La daga se me entierra en el cuello, el príncipe sonríe, sus ojos oscuros se clavan en los míos, exhaló para que mi cuerpo no tiemble ante la amenaza.
Mi padre disfrutaba a cada que lloraba, rogaba o temblaba, así que con los años, aprendi a controlar mi cuerpo, siento dolor y miedo al igual que todos, pero nunca se me nota. —¿Tampoco rogarás por tu vida? —Quita la daga cortándome un poco. Me siento en la cama y me limpio el cuelo, el corte arde, el príncipe me toma por el mentón con fuerza. —No, si el deseo de su alteza es matarme, es mi obligación como su doncella cumplirlo. —Cumplir a mis deseos, ese es tu deber, me alegra saber que lo tienes claro. ¿Cuál es tu nombre? —Camelia, su alteza. Así me llaman “La Camelia Roja.” —Camelia —repite quitándome la mano del mentón, se lleva los dedos a la boca probando mi sangre. —Eres dulce, Camelia. Está jodidamente demente y eso que apenas lo conozco. —Suéltate el cabello —ordena. Llevo la mano a la trenza y la desató dejando mi cabello caer sobre mi espalda, lo peino con los dedos. —Ya que estarás aquí, tienes que tener claro que no podrás tocarme, nunca, al menos que yo te lo pida, tampoco podrás mirarme directamente, por tu propio bien no me desobedezcas. —No lo haré, su alteza. —Si te preguntan, no le contarás a nadie de lo que hemos hablado, no estoy interesado en tomarte hoy, pero dormirás aquí, los demás tienen que creer que si fue así. Me trago las ganas de preguntarle el porqué, pero me quedo callada viendo al suelo. —Saldrás mañana a primera hora, tendrás que desatarte el vestido y salir medio desnuda, ¿entendiste? —Sí, su alteza. —Acuéstate. Obedezco, el príncipe se sienta en el escritorio, cierro los ojos y me obligo a dormir, despierto antes de que termine de amanecer, el príncipe está dormido a mi lado, no lo veo, solo desató los listones de mi espalda y pecho, medio acomodándome el vestido, salgo de la habitación, encontrándome con la mujer de ayer, me mira de arriba abajo. —¿Y su alteza real, el príncipe? —me pregunta. —Está dormido. —Entonces, ¿te ha aceptado como su doncella? —Sí. —Ven conmigo. Creo que me voy a volver loca o el cerebro va a dejar de funcionarme, no entiendo que demonios pasa, tengo náuseas y dolor de cabeza. Sigo a la mujer por los pasillos del castillo, me lleva a una habitación alejada, es grande, lujosa y con un ventanal, el sol entra. —El rey ordenó que se te diera esta habitación, estarás más cerca del príncipe así, soy el ama de llaves del castillo, la Señora Barker, el rey también mandó a hacerle unos cuantos vestidos y zapatos. »Usted doncella Camelia pasa a ser propiedad del príncipe, una criada vendrá a traerle de comer y otra lavará su ropa, pero nada más, el príncipe deberá de asignarle criadas personales si así lo desea él y si así lo desea también deberá de vestirla. —Se como es la vida de las doncellas, aún así gracias. —Cuídate muchacha. Sale dejándome sola, me dejo caer en la cama, llevo tres días en el castillo y cada día es más loco que el anterior, me traen el desayuno, apenas y como, estoy cansada y confundida. Me han dicho que puedo usar el salón de baños, así que aprovecho para darme un baño, me pongo cualquier vestido y recojo mi cabello en un moño, tengo maquillaje, pero decido no usarlo. —Doncella Camelia, su alteza real solicita su presencia en su alcoba —hablan del otro lado de la puerta. —Enseguida voy. Abro la puerta, una sirvienta está esperándome, me acompaña hasta la habitación del príncipe, toco la puerta y la mujer se marcha. —Adelante. —Su alteza —digo cerrando la puerta a mi espalda y haciendo una reverencia. Es la misma habitación de ayer, pero la luz la cambia por completo, el príncipe está sentado en el escritorio. —Ven acá —dice. Camino hasta él, la luz le da de espaldas y hoy puedo verlo con total claridad, tiene la piel blanca, los ojos y el cabello son de un negro intenso, es alto y grande, puedo notar su cuerpo musculoso, sinceramente me da miedo. Es de conocimiento común que nuestro príncipe está marcado, según esto la bestia del inframundo fue lo que lo marcó, por eso nunca pierde, por eso es tan poderoso en batalla, está bendecido y maldito al mismo tiempo. Tiene una cicatriz en medio de la cara, empieza en la frente y termina por debajo del ojo, pero aun con eso es el hombre más hermoso que haya visto en la vida. —Te di permiso de mirarme. —No, lo siento su alteza —Hago una reverencia. Vaya idiota que soy. Se levanta y camina hasta quedar delante de mi, me toma de la cara con ambas manos, inclina mi cabeza hacia arriba, bajo la mirada. —Viéndote bien, no mentían cuando me dijeron que eras hermosa —Me toma por la nunca, deshace el moño de mi cabello dejándolo caer. —Mírame —ordena. Obedezco, mis ojos se cruzan con los suyos, sonríe. —Quiero que me traigas el desayuno, a partir de hoy, lo harás, igual que la cena, servirás mi té y harás todo lo que yo te ordene. —Sí, su alteza. Me suelta, hago una reverencia y salgo de la habitación, me acomodo el cabello, me encuentro a una joven con uniforme de sirvienta. —Disculpa, soy… —La doncella del príncipe, lo sé, todo el castillo habla de ti, ¿se le ofrece algo a su alteza real? —Sí, el príncipe me pidió que le llevara el desayuno. —Enseguida, se lo traigo. —Lo que pasa es que el príncipe, me lo pidió personalmente a mí, solo quería que me dijeras dónde está la cocina. —Entiendo, acompáñame, me llamo Dolly, tu nombre es Camelia ¿no? —Sí. La sigo por los pasillos del castillo hasta la cocina, hay varias mujeres paseando de un lado a otro. —Helena, el príncipe le ha ordenado a su doncella que le lleve el desayuno. —Le prepararé la charola, inmediatamente. Me quedo en una esquina, intentando no estorbar, me dan la charola, la tomo con las dos manos y regreso a la habitación del príncipe, llamo a la puerta antes de entrar. —Su alteza, traje el desayuno como me pidió. —Déjalo ahí —Señala una mesa. Camina hasta mi, me muerdo el interior de la mejilla, se sienta y destapa la charola. —Pruébalo —ordena. —No creo que sea correcto comer del mismo plato y cubierto que usted, su alteza. —Entre tú y yo, mi dulce Camelia, no hay correcto o incorrecto, solo órdenes, pruébalo —ordena. Está más loco de lo que pensé. Tomo el tenedor con la mano y pruebo el desayuno, me hace beber del té también, sin dejar de mirarme. —Siéntate —Señala la silla frente a él. Obedezco. —¿Eres así de obediente siempre? —Si, su alteza —soy honesta. Bruce Orson me dejó muy bien amaestrada al parecer. —¿Si te ordeno que cantes? —Cantaré, su alteza. —¿Si te ordeno que bailes para mi? —Bailaré para usted. —¿Si te pido que me beses? —sonríe. —Entonces, lo besaré, su alteza. —¿Harás cualquier cosa que te ordene? —Sí. —¿Y si te ordeno que mates a alguien? ¿Lo harás?El príncipe me sonríe, bebiendo su té.—Dime, Camelia, ¿matarías por mi? —Nunca he matado a nadie, su alteza, solo animales. —No hay diferencia, créeme —De la charola toma un plato con fresas y manzanas verdes, perfectamente picadas, me mira. —Pruébalo. Tomo de nuevo el tenedor, tomó un trozo de fresa y me lo llevo a la boca. —Harás esto con todo lo que coma o beba.Debe de pensar que lo quieren envenenar, loco.—Así lo haré, su alteza.—Tampoco haces preguntas.Tengo muchas preguntas, pero no quiero que me corten la lengua. —No ruegas, no tiemblas de miedo, no lloras, solo obedeces, ¿qué clase de persona eres? —Me considero una persona bastante normal.—No lo eres, nada en ti es normal, ni siquiera tus ojos. Agacho la mirada, odio mis ojos, siempre lo he hecho, son extraños y al igual que mi cabello son un recordatorio de que soy hija de nadie. —Solías trabajar bailando para entretener a los hombres, hasta donde se, tienes cierta reputación, pero eso no me interesa, lo que q
No entiendo cuál es mi destino, desde que nací no he tenido un minuto de paz, tengo una suerte del demonio y ahora estoy obligada a cumplir todo lo que él príncipe ordene. Debí negarme y dejar que me cortara el cuello, odio ser tan débil y sumisa. —Puedes seguir leyendo, Camelia —El príncipe me devuelve el libro. —Nunca le digas a nadie tu verdadero nombre, es una orden.Vuelve a acostarse en mi regazo, con una paz que me asusta. Busco el capítulo en el que me quede y sigo leyendo, de reojo observo pasar al rey con una concubina, nos mira y se ríe. Todo aquí es extraño. —Vámonos, ya me aburrí —El príncipe dice poniéndose de pie. Me levanto sacudiendome la falda del vestido.—Dormirás conmigo esta noche. —Está bien, su alteza. Caminamos de regreso a su habitación, me muerdo el labio, estoy nerviosa y asustada. —Deja de hacer eso, es molesto. —Le pido me disculpe, su alteza, es una mala costumbre mía. Abre la puerta de su habitación entra, después lo hago cerrando la puerta,
Cada día el príncipe me hace leerle, libros que en lo personal me resultan aburridos, como si a mi me interesara saber estrategia militar. Y cada día es más extraño que el anterior, por ejemplo el otro día estábamos en el jardín caminando, cuando le príncipe me dijo: —Nuestro juramento te prohíbe desobedecer mis órdenes directas ¿no es así? Morirás si lo rompes. —Es correcto, su alteza. —Abofetéate hasta que te sangre la mejilla, es una orden. Lo malo de los juramentos, es que son más hechizo que otra cosa, mi mano tomo impulso lista para estrellarse contra mi cara, pero el príncipe me detuvo. —Olvida la orden que te dije —ordenó. Mi mano bajó, el príncipe soltó una fuerte carcajada y así ha sido, me ha pedido que un sin fin de cosas, que cumplo aún en contra de mi voluntad. Todas las mañanas desayuno con él, pruebo de su comida, todas las noches ceno con él y duermo en su cama, nunca me ha tocado, no de la forma en la que un príncipe debe de tocar a su doncella. Y e
-RHETT-Suelo ser un hombre que cede fácil a sus deseos, hay algo en Erys, que me hace querer poseerla, no tiembla ante mi, no llora, no ruega, no muestra reacción ante nada, ni siquiera chilló cuando le enterré mi daga en la palma, es demasiado obediente, demasiado tranquila. Salgo de la tina, envuelvo mi cuerpo en una bata, secándome, Erys necesita ser totalmente leal a mi, necesita confiar en mí, solo así las cosas saldrán como tienen que y es momento de demostrarle mi benevolencia, como su príncipe. Make entra y hace una reverencia.—Me mandaste a llamar, ¿qué deseas? —Envía guardias del ejército negro a Butler, que investiguen donde viven los Orson son una familia que tuvieron una hija pelirroja, tráeme al padre. —¿Vivo o muerto?—Vivo, por ahora —sonrió. Voy hasta uno de los estantes, tomo la nota, se la entrego a Make, la lee y pone cara de confusión. —Envía también dos guaridas al burdel de Mia Cox, que lleven a las mujeres que vinieron aquí a Linzava, eso es lo que tie
El príncipe me besa, su mano se aferra a mi cabello, su lengua invade mi boca.¿Debería detenerlo? Sí.Mi boca se mueve contra la suya, chocando una y otra vez, se separa de mi y me mira.—Me iré a lavar, quédate aquí y después nos iremos. Asiento confundida, ¿por qué me beso? ¿por qué le bese? Peor aún, ¿de quién era esa sangre? Estoy verdaderamente asustada, no puedo confiar en nadie, ni en mi misma.Me dejo caer en la cama, me enredo la capa en la cara y la aprieto, si muero todo estará mejor, siento mi respiración caliente, me quito la capa de la cara, hasta mi manera de suicidarme es patética.Me despeino el cabello desesperada, somos príncipe y doncella, lo que pasó es perfectamente normal, compartimos cama todas las noches, él es hombre y yo mujer, creo. Es normal, normal.El príncipe regresa, dos sirvientes entran para ayudarlo a vestirse, me hago la tonta y salgo de la habitación, ya sería demasiado verlo desnudo la misma noche.Paseo por los pasillos, sintiéndome estúpid
-RHETT- Erys me mira confundida.—¿Un regalo?—Sí, ya sabrás que es cuando lo veas.El carruaje se detiene y se asoma por la ventana.—Ya estamos en el rio —dice.Nos abren la puerta y bajo del carruaje, la tomo de la cintura cargándola para ayudarla a bajar del carruaje.—Gracias —dice cuando la dejo en el suelo.Los caballeros se empiezan a quitar las armaduras, lavándose la cara y el cuerpo.—Vamos al otro lado.Asiente con la cabeza, la jaló del brazo, caminó delante de ella, tomándola de la mano, nos alejamos de los demás soldados.—No deberíamos de alejarnos tanto, su alteza, puede ser peligroso. Me quito la camisa, ignorando su comentario, me desamarro la espada dejándola caer en el suelo, me desamarro el pantalón y Erys se voltea dándome la espalda, suelto una risa.—Su alteza, debería de viajar con armadura.Termino de quitarme el pantalón y me meto de lleno al río, me tallo la cara con las manos, observo la espalda de Erys, es bonita incluso de espaldas. —Tu deberías de v
Miro al príncipe confundida.—Entra, hagan lo que quieran, menos salir, te veo después. Entro a lugar con nervios, cierro la puerta, escucho voces y risas, sigo el sonido temerosa, mis ojos se van a las dos rubias identificas que están frente a mí sentadas en un sofá, pego un grito de emoción.—¡Camelia! —gritan todas abrazándome. —Chicas, ¿qué hacen aquí? —Las abrazo.Nos separamos, las miro emocionada sonriendo. —Fueron por nosotras, dijeron que teníamos que venir aquí y hacer sonreír a alguien —Lily dice.—¿Debo de llamarte su alteza? —Jazmín dice y nos hace reír a todas.—Sí —pestañeo y me abanico la cara juguetona.—¿Y cómo es? —Daisy me pregunta.—¿El príncipe? —Me siento en el sofá, Daisy asiente. —Normal. —¿Cómo un príncipe va a ser normal? —Dalia dice. —Ni tú eres normal ya. —Sí, está tela es muy cara —Jazmín dice acariciando la falda de mi vestido.—Yo nunca fui normal. —Ya enserio, ¿cómo es? —¿Es guapo? —¿Es verdad que está marcado por la bestia y todo eso? Pienso
El príncipe me besa, sube una de mis piernas a su cintura enredándola, me besa la mandíbula y el cuello, desata el listón de mi pecho, el corazón se me acelera, cuando su mano se desliza apretando uno de mis senos, me muevo incómoda. —Relájate, está bien —dice sobre mi boca. —Es solo que no estoy acostumbrada a que me toquen así —habló nerviosa. —Eso es bueno, te voy a enseñar algo, te gustará. Se pone encima de mi, sin dejar caer todo su peso, me besa. —Abre las piernas, confía en mí. Tomó aire y lo hago, acomodó las piernas en cada lado dejando al príncipe en medio, desliza mi ropa interior quitándola, vuelve acomodarse, me besa el cuello y toma una de mis manos, la lleva en medio de mis piernas, guía mi mano hasta mi intimidad, con su mano sobre la mía, abre mis pliegues, nuestros dedos se encuentran en un punto, suelto un jadeo cuando hace que mis me frote ahí, sigue besando mi cuello sin soltarme la mano. No se que sensación es, pero se siente demasiado bien, mu