—¿Eh? Pero… aún no me he casado con su señor —le respondió Emily, un poco incómoda al ser llamada "señora Robinson". —Es un hecho que lo hará —respondió el mayordomo con una sonrisa pícara—. Venga conmigo, el desayuno la espera y... —¿Puedo volver a mi hogar? El mayordomo se le quedó viendo fijamente, analizando la situación por un momento. —Supongo. El señor Robinson no dejó ninguna prohibición para usted. —Entonces, seguiré mi día con normalidad… No quiero ser solo una decoración en esta mansión —dijo ella, mientras sus hermosos ojos azules se paseaban por los alrededores de la mansión. El mayordomo, mostró una pequeña sonrisa. —Entiendo. Es libre de irse, señora Robinson, solo recuerde. Si mi señor la llama, vuelva enseguida. Odia que lo hagan esperar, aún más si se trata de su pareja. ………. Más tarde, al llegar a las afueras de la mansión de su familia, Emily vio camiones estacionados, y trabajadores ocupándose de las reparaciones de la casa, que aunque no e
Emily se quedó en silencio, procesando la increíble oferta que le había hecho su prometido, el señor Robinson. La idea de ser la dueña del Blue Wave Club parecía un sueño demasiado bueno para ser verdad. Sin embargo, en el fondo de su mente, una pequeña voz cuestionaba las verdaderas intenciones de Franklin: "¿Por qué mostrarme tanto apoyo? ¿No hay un precio oculto que tendré que pagar más adelante?" Pensó la pelirroja. Pero la emoción de haber logrado algo que siempre había deseado la llenó de una energía. —Lo agradezco~ —sonrió Emily—. Aceptaré tu obsequio —dijo al CEO Robinson. Minutos después de una charla con el dueño actual del Club. Al salir de la oficina, ella se encontró a solas con ese imponente CEO que se dirigía a su empresa. —Señor Robinson —lo detuvo ella de la mano. Franklin de inmediato clavó sus ojos grises en el agarre de ella, de inmediato, guío su mirada haciendo contacto visual con la mujer pelirroja. —¿Pasa algo? —Yo nunca he administ
✧✧✧ Una semana más tarde. ✧✧✧ En la mansión del CEO Phillips en Los Ángeles. El jardín frontal oeste llevaba a un sendero empedrado que lucía hermosos arbustos de rosales a los costados: rojas, blancas, rosadas y amarillas. Un portón blanco y amplio daba paso al jardín, césped verde perfectamente podado y un enorme árbol frondoso en el medio, cuyas ramas se extendían a sus alrededores, provocando una enorme sombra bajo él, a la vez que el murmullo provocado por el viento del mediodía causaba un sonido tranquilizador. Grandes carpas en los costados, un total de cuatro de ellas, adornadas con tul blanco y moños coloridos con arreglos florales. Sirvientes iban y venían; bajo la carpa de los bocadillos, en el centro, la mesa con el gigante pastel rosa, y a un costado, en el fondo, otra absolutamente repleta de obsequios. El vehículo se detuvo en el estacionamiento frontal de la mansión. Emily Sinclair bajó con nerviosismo en compañía de su madre, doña Ava. Con un hermoso v
Emily Sinclair se acercó a su prima, deteniéndose a solo un paso de Abril. Quería defenderse, expresar su dolor, pero al ver la barriga crecida de Abril, las palabras se le quedaban atoradas en la garganta. Tragó saliva, sintiendo cómo sus manos temblorosas se convertían en puños, atrapando toda su rabia. Las lágrimas de impotencia brotaban, pero rápidamente las secó con sus dedos. —Di lo que quieras, Abril. En unas semanas seré la nueva señora Robinson, parte de la élite del Estado. Si algo he aprendido gracias a tu engaño y a Gerald, es que un hijo —señaló con un dedo la barriga de Abril—, no ata a un hombre. Por mucho amor que sientas, si no eres suficiente para él, se irá. ¿Eres realmente suficiente para Gerald? Abril, furiosa, gritó: —¡¿Qué insinuas, m@ldita?! ¡Tu futuro esposo probablemente está en la cama con su exesposa! ¡No mereces ser feliz! ¡LÁRGATE DE MI HOGAR! —No te preocupes, no me quedaría ni un minuto más, aunque me pagaran. Tengo cosas más importantes que hac
—Acércate, Emily —el hombre hizo un gesto con su mano, Emily obedeciendo se detuvo justo frente a él. —¿Y si mejor elijo otro que…? —las palabras de la pelirroja quedaron interrumpidas cuando el señor Robinson, posó sus manos con posesividad en sus caderas. Emily se sorprendió. Franklin hizo contacto visual con ella, sus ojos grises viéndola con una intensidad que le provocó un escalofríos. —Tiene la mezcla de sensualidad y elegancia ideal. Sin duda alguna, eres una mujer preciosa, Emily Sinclair —dijo ese CEO con firmeza, sin dejar dudas en sus palabras—. Mi intención es que resaltes sobre todas, y tu exesposo también estará ahí —él llevó una de sus manos de la cadera de Emily hacia su muñeca y en un ágil movimiento tiró de ella y la sentó sobre su regazo. —¡Ah! ¡Señor Robinson! —exclamó ella, sintiendo el rubor subirle al rostro, una oleada de calor que recorrió su cuerpo. Tragó saliva con nerviosismo y trató de levantarse. Pero el hombre de cabellera rizada lo impi
Emily sostenía las pastillas que recién le había dado el médico. "Si existe una posibilidad de que yo esté embarazada… Entonces… ¿Estas pastillas abortivas van a eliminar esa opción?" Con ese pensamiento, ella suspiró abrumada. —¿Hay algún problema, señorita Sinclair? —le preguntó el médico. —No… No lo hay… —dijo ella con nerviosismo. Poniéndose de pie, se despidió del médico y se marchó rápidamente del hospital privado. En las afueras, un automóvil oscuro esperaba por ella. La pelirroja subió al vehículo. —¿Puedo ir a trabajar al club? —le preguntó al hombre rubio que iba en el interior, Jack Smith, el asistente del CEO Robinson, que fue con ella para asegurarse que tome la medicina. —Sí. El señor Robinson no dijo nada de alterar su horario de trabajo. Vivirá en la mansión de él, pero su vida seguirá con aparente normalidad. —¿Es así?, qué alivio… —exhaló Emily, sus ojos azules fijos nuevamente en las pastillas en en interior de su bolso. —Nada más —habló
Steven, con la mirada entre la preocupación y la indignación, hizo la llamada telefónica. —¡Seguridad! Necesito que saquen al señor Gerald Phillips de aquí y que le revoquen la membresía de todos mis clubes —ordenó Steven, con voz firme. Segundos después, Steven se acercó a Franklin. El asistente del señor Robinson, Jack, le entregó el bastón a su jefe. —¿Estás bien, Fran? —le preguntó Steven, examinándolo con una mirada preocupada. —Estoy bien —respondió Franklin con una sonrisa ligera—. Mi pierna ha estado mejor últimamente. Creo que con la próxima cirugía en agenda, no necesitaré más de este bastón. —¿Y… Se puede saber porqué de tantas mujeres, elegiste a la exesposa de Gerald? —preguntó ese hombre rubio dueño del Club de golf, sin poder ocultar su impaciente curiosidad. —Ella es exactamente el tipo de mujer que creo digna de mí —sonrió el CEO Robinson con una expresión llena de altivez. ……………. ✧✧✧ La noche de ese día. ✧✧✧ Emily Sinclair llegó a la mansión
—¿Cita? ¿Se puede saber el motivo? —preguntó Emily sorprendida, su expresión inocente delantando su curiosidad. Franklin la observó en silencio por unos segundos que a ella parecieron llenarla aún más de ansiedad y le dijo con voz calmada: —Quiero que conozcas a mi hijo, Freddy. Tengo la custodia completa de él, pero alterno con su madre por un mes —explicaba él seriamente mientras usaba los cubiertos en el jugoso corte de ternera. —Oh… Freddy es un lindo nombre~ —sonrió Emily. —¡Te lo abvierto! Tienes que llevarte bien con mi hijo —recalcó ese CEO, ignorando el comentario de Emily—. Es tu obligación como mi próxima esposa mantener una relación saludable con tu hijastro, ¿lo has entendido?, Freddy es y será mi único heredero. Las últimas palabras del señor Robinson, hicieron eco en la mente de esa hermosa pelirroja, que de inmediato exhaló un poco incómoda. «Mi único heredero.» ¡Estaba claro que el señor Robinson no quería más hijos! ¿El motivo? ¡Solo él lo sabr