Después de una intensa discusión, el ambiente en la sala comenzó a cambiar. Algunos miembros del equipo comenzaron a mostrar interés, y las dudas iniciales se transformaron en preguntas constructivas.
Mientras salían de la sala, Gabriel se acercó a ella con una sonrisa. —Estuviste muy bien, supiste manejarlos. —Siempre los he manejado muy bien —respondió, sintiéndose poderosa. —¿Te gustaría ir a tomar algo? —preguntó Gabriel, con una chispa en sus ojos—. Tal vez un café o algo más… Isabela le miró con la duda creciente, pero luego sonrió. —Me encantaría —respondió, sintiendo que, tal vez, darse una escapadita no era tan aterrador después de todo. —Pensé que no me aceptarías la invitación ya que parecidas odiarme. Isabela sonrió, y aquella sonrisa le encantó a Gabriel, porque era la primera vez la que la veía sonreír de esa forma. —Pues no te odio… me disculpo si me mostré malhumorada contigo. Hay veces no controlo mis emociones. Quiero que todo el mundo se maneje como yo, y las cosas no deben ser así —hizo una pequeña pausa—. Muchas veces caigo mal, lo sé... —A mí no me caes mal, al contrario, me encantó tu forma de ser —Isabela llevó la taza a sus labios para evitar la mirada de Gabriel—, me pareces una mujer excepcional, gracias a ti aprendí que la puntualidad es un factor importante en el profesionalismo. Isabela le sonrió nerviosamente, pero se caracterizó por ser como era, orgullosa y nada mustia. —Ha sido un placer enseñarte algo en muy poco tiempo. Gabriel sonrió, porque esperaba eso de ella. En el poco tiempo que la llevaba conociendo, sabía que era pretenciosa y orgullosa. —Deberías sonreír más a menudo, te ves muy hermosa cuando sonríes —a Isabela se le secó la boca, y el aire se le atascó. —Oh, lo tomaré en cuenta —dijo tratando de disimular el destello que sintió ante ese halago. Sorbió el último liquido de su taza, inhaló profundo y se dispuso a irse. —Gabriel, ha sido un placer tomar un café contigo, pero ya debo irme. —Te acompañaré —se ofreció sin dejar lugar a discusión. —Ok —no le quedó más que aceptar. Caminaron bajo la leve nieve cayendo, sus abrigos se iban llenando de nieve y formándose de un tono blanco. Llegaron al edificio de Isabela y, desde ahí abajo ella lo despidió. —Gracias por tu invitación y compañía —dijo al girarse. —No tienes que agradecer. Me ha gustado pasar este momento contigo, sabía que no eres la amargada que mostrabas ser los primeros días. —¿Es un halago o una ofensa? —Gabriel sonrió. —Un halago. —Bueno, trataré los siguientes días de no ser tan amargada. Gabriel se acercó, congelando los pies de Isabela. —Me encantaría que los demás días, fueras está versión, aunque si te soy sincero, la otra me encanta más —le dio un beso en la mejilla, cosa que hizo temblar el corazón de Isa—. Hasta mañana, Isabela. Sin más, se marchó dejando a Isabela con el corazón en la garganta y el alma en un hilo. —Uff —dijo ella, y se giró para subir a su departamento. … El aire fresco de la mañana de diciembre llenaba la habitación de Isabela mientras ella se preparaba para el día. La reunión del lunes había sido no tan parcial; aunque no todos estaban convencidos, había logrado despertar el interés de algunos miembros del equipo. Si bien la fundación tenía una parte para iniciar la restauración, se necesitaba más que eso para dejarla como el sigo XIX. Mientras se vestía, sus pensamientos regresaron a Gabriel. Había algo en él que la atraía, un magnetismo que la hacía sentir viva. La forma en que la miraba, con esos ojos verdes que parecían leer su alma, la hacían cuestionar sus propias barreras. Se regañó a sí misma por pensar en otro hombre después de todo lo que esos dos canallas le hicieron vivir. No debía estar pensando en su compañero de trabajo, ya que, no era bueno abriste a alguien que ni siquiera mostraba interés. Si ni los que mostraron interés en ella la valoraron, menos lo haría alguien que, apenas y conocía y, no había en su mirada ni palabras pronunciadas, ninguna insinuación. Decidió dejar de comportarse como una adolescente. Después de un desayuno rápido, salió de su apartamento y se dirigió a la oficina. La ciudad estaba cubierta por una ligera capa de nieve, y las luces navideñas brillaban con una calidez que contrastaba con el frío exterior. Isabela sintió que la atmósfera festiva la asfixiaba, pero su mente no se dejó dominar por esos recuerdos. Al llegar a la oficina, se encontró con Lucía, quien la esperaba ansiosamente. —¿Cómo te sientes después de la reunión? —preguntó Lucía. —Me siento bien, creo que logramos algo importante —Eso es genial. Pero hay algo más que debes saber —dijo Lucía, bajando la voz como si estuviera compartiendo un secreto—. Algunos de los socios están hablando de hacer un viaje a la mansión este fin de semana. Quieren ver el lugar en persona antes de tomar una decisión final. Esa era bueno, pensó Isabela. Si podían ver la mansión y sentir su historia, tal cual la contaba Gabriel, tal vez cambiarían de opinión. —¿Cuándo se irán? —El sábado por la mañana. Tienes que estar lista para presentar tu visión en el lugar —dijo Lucía, animada. —¡Perfecto! —exclamó Isabela. La mañana transcurrió rápidamente entre reuniones y llamadas. Isabela concertó una reunión con Elena y Gabriel. Cuando llegó la hora de salir, se sintió ansiosa, por la posibilidad de pasar más tiempo con Gabriel. Al llegar los encontró ya a ellos ahí. —No me digan que llegué tarde. —Nunca querida, desde que te conozco, siempre has sido puntual. Eso le dio un fresquito a Isabela, que evitaba la mirada de Gabriel. —Los socios han decidido hacer una visita a la mansión, quieren ver cuánto presupuesto se deberá invertir. —¿Crees que después de eso quieran invertir? —Hay algunos que están dispuestos a cooperar, pero otros están recios a hacerlo, pero confío en que se logrará el objetivo. Explicó dándole una mirada a Gabriel. —Eso es genial. Ver el lugar puede cambiar muchas opiniones —dijo Gabriel—. ¿Te gustaría que te acompañe? Puedo ayudarte a presentar tu visión. Isabela sintió que su corazón se aceleraba. La idea de tenerlo a su lado la llenaba de una sensación especial. —Me encantaría. Tus cuentos de hadas podrían enamorar a algunos y hacerles olvidar el tan elevado presupuesto —respondió, sintiendo que la vulnerabilidad era más fácil de manejar hablando con él. —Cuenta con ellos, los enamoraré como lo hice contigo —al decir eso, Isabela sintió el café formarse en bola que se atoró en su garganta, un poco más y se encasquilla—. Es broma —dijo al verla roja. —Me hace feliz que se lleven bien. El primer día parecía que iban a odiarse. La tensión en la mesa se volvió densa, e Isabela agradeció que sonara su celular para tener en que entretenerse, pero al ver de quien era el mensaje, se llenó de rabia, y su expresión agradable, se convirtió en desagrado. —¿Todo bien? —Inquirió Gabriel. Isabela asintió, conteniendo el aire. … El sábado llegó rápidamente, e Isabela se despertó, se duchó y vistió con cuidado, eligiendo un abrigo elegante y una bufanda que complementaba su atuendo. Mientras se miraba en el espejo, se preguntó si Gabriel notaría que había hecho un esfuerzo especial por verse bien. Rodó los ojos cuando se dio cuenta que parecía una ridícula. ¿De cuándo acá ella se vestía pensando si a alguien más le agradaría? Después de mirarse por repetidas veces en el espejo, se marchó. Al llegar a la mansión, el grupo de socios ya estaba reunido en la entrada. —¡Buenos días a todos! —saludó Isabela. —Buenos días, Isabela. Estamos aquí para ver la mansión ¿Tú secretaria no te lo hizo saber? —inquirió uno de los socios. —Claro que me lo hizo saber —dijo tajantemente—, si eso les hace sentir mejor, adelante. Todos procedieron a ingresar. Mientras entraban, la grandeza de la mansión los envolvió. Las molduras, las vidrieras y los detalles arquitectónicos eran impresionantes. Los socios comenzaron a explorar, e Isabela aprovechó la oportunidad para guiarlos por los salones, explicando cada detalle. Gabriel se mantuvo a su lado, contando cada historia que dejaba a cada uno de los socios con ganas de saber más. —¿Por qué darle algo tan histórico a niños que pronto la destruirán? La mansión puede convertirse en un lugar donde se celebren las tradiciones y se creen nuevos recuerdos —dijo, uno de los socios. Gabriel intervino y explicó—. Porque la familia Victoria creó está casa con el propósito de ayudar a los niños y darle esperanza. Lo hicieron ellos en todos los años que vivieron, y quisieron que, al desaparecer su descendencia, la casa continuará siendo el refugio de pequeños sin hogar. —Sigo pensando que es un desperdicio —dijo el mismo hombre, lo que sacó de quicio a Gabriel. Los socios comenzaron a murmurar entre ellos, y Isabela sintió que la energía en la habitación cambiaba. —Se podría organizar eventos para recaudar fondos —sugirió uno de los socios—. Tal vez una gala benéfica en la mansión, así no tendríamos que invertir tanto de nuestro capital. —Esa es una excelente idea —respondió Isabela. —Eso está mejor que donar nuestros recursos —refutó el mismo de minutos anterior, y se ganó una mirada detestable de Gabriel, incluso de Isabela. —Entonces, no sé diga más, aportaremos con la otra mitad del capital y, lo recuperaremos de esa forma, así nadie pierde nada. —No se diga más —todos se alistaron para salir. Isabela se quedó de brazos cruzados viendo como todos se alejaban. La voz de Gabriel la hizo exaltar. —Es bueno que hayas decidido aportar con la otra mitad del capital. —En realidad, fue mi padre —dijo al suspirar. —Tu padre es un buen hombre —Isabela sonrió. —Digamos que, limpia su sucia conciencia con ayudas humanitarias. Gabriel sintió que había tocado una fibra sensible en Isabela, por ello propuso. —¿Vamos por otro café? —preguntó, con una chispa en sus ojos—. No me rechaces, por favor. Isabela sonrió, sintiendo que la coraza que había mantenido estaba comenzando a desvanecerse. —Bien, vamos por otro café. Isabela no pensó que pasar tiempo con Gabriel fuera tan satisfactorio. Él, en su forma sería y romántica que tenía, también era algo gracioso que, con simples palabras, le sacaba una sonrisa. Isabela había olvidado lo que era sonreír, lo que era estar feliz. Al darse cuenta de lo feliz que estaba, sintió miedo, miedo de que nuevamente su corazón se destrozara.El frío de diciembre se intensificó a medida que se acercaba la Navidad, y la ciudad se transformó en un paisaje invernal encantado.Las luces brillaban en cada rincón, y las calles estaban llenas de gente que se apresuraba a hacer sus compras navideñas.Sin embargo, Isabela estaba más centrada que nunca en su proyecto.Durante la semana siguiente, el equipo de Montero & Asociados trabajó incansablemente en los planes de restauración. Isabela se encontró organizando reuniones, revisando presupuestos y colaborando con arquitectos y diseñadores. Cada día traía nuevos desafíos, pero también nuevas oportunidades. Convertir la mansión Victoria en un hogar para niños estaba más cerca de hacerse realidad.Una tarde, mientras revisaba algunos documentos en su oficina, Lucía entró con una expresión de emoción en su rostro.—Isabela, ¡tienes que ver esto! —exclamó, sosteniendo una carpeta llena de recortes de prensa.Isabela levantó la vista, intrigada.—¿Qué es? —preguntó, sintiendo que su cur
—Gabriel, realmente lo siento mucho…Este le cubrió suavemente los labios con su mano, impidiendo que continuara disculpándose innecesariamente.—Yo intervine voluntariamente y te involucré en esta elaborada mentira —la observó intensamente—. ¿Deseas que continuemos manteniendo esta farsa ante todos? —Isabela tragó nerviosamente y asintió levemente con la cabeza—. Muy bien entonces, para que todos los presentes que nos están observando en este preciso momento crean que lo nuestro es completamente real, debo besarte ahora —el cuerpo de Isabela se estremeció bajo la intensa mirada de Gabriel—. Voy a besarte en este momento.Retiró su mano con delicadeza de los labios temblorosos de Isabela.Mientras la contemplaba a los ojos fue acercándose cada vez más a ella con movimientos calculados.Quedó tan próximo a su rostro que sus labios rozaron suavemente una parte de la nariz de Isabela, provocándole un cosquilleo.Debido a que era más alto que Isabela, enganchó delicadamente sus dedos en e
La noche avanzaba con un aire mágico y misterioso, como si las brillantes estrellas en el cielo aterciopelado estuvieran conspirando silenciosamente para celebrar la innegable conexión entre Isabela y Gabriel.Los faroles del parque habían sido testigos mudos de sus risas cristalinas y confidencias susurradas, mientras compartían secretos y sueños bajo la luz plateada de la luna.Después de su extenso paseo por los senderos serpenteantes del parque, donde el tiempo pareció detenerse entre conversaciones profundas y miradas cómplices, decidieron continuar su velada en un lugar más íntimo.Al llegar al moderno apartamento de Isabela, ubicado en un edificio art déco del centro de la ciudad, ella se detuvo dubitativamente un momento antes de introducir la llave en la cerradura, mientras sus pensamientos se arremolinaban como hojas en otoño.El pasillo, iluminado por elegantes apliques vintage, parecía contener el aliento ante este momento crucial.Gabriel, siempre atento a los matices más
Hizo una pausa.—Mi padre siempre se caracterizó por ser un hombre extremadamente meticuloso y cumplidor —continuó, haciendo girar el vino en su copa con movimientos elegantes mientras su mirada se perdía en los reflejos del líquido—. Si establecía una fecha de entrega, era porque estaba completamente seguro de poder cumplirla. Entonces decidió tomar las riendas del proyecto de Marcos para acelerar el proceso —hizo una pausa significativa, como reuniendo fuerzas para continuar—. Durante las inspecciones de rutina, una sección completa de la estructura colapsó repentinamente, sepultando a varios miembros del equipo, incluido mi padre —concluyó con voz quebrada por el dolor del recuerdo.—Oh, Gabriel… Lo siento tanto. Debió ser una experiencia devastadora para ti y tu familia —murmuró Isabela, su corazón contrayéndose ante el dolor reflejado en los ojos de él.—Lo fue, pero Marcos llevó la peor parte de esa tragedia —admitió, permitiendo que el silencio llenara la habitación por unos mo
La luz del amanecer se filtraba suavemente a través de las delicadas cortinas de gasa del apartamento de Isabela, fabricando un cálido y acogedor resplandor dorado que iluminaba cada rincón de la habitación.Isabela despertó lentamente, con esa agradable sensación de paz que solo proporcionan las mañanas perfectas, sintiendo el reconfortante calor del cuerpo de Gabriel a su lado.Se giró delicadamente para mirarlo y una sonrisa genuina se dibujó en su rostro al ver su expresión serena mientras dormía plácidamente, con su respiración acompasada y tranquila, como una suave melodía matutina.No podía creerlo, en serio ella se había atrevido a dar ese paso tan apresuradamente, algo que no había hecho con ningún otro.Sus principios siempre habían sido firmes y tradicionales, pero con Gabriel todo parecía fluir de manera natural y correcta, como si el universo hubiera conspirado para unir sus caminos en el momento preciso.Inhaló profundo mientras observaba al hombre en la cama, su mente v
Isabela mordió los labios mientras su mirada descendía desde el pecho de Gabriel, hasta su prospecto, donde detuvo la mirada y vio algo que nunca había visto, un grandioso y perfecto pene.Ninguno de sus ex podía compararse con el de Gabriel.Y pensar que lloró por esas pequeñeces cuando la vida le tenía preparado algo mucho mejor.Mientras estaba sumida en los pensamientos, Gabriel le soltó la bata, dejando el cuerpo de Isabela descubierto para deleitarse con la mirada.Las manos de Gabriel la recorrieron, abarcaron los senos y los presionaron.Ella se arqueó al sentir los labios de Gabriel en su cuello, raspando con sus dientes su piel suave.Gabriel bajó, y bajó dejando una hilera de besos en cada centímetro de la piel de Isabela. Llegó a la pelvis y la besó, colocó las manos en ambos muslos y abrió más las piernas para meterse en ella y saborearla.—¡Oh, Dios! —jadeó al sentir la lengua húmeda pasando sobre su abertura, y los dientes raspando sus labios vaginales.—¡Dios, no! —dij
Esa noche, se amaron en cada momento, follaron hasta sentirse agotados. Cuando el sol salió, Gabriel despertó, la vio dormida y no quiso despertarla.Se levantó, fue al baño, se dio una ducha y al salir agarró su teléfono para mirar la hora. Faltaban pocas para que su vuelo saliera a Madrid, quería ver a su hermano, deseaba tener un encuentro con él antes de terminar ese año y así, poder un inicio a su nueva vida.Esperó que ella despertara para despedirse. Isabela quiso acompañarlo al aeropuerto. Solo se dio un baño, secó su cabello y se colocó una ropa deportiva para despedirlo en el aeropuerto.—Estaré antes de noche buena —dijo mientras la tenía envuelta entre sus brazos.Después de un largo beso se separaron.Isabela se sintió vacía, con frío, como se sentía semanas atrás. Algo que no había sentido desde que Gabriel llegó a su vida.Suspiró porque tan pronto se había acostumbrado a él.Los días pasaron con nostalgia para Isabela.Gabriel había viajado a España, y aunque sabía que
Isabel apartó la mirada de Gabriel y dijo firmemente.—No cambiaré de opinión, Daniel. Así no estuviera Gabriel en mi vida, yo jamás regresaría contigo —respondió. No podría perdonar su traición.Él la convirtió en su amante, la ilusionó con una boda, una familia, mientras ya tenía una. ¿Cómo podría tener el descaro de volver y presentarse ante ella? Era demasiado descarado.Daniel se dio la vuelta y se alejó, dejándolos a solas.Gabriel se quedó mirando a ese hombre, cuando Daniel se detuvo en el ascensor, dirigió la mirada hacia ellos y los vio besándose.—Gabriel ¿Estás enojado? —preguntó, llena de preocupación.Gabriel negó.—¿Por qué me enojaría? —le acarició el rostro—, si me has dejado claro que nadie del pasado, podría venir a interferir en nuestra relación.Isabela se aferró a él, suspirando la exquisita fragancia que emanaba de las prendas de Gabriel.—Te extrañé tanto —susurró, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos.—Yo también te extrañé. Cada segund