredada de su padre había crecido exponencialmente bajo su dirección. —¿Café? —La voz de Lucía interrumpió sus pensamientos. Su secretaria ingresó sosteniendo una taza humeante decorada con diseños navideños, otro recordat
La sala de juntas de Montero & Asociados bullía de actividad esa mañana. Isabela había convocado a su equipo principal para presentar el proyecto de la mansión Victoria. Los planos originales del edificio, amarillentos por el tiempo, cubrían la mesa de conferencias mientras el aroma del café recién hecho impregnaba el ambiente.—Como pueden ver —explicó Isabela, señalando diferentes secciones de los planos—, la mansión conserva elementos arquitectónicos únicos que debemos preservar. Las molduras, las vidrieras originales, incluso los picaportes de bronce son piezas de colección.Su presentación se vio interrumpida por la llegada de Gabriel Andrade, quien entró con un portafolio de cuero bajo el brazo y esa sonrisa que parecía iluminar cualquier habitación. Isabela sintió un vuelco en el estómago que prefirió atribuir al café de la mañana.—Lamento la interrupción —se disculpó Gabriel—. El tráfico era…—Imposible, como siempre —completó Isabela con ironía, recordando su encuentro
La mañana amaneció con una fina capa de nieve cubriendo los jardines de la mansión Victoria. Isabela llegó temprano, como siempre, pero esta vez encontró a Gabriel ya allí, examinando la fachada con una expresión concentrada.—Madrugador —comentó con ironía, ajustándose la bufanda y causando una leve sonrisa en Gabriel.—Decidí madrugar porque a mi compañera no le gustan los impuntuales, sobre todo, los secretos de una mansión se revelan mejor al amanecer —respondió, señalando las sombras que proyectaba el sol naciente sobre la arquitectura—. Mira cómo la luz resalta cada imperfección, cada grieta.Isabela se acercó, notando efectivamente cómo las primeras luces del día exponían detalles que antes habían pasado desapercibidos.—Estas grietas son más profundas de lo que pensaba —dijo mientras observaba los bordes.—Efectivamente. Tan profundas como las que muchos de nosotros llevamos dentro —murmuró, tan bajo que Isabela casi no lo escuchó, pero sí que lo escuchó, y es que Isabel
Esa noche, en medio de la soledad de su habitación, Isabela abrazaba su almohada, única testigo de sus noches triste y llantos desgarradores. No sabía que había mal en ella, porque los hombres que había amado con toda su alma La habían destrozado de esa forma, haciéndola sentirse como una mujer que solo serbia para ser la otra. Rafael la llamó en un par de ocasiones, hasta que aceptará verlo. Isabela aceptó porque creyó que le pediría disculpas por su engaño, no obstante, Rafael le ofreció el puesto de amante. Esa noche, Isabela lloró y se río en la cara de él. Enfureció tanto que terminó golpeándolo. Como se le ocurría que ella, después de ser la novia aceptaría ser la amante, más, cuando ya estaba comprometido con su hermana. Eso, no solo le produjo coraje, sino, un dolor profundo en su pecho. Y luego estaba Daniel, el miserable que logró convertirla en lo que Rafael no pudo. En la pendeja amante, la que recibe migajas, la que debía conformarse con tenerlo una vez a la seman
Después de una intensa discusión, el ambiente en la sala comenzó a cambiar. Algunos miembros del equipo comenzaron a mostrar interés, y las dudas iniciales se transformaron en preguntas constructivas.Mientras salían de la sala, Gabriel se acercó a ella con una sonrisa.—Estuviste muy bien, supiste manejarlos. —Siempre los he manejado muy bien —respondió, sintiéndose poderosa. —¿Te gustaría ir a tomar algo? —preguntó Gabriel, con una chispa en sus ojos—. Tal vez un café o algo más…Isabela le miró con la duda creciente, pero luego sonrió. —Me encantaría —respondió, sintiendo que, tal vez, darse una escapadita no era tan aterrador después de todo.—Pensé que no me aceptarías la invitación ya que parecidas odiarme. Isabela sonrió, y aquella sonrisa le encantó a Gabriel, porque era la primera vez la que la veía sonreír de esa forma. —Pues no te odio… me disculpo si me mostré malhumorada contigo. Hay veces no controlo mis emociones. Quiero que todo el mundo se maneje como yo
El frío de diciembre se intensificó a medida que se acercaba la Navidad, y la ciudad se transformó en un paisaje invernal encantado.Las luces brillaban en cada rincón, y las calles estaban llenas de gente que se apresuraba a hacer sus compras navideñas.Sin embargo, Isabela estaba más centrada que nunca en su proyecto.Durante la semana siguiente, el equipo de Montero & Asociados trabajó incansablemente en los planes de restauración. Isabela se encontró organizando reuniones, revisando presupuestos y colaborando con arquitectos y diseñadores. Cada día traía nuevos desafíos, pero también nuevas oportunidades. Convertir la mansión Victoria en un hogar para niños estaba más cerca de hacerse realidad.Una tarde, mientras revisaba algunos documentos en su oficina, Lucía entró con una expresión de emoción en su rostro.—Isabela, ¡tienes que ver esto! —exclamó, sosteniendo una carpeta llena de recortes de prensa.Isabela levantó la vista, intrigada.—¿Qué es? —preguntó, sintiendo que su cur