—Estoy… Un poco afectado. Probablemente adelanten mi cirugía —le confesó el CEO Robinson. Emily sintió un hormigueo en su estómago. Lo que parecía ser una conversación casual y amistosa, se tornaba incómoda para ella. ¿Por qué Franklin no era tan expresivo con ella a como con Isabella? ¿Quién era esa mujer? Se preguntó si había algo más entre ellos, alguna conexión que ella no conocía. —Me he estado sintiendo un poco abrumado —continuó Franklin, su voz más baja—. No es fácil para mí estar en el centro de atención por esta m@ldita discapacidad. Isabella asintió, mostrando que él tenía toda su atención. —Sabes cómo soy, esto me fastidia como no tienes idea —expresó el CEO Robinson, desahogándose—. Y sin embargo, no hay nada que pueda hacer. Sé que el culpable de mi discapacidad, mi hermano, salió de la prisión de Miami. Tiene que pagar, pero mi gente lo busca sin éxito. —Entiendo —dijo Isabella, acercándose un poco más a él—. Pero eres fuerte, Franklin. Todos lo saben. Solo
Emily despertó en la habitación matrimonial, el aire lleno de una tensión que apenas podía soportar. La luz tenue de las lámparas apenas iluminaba el espacio, creando sombras en las paredes. Se sentó en la cama, los recuerdos de la conversación que había escuchado la azotaban. Franklin estaba en el sofá individual de cuero frente a ella, con una copa de vino en la mano, su mirada perdida en el vacío. El sonido del cristal al chocar con sus labios resonaba en la habitación, un “clink” que parecía burlarse de su dolor. Emily sintió cómo una oleada de rabia y tristeza la invadía. —¡Franklin! —gritó la mujer pelirroja, levantándose de la cama, las lágrimas cayendo por sus mejillas—. ¡Eres un monstruo! ¡Lo escuché todo! —soltó Emily con voz quebradiza. Franklin levantó la mirada lentamente hacia ella, su expresión gélida. —¿Qué esperabas? —respondió ese CEO, su voz llena de desdén—. Lo has escuchado todo. No tengo nada que añadir. Emily sintió que el aire se le escapaba de los
—¡NO PUEDE SER! ¡Eres una ESTÚPIDA, Emily! ¡Me avergüenza ser tu madre! —doña Ava gritaba con furia, caminando de un lado a otro en la amplia sala principal de la mansión Robinson. Emily, sentada en un sofá largo y lujoso, abrazaba sus piernas con fuerza, hundiendo su rostro entre sus rodillas. Las lágrimas caían como un torrente incontrolable, y su pecho se sentía pesado. Se sentía devastada, como si el mundo se hubiera desmoronado a su alrededor. Era una pesadilla de la que no podía despertar. La noche que debería haber sido perfecta se había convertido en un infierno. Su esposo no solo no la amaba, sino que estaba atrapado en un amor imposible por una ex que ya estaba casada y tenía hijos con otro hombre... Al menos, hasta donde creía Emily. Él le había dejado claro que no la dejaría ir, que tenía el control absoluto sobre su relación y su vida. Y ahora, para colmo, estaba siendo atendido de emergencia en la habitación, y un pánico helado la invadía. ¿Qué pasaría si algo l
Sus ojos azul claro brillaban con nerviosismo mientras observaban el elegante salón, donde la luz tenue de los candelabros realzaba la belleza de la decoración que ella misma había creado con tanto esmero. Emily había decidido viajar a Miami, a la casa de verano de su esposo, con la intención de sorprenderlo con una noticia que la llenaba de ilusión. Con manos temblorosas, colocó las rosas en el jarrón del centro de la mesa, retrocediendo unos pasos para admirar su obra. El delicioso aroma de la cena que había preparado se filtraba desde la cocina, pero antes de dirigirse a traer los platillos, un sonido inesperado la hizo detenerse en seco. La puerta principal sonó al abrirse. "¡Es él! ¿Tan pronto ha regresado de su reunión...?" Pensó ella, con su corazón latiendo desenfrenadamente. Con la cajita rectangular bellamente decorada en la mano, Emily apagó las luces y se ocultó, deseando captar su sorpresa. Pof~ Un estruendo resonó en el aire, como si algo pesado hub
—Tú nunca me has amado. Firma los malditos documentos —le dijo él, su gélida mirada como dagas afiladas, atravesando su alma. En ese momento, Abril se acercó hacia ellos, con una sonrisa sarcástica. —¡Házlo, perra! ¡Que sea rápido! —le exigió Abril Sinclar, prima paterna de Emily—. ¡Acabas de agredirme con un jarrón! ¿Quieres que mi padre lo sepa? Recuerda que el tío Alphonse está hasta el cuello de deudas por el hotel, y si no fuera por los préstamos de mi familia, la tuya estaría viviendo en la calle. Rápidamente, entre ira, decepción y dolor… Emily firmó, sin siquiera leer los documentos, sintiendo que su vida se desmoronaba en un instante. ………. ✧✧✧ 15 días más tarde. ✧✧✧ El camión de la mudanza se detuvo, y los hombres comenzaron a descargar las pertenencias de Emily, quien había sido echada de la mansión del CEO Gerald Phillips. Apenas ella ingresó, su madre, doña Ava Sinclair, la estaba esperando junto al abogado de la familia, con una expresión de desesp
—Lo sé. Tal acto me daría una mala reputación, es por eso que les permitiré vivir en la mansión, pero absolutamente todos los gastos correrán a cuenta de ustedes. Si la mansión se deteriora, por no pagar las cuentas. Las echaré —advirtió don Erik Sinclair, fríamente. —¡No te preocupes!, Emily y yo nos ocuparemos de todo. Gracias por tu generosidad, cuñado —se vio obligada a sonreír cabizbaja, doña Ava. …………. Mientras eso sucedía. En el estacionamiento de la mansión de los Sinclair. —¿Era necesario que viniera, señor Robinson?, su agenda es muy ocupada —le preguntó el asistente, Jack Smith, a su jefe, mientras abría la puerta del lujoso automóvil oscuro para que ese CEO, baje. La alta figura imponente de ese hombre de cabellera negra rizada se mostró, sus afilados ojos grises destilaban una frialdad que parecían un reflejo de la misma tarde nublada. Su ancha espalda, aún con el elegante traje oscuro y la gabardina, mostraban un esmerado cuidado físico. Jack de inmedi
Las palabras de su madre fueron como un golpe traicionero a esa joven de 22 años. Se había casado con el poderoso CEO Gerald Phillips, atada a un matrimonio desde los 19, y durante el último año y medio había luchado por concebir. Siempre lo mismo de parte de los médicos: "sigue este tratamiento" o "cambiaremos a este otro tratamiento". Le había costado más de un año de sufrimiento quedarse embarazada y aunque solo tenía un mes y medio… ¡Anhelaba ser madre con toda su alma! —¿Cómo puedes decirme eso, madre? —susurró Emily, dejando escapar su voz quebradiza. Luego, el coraje brotó como un volcán en erupción— ¡YO QUERÍA SER MAMÁ! ¡ABRIL ME EMPUJÓ! ¡Ella me odia! ¡No exagero! ¡No es mentira! ¡No le voy a agradecer nada! —Ahora estás nuevamente soltera y sin hijos. Podremos buscarte un candidato a marido. Eres joven, podrás embarazarte de nuevo —respondió doña Ava con frialdad—. Ya no importa quién tuvo la culpa. Gracias a tu tío y su familia, no vamos a vivir en la calle por
✧✧✧ Más tarde, esa noche. ✧✧✧ Emily Sinclair bajó del elegante automóvil negro de su tío, mientras el chófer abría la puerta. El aire fresco de la noche acarició su piel, y el mayordomo, de porte impecable, la condujo hacia la sala de espera. A su alrededor, el mármol brillaba bajo la luz tenue, las paredes luciendo hermosas obras de arte, que la dejaron boquiabierta, ante tales exquisitos trabajos. De inmediato, Emily notó al mayordomo hablando en voz baja con un hombre rubio que, al percatarse de su presencia, se retiró rápidamente. —Por favor, espere un momento —le dijo el mayordomo con un tono cortés pero firme. Emily sintió un escalofrío recorrerla. Algo en el ambiente de esa mansión desconocida, no le gustaba. …..… Mientras tanto, el hombre rubio, tocó la puerta de un salón-bar, en la segunda planta. Una gruesa voz masculina y fría resonó desde dentro, permitiéndole ingresar. Clac~ Al abrir la puerta, ese hombre rubio se encontró con un espectáculo in