✧✧✧ La mañana del día siguiente, en Los Ángeles, Estados Unidos. ✧✧✧ Franklin y Emily llegaron a la clínica. Franklin, con su elegante bastón apoyado a su lado, caminaba con paso firme, mientras Emily trataba de mantener el ritmo. A pesar de los nervios que la invadían, se sentía agradecida de no estar sola en ese momento. —¿Estás tranquila, verdad? —preguntó Franklin, mirándola por el rabillo del ojo mientras esperaba en la recepción. —Intento estarlo —respondió ella, forzando una sonrisa—. Sé que solo es un chequeo por el embarazo… Pero… Estoy un poco ansiosa… Es mi bebé —sonrió Emily, posando su mano en su vientre—. Nuestro bebé —recalcó ella con emoción. Franklin simplemente la miró de reojo, sin opinar del tema. De inmediato la enfermera los guió a una habitación donde el médico los esperaba. Después de los chequeos de rutina, el médico les dio buenas noticias. —Todo está bien, señorita Sinclair. Usted, sí está embarazada; y el embarazo progresa adecuadamente —dijo el m
¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! Franklin, desde el interior de la habitación, escuchó los golpes que daba con fuerza Emily. Se detuvo en seco y volteó a ver con el ceño fruncido. ¡No estaba de humor para lidiar con ello! Se dirigió al minibar de la oficina y tomó una botella, sirviéndose una copa. Tomándola de golpe, sirvió otra más. ¡Había mandado la m@ldita invitación por cortesía! ¡No tenía exactamente una buena relación con los Howard! Sí, Jameson Howard una vez fue su mejor amigo. Pero eso era tiempo pasado. "Isabella… ¿Ella vendrá a la boda? ¿Mi boda con…?" ¡PUM! ¡PUM! Los golpes de Emily interrumpieron los pensamientos del CEO, que de inmediato soltó un profundo suspiro. —¡Lárgate Emily, no voy a abrir la m@ldita puerta!, ¿no te queda claro? Ve a descansar o haré que seguridad te lleve y te encierre en la habitación. Ese hombre habló a grandes voces desde el interior. Por un momento, el silencio reinó. "¿Se fue?" Pensó Franklin. Sin darle mayor importancia, se acercó a su escrit
El silencio se instaló por segundos que se sintieron eternos para Emily. La mujer pelirroja observó la expresión seria e indescifrable de ese hombre y, finalmente, soltó su mano. —No es nada. Puedes ir a descansar —respondió él, pero Emily ya había notado la botella en el escritorio y el olor a alcohol que emanaba de su prometido. Era evidente que, si se iba, él seguiría bebiendo, y había algo que lo inquietaba. ¿Qué podía hacer ella? Él no quería hablar… no lo haría. Sabía cómo era. "Sé que no me ama… Pero pensé que podría acercarme un poco, tratar de… ser alguien importante para él, no solo por un contrato, no solo porque estoy embarazada de su hijo…" Los pensamientos de Emily la llevaron a una dura realidad. Lo amaba. Quería ser amada. Pero… eso no iba a suceder. Se levantó de inmediato, tan rápido que se mareó. Apoyó una mano en el respaldo de la silla y cerró los ojos, mientras la otra se posaba en su frente. —¡Emily! —Franklin se acercó al ver su reacción, colocando s
✧✧✧ Unos días después. ✧✧✧ El fin de semana había llegado, y la mansión del CEO, Robinson, era envuelta en la oscuridad de la noche. Los jardines estaban adornados con luces brillantes, creando un ambiente casi mágico. La música en vivo resonaba en el aire, acompañando las risas y charlas de los invitados que lucían sus trajes elegantes, listos para celebrar. —Es su tercer matrimonio. ¿Cuánto crees que durará esta vez? —comentó una mujer, con un tono de curiosidad y escepticismo. —No mucho. El señor Robinson tiene fama de dejar atrás a sus esposas con facilidad —respondió su amiga, riendo suavemente. En medio de sus murmullos, una de ellas elevó la voz, señalando hacia la entrada. —¡Oh Dios mío, mira! —exclamó—. ¿No son ellos el señor Howard y su esposa? ¡No los veía desde hace años! —Sí, los vi hace poco en Londres. Es un magnate muy importante, siempre de viaje —respondió la otra, mientras sus ojos brillaban con emoción. Jameson Howard caminaba, orgulloso, con su esp
La continuación en la recepción, sin baile de los novios, por la reciente molestia que el CEO Robinson venía experimentando en su pierna. Un hecho que no pasó desapercibido para los invitados, pero por supuesto, nadie se atrevió a hablar del tema, sobre todo porque la discapacidad de Franklin, era obvia. Mientras Emily intentaba procesar sus emociones, una mujer se acercó a ella con una sonrisa cálida. —Hola, soy Isabella Howard, pero puedes llamarme Isa —dijo la mujer pelirroja, extendiendo la mano. Emily la miró, sorprendida. —¿Isabella Howard? La esposa del CEO Howard, ¿verdad? Isabella asintió, su sonrisa se amplió. —Sí, ese mismo. Hemos conocido a Franklin desde hace años. Siempre ha sido un buen… Amigo. Emily sintió una mezcla de admiración y sorpresa. —Es un placer conocerte. —El placer es mío —respondió Isabella, su tono amigable—. ¿Cómo te sientes en tu gran día? Emily suspiró, sintiendo que un nudo se formaba en su garganta. —Es un poco abrumador —respondió de
—Estoy… Un poco afectado. Probablemente adelanten mi cirugía —le confesó el CEO Robinson. Emily sintió un hormigueo en su estómago. Lo que parecía ser una conversación casual y amistosa, se tornaba incómoda para ella. ¿Por qué Franklin no era tan expresivo con ella a como con Isabella? ¿Quién era esa mujer? Se preguntó si había algo más entre ellos, alguna conexión que ella no conocía. —Me he estado sintiendo un poco abrumado —continuó Franklin, su voz más baja—. No es fácil para mí estar en el centro de atención por esta m@ldita discapacidad. Isabella asintió, mostrando que él tenía toda su atención. —Sabes cómo soy, esto me fastidia como no tienes idea —expresó el CEO Robinson, desahogándose—. Y sin embargo, no hay nada que pueda hacer. Sé que el culpable de mi discapacidad, mi hermano, salió de la prisión de Miami. Tiene que pagar, pero mi gente lo busca sin éxito. —Entiendo —dijo Isabella, acercándose un poco más a él—. Pero eres fuerte, Franklin. Todos lo saben. Solo
Emily despertó en la habitación matrimonial, el aire lleno de una tensión que apenas podía soportar. La luz tenue de las lámparas apenas iluminaba el espacio, creando sombras en las paredes. Se sentó en la cama, los recuerdos de la conversación que había escuchado la azotaban. Franklin estaba en el sofá individual de cuero frente a ella, con una copa de vino en la mano, su mirada perdida en el vacío. El sonido del cristal al chocar con sus labios resonaba en la habitación, un “clink” que parecía burlarse de su dolor. Emily sintió cómo una oleada de rabia y tristeza la invadía. —¡Franklin! —gritó la mujer pelirroja, levantándose de la cama, las lágrimas cayendo por sus mejillas—. ¡Eres un monstruo! ¡Lo escuché todo! —soltó Emily con voz quebradiza. Franklin levantó la mirada lentamente hacia ella, su expresión gélida. —¿Qué esperabas? —respondió ese CEO, su voz llena de desdén—. Lo has escuchado todo. No tengo nada que añadir. Emily sintió que el aire se le escapaba de los
—¡NO PUEDE SER! ¡Eres una ESTÚPIDA, Emily! ¡Me avergüenza ser tu madre! —doña Ava gritaba con furia, caminando de un lado a otro en la amplia sala principal de la mansión Robinson. Emily, sentada en un sofá largo y lujoso, abrazaba sus piernas con fuerza, hundiendo su rostro entre sus rodillas. Las lágrimas caían como un torrente incontrolable, y su pecho se sentía pesado. Se sentía devastada, como si el mundo se hubiera desmoronado a su alrededor. Era una pesadilla de la que no podía despertar. La noche que debería haber sido perfecta se había convertido en un infierno. Su esposo no solo no la amaba, sino que estaba atrapado en un amor imposible por una ex que ya estaba casada y tenía hijos con otro hombre... Al menos, hasta donde creía Emily. Él le había dejado claro que no la dejaría ir, que tenía el control absoluto sobre su relación y su vida. Y ahora, para colmo, estaba siendo atendido de emergencia en la habitación, y un pánico helado la invadía. ¿Qué pasaría si algo l