—Tú nunca me has amado. Firma los malditos documentos —le dijo él, su gélida mirada como dagas afiladas, atravesando su alma. En ese momento, Abril se acercó hacia ellos, con una sonrisa sarcástica. —¡Házlo, perra! ¡Que sea rápido! —le exigió Abril Sinclar, prima paterna de Emily—. ¡Acabas de agredirme con un jarrón! ¿Quieres que mi padre lo sepa? Recuerda que el tío Alphonse está hasta el cuello de deudas por el hotel, y si no fuera por los préstamos de mi familia, la tuya estaría viviendo en la calle. Rápidamente, entre ira, decepción y dolor… Emily firmó, sin siquiera leer los documentos, sintiendo que su vida se desmoronaba en un instante. ………. ✧✧✧ 15 días más tarde. ✧✧✧ El camión de la mudanza se detuvo, y los hombres comenzaron a descargar las pertenencias de Emily, quien había sido echada de la mansión del CEO Gerald Phillips. Apenas ella ingresó, su madre, doña Ava Sinclair, la estaba esperando junto al abogado de la familia, con una expresión de desesp
—Lo sé. Tal acto me daría una mala reputación, es por eso que les permitiré vivir en la mansión, pero absolutamente todos los gastos correrán a cuenta de ustedes. Si la mansión se deteriora, por no pagar las cuentas. Las echaré —advirtió don Erik Sinclair, fríamente. —¡No te preocupes!, Emily y yo nos ocuparemos de todo. Gracias por tu generosidad, cuñado —se vio obligada a sonreír cabizbaja, doña Ava. …………. Mientras eso sucedía. En el estacionamiento de la mansión de los Sinclair. —¿Era necesario que viniera, señor Robinson?, su agenda es muy ocupada —le preguntó el asistente, Jack Smith, a su jefe, mientras abría la puerta del lujoso automóvil oscuro para que ese CEO, baje. La alta figura imponente de ese hombre de cabellera negra rizada se mostró, sus afilados ojos grises destilaban una frialdad que parecían un reflejo de la misma tarde nublada. Su ancha espalda, aún con el elegante traje oscuro y la gabardina, mostraban un esmerado cuidado físico. Jack de inmedi
Las palabras de su madre fueron como un golpe traicionero a esa joven de 22 años. Se había casado con el poderoso CEO Gerald Phillips, atada a un matrimonio desde los 19, y durante el último año y medio había luchado por concebir. Siempre lo mismo de parte de los médicos: "sigue este tratamiento" o "cambiaremos a este otro tratamiento". Le había costado más de un año de sufrimiento quedarse embarazada y aunque solo tenía un mes y medio… ¡Anhelaba ser madre con toda su alma! —¿Cómo puedes decirme eso, madre? —susurró Emily, dejando escapar su voz quebradiza. Luego, el coraje brotó como un volcán en erupción— ¡YO QUERÍA SER MAMÁ! ¡ABRIL ME EMPUJÓ! ¡Ella me odia! ¡No exagero! ¡No es mentira! ¡No le voy a agradecer nada! —Ahora estás nuevamente soltera y sin hijos. Podremos buscarte un candidato a marido. Eres joven, podrás embarazarte de nuevo —respondió doña Ava con frialdad—. Ya no importa quién tuvo la culpa. Gracias a tu tío y su familia, no vamos a vivir en la calle por
✧✧✧ Más tarde, esa noche. ✧✧✧ Emily Sinclair bajó del elegante automóvil negro de su tío, mientras el chófer abría la puerta. El aire fresco de la noche acarició su piel, y el mayordomo, de porte impecable, la condujo hacia la sala de espera. A su alrededor, el mármol brillaba bajo la luz tenue, las paredes luciendo hermosas obras de arte, que la dejaron boquiabierta, ante tales exquisitos trabajos. De inmediato, Emily notó al mayordomo hablando en voz baja con un hombre rubio que, al percatarse de su presencia, se retiró rápidamente. —Por favor, espere un momento —le dijo el mayordomo con un tono cortés pero firme. Emily sintió un escalofrío recorrerla. Algo en el ambiente de esa mansión desconocida, no le gustaba. …..… Mientras tanto, el hombre rubio, tocó la puerta de un salón-bar, en la segunda planta. Una gruesa voz masculina y fría resonó desde dentro, permitiéndole ingresar. Clac~ Al abrir la puerta, ese hombre rubio se encontró con un espectáculo in
Emily, nerviosa y consciente de las miradas de los demás, se acercó al sofá donde él estaba sentado. Quería rechazarlo de inmediato e irse a su hogar, pero la educación y la curiosidad la mantenían en movimiento. Justo cuando se acercaba, uno de los amigos de Franklin, un tipo castaño y arrogante, se interpuso en su camino. Con una sonrisa lasciva, acarició su cabello y, acercándose a su rostro, inhaló la fragancia de su perfume. —Eres una bellísima pelirroja~ —murmuró, su aliento cálido oliendo fuertemente a alcohol. Justo antes de que pudiera continuar, Franklin se levantó, apartando la mano de su amistad, con un manotazo que resonó en la sala. PLAF~ —No la toques —advirtió fríamente ese CEO, con su mirada gris, fulminante—. Ella ahora me pertenece —añadió. El aire se volvió electrizante. Franklin tiró de la muñeca de ella, haciendo que el cuerpo de Emily quedará a nada de distancia del de él. —Ah~ —soltó un gritito ella, ante la sorpresa. —Eres la perfecta
Los ojos azules de Emily reflejaban el temor de adentrarse en "la cueva del león", por su propia voluntad. Con mano temblorosa, tomó la pluma que el CEO le ofrecía, preparándose para firmar. Franklin Robinson, con una sonrisa altiva, la observaba como si fuera una niña ingenua. —¿Vas a leer el contrato o eres tan ingenua que firmarías sin revisar? —su tono burlón retumbaba en los oídos de Emily. Ella frunció el ceño, recordando la humillación de haber firmado los documentos del divorcio sin leerlos, un recuerdo que la llenó de vergüenza y coloró sus mejillas. Con manos temblorosas, empezó a repasar los documentos que Franklin Robinson le había dado. Unos minutos después, terminó de leer el contrato, pero en la carpeta había más… Curiosa, comenzó a revisar los papeles adicionales, y su incredulidad se transformó rápidamente en horror. —Eso es solo información que creí que te interesaría —dijo Franklin, su voz fría y cruel—. Son pruebas de que tu padre, Alphonse Sin
Emily Sinclair se acercó al CEO, deteniéndose justo frente a él, sus piernas rozando las de él. La pelirroja colocó sus manos delicadamente en los hombros de ese hombre, que la miraba con una expresión burlona que solo lograba irritarla. Era evidente que para él, ella era solo un juguete en su vasta colección. —Me haces perder la paciencia —dijo Franklin, levantando la mirada y clavando sus ojos grises en los de Emily. Ella tragó saliva, nerviosa, subiendo una rodilla al sofá, justo entre las piernas de ese CEO. —Ten cuidado. Si me lastimas la pierna, te romperé el brazo —respondió él con un tono altivo, mientras sus manos se posaban descaradamente sobre las caderas de Emily. Un escalofrío recorrió su cuerpo. La mirada de Franklin la exploraba como si fuera un manjar irresistible. Sus labios se acercaron a los de él, pero de repente, Emily se detuvo. DUDÓ. No había besado a nadie en más de seis meses. Los recuerdos de su exmarido, Gerald Phillips, la golpearon con f
—¿Eh? Pero… aún no me he casado con su señor —le respondió Emily, un poco incómoda al ser llamada "señora Robinson". —Es un hecho que lo hará —respondió el mayordomo con una sonrisa pícara—. Venga conmigo, el desayuno la espera y... —¿Puedo volver a mi hogar? El mayordomo se le quedó viendo fijamente, analizando la situación por un momento. —Supongo. El señor Robinson no dejó ninguna prohibición para usted. —Entonces, seguiré mi día con normalidad… No quiero ser solo una decoración en esta mansión —dijo ella, mientras sus hermosos ojos azules se paseaban por los alrededores de la mansión. El mayordomo, mostró una pequeña sonrisa. —Entiendo. Es libre de irse, señora Robinson, solo recuerde. Si mi señor la llama, vuelva enseguida. Odia que lo hagan esperar, aún más si se trata de su pareja. ………. Más tarde, al llegar a las afueras de la mansión de su familia, Emily vio camiones estacionados, y trabajadores ocupándose de las reparaciones de la casa, que aunque no e