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Los ojos azules de Emily reflejaban el temor de adentrarse en "la cueva del león", por su propia voluntad. Con mano temblorosa, tomó la pluma que el CEO le ofrecía, preparándose para firmar. Franklin Robinson, con una sonrisa altiva, la observaba como si fuera una niña ingenua. —¿Vas a leer el contrato o eres tan ingenua que firmarías sin revisar? —su tono burlón retumbaba en los oídos de Emily. Ella frunció el ceño, recordando la humillación de haber firmado los documentos del divorcio sin leerlos, un recuerdo que la llenó de vergüenza y coloró sus mejillas. Con manos temblorosas, empezó a repasar los documentos que Franklin Robinson le había dado. Unos minutos después, terminó de leer el contrato, pero en la carpeta había más… Curiosa, comenzó a revisar los papeles adicionales, y su incredulidad se transformó rápidamente en horror. —Eso es solo información que creí que te interesaría —dijo Franklin, su voz fría y cruel—. Son pruebas de que tu padre, Alphonse Sin
Emily Sinclair se acercó al CEO, deteniéndose justo frente a él, sus piernas rozando las de él. La pelirroja colocó sus manos delicadamente en los hombros de ese hombre, que la miraba con una expresión burlona que solo lograba irritarla. Era evidente que para él, ella era solo un juguete en su vasta colección. —Me haces perder la paciencia —dijo Franklin, levantando la mirada y clavando sus ojos grises en los de Emily. Ella tragó saliva, nerviosa, subiendo una rodilla al sofá, justo entre las piernas de ese CEO. —Ten cuidado. Si me lastimas la pierna, te romperé el brazo —respondió él con un tono altivo, mientras sus manos se posaban descaradamente sobre las caderas de Emily. Un escalofrío recorrió su cuerpo. La mirada de Franklin la exploraba como si fuera un manjar irresistible. Sus labios se acercaron a los de él, pero de repente, Emily se detuvo. DUDÓ. No había besado a nadie en más de seis meses. Los recuerdos de su exmarido, Gerald Phillips, la golpearon con f
—¿Eh? Pero… aún no me he casado con su señor —le respondió Emily, un poco incómoda al ser llamada "señora Robinson". —Es un hecho que lo hará —respondió el mayordomo con una sonrisa pícara—. Venga conmigo, el desayuno la espera y... —¿Puedo volver a mi hogar? El mayordomo se le quedó viendo fijamente, analizando la situación por un momento. —Supongo. El señor Robinson no dejó ninguna prohibición para usted. —Entonces, seguiré mi día con normalidad… No quiero ser solo una decoración en esta mansión —dijo ella, mientras sus hermosos ojos azules se paseaban por los alrededores de la mansión. El mayordomo, mostró una pequeña sonrisa. —Entiendo. Es libre de irse, señora Robinson, solo recuerde. Si mi señor la llama, vuelva enseguida. Odia que lo hagan esperar, aún más si se trata de su pareja. ………. Más tarde, al llegar a las afueras de la mansión de su familia, Emily vio camiones estacionados, y trabajadores ocupándose de las reparaciones de la casa, que aunque no e
Emily se quedó en silencio, procesando la increíble oferta que le había hecho su prometido, el señor Robinson. La idea de ser la dueña del Blue Wave Club parecía un sueño demasiado bueno para ser verdad. Sin embargo, en el fondo de su mente, una pequeña voz cuestionaba las verdaderas intenciones de Franklin: "¿Por qué mostrarme tanto apoyo? ¿No hay un precio oculto que tendré que pagar más adelante?" Pensó la pelirroja. Pero la emoción de haber logrado algo que siempre había deseado la llenó de una energía. —Lo agradezco~ —sonrió Emily—. Aceptaré tu obsequio —dijo al CEO Robinson. Minutos después de una charla con el dueño actual del Club. Al salir de la oficina, ella se encontró a solas con ese imponente CEO que se dirigía a su empresa. —Señor Robinson —lo detuvo ella de la mano. Franklin de inmediato clavó sus ojos grises en el agarre de ella, de inmediato, guío su mirada haciendo contacto visual con la mujer pelirroja. —¿Pasa algo? —Yo nunca he administ
✧✧✧ Una semana más tarde. ✧✧✧ En la mansión del CEO Phillips en Los Ángeles. El jardín frontal oeste llevaba a un sendero empedrado que lucía hermosos arbustos de rosales a los costados: rojas, blancas, rosadas y amarillas. Un portón blanco y amplio daba paso al jardín, césped verde perfectamente podado y un enorme árbol frondoso en el medio, cuyas ramas se extendían a sus alrededores, provocando una enorme sombra bajo él, a la vez que el murmullo provocado por el viento del mediodía causaba un sonido tranquilizador. Grandes carpas en los costados, un total de cuatro de ellas, adornadas con tul blanco y moños coloridos con arreglos florales. Sirvientes iban y venían; bajo la carpa de los bocadillos, en el centro, la mesa con el gigante pastel rosa, y a un costado, en el fondo, otra absolutamente repleta de obsequios. El vehículo se detuvo en el estacionamiento frontal de la mansión. Emily Sinclair bajó con nerviosismo en compañía de su madre, doña Ava. Con un hermoso v
Emily Sinclair se acercó a su prima, deteniéndose a solo un paso de Abril. Quería defenderse, expresar su dolor, pero al ver la barriga crecida de Abril, las palabras se le quedaban atoradas en la garganta. Tragó saliva, sintiendo cómo sus manos temblorosas se convertían en puños, atrapando toda su rabia. Las lágrimas de impotencia brotaban, pero rápidamente las secó con sus dedos. —Di lo que quieras, Abril. En unas semanas seré la nueva señora Robinson, parte de la élite del Estado. Si algo he aprendido gracias a tu engaño y a Gerald, es que un hijo —señaló con un dedo la barriga de Abril—, no ata a un hombre. Por mucho amor que sientas, si no eres suficiente para él, se irá. ¿Eres realmente suficiente para Gerald? Abril, furiosa, gritó: —¡¿Qué insinuas, m@ldita?! ¡Tu futuro esposo probablemente está en la cama con su exesposa! ¡No mereces ser feliz! ¡LÁRGATE DE MI HOGAR! —No te preocupes, no me quedaría ni un minuto más, aunque me pagaran. Tengo cosas más importantes que hac
—Acércate, Emily —el hombre hizo un gesto con su mano, Emily obedeciendo se detuvo justo frente a él. —¿Y si mejor elijo otro que…? —las palabras de la pelirroja quedaron interrumpidas cuando el señor Robinson, posó sus manos con posesividad en sus caderas. Emily se sorprendió. Franklin hizo contacto visual con ella, sus ojos grises viéndola con una intensidad que le provocó un escalofríos. —Tiene la mezcla de sensualidad y elegancia ideal. Sin duda alguna, eres una mujer preciosa, Emily Sinclair —dijo ese CEO con firmeza, sin dejar dudas en sus palabras—. Mi intención es que resaltes sobre todas, y tu exesposo también estará ahí —él llevó una de sus manos de la cadera de Emily hacia su muñeca y en un ágil movimiento tiró de ella y la sentó sobre su regazo. —¡Ah! ¡Señor Robinson! —exclamó ella, sintiendo el rubor subirle al rostro, una oleada de calor que recorrió su cuerpo. Tragó saliva con nerviosismo y trató de levantarse. Pero el hombre de cabellera rizada lo impi
Emily sostenía las pastillas que recién le había dado el médico. "Si existe una posibilidad de que yo esté embarazada… Entonces… ¿Estas pastillas abortivas van a eliminar esa opción?" Con ese pensamiento, ella suspiró abrumada. —¿Hay algún problema, señorita Sinclair? —le preguntó el médico. —No… No lo hay… —dijo ella con nerviosismo. Poniéndose de pie, se despidió del médico y se marchó rápidamente del hospital privado. En las afueras, un automóvil oscuro esperaba por ella. La pelirroja subió al vehículo. —¿Puedo ir a trabajar al club? —le preguntó al hombre rubio que iba en el interior, Jack Smith, el asistente del CEO Robinson, que fue con ella para asegurarse que tome la medicina. —Sí. El señor Robinson no dijo nada de alterar su horario de trabajo. Vivirá en la mansión de él, pero su vida seguirá con aparente normalidad. —¿Es así?, qué alivio… —exhaló Emily, sus ojos azules fijos nuevamente en las pastillas en en interior de su bolso. —Nada más —habló